lunes, 15 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN ALTO VUELO



Querida Mariana: Elías, siempre optimista, siempre luminoso, me dijo ayer por inbox: “Sí, Alex, ya lo dijo el poeta: “Volverán las oscuras golondrinas.” Si las oscuras golondrinas vuelven, ¡qué de menos nosotros! ¡Volveremos!”
Y mi rostro se alegró con esa línea iluminada. Volveremos. Igual que las oscuras golondrinas de Bécquer, nosotros volveremos a colgar nuestros nidos en los balcones de la esperanza, en la ventana de la vida.
Y nuestro pueblo volverá a ser ese camino blando que siempre ha sido. Volveremos a preocuparnos por minucias, porque el de vialidad impide que estacionemos el auto en disco rojo o porque el cajero de la CFE no nos permite abonar dinero para el servicio de energía eléctrica. Volveremos a enojarnos porque ese tipo de organización estacionó su camioneta justo en la entrada de nuestra cochera o porque la amiga que nos citó en el café se tarda más de una hora en llegar. Volveremos a molestarnos por bagatelas, por cosas que, puestas en la dimensión universal, son el vacío que llena la nada.
Pero también volveremos a sonreír al ver a nuestros niños trepados en sus triciclos, dándole duro por todo el parque de la Colonia Miguel Alemán.
Volveremos a pintarnos un tatuaje de tenocté a la hora que miremos a nuestros muchachos corriendo como conejos en una maratón. ¡Ah, qué alegre será, cuando sin bozales, volvamos a sonreír, aunque estemos chimuelos! Y volveremos a abrazar a los amigos a la hora de buscar una mesa para tomar la cerveza, para tomar el café, para beber un té o una limonada, a la hora de zamparnos un hueso de tío Jul o un pan compuesto. ¡Ah, qué delicia!
Volveremos a disfrutar el aire y el agua de Uninajab; abriremos nuestra boca como gaveta frente a la fachada de siglos del templo de San José Coneta; y caminaremos a mitad de la noche y miraremos los balcones donde duermen las golondrinas de Bécquer y donde se alimentan los sueños de las muchachas bonitas del pueblo. Y todo será como un patio amable y no tendremos que caminar como si fuésemos una pareja entrando a un motel. Todo será como un árbol de limón. Y, al cerrar los ojos, aspiraremos el aroma de los azahares y sabremos que ahí está la cuerda de la vida.
Y volveremos a reunirnos con la familia, en el patio, con la mesa de mantel blanco, y brindaremos con una copa de comiteco y bailaremos sobre la juncia fresca y miraremos los festones y la reja de papel de china que sirvió para celebrar al festejado. Y nos recargaremos en la pared del corredor y escucharemos la marimba.
Y las embarazadas ya no tendrán esa incertidumbre que ahora tienen; los enfermos de presión arterial recibirán la atención de siempre; las muchachas bonitas besarán a sus amados sin restricciones; los niños comerán su pizza favorita y pedirán un chimbo de postre; la gente saldrá de su casa e irá a escuchar marimba frente a la presidencia municipal, e irá al estadio y volverá a corear el gol y beberá cerveza y pedirá permisito, permisito, a la hora que le gane la gana de ir a hacer pis; y todo mundo irá al campo; y caminará por las banquetas llenas de laja y saludará al compadre y hará fila en el cajero y entrará a la tienda del compadre, no a comprar, a argüendear, a enterarse de los chismes. Y los temas de las pláticas serán los de siempre, lo de la hija de Estelita que salió con su domingo siete y tiene una panza de cinco meses, lo de la enfermedad de tío Milo, que no se compone; lo del Matías que abandonó la universidad, bobo, cuando sólo le faltaba dos semestres para titularse, todo por caliente, porque la muchachita loca, esa, le absorbió el seso y ya quiere casarse.
Volverán las golondrinas, volverán llenas de luz, abandonarán la oscuridad y volarán como avioncitos de papel, como papalotes hechos con carrizo y papel de china.
Volverán las serenatas con mariachi o con tecladista. Y los cielos serán limpios y altos, como siempre han sido; y los turistas regresarán a este pueblo mágico y tomarán una limonada o una cerveza en los cafés al aire libre del andador San José y regresarán a sus pueblos a contar que conocieron una ciudad llena de armonía, un pueblo que come hormigas, que habla de vos, que tiene un cantadito especial a la hora que habla, que descuelga nubes a la hora que sueña.
Sí, me encanta que Elías sea optimista, que siempre vea el lado oscuro de la luna y la ilumine. Pero cuando respondí el mensaje, su siguiente línea me volvió a la realidad: “Sí, mi querido Alex, todo volverá a tener buena cara, pero ahora debemos cuidarnos mucho, no salir de casa, para que luego regresemos como las golondrinas.”
Posdata: La amistad con Elías es mi privilegio. Es un hombre que siempre desborda optimismo, pero también es muy realista.
Todos pedimos, todos queremos, todos esperamos, que la vida tome una cara más amable. Mientras tanto, hay que seguir cuidándose, hay que usar el cubrebocas, hay que mantener la sana distancia, y si no tenemos que salir de casa, nos quedemos en ella.
Te he extrañado, pero pienso que este tiempo es como cuando vas a Guadalajara a tomar cursos y no te veo por tiempo largo. Algún día, Elías lo augura, ¡volverás! ¡Claro que sí! Si vuelven las oscuras golondrinas ¡qué de menos mi colibrí iluminado! Colibrí mano de Dios sos vos. ¡Salud!, siempre, siempre.