jueves, 4 de junio de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO DONDE HAY UN CRISTO Y UN LIBERAL




Querida Mariana. Esta fotografía muestra a un grupo de alumnos de primaria, del Colegio Mariano N. Ruiz.
La foto, fácil, tiene más de cincuenta años de haber sido tomada. Estos niños deben estar acercándose a la edad en que las personas son más vulnerables al virus devastador. En ese momento no imaginaban que vivirían una época donde hay que mantener la sana distancia. En aquellos tiempos, lo ves, los niños se amontonaban sin mayor problema, salvo que la maestra (acá se ve a la madre Sara, excelente maestra) avisara que fulanito tenía piojos y había que estar lejos de él.
Por el momento, estos niños de entonces, adultos hoy, no pueden lanzar la iniciativa de hacer una reunión de compañeros de generación, a menos que lo hicieran a través de una reunión virtual, en Zoom.
La escuela, es por naturaleza, por definición, el espacio social máximo de convivencia. Los niños de esta imagen, sin duda, vivieron momentos intensos de convivencia en el salón, en el patio, en las salidas al campo; jugaron fútbol, canicas, trompo, brincaron la cuerda, treparon a los árboles para cortar jocotes y jugaron ese juego divertido y peligroso que se llama chinchinagua, donde un grupo de muchachos brinca sobre otro grupo que hace una especie de trenecito humano. Ese trenecito era, por decir lo menos, peligrosísimo y perverso. ¿A quién se le ocurría colocar la cabeza cerca del trasero de otro? Ah, el juego superaba los niveles superiores en la regla de la emoción y del peligro. Los espectadores gritaban, alentaban a los que brincaban, les exigían que brincaran alto y cayeran como bultos llenos sobre las espaldas de los otros.
Dicen que el tiempo pasa facturas. Tengo un amigo que ahora padece de dolor de rodillas (ya tiene más de setenta años), cuenta que, cuando era niño, disfrutaba mucho subir a la rama de un árbol y desde ahí brincar sobre un montículo de arena, caía sobre sus rodillas.
No dudo, entonces, que dos o tres niños de esta imagen, hoy ya adultos mayorcitos, padezcan de dolores constantes de espalda, ¡cómo no, si recibían los sentones de compañeros del otro equipo!
Ahora, pienso que este espacio maravilloso de convivencia, deberá buscar nuevos protocolos. ¿Cómo será la escuela en los tiempos cercanos por venir? No puede tener la misma dinámica que tenía antes de ocurrir la pandemia; ni debe ser un espacio con temor, donde todo mundo esté alejado del otro. Vi el otro día una imagen donde, en algún lugar del mundo, los escolares regresaron a las escuelas, después de la cuarentena. La imagen me provocó tristeza, mucha tristeza. Los niños están en clase de deportes, cada alumno tiene asignado un espacio en el patio, ese espacio está demarcado por unas líneas que forman cuadros. Los alumnos no pueden salir de ese espacio. Cada uno está inmerso en algo como una celda con cristales virtuales. Nadie debe salir de ahí, nadie puede entrar a ese espacio. Comprendí que se trata de salvaguardar la salud de los alumnos, pero, insisto, la imagen me provocó mucha tristeza. Ya no hay el abrazo espontáneo. Una de las imágenes más bellas de la amistad es donde dos amigos caminan por una banqueta pasándose el brazo por el cuello. Esto, por el momento, no es recomendable, no debe hacerse. Ahora, los niños escolares deben mantener una mínima distancia, deben permanecer adentro de un espacio que no tenga contacto con el otro.
La escuela deberá modificar sus protocolos. Los expertos en educación deberán buscar protocolos que salvaguarden la salud de los alumnos, a la vez que permita la convivencia natural que se da en todos los seres humanos. Por el momento, esto se ve complicado. El aula lleva siglos teniendo la misma estructura, los salones son cuartos cerrados con puertas y ventanales.
Posdata: Esta imagen tiene más de cincuenta años. Corresponde a un colegio católico. Al frente, arriba del pizarrón (de color negro, que permitía el uso de gises blancos) está un cristo. Al inicio de clases, la madre indicaba a sus alumnos que se pusieran de pie, que se persignaran e iniciaba la oración que decía: “Espíritu Santo, fuente de luz…” El testigo de honor era el cuadro que tiene un retrato del liberal Belisario Domínguez. En aquellos tiempos, la convivencia era tan abierta que permitía que la religión católica estuviera al lado de un distinguido personaje con pensamiento liberal. No había inconveniente. Los alumnos aprendían los valores supremos de Jesús y el valor infinito del máximo héroe civil de México. A final de cuentas, ambos personajes dejaron legados importantes para el correcto comportamiento de las personas. Tan valioso el mensaje de Amarse los unos a los otros, como el de actuar con honestidad en el servicio público, que siempre exigió don Belisario.
Nuevos tiempos esperan al mundo. ¿Cómo hacer que la convivencia no sea como un zoológico con jaulas para niños, sino un espacio de respeto y de amistad eternos? Difícil tarea para los expertos pedagogos. Ah, los tiempos cambiaron de la mañana a la noche, ahora hay mucha penumbra, donde, antes, sólo había luz, mucha luz.