lunes, 3 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN JUEGO



Querida Mariana: paso copia de una imagen que me mandó Pau. En el mensaje dijo que estaba viendo un documental de París y se topó con esta imagen, de inmediato pensó en mí, y ahora, yo, también de inmediato, pienso en vos.
¿Ya viste de qué se trata? Pau dijo que está tomada en una esquina del Puente Royal, que atraviesa el Sena; dijo que las tres chicas caminan hacia el puente, si cruzan este puente, llegan a la entrada de la plaza del Carrusel, que está mero enfrente del acceso al Museo del Louvre, donde está la Gioconda y miles de obras más.
Uf, París, ¡oh, la la! Pero Pau no me mandó la imagen por lo que acabo de decirte, eso fue algo como un breviario cultural y para que me “norteara”. Pau me mandó la imagen (que, insisto, tomó con su celular directamente de la pantalla de su computadora) por el nombre del café y restaurante que se ve al fondo. ¿Ya miraste cómo se llama? “La Fregate”. La Pau, niña bonita, inteligente, me dijo que la traducción es La Fragata, y que es algo así como una franquicia que tiene muchas sucursales en París. Una de ellas es la que está contra esquina del Pont Royal.
Pero, como dice Pau, si lo leemos en comiteco, dice lo que dice: La fregate, la jodete, la fastidiate.
Y entonces le pregunté cómo se había fijado en eso y ella, ya sabés, muy modesta, me dijo que siempre está pendiente de todo. Sí, ella es muy lista.
Y entonces jugamos. Me encantó jugar con ella por el WhatsApp.
Y pensé que, ¡seguro!, más de dos turistas voseantes (argentinos, uruguayos, guatemaltecos o comitecos) al pararse en esa esquina y ver el letrero de ese café lo leyeron como lo leímos Pau y yo: La fregate, la jodete.
Y pensé ¿a quién le quedaría el apodo de “La fregate”? ¿A una mujer que todo el mundo molesta?, o al contrario, ¿una mujer que jode a medio mundo?
Imaginé que estaba en una fiesta, una fiesta tradicional, en el patio central de la casa, con manteado, mesas de madera con manteles blancos, marimba en una esquina, juncia en el piso y copitas de comiteco. Y escuché el comentario de señora que estaba sentada a mi lado, comentario que le hacía a su comadre: “¡Mirá! Ya llegó “La fregate”. Y la respuesta fue inmediata: Hmmm, ya se fregó la cosa. Sí, pues, dijo la otra, tiene bien puesto el apodo, le dicen así, porque desde que era de este tamaño, era lo único que decía a todos. Cuentan que cuando el Armando se le declaró y le dijo que no podía vivir sin ella, ella le dijo, ah, entonces fregate, porque no lo aceptó. Y así, a todo, su respuesta era ¡fregate! ¿Trabajos en equipo en la escuela? Te toca hacer tal cosa, decía su compañera. No lo haré. Cómo no. Si no lo hacés reprobaremos. ¡Ah, pues, fregate! Todo le valía, todo le sigue valiendo. Mirá cómo se pavonea.
Y pensé que el lenguaje es maravilloso. Nos permite jugar, imaginar. Acá, dos palabras en francés, leídas en comiteco, permitieron el juego. Y, sin duda, que los franceses también hallarán algunas voces en español que les permite jugar.
Sólo pienso en la cara del visitante francés que, en “El Foquito”, le dicen que el pan compuesto está hecho con pan francés. ¿Francés? Y mira el pan blanco y trata de imaginar algún pan similar en su país. Pero, lo sorprendente es que no sólo en Comitán hay pan francés, en Argentina también acostumbran consumir pan francés argentino. El pan francés argentino se parece más al bolillo mexicano. ¿A qué se parece el pan francés comiteco? Se parece al pan que en Guatemala le llaman pan de recado. ¿Mirás? Apenas pasamos la línea fronteriza y algo semejante tiene otro nombre, y, ¡oh, paradoja!, todo un océano nos divide y un pan nuestro se llama francés.
Posdata: ¿Alguien puede decir por qué al pan de recado le llaman así? La palabra recado la usamos para nombrar un mensaje. La fulana de tal me mandó un recado, pero, ¡oh, maravilla!, en Comitán lindo y querido, llamamos recado al mole que se usa para hacer algunos guisos con carne. “Echale un poquito más de recado”, decimos, y la encargada de la fonda, toma un poco más de mole con un cucharón de madera y lo riega sobre el cerdo. Y, cuando los niños juegan a brincar la cuerda, piden que le den más rápido, que le den más mole. Y cuando aparece algo que es del agrado del otro, se dice: “¡Ah, es tu mero mole!”
¡Ya, ya! ¡Basta! Por hoy, ya jugamos bastante.