jueves, 13 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO SENSACIONAL




Querida Mariana: ¡Mirá qué foto más bella! Es una fotografía que pertenece al Archivo Fotográfico del Doctor Mario Nandayapa. En la foto dice: Nadayapa, pero, es un error de dedo, porque el apellido del poeta y destacado investigador chiapaneco es Nandayapa. En realidad, Nandayapa es su apellido materno, porque Mario es Aguilar, por su apellido paterno, pero eligió el apellido de su mamá para firmar su obra literaria y académica. El poeta chiapacorceño es hijo del fallecido maestro Mario Aguilar Penagos, Premio Chiapas 1998.
Va, después de este paseíto por el cayuco genealógico de mi amigo Mario, regreso a lo que decía: es una foto bella, ¿verdad?
Sí, ahí está Rosario, envuelta en un chal blanco, sentada en un butac, con los piecitos entrecruzados, como si, en lugar de hacer changuitos con los dedos de las manos, hiciera changuitos con los pies, para que se cumplan sus deseos.
Sabemos que está en el patio central de una casa de San Cristóbal de Las Casas, en compañía de Carmen Haro y los hijos de Carmen: Armando, Agustín y Toño Duvalier Haro. ¿Te dice algo el apellido Duvalier? Por supuesto, es el apellido del poeta Armando, quien, igual que el papá de Mario, igual que Rosario, obtuvo el Premio Chiapas.
¡Pucha, qué racimo de intelectuales aparecen en esta lectura!
Rosario no eludió su nombre de destino, porque ella firmó sus obras con el ahora famoso Rosario Castellanos, y Castellanos (lo sabe medio mundo) fue el apellido de su papá, don César.
Y digo lo anterior, porque ya comenté que Mario Nandayapa se llama Mario Aguilar Nandayapa, según el acta de nacimiento que, sin duda, conserva en su archivo personal, y ahora me entero que el poeta Armando Duvalier, en realidad, se llamaba Armando Cruz Reyes.
Uf. Qué enredo. Pero, sabemos que los artistas son seres especiales, y algunos son más excéntricos y extravagantes que otros.
Duvalier fue el poeta alquimista y formó parte del grupo de poetas que se llevaron todos los Premios Chiapas: Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Enoch Cancino Casahonda, Óscar Bonifaz y Mariano Penagos (mirás, no nos va mal en el recuento de paisanos ganadores del Chiapas: ahí están Bonifaz, Penagos y Castellanos.)
La foto es bella, el menor de los hijos de Duvalier, el que está al lado de Rosario, parece a punto de correr, no lo hace, porque las manos de Rosario lo detienen; la esposa de Duvalier, muy modosita, apoya su mano en la parte superior del asiento y está pendiente de las indicaciones del fotógrafo, quien (Mario debe saber) es el mismo poeta Armando, quien acomodó a su familia para tener el recuerdo infinito al lado de quien comenzaba a despuntar, en la historia de la literatura de Chiapas, como un bellísimo árbol de tenocté, que da flores del mismo color del chal.
Mirá qué belleza de patio cuadriculado. En las hendijas que se forman en el entramado de los ladrillos crecen líneas de hierba, tan tenues como vellos de pubis de chica en la pubertad.
¡Qué foto tan bella! Qué patio tan generoso, tan de tiempos sublimes. ¡Qué belleza de pilares de madera, de corredores húmedos, de macetas de barro, de arriates delimitados con ladrillos delgados y frágiles! ¡Qué espacio tan armonioso, tan lleno de flores, de árboles discretos, de ramas que apenas cortan el aire!
El corredor tiene dos coquetos escalones. Pienso que los cuartos y recámaras estaban en altito, para evitar inundaciones en tiempo de lluvia.
Digo que en esta fotografía sólo falta el colibrí libando miel de las flores que están detrás del grupo fotografiado. Digo esto, porque no se escucha el aleteo de tap tap, ni se escucha el tamboreo de un ronrón. No. Esta fotografía tiene los labios cerrados, como los tiene el hijo mayor del poeta Duvalier. Para no interrumpir el vuelo de ese pájaro misterioso, Rosario detiene al hijo menor de Armando. Seguro que cuando el fotógrafo dijo que ya había quedado la toma, el hijo mayor fue a sentarse, solitario, en las gradas del corredor; el hijo intermedio se quedó parado en la misma posición, y el hijo menor salió corriendo, como cachinflín, hacia el otro extremo del patio. Rosario se puso de pie y algo comentó con Armando Duvalier, teniendo de testigo a Carmen Haro, quien sólo cambió la posición de sus brazos cuando los cruzó.
Posdata: Esta foto es un tesoro. Te la comparto, porque es una foto poco conocida. Sé que estarás contenta al verla. A mi amigo Mario no le pedí permiso para compartirla. Él es generoso y sé que no le molestará que tengás copia de esta parte de su archivo en tu corazón. Pienso que en el Museo Rosario Castellanos no tienen esta fotografía; pienso que sería bueno integrarla al archivo (claro, con los consiguientes créditos de la fuente original).
Va. Ya me despido. Es una foto bella. Un bello instante de la vida de nuestra Rosario.