miércoles, 12 de agosto de 2020
CARTA A MARIANA, CON UN PATIO LLENO DE LUZ
Querida Mariana: Continuamos con el juego de la imaginación, con el juego de ARENILLA-Video: “Imaginá que te llamás”.
Un amigo me preguntó qué debía hacer para participar en este juego. Le dije que bastaba ponerse a jugar. Este juego abre mil posibilidades. Claro, le dije, si querés jugar y aparecer en público para que lo vea medio mundo en redes sociales, a través de nuestra página de ARENILLA, entonces, debés alzar la mano y nosotros te enviamos las dos preguntitas, porque este patio es un espacio abierto a todos. ¿Algo está prohibido en este juego? ¡Nada! La imaginación es el límite. Sólo pedimos evitar palabras altisonantes, no porque seamos muy modositos ni persignados, lo pedimos para que los administradores del Facebook no lo sancionen.
En fin, en este maravilloso juego tuvimos la participación del maestro José Hugo Campos Guillén, reconocido educador, querido por muchos alumnos y ex alumnos, rector de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar y representante legal de la Asociación del Colegio Mariano N. Ruiz; además, y vos sí estás para saberlo, porque te interesa todo lo de mi vida, el maestro es mi jefe y amigo. Lo ha sido por muchos años. Es mi privilegio. Vos sabés que yo he laborado en la Mariano desde hace muchos años. Mi querido maestro Jorge Gordillo Mandujano me dio la oportunidad de laborar en el colegio, así que él fue mi primer jefe, tiempo donde tuve como guía al padre Carlos, fundador de la institución; luego tuve como jefe al maestro Manuel de Jesús Nucamendi Pulido y ahora al maestro José Hugo. Todos han sido bellísimas personas conmigo, por esto amo mi trabajo y me siento muy a gusto en la institución. Bueno, bueno, basta de melcocha personal, vamos a lo que el maestro José Hugo dijo en el jueguito que aceptó.
Al maestro José Hugo Campos Guillén le preguntamos: Imaginá que te llamás patio escolar, ¿alumnos de qué nivel escolar te gustaría recibir, y por qué?
Él, aplicando siempre la máxima de que lo breve es placentero (brevis et placebis) respondió lo siguiente:
“Si yo fuera patio escolar me gustaría recibir a los niños de kínder, porque sus sonrisas, brincos y juegos iluminan la existencia de la escuela.”
Ah, los niños de kínder. ¡Qué alegría! Todo mundo ha sido testigo de ese prodigio, o bien, porque estudió en un kínder, o porque ha visto, en algún momento, un patio escolar. Todo mundo sabe que el patio escolar es generoso con la vida, porque ahí se desparraman las risas, las carreras y los juegos de los niños. El patio escolar siempre está ahí, mientras los alumnos reciben clases en los salones, los patios escolares reciben la lluvia y los rayos del sol, ¡el aire!; y cuando la campana (o chicharra) suena, el patio se llena de vida humana. En ese instante, el patio escolar cumple su máxima misión: ser el espacio común para el disfrute; y así lo corroboró el maestro José Hugo, cuando le preguntamos: imaginá que te llamás patio escolar, de todo lo que te sucede, ¿cuál es la actividad que más te gusta y por qué?
El maestro (quien grabó los videos en el corredor de su casa particular, sentado en un sofá amplio, teniendo en sus brazos a su chuchito consentido: “El Canti”) respondió lo siguiente:
“El sonar de la campana, que invita a los niños al recreo, donde despiertan en su entorno para recibir al sol, al juego, al amigo y al alimento que ilumina el espíritu de la vida misma.”
Posdata: Jugamos al Imaginá que te llamás. Invitamos al juego de la imaginación. Invitamos a que todo mundo juegue con la palabra, a que formemos una comunidad inteligente, propositiva. Es como una especie de chisme, ¿a poco no?, pero un chisme constructivo. Por eso, digo yo, si alguien quiere participar con nosotros para que lo compartamos en las redes sociales, que levante la mano y con gusto le enviamos sus dos preguntitas y anotamos su participación en nuestra lista de difusión.
¡Juguemos! El juego, dijo Mario Vargas Llosa, que dijo Johan Huizinga, en el libro “Homo Ludens”, es la columna vertebral de la civilización. ¿Mirás? ¡La columna vertebral de la civilización! Así pues, para que nuestra columna no esté inclinada, como la Torre de Pisa, ¡juguemos! En tiempos que los patios escolares, por la contingencia sanitaria, han quedado vacíos, juguemos en los patios particulares y los convirtamos en espacios comunes, de todos, para todos.