lunes, 10 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE SE DA UN PASO



Querida Mariana: Si me ponés frente a Juan Rulfo y a Fernando Del Paso, me voy con Fernando. Sí, hablo de la obra literaria. ¿Pedro Páramo o Palinuro de México? ¡Palinuro!, mil veces, bueno, no mil veces, pero sí novecientas noventa y nueve.
Si yo fuese integrante de la Academia que entrega el Nobel de Literatura preferiría (en caso de que ambos estuviesen vivos) hallar el nombre de Fernando Del Paso entre los candidatos, que el nombre de Juan Rulfo.
Sí, sí, ya sé que si esto lo digo en público, más de dos apasionados dirán que blasfemo, ¿cómo me atrevo a echarle polvo a Rulfo, gloria literaria de este país?
Es una opinión personal, es cosa de gustos. A mí no me gustan las historias donde aparecen fantasmas o espíritus demasiado solemnes; si se trata de historias donde aparecen fantasmas deberían ser como las del divertido fantasma de Canterville, de Wilde. Pero, bueno, sé que nuestra idiosincrasia mexicana nos impele a contar historias de espíritus trágicos; pero el carácter del mexicano también está imbuido de lo otro, del lenguaje cachondo y genial con el que juega Fernando.
En fin. Insisto es una apreciación personal, que no pretende polémica, sólo digo que a mí, ¡a mí!, me gusta más la literatura de Del Paso que la de Rulfo, sin dejar de reconocer la genialidad de este último, sobre todo en algunos de sus cuentos. Y ya ¡tan tan!
Pero digo esto, porque ahora estoy releyendo una novelita breve, sencilla, de Del Paso: “Linda 67. Historia de un crimen.” y ahí encontré las siguientes líneas: “…Chuck comprobó una vez más que Estados Unidos se estaba volviendo un país de monstruos. De todas las razas y edades: anglos, mulatos, chicanos, hombres y mujeres, adolescentes, que pesaban ciento veinte, ciento cincuenta, doscientos kilos. Junto a ellos él, el gordo Chuck, se sentía esbelto.”
¿Mirás? USA, un país de monstruos. Y pensé (pero igual, sólo es una chaqueta mental mía), que si el país vecino ostenta el primer lugar en fallecimientos por covid-19 puede ser (sólo digo que puede ser), que el nivel de contagios ha sido exponencial, pero que ha afectado a una población obesa. Sí, USA es, de igual manera, el país que ostenta el primer lugar en comida rápida, una comida que forma legiones de obesos. No digo que esta razón sea la causa única, pero, tal vez ha ayudado al brutal número de lamentables decesos. Las autoridades sanitarias advierten que la obesidad es un factor de riesgo.
¿Y qué pasa con nuestro país? Bueno, vos sabés que hemos adoptado, en mucho, el consumo de ese tipo de comida.
Los mayores dicen que, antes, en Comitán no existía mayor inconveniente con la dieta que acá se consumía. ¡Por supuesto que no! Todo hablaba de un consumo de esencias naturales, sin conservadores, todo cortado del huerto familiar, del sitio. Pongo un ejemplo: ¿qué “lleva” el pan compuesto? Hebras de carne de puerco (sin grasa), salsita roja, los picles con cebollita y zanahoria, frijolitos molidos y un poco de quesito fresco (ahora le meten una barnizada de mayonesa, pero antes usaban cremita fresca). Los expertos en nutrición confirmarán lo que digo: los comitecos tenían una dieta muy sana. Venimos de esa tradición, de una tradición gastronómica de excelencia. Todo sin conservadores. Vas al mercado y comprás un vaso de jocoatol o de atol de granillo, hecho con maíz fresco; y comprás chinculguajes, que no llevan más que frijol molido y masita de maíz, tal vez con un poquito de manteca. Claro, por ahí preparás unas tortillas con el asiento que quedó en el perol donde se coció el cuch. ¡Ah, la grasa concentrada en todo su esplendor! Pero, no sé, los expertos podrán decirlo, esta grasa, consumida con moderación, hace menos daño que la comida chatarra. No lo sé. Antes, cuando los comitecos iban de día de campo llevaban paquitos de frijol y de chorizo con huevo, y las tortas eran hechas con pan de las panaderías comitecas, a nadie se le hubiera ocurrido hacer un sándwich con pan Bimbo. ¡Por el amor de Dios! ¡Qué sacrilegio!
Ahora, con la emergencia sanitaria, la historia nos ha puesto frente al espejo el rostro que tenemos, pero que no nos gusta ver: ¡ya somos un país de obesos! ¡Cómo no! Si hemos adoptado el consumo de comida chatarra, de comida rápida.
Pedro dice que siempre que mira fotos del recuerdo (de los años setenta, de cuando los hombres llevábamos el cabello largo y vestíamos pantalones acampanados y camisas estampadas) y sólo mira a esbeltos; flacos, pero bien maiceados. Ahora, dice Pedro, mira fotos de los muchachos y encuentra a muchos bien galanotes. Puede ser sonido de la misma campana que estamos tocando. Ahora, muchos muchachos son deportistas y llevan una dieta sana, pero, de igual manera, hay muchos que comen alimentos chatarras, fuman y beben traguito de más. Estos muchachos han pasado a formar parte de la legión de obesos.
Posdata: Regreso al principio, concluyo diciendo que fui a Comala, porque me dijeron que ahí vivía un tal Juan Rulfo, un escritor genial, pero oscuro; y luego fui a la Ciudad de México, porque me dijeron que ahí vivía un tal Fernando Del Paso, un escritor luminoso, de gran erudición.