martes, 29 de diciembre de 2020

CARTA A MARIANA, ANTES DE QUE ACABE EL AÑO

Querida Mariana: ¿Y si nos despedimos de este 2020 con una imagen del Comitán de antes? El cuadro es de Armando Alfonzo, quien no sólo nos legó textos, dibujos, fotografías, sino también cuadros que son testimonio gráfico de un Comitán que fue, pero ya no es. ¡Salve, maestro! Armando Alfonzo fue un comiteco enamorado de la ciudad que lo vio nacer y, con una capacidad formidable, registró la cultura de este pueblo. Gracias a él tenemos un prontuario de cómo era el Comitán que él vivió en la niñez. Su biografía dice que Armando nació en 1926 en Comitán, lugar donde realizó sus estudios de primaria y secundaria (fue compañero de Rosario Castellanos, en la Secundaria del Estado. Rosario le llevaba (así se dice en Comitán) 9 meses.) Puede decirse que el trabajo creativo de Armando nos devuelve el Comitán de los años veinte, treinta y cuarenta. De hecho, uno de sus libros se llama “Comitán 1940”. Acá, en este cuadro hallamos una imagen idílica del Comitán de ese tiempo. ¿Mirás las banquetas de laja y las calles perfectamente empedradas? En medio de las piedras crece la hierba en forma desordenada; cuando llovía, las hendiduras entre piedra y piedra permitían que el agua fuera “chupada” por la tierra. No sé con certeza, pero pienso que no había los problemas de inundación de las partes bajas que ahora Comitán padece. ¡Cómo no! Ahora, todo es cemento, el agua no tiene “chupaderos” naturales, por eso, cuando hay una lluvia torrencial, el agua crea ríos que bajan e inundan las partes bajas de la ciudad. ¿Ya viste el espejo de agua que hay al fondo, al pie de las montañas? Sí, es la Ciénega (donde ahora está el Orquidiario). Sí, la imagen es idílica, porque Comitán jamás se vio así, con las paredes tan limpias, con esos tonos tan pastel de quinceañera. ¡No! El ojo del artista así lo recordó y así nos lo regaló y ahora atesoramos esta imagen como un pétalo de la rosa que algún día creció en este jardín. Es una imagen idílica, pero los mayores aseguran que desde el centro de la población se veía el espejo de agua de la Ciénega. ¡Ah, qué bendición para la mirada! Sí, Comitán nunca se vio así en la realidad. Si hacemos caso a la sombra que se proyecta en la calle diríamos que el sol ya cruzó la línea del meridiano y se dirige al poniente; es decir, son las dos o tres de la tarde, por eso, la ciudad se ve casi desierta, porque medio mundo ya está en su casa, preparándose para la comida o para la siesta. ¿Tuvo alguna vez ese color el edificio de la presidencia municipal? ¿Tuvo alguna vez esta armonía cromática el centro de este maravilloso pueblo? Yo digo que no, pero luego tengo que recular en mi apreciación y decirme, con energía: ¿Qué no lo estás mirando, animal? ¿No ves que ahí está el Comitán de entonces con esa paleta de colores que habla de la grandeza de este pueblo? Sí, acá está Comitán, con el cielo que es como un espejo ampliado de la plenitud de la Ciénega. En esos años, tal como acá se ve en la torre, el templo de Santo Domingo estaba pintado de blanco, y el parque central era un jardín que daba sustento al nombre nunca oficializado de Comitán de Las Flores, nombre genial. Ya te conté en otra carta que antes de 1925, las calles del centro tenían nombres de flores, la calle que pasa frente al Teatro de la Ciudad y la tienda Elektra se llamaba Clavel, la flor favorita de mi papá. La armonía cromática que acá se aprecia fue consecuencia lógica de la armonía arquitectónica. Si vos mirás una fotografía de esos años, hallarás que la mayoría de casas comitecas estaban techadas con teja, sin duda, tejas hechas por los artesanos maravillosos del barrio de Yalchivol. Por ahí hay una foto a vuelo de pájaro que (¡bendición!) subió Ramón Folch al Facebook. Ramón dice que la imagen corresponde al Comitán de los años cincuenta. Se observa que el noventa por ciento de las casas tiene tejas (las excepciones son el techo de la presidencia y de dos o tres edificios de la hoy inexistente manzana de la discordia.) No es aventurado decir que el espíritu de los comitecos también mantenía esa armonía. La personalidad del pueblo comiteco es proverbial, todos los visitantes hablan de nuestro carácter luminoso, tan esplendente como esta imagen que Armando nos regaló. ¡Salve, maestro, salve por siempre! Posdata: el año 2020 ha sido un año difícil. La mayoría de seres humanos asegura que será un año inolvidable, pero nadie lo recordará con agrado. Por eso, cuando vi el cuadro de Armando Alfonzo Alfonzo pensé compartirlo contigo, colgarlo en nuestra galería comunitaria, como augurio de mejores tiempos, de tiempos plácidos, armoniosos, llenos de luz y de colores que son ungüento para el alma comiteca.