miércoles, 9 de diciembre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN CRONOPIO MALHABLADO

Querida Mariana: Cortázar creó a los cronopios. Muchos lectores de la obra de Cortázar lo llaman El gran Cronopio. Ayer releí algunos textillos de cronopios y recordé al tío Aarón, que era malhablado como él solo, pero que era un fanático lector de la obra de Julito Cortázar y que, en la primera oportunidad, le contaba las historias cronopianas a su hijo Emiliano. “Y ahí tenés que…”, así comenzaba el tío todas sus pláticas, no importaba que contara un hecho histórico, una anécdota, un cuento o diera a conocer cómo había amanecido el valor del dólar: “Ahí tenés que el dólar ahora…” o “Ahí tenés que había una vez…” Algunos de sus amigos le decían, como apodo, “El ahí tenés”. Pues ahí tenés que un día escuché que el tío, sentado en su poltrona, en el corredor de la casa, le contaba una historia de Cronopios a Emilianito (pucha), sentado en una silla de mimbre, una silla pequeña, especial para su tamaño. Te pasaré copia exacta del texto escrito por Julio para que mirés cómo el tío lo cambió tantito: “COSTUMBRES DE LOS FAMAS. Sucedió que un fama bailaba tregua y bailaba catala delante de un almacén lleno de cronopios y esperanzas. Las más irritadas eran las esperanzas porque buscan siempre que los famas no bailen tregua ni catala sino espera, que es el baile que conocen los cronopios y las esperanzas. “Los famas se sitúan a propósito delante de los almacenes, y esta vez el fama bailaba tregua y bailaba catala para molestar a las esperanzas. Una de las esperanzas dejó en el suelo su pez de flauta -pues las esperanzas, como el Rey del Mar, están siempre asistidas de peces de flauta- y salió a imprecar al fama, diciéndole así: “―Fama, no bailes tregua ni catala delante de este almacén. “El fama seguía bailando y se reía. “La esperanza llamó a otras esperanzas, y los cronopios formaron corro para ver lo que pasaría. “―Fama ―dijeron las esperanzas―. No bailes tregua ni catala delante de este almacén. “Pero el fama bailaba y se reía, para menoscabar a las esperanzas. “Entonces las esperanzas se arrojaron sobre el fama y lo lastimaron. Lo dejaron caído al lado de un palenque, y el fama se quejaba, envuelto en su sangre y su tristeza. “Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes y húmedos. Rodeaban al fama y lo compadecían, diciéndole así: “―Cronopio, cronopio, cronopio. “Y el fama comprendía, y su soledad era menos amarga.” Y la versión del tío era ésta: “Y ahí tenés que un cabrón llamado Fama, sólo por joder, soltaba todo el volumen a la grabadora y se ponía a bailar como endemoniado. Ah, la gran joda, decían las esperanzas y los cronopios que estaban adentro de la bodega, andá a saber qué hacían adentro, pero el pinche Fama los pasaba a rejoder con sus bailes de Tongolele. Entonces, una esperanza, la más cabrona de todas, salió y le dijo: Mirá, cabrón, vos serás famoso, pero yo soy la que muere al último y si no dejás de bailar te meteré una reatiza que terminarás bailando como pirinola en la punta del cerro. Así que, a chingar a su madre. Pero el Fama era necio y le subió el volumen a la grabadora y siguió bailando. Nadie puede decir qué fue lo que les encabronó más a las esperanzas y a los cronopios, si el zapateo del Fama o el ruido infernal de la bocina. Lo que sí se puede decir es lo que pasó: todas las esperanzas se subieron los fustanes y salieron como ejército de hormigas. Todavía dieron chance a que el Fama se arrepintiera, le dijeron: Ya te lo advertimos, hijo de Resortes, levantás tu bocina y te vas a ver si ya puso la cucha o te vamos a hacer puré de caca. ¡Ah, el Fama se burló! Nunca lo hubiera hecho, las pinches esperanzas se le fueron encima y le pusieron una madriza de Dios padre, unas brincaron sobre la grabadora, y la hicieron pedacitos, mientras gritaban: ¡así se baila, hijo de la Malinche!, mientras otras bailaban sobre su cuerpecito que quedó tirado sobre la banqueta. Te has de preguntar ¿y los cronopios?, ah, los cronopios culeros sólo echaban porras, porque a los cronopios no les gusta meterse en pleitos ajenos. Al final, cuando ya el Fama andaba vomitando sangre, se acercaron y, en lugar de levantarlo y llevarlo a la Cruz Roja, le dijeron: Bueno, por pendejo, ni pío dijiste. Y ahí tenés que viene la moraleja: ¿Querés bailar? Andá a bailar a Chalma.” Posdata: No sé qué hubiese pensado Julio Cortázar al oír sus historias transformadas. Como él era un gran cronopio, tal vez habría sonreído, como lo hacían todos los que oían las historias subidas de tono del tío Aarón, quien, a su manera, también fue un cronopio en esta tierra. Sí, ya podés imaginarlo: Emiliano se volvió un gran lector de novelas y cuentos de Julio y también un gran simpático malcriado a la hora de hablar. Fue los frutos que pepenó en ese patio soberbio.