jueves, 17 de diciembre de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE SE BUSCA LA PALABRA QUE DEFINA AL 2020

Querida Mariana: ¿Ya viste el ejercicio mental que hacen en todo el mundo? ¡Buscan una palabra que defina este año! Las respuestas han ido de un extremo a otro, de la luz a la sombra. Por ahí han aparecido palabras ominosas: muerte, pesar, dolor, miseria, ingratitud, castigo, infierno y demás palabras oscuras; pero también han aparecido las palabras esperanza, aprendizaje, fe, paciencia, Dios. Las palabras confabulación e incertidumbre también han aparecido. Hay personas que consideran que este virus fue originado en un laboratorio, en forma artificial, por mentes perversas; otras personas apuestan por un virus de origen natural. Por eso, la palabra incertidumbre tiene preponderancia. En algunos países ya comenzaron a vacunar contra el virus. De igual manera que la población mundial se divide en quienes apuestan por la teoría de conspiración y otros por la teoría natural, hay quienes celebran la aparición de la vacuna y esperan que la vacuna llegue a sus países para recibirla, y otros descreen de la efectividad. Sí, la palabra del año es ¡incertidumbre!, por encima del dolor, de la miseria, de la muerte, de la esperanza y de la fe. Nadie tiene la respuesta correcta al suceso del año, del siglo. Quien, con fe, deposita su vida a su Dios, también ve que algún conocido suyo cae presa del virus y padece. Los creyentes unen sus manos y oran: Que se haga la voluntad de Dios, pero, en lo íntimo, piden que, ojalá, la voluntad divina coincida con sus peticiones: que el virus no entre a su cuerpo ni a los cuerpos de sus afectos, de sus cercanos. Que se cumpla la voluntad de Dios, pero que sea la misma del deseo humano. ¡Duele, cuando la voluntad divina es ajena a la petición! Quienes han padecido el mal en forma cercana y han perdido familiares por el virus, además del dolor tienen en mente la palabra incertidumbre, porque no saben qué sucederá en el porvenir. Ya murió un hermano, ¿quién sigue? La pandemia es una serpiente venenosa que repta por todos los espacios. Antes, alguien enfermaba o padecía un accidente mortal, y los familiares lamentaban el suceso, pero se levantaban al día siguiente, con la certeza de que el mal ya había pasado. Ahora, la situación es diferente. La ponzoña que inyecta la incertidumbre es letal. El coronavirus ha traído en su diccionario personal una serie de términos que ha vomitado en nuestras casas y en nuestros espíritus a través de las ventanas. Incertidumbre es la palabra de este año incruento. ¿Alguien sabe si la vida tomará su cara afectuosa de antes? ¿Alguien sabe si en el futuro, en algún momento, podremos abrazarnos de nuevo, sin temor? ¿Llegará el momento que, como asegura el cantante argentino Charly García, esto parará, porque “siempre que llovió ¡paró!”? O todo será como dice don Gregorio, en respuesta a la frase de Charly: Sí, pero siempre volvió a llover. El coronavirus, además de toda la cadena de desgracias, nos obsequió, ¡vaya obsequio!, la palabra incertidumbre, envuelta en un papel celofán miserable. Nuestras certezas se escabulleron, se perdieron en los albañales. ¿Quién se atreve a bajar al colector de aguas sucias a rescatar la palabra certeza? La palabra certeza se volvió humana; es decir, se volvió frágil. La pandemia nos refregó en la cara la fragilidad humana. ¡Ah, el ser humano es quebradizo! ¡Se hace polvo ante cualquier ligero golpe! Nunca la palabra del año se había movido de un extremo a otro con tal velocidad. En el término medio de la escala está la incertidumbre, porque, en efecto, no sabemos en qué momento la palabra esperanza se convertirá en la palabra dolor; no sabemos en qué instante la palabra paciencia tomará el rostro de la impaciencia, de la pinche incertidumbre. Posdata: Jugábamos el juego de la palabra, decíamos: ¿Qué palabra te define? Y con gran certeza buscábamos una que nos definiera como seres humanos. Y era un juego simpático, porque era un simple juego de palabras, algo que podía modificarse. Una vez, vos y yo lo jugamos y vos dijiste que yo era Escaso y yo dije que vos eras Genial. Y reímos. Buscábamos una palabra que fuera la síntesis de nuestra personalidad, buscábamos esa palabra en el costal de palabras luminosas. Ahora, el juego de buscar la palabra que defina al año 2020 no es un mero juego, es como elegir el cuchillo que, no sabemos, puede servir para cortar el trozo de pastel para compartir con los afectos o la herramienta que cortará para siempre ese delgado hilo que llamamos vida. ¡Uf! No sabemos, la incertidumbre es la espada que pende sobre nuestras cabezas.