miércoles, 30 de diciembre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN DOCUMENTO PARA LA HISTORIA DEL TEMPLO DE SAN CARALAMPIO

Querida Mariana: el documento es del 2 de septiembre de 1909, tiene más de cien años. Fue enviado a don Manuel Morales Dávila, de la ciudad de Comitán. Es la respuesta a una carta que don Manuel envió a “El Louvre”, de Puebla, empresa de Y. Couttolenc e hijos, negociación que estaba en la esquina Portal Hidalgo y Pasaje del Teatro, en el mero corazón de la ciudad de Puebla, contra esquina de la majestuosa Catedral. El documento, redactado con términos propios de inicio del siglo XX, da cuenta del costo de una serie de objetos que don Manuel solicitó. El Louvre más famoso es el museo que está en París, pero el señor Couttolenc, tal vez con ánimo nostálgico, bautizó así a su negocio, especializado en “telas para iglesia”. Los Couttolenc, cuenta la historia, junto con más inmigrantes, llegaron a Puebla, provenientes de una región francesa llamada Barcelonnette, por lo que a ese grupo se le conoció con el nombre de Los barcelonnettes. Acá vemos cómo la historia, a través de un documento, liga la historia de Puebla, ciudad de gran impulso textil, con la historia del templo de San Caralampio, en Comitán, porque el pedido que acá se detalla estaba destinado para dicho templo. Para los historiadores e investigadores, cada párrafo de la carta es digno de estudio, pero mi atención fue atraída por el primer párrafo, que dice: “Tenemos a la vista su siempre estimada 24 del finado, la que con el gusto acostumbrado pasamos a contestar…” ¿Mirás qué elegancia la de Francia? “Su siempre estimada 24 del finado…” Deduzco que don Manuel fechó su carta el 24 de agosto, mes ya finado en septiembre. ¡Ah, qué manera tan decente de matar al mes ya ido! También deduzco, pero esto ya es cosa de historiadores, que don Manuel había tenido ya tratos comerciales con el señor Couttolenc, por eso, dice: “con el gusto acostumbrado…” Es una carta comercial y, sin embargo, se advierte un trato respetuoso, casi afectuoso. Como parece que el espacio de la hoja terminaba, la rúbrica del barcelonnette está en el margen izquierdo, con tinta sepia, y con trazos firmes y elegantes, al modo de aquellos tiempos. En estos tiempos hay firmas que recuerdan a aquéllas y que se contraponen a unas que son como patas de araña. La firma de un amigo tiene una carita, como dibujo de niño de kínder. ¡Dios mío! Antes, la rúbrica tenía los nombres y los apellidos y terminaba con una línea que era como el final del movimiento de un patinador sobre el hielo. La carta establece que sus productos son de calidad en la factura de “galones, forros” para ornamentos, y de “la clase del metal de las demás piezas de bronce”. ¿Qué objetos pidió don Manuel Morales Dávila? Casullas (ya busqué en este chunche, es la vestidura que se pone el sacerdote para dar misa), dalmáticas (que, según este chunche, es la vestidura de los diáconos), capas (bueno, eso sí lo entiendo) y paños. Los otros objetos son candeleros, incensarios, luminarios y ramilletes. El señor Couttolenc expresa que si el pago es al contado les hará un descuento del cinco por ciento y que si es a plazos les dará seis meses. ¡Ah, qué tratos tan de gente bien! La despedida es: “En espera de ser favorecidos por sus gratas órdenes, las que procuraremos atender lo mejor posible, nos repetimos de Ud. afmos atentos y SS. SS.” Seguros servidores, genial. Posdata: parece ser que la Y que aparece en la firma corresponde al nombre de Isidoro. Pero, digo, eso corresponde a tarea de investigadores e historiadores. Me asomó la duda: ¿las casullas las venden por tallas? Pensé en un sacerdote alto, de más de dos metros, y en uno chaparrito. No sé. Lo más que hallé fue que hay medidas estándar: góticas, semi góticas y monásticas. La monástica es de 1.30 m de largo. Pensé que si Fellini hubiese empleado a un enano como sacerdote en una de sus películas, la casulla le hubiese cubierto los zapatos. Pero esto ya corresponde al terreno de la ficción.