viernes, 30 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, DESDE UN LUGAR DE LA SELVA DE MI CASA
Querida Mariana: vos sabés que soy gato casero. Casi no salgo. Ahora, en tiempo de pandemia, ¡menos!
Admiro a quienes siguen acudiendo a sus centros de trabajo; admiro mucho a las personas que van por las calles ofreciendo sus productos o sus servicios. Mi admiración permanente para todos los integrantes del sector salud que siguen sirviendo a la sociedad en estos tiempos azarosos. Pero, asimismo, admiro a quienes han permanecido en casa.
Vos sabés que, desde el inicio de la pandemia, hice caso a las recomendaciones y he estado en casa. Trabajo desde acá. Una amiga me mandó un mensaje el otro día y me dijo que era yo un privilegiado, que me envidiaba, porque ella había seguido con su rutina laboral.
No, nada tenía que envidiarme. Cada una de las personas vive esta pandemia desde su experiencia. Yo soy un viejo de sesenta y cuatro años de edad, estoy (lo sabés) en un proceso de sanación. Soy una persona vulnerable. Por eso he permanecido confinado en casa. No es ningún privilegio. Estoy enclaustrado porque así lo exigió este tiempo.
A pesar de que soy feliz en casa y estoy acostumbrado a permanecer en mi hogar, esta decisión no ha sido fácil de llevar. El solecito le hace falta a mi cuerpo. Quienes estamos acá confinados andamos ya como panes compuestos, todos blancos. ¡Ah!, Michael Jackson se habría empanizado sin necesidad de costosos tratamientos.
No, estar en casa no es para envidiarse. El enclaustramiento provoca desasosiego. Hace falta el contacto social, hace falta la alegría de caminar las calles con libertad, hace falta el sol que camina en la calle, hace falta la calle, la plaza, el campo.
Mi mamá, mi Paty y yo salimos para recibir la primera dosis de la vacuna. Nos trepamos al auto y fuimos a la Plaza Las Flores, y ahí, en el estacionamiento, recibimos la vacuna Sinovac. Ese día no tuve desasosiego porque todo mundo respetó la sana distancia y todo mundo llevaba cubrebocas. Ah, si siempre fuera así, no habría mayor problema para salir a la calle e ir a cumplir con las diversas obligaciones que cada uno tiene. Pero nuestra sociedad no tiene un comportamiento responsable. Vos has visto, cuando has tenido que salir, que muchas personas no respetan la sana distancia y andan sin cubrebocas, escupiendo por todos lados, caminando como si el virus no existiera, como si no fuera tan letal.
Ya recibimos la segunda dosis; en teoría, más o menos, un mes después de recibir la vacuna, tendremos un escudo que nos brindará una protección de cincuenta por ciento (es el porcentaje de la vacuna Sinovac). Esto permitirá que los vacunados tengamos cierta tranquilidad. Digo cierta tranquilidad, porque esto no significa que ya estemos libres de contagio. ¡No! El riesgo persiste. Los especialistas han explicado que la vacuna, en caso de contagio, evita un cuadro trágico. La enfermedad no ataca con la virulencia que ha enviado al panteón o al cuarto de cremación a más de dos millones de personas en el mundo. Pero, como todos sabemos, esta enfermedad es desconocida para legos y para expertos. El mundo se ha convertido en un laboratorio experimental, en una enormísima sala donde las personas somos conejillos de indias. Seguiremos caminando en territorios minados, en arenas movedizas. ¡Nada nos otorga una certeza de bienestar! Bueno, dicen muchos, la vida siempre ha sido un movimiento de equilibrista sobre el vacío, nunca ha existido un certificado de inmunidad, de cero riesgos. Pero, de igual manera, jamás en mis sesenta y cuatro años de vida, la vida había pendido de hilo tan frágil. Los creyentes no nos soltamos de la mano divina. Es lo que nos sostiene.
¡No! Ningún privilegio significa estar confinado. El globo de incertidumbre es más asfixiante, no vuela, a medida que pasan los días el ave pierde su capacidad de vuelo. Estar confinado no es grato. Los trece meses de confinamiento han sido muy pesados.
¡No! Nada para envidiar. Durante el tiempo de confinamiento he visto, desde casa, cómo muchos amigos han caído fulminados por el rayo certero e inclemente del Covid-19. Nada garantiza la sobrevivencia, pero el confinamiento, hasta el momento, ha evitado que me contagie.
Posdata: si todos los ciudadanos nos comportáramos responsablemente el virus ya habría cedido. Estudios de expertos indican que, si todo mundo llevara cubrebocas y siguiera los protocolos sanitarios, en un lapso de cuatro meses cesaría el virus. Pero no. El mundo es el mundo, un mundo irreflexivo, intolerable, absurdo, cactáceo. Y así seguimos y seguiremos.
China, país donde comenzó el relajito, registra al momento cuatro mil seiscientos y pico de fallecidos. ¡Cuatro mil seiscientos y pico! Y en México la estadística oficial registra más de doscientas quince mil muertes. ¿Por qué tan abismal diferencia? No sé. ¡Qué voy a saber! Pero, tal vez, acá hay un rasgo cultural, un comportamiento social que hace la diferencia. No lo sé. Ni le doy vuelta. Ni pienso en eso de que los mexicanos crecemos escuchando canciones que dicen que “la vida no vale nada”. No lo pienso.
Ahora, Dios nos libre, el peligro se acentúa en nuestro país, porque algunos de los que recibieron la vacuna creen que ya lograron la inmunidad total y, dos o tres días después, tiraron el cubrebocas en el basurero y ahí también, en forma definitiva, eliminaron el distanciamiento sugerido y vuelven a abrazarse, como si la vida fuera la misma de antes de la aparición del virus. ¡No! El virus sigue y es una amenaza permanente.
No me gusta pensar en qué momento se contagiaron los amigos que fallecieron. Tampoco ellos tuvieron conciencia. No existe un detector electrónico que alerte la cercanía del virus. El único indicador de alarma es la conciencia de que uno debe, hasta donde sea posible, estar aislado del posible contagio; uno debe mantener una distancia mínima de dos metros con respecto al otro individuo, portar cubrebocas (lentes de seguridad o careta si es posible) y no estar en espacios cerrados o en medio de multitudes. ¡Qué difícil!
Cuando apareció el virus de la influenza, el sector salud recomendó que evitáramos dar la mano o dar el beso de saludo. Te juro que dos de mis amigos se molestaron cuando no respondí al saludo de mano. Traté de explicar, pero fue en vano. Se molestaron, se sintieron ofendidos. ¿Cómo explicar que así nos protegíamos ambos? ¿Cómo explicar que esta contingencia se vence con la actuación responsable de todos? ¡Uf, labor casi imposible!
Soy un gato casero, disfruto mi casa, pero estos trece meses han sido difíciles. Nada que envidiar. Dibujo, leo, escribo, pinto, medito, pero me hace falta salir a la calle, saludar a los amigos, sentarme en una banca del parque central, beberme el cielo de mi pueblo.
jueves, 29 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON BEBIDA DE DIOSES
Querida Mariana: no, no me refiero a la michelada. Hablo del chocolate, ¡bebida de dioses! Ayer leí un texto del escritor Diego Olavarría, publicado en la revista Letras Libres, donde me enteré que el mejor cacao del mundo proviene de Venezuela. Sí, antes que Venezuela fuera potencia petrolera fue potencia exportadora del mejor chocolate del mundo.
Por ahí asomó que el chocolate del Soconusco también es de excelencia, pero, según los expertos, nada se compara con el cacao que proviene de aquel país.
Y al enterarme de esto recordé un pasaje de la novela “Balún-Canán”, de Rosario Castellanos, donde la niña narradora habla de la molendera de cacao que llegaba a su casa. ¿Recordás el pasaje? A ver, a ver, lo busco en la novela, dame chance. Ya voy, ya voy. ¡Acá lo tengo! Es en el capítulo XIX, donde los de casa se preparan para ir a Chactajal: “…la nana no irá con nosotros a la finca por miedo a los brujos. Pero se ha encargado de los preparativos para nuestra marcha. Desde temprano mandó llamar a la mujer que muele el chocolate. Estuvieron pasando juntas el cacao, tanteando el azúcar y los otros ingredientes que van a mezclarse. Luego la mujer se fue a la habitación que prepararon especialmente para ella y antes de encerrarse advirtió: Nadie debe entrar donde yo estoy trabajando. Pues hay algunos que tienen el ojo caliente y ponen el mal donde miran. Y entonces el chocolate se corta.”
Mi mamá no es Rosario, ni tiene el apellido notabilísimo de Castellanos, pero me platica que cuando llegó a Comitán, recién casada (1955), vivió en la casa grande, a media cuadra del parque central, y halló que mi papá tenía a su servicio a tres mujeres que se encargaban de preparar la comida. Dos veces por semana llegaban la lavandera y la planchadora y cada quince días llegaba doña María a moler el cacao para preparar el chocolate. Mi mamá confirma que el chocolate es una bebida de dioses y afirma que jamás volvió a probar un chocolate tan exquisito. Las manos de doña María eran sagradas.
Mi mamá sostiene que aún en estos tiempos venden cacao en el mercado de Comitán, que, probablemente, es cacao de la zona del Soconusco. Diego Olavarría dice que el cacao venezolano es caro, para gustos gourmet con paga.
Doña María llegaba, saludaba y entraba a la cocina que estaba en la parte posterior de la casa. Ya te conté en una ocasión que esa cocina tenía un fogón con diez hornillas. Sí, yo recuerdo ese fogón en el centro de la cocina, con un espacio al centro, orlado con diez huecos donde la brasa siempre estaba prendida para calentar los diversos guisos. En una esquina de la cocina, que, como toda la casa, era inmensa, había una pequeña mesa, como de casa de juguetes, pero resistente, donde siempre estaba el metate donde la servidumbre preparaba los llamados “recados”. Ahí, doña María se hincaba y pedía que le pusieran un trasto con brasa debajo de la piedra, para que el fuego ablandara los granos. A diferencia de la molendera de la novela “Balún-Canán”, doña María molía el cacao a la vista de las demás mujeres de la cocina. Cuando los granos habían sido molidos, la mujer le agregaba azúcar, canela, almendras y yemas de huevo y hacía la mezcla perfecta. Al despedirse dejaba las obleas gruesas de chocolate en una bandeja con servilleta blanquísima. Esas tablillas las metían en leche y preparaban el exquisito chocolate, espumoso, caliente. Mi mamá insiste: jamás volvió a probar un chocolate tan rico. Antes de la pandemia compraba tabletas de chocolate preparados de manera artesanal en La Trinitaria. Le servía para llenar el hoyito de la muela de su nostalgia.
Posdata: en el texto de Diego aparece que María Fernanda Di Giacobbe, una de las más acérrimas defensoras de la calidad del chocolate venezolano, realiza chocolates con mezclas regionales, como maracuyá con aguardiente y guayaba con queso. En nuestro pueblo también hay chefs que preparan variedades interesantes, por ahí hay unos chocolates que incluyen esencia de tzisim. Un hijo de la comiteca Maluye Pedrero, José Ramón Castillo Pedrero, está reconocido como uno de los grandes maestros del chocolate mexicano. ¡Ah, el chocolate! ¡Alimento de los dioses!
¿Recordás que en clase de historia, en la escuela, los maestros enseñaban que los granos de cacao eran la moneda circulante en la cultura azteca? En este caso el cambio sí fue satisfactorio, en lugar de que sirviera como ahora nos sirven los billetes, el cacao se volvió esencia irresistible para el gusto.
Una tarde de estas podés ir con tu novio a Churrería Porfirio y probar unos churros acompañados con una buena taza de chocolate caliente, espumoso, rico.
miércoles, 28 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON HILOS DE LUZ
Querida Mariana: en el extremo superior derecho de esta etiqueta está el mensaje: Mundo Basket Comitán desea Felices XV a Romi, y seis emoticones. Los tres últimos son de mis consentidos. Hay personas que no permiten emoticones en una conversación. Mi amigo Luis, el escultor, me regaña si le pongo un emoticón en un mensaje. Él es adicto a las palabras. A mí me molesta que en un texto literario el escritor escriba ja ja, para denotar una risa. A mí me encantan las palabras, que le encantan a Luis, pero también me gustan los emoticones. Se me hace una genialidad de estos tiempos. Todo estado de ánimo puede expresarse a través de una carita. Hay caritas sonrientes (unas que lloran de la risa), de tristeza, de enojo, de duda, de sorpresa, de asombro, con cubrebocas. Me gusta cuando alguna amiga me envía una carita con un ojito cerrado o con corazoncitos. A mí me encantan las caritas que están en el mensaje que Mundo Basket Comitán le envió a Romi: las caritas con confeti, serpentinas, espantasuegra y gorrito de fiesta.
Los emoticones sintetizan estados de ánimo en una carita. Y esto no es poca cosa. Los que saben nos han dicho que en el rostro se refleja lo que piensa o siente una persona. A mí me gustan las caritas. Me gustan las caritas que recibió Romi para celebrar sus quince.
Romi es quien está en el centro de la cancha y baila para celebrar sus quince primaveras, porque Romi nació el 19 de abril de 2006. El 19 de abril de 2021 cumplió sus quince años y sus maestros y compañeros de Mundo Basket (agrupación que entrena a chicos que practican el básquetbol) le ofrecieron un festejo en la cancha donde realizan sus prácticas. ¡Sí, en la cancha que está al final de la bajada de doña Mariana, en el barrio de San Sebastián!
Ah, la vida es sencilla. A veces no hay necesidad de mandar una novela para decir te quiero, basta un emoticón.
Amalia es del equipo de Luis, ella tampoco está a favor del uso de emoticones en mensajes digitales. Dice que si todo mundo envía emoticones para todo, el mundo se quedará sin palabras. Pero, a veces (estarás de acuerdo) basta dar una rosa para decir te amo. La vida es sencilla. Los compañeros de Romi hicieron un círculo y, al ritmo de la música, bailaron con la quinceañera que, a diferencia de los bailes tradicionales, tuvo chambelanes y chambelanas. En el espacio donde rebotan el balón, driblan, se hacen pases, corren y encestan, el día de su baile de quince años se movieron un paso a la izquierda y un paso a la derecha y uno más y no hubo balón. Ese día hubo aplausos sólo para ella, para la quinceañera, sin necesidad de que encestara. Ese día, en medio de la pandemia, sus compañeros y maestros, con cubrebocas, le desearon felices quince primaveras.
Y digo que la vida es sencilla, porque, en medio de la contingencia sanitaria, los muchachos siguen manteniendo viva la esperanza, manifestando cariño a sus compañeros, rebotando el balón de la vida.
Me emocionó ver esta fotografía. La contingencia sanitaria recomienda que no se hagan festejos tumultuarios, nada de fiestas en salones cerrados. Pero, estos chicos, al aire libre, con cubrebocas, debajo del domo donde entrenan básquetbol improvisaron una pista de baile y festejaron los quince años de su compañera. ¡La vida no se detiene! Al contrario, se trepa en papalotes y se echa a volar, como vuelan los sueños. Tal vez Romi soñó sus quince años en forma diferente, pero el destino le reservó algo más grandioso, algo que jamás imaginó. Su baile de quince años fue diferente, único, especial, espectacular.
Posdata: el nombre completo de Romi es Natalia Romina Velasco Gómez, ella nació en Chiapa de Corzo (uno de los cuatro pueblos mágicos de Chiapas, los otros son San Cristóbal de Las Casas, Palenque y, por supuesto, Comitán). Romi vive en Comitán desde 2014, en julio de 2015 se inscribió a Mundo Basket y, desde entonces, forma parte de este seleccionado, con el que ha jugado torneos en Monterrey, en Veracruz y tuvo la gloria, al lado del selectivo, de obtener el subcampeonato nacional en la liga Telmex.
Romi tuvo su baile de quince años, en la cancha de la bajada de doña Mariana, al lado del parquecito donde antes hubo una plaza de toros. Romi no tuvo baile de quince años en salón, ¡no! Por fortuna, ella tuvo su baile de quince años en una cancha de básquetbol, al aire libre, con acompañamiento de trinos de pájaros que vuelan de una rama a otra en los árboles del parquecito. Ni en la NBA se dan estos prodigios. Sólo en Comitán, y esto fue propiciado por sus maestras Lourdes Gordillo Guillén y Sandra García Vives y por sus compañeros de Mundo Basket Comitán.
martes, 27 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN AVIÓN
Querida Mariana: el avión quedó atorado en las ramas del árbol. Doña Lolita Albores, en sus crónicas, recuerda que antes los papalotes quedaban atorados en los árboles o en los cables de la luz. Sí. Lo que es motivo de diversión se vuelve desaliento. Los niños que tenían la estampa de la alegría en sus caritas de pronto se ven envueltos en el desaliento.
Entiendo a los mayores cuando ven una fotografía del Comitán actual. Sus miradas se topan ante tanto cable. En los años cincuenta no había tantos cables como ahora. Comitán ganó en cables y perdió arboleda. No fue buen cambio. Lo ideal sería revertir esa tendencia. Lo ideal sería sembrar muchos árboles y eliminar el cablerío. Hay ciudades en el mundo (en México también) donde el cablerío es subterráneo, para que las miradas de las personas no terminen atoradas, como este avión.
Las miradas se traban en el cablerío. Hay televisión de paga que se llama precisamente Cablevisión. La señal llega a los usuarios a través de cables y éstos se conectan a unas enormes cajas de registro. La energía eléctrica nos llega a través de cables. Lo mismo sucede con la telefonía. Los tres servicios que he mencionado son necesarios. ¿Imaginás lo que sería nuestra vida sin energía eléctrica, sin teléfono, sin Internet, sin televisión por cable? Nuestra vida estaría limitada. En este tiempo de pandemia estos servicios se han vuelto indispensables. Mi mamá, católica desde chiquitía, acostumbraba ir a su misa de doce, en el templo de Santo Domingo, en confinamiento ha optado por escuchar la misa por televisión, en el canal de María Visión. Este servicio lo tiene gracias al cable. Ahora ya no sólo ve y escucha misa los domingos, ahora ya se picó y todas las tardes, muy seriecita, se sienta y escucha misa. Mientras yo escribo o pinto o dibujo, la escucho cantar: aleluya, aleluya, aleluya… y a la hora que el cura dice a los fieles que se den el saludo de la paz, mi mamá me busca con su mirada de canario y me hace el símbolo de amor y paz, la v de la victoria con el dedo índice y el medio, como si fuera una chica sicodélica de los años setenta.
¿Cómo trabajamos ARENILLA-Revista? ¿Cómo redacto y envío tus cartas? Con el Internet. En los últimos tiempos el servicio falla en casa, pero, a pesar de los inconvenientes, continúo trabajando, sirviendo a la patria. No creía lo que me sugirió una señorita muy amable del centro de servicio proveedor del Internet. Cuando llamé diciendo que tenía problemas de conexión, que el Netflix me botaba al ver un documental (veía el documental que ganó el Óscar, el del pulpo, que es una genialidad) e indicaba que el ancho de banda de mi Internet no permitía el streaming, ella hizo pruebas e indicó que quitáramos el wifi de los demás dispositivos (el celular y la computadora de mi Paty, mi celular) y me quedara sólo con el de mi computadora. Hicimos juntos el test de velocidad y comprobamos, ambos, que llegaban los diez megas contratados. ¡No tiene problema!, me dijo. Está llegando a satisfacción el servicio contratado. Así que su sugerencia fue que cuando mi Paty haga uso del Youtube yo me desconecte y cuando yo entre al Facebook ella se desconecte. Un poco como el juego del baño único. Ahora me toca a mí y mientras tanto vos te aguantás. ¡Increíble! Como si estuviéramos en país de tercer mundo. Uf. A veces, no sólo los cielos naturales están llenos de cables, también los cielos virtuales están llenos de telarañas. A veces no podemos hacer los vuelos rutinarios, los cotidianos.
Este avioncito azul volaba libre por el cielo, pero el piloto (niño de ocho años) de pronto no calculó bien la velocidad del viento y el avión hizo un giro extraño, se desvió de su ruta de vuelo y fue a ensartarse en las ramas de este ciprés. “Torre de control, torre de control, acá el vuelo 230 reporta que chocamos con un OVNI (Objeto Vivo No Ignorado)”. Y la torre de control activó el servicio de emergencia, llamó al padre del niño y él, con una pelota, comenzó a hacer tiros para impactar el avión trabado, pero la mamá dijo que eso haría que la pelota hiciera compañía al avión, por lo que llevó un palo, de esos que sirven para cortar aguacates, y con un movimiento preciso enganchó al avión y logró desprenderlo de las alturas y que aterrizara (es cierto, fuera de la pista, pero a salvo).
Posdata: doña Lolita Albores cuenta en sus crónicas que antes, los domingos, muchas personas iban a los llanitos de Yalcoc, Nicalococ y Cumpatá para volar papalotes. Pero, ahora, esos llanitos están llenos de casas. El viento, que antes corrió libre, se topa con muros y se queda trabado en cables o antenas de televisión.
Comitán ha crecido. Con este crecimiento han llegado necesidades vitales: telefonía, televisión por cable, energía eléctrica. Lo ideal sería que este cablerío fuera subterráneo y que toda la ciudadanía sembrara más arbolitos y los regara y los cuidara. Además, sería bueno que muchos papás construyeran papalotes para sus hijos. Antes, dice doña Lolita, los hacían con tejamanil, papel de china y engrudo. Es necesario eliminar telarañas virtuales de las cabecitas de los chiquitíos.
lunes, 26 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN KÍNDER
Querida Mariana: esta foto es genial. Mi amiga Aurorita Avendaño quita el palo a la niña que quebró la piñata, todos están a punto de lanzarse al piso para recoger los dulces. ¡Ah! Es un instante maravilloso, cuando se desgaja la piñata (de barro, forrada con papel crepé, casi puedo ver que los pétalos son de color verde).
Aurorita es protagonista importante de los jardines de niños y de la educación especial en la ciudad. Esa historia está por escribirse.
Cuando vi la fotografía le marqué de inmediato y ella, generosa, me dio dos o tres datos.
Me dijo que al fondo se ve a don César Penagos, quien era maestro de música, dándole con todo a un acordeón. Está parado al lado de una marimba. ¿Mirás? Los chiquitíos que iban a ese kínder recibían clases de música con acordes de acordeón y de marimba. La tradición es una cuerda infinita.
El día de la fotografía celebraban el Día del Niño, por eso, todos los alumnos estaban concentrados en el patio central de la casa donde estaba su kínder.
Digo que la historia está por escribirse. Aurorita me contó que ella, bien jovencita, con el cabello corto, con falda de peto al frente y con aretes bien coquetos, fue la directora de este kínder. En 1977 ella laboraba como maestra en el Jardín de Niños Francisco Sarabia y, una mañana, la maestra Lupita García (directora del Sarabia) le dijo que en el barrio de la Cruz Grande habían hecho un censo y un estudio de factibilidad y estaba por abrirse un jardín de niños y le ofrecían hacerse cargo de la dirección, porque ella tenía experiencia y había estudiado en la Normal de Educadoras, en Puebla. Aceptó y fue a vivir la gran experiencia en una casa de la 9ª calle norte oriente, en el barrio de la Cruz Grande. ¿Cuántos chiquitíos atendió de inicio ese kínder? Entre 90 y 100, repartidos en los tres grupos.
Para el barrio fue una gran noticia, pues los vecinos de la Cruz Grande ya tuvieron una escuela cerca de sus casas.
No sé cómo le hacían las maestras, entre ellas Elsita Pinto, Elsita Ruiz y Aurorita, para evitar que los chiquitíos treparan en el tanque que se ve detrás de la mujer que, con brazos cruzados, disfruta la gritería de los niños a la hora que se abrió la panza de la piñata. ¿Alcanzás a ver la sonrisa de mi amiga Aurorita? ¿La alegría de la niña que quebró la piñata? ¿La atención del niño, ya mayor, que ve cómo el maestro Penagos abre y cierra el fuelle del acordeón?
Esos niños de tres o cuatro años de edad, ahora andan, más o menos, por los cuarenta y tantos de edad, ya acercándose a los cincuenta, pero deben conservar en la memoria instantes luminosos en ese jardín, que, agarrate de la mesa con todas las uñas, se llamaba Bernardo Villatoro, en honor al destacado maestro comiteco, que fue famoso por ser un exquisito empleador de palabras. Nada de que dijera la palabra viento, común y corriente, ¡no!, el maestro decía céfiro. ¡Ah, qué genialidad tan de corbata y bombín!
Pero, ay, Señor, el gusto duró poco. Las autoridades no aprobaron el nombre del maestro honrado y al final el jardín de niños se llamó como se llama: Josefa Ortiz de Domínguez. Actualmente dicho kínder ya tiene su propio edificio y está en el barrio de La Cueva. Ahora, en la calle central norte, ya casi llegando al entronque con el bulevar, en el barrio de la Cruz Grande existe un Jardín de Niñas y Niños que se llama Margarita Maza de Juárez.
Posdata: Si hiciéramos un recuento de nombres de planteles escolares veríamos que pocos honran a personajes locales, a maestros. Por eso da mucho gusto cuando caminás por la Pilita Seca y encontrás una secundaria que lleva el nombre del maestro Javier Mandujano Solórzano, el famoso maestro Güero, o si caminás por donde están las instalaciones de la feria y hallás una primaria que honra al maestro Víctor Manuel Aranda León, quien en vida fue director de la primaria Matías de Córdova, un excelente director, reconocido por cientos de alumnos.
Me dio mucho gusto saber que en 1977 el jardín de niños llevaba el nombre del maestro Bernardo Villatoro; me dio cierto pesar al saber que uno o dos años después la autoridad educativa dijo que no, que el kínder se llamaría Josefa Ortiz de Domínguez. El poder afianza la historia con los nombres que convienen a sus intereses políticos y minimiza el reconocimiento de los talentos locales.
Me quedo con el instante de felicidad en esta fotografía; me quedo con el entusiasmo de la directora del plantel, con la atención del niño que ve cómo el maestro toca el acordeón. Me quedo con el movimiento del niño que, como tigre, se arroja al piso para ganar dulces. Qué arrojo de criatura, qué emoción al ver caer la cascada de dulces. Qué belleza de momento. La lluvia de dulces propiciada por el entusiasmo de maestras celebrando el día de sus criaturas.
sábado, 24 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN RECONOCIMIENTO
Querida Mariana: mirá este documento gráfico. Según el pie de foto es del 7 de octubre de 1950 y la fotografía fue tomada en el parque central de Comitán. El portal que se ve al fondo es por donde ahora está el Italian Coffee y la Esquina de Belisario.
José Alejandro Muñoa Pola hizo favor de compartir este valioso documento en las redes sociales, en la página que creó Francisco Domínguez y que se llama Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán.
La iniciativa de Francisco ha prosperado. Esa página se ha convertido en un maravilloso reservorio de fotografías que ayudan a cimentar nuestra identidad. ¿Cómo era Comitán en los años cincuenta del siglo pasado? Acá hay una figura para completar el rompecabezas. Los estudiosos de la historia del pueblo tienen elementos para darse gusto y aportar su visión.
En los últimos tiempos, Ramón Folch y José Alejandro Muñoa Pola han compartido sus hallazgos en hemerotecas y bibliotecas. Con pasión ha subido muchas fotos de documentos del siglo pasado en la página de Francisco. ¡Genial! Lo hacen de manera desinteresada. Hay, se nota, un deseo de servir a la patria.
Los comitecos honramos la memoria de Belisario Domínguez. Gracias a José Alejandro acá tenemos una imagen del acto que se realizó en su pueblo el 7 de octubre de 1950, día en que se conmemora su fallecimiento.
¿Cómo dar gracias a José Alejandro, a Ramón y a Francisco por lo que hacen por este pueblo? ¿Cómo agradecer a cientos de integrantes de la página que, de igual manera, comparten las fotografías familiares que tienen colgadas en las salas de sus casas o en los álbumes o en los arcones? Este archivo digital ahora es uno de los tesoros del pueblo.
Los historiadores e investigadores ya harán un detallado y minucioso estudio de estos documentos y darán luces para iluminar la historia de este enormísimo pueblo.
Yo, neófito, lo que hago ahora es lo que hacemos todos al mirar una foto y decir ¡qué bonito! No sabemos quién es la chica que está frente al micrófono, tampoco sabemos si ella fue la encargada de leer la honra fúnebre (y digo esto, porque yo veo que sostiene un papel entre las manos y su mirada se concentra en ese documento). Pero lo que sí me sorprende, con inusual alegría, es esa presencia. ¿Mirás? En 1950, una mujer ocupa el pódium. La mujer comiteca continúa con la tradición. Estamos a punto de conmemorar y de echar cuetes por el Bicentenario de la Independencia de Chiapas y de Centroamérica, que tuvo su inicio en nuestro pueblo. Y en los renglones de ese trozo de grandeza histórica asoma la presencia de Josefina García. Hasta la fecha, nos dicen los estudiosos de la historia comiteca, aún no existe un documento que dé cuenta fidedigna de la biografía de la heroína comiteca. Todo es mera especulación. Pero, tal vez, un día de estos aparecerá el eslabón perdido y confirmará la grandeza de la mujer comiteca.
El busto de doña Josefina que existe en el parque de San Sebastián fue realizado tomando como modelo la fotografía de la tía de un personaje célebre, que nada tenía que ver con doña Josefina. La Josefina de San Sebastián es una representación ideal. En 1821 la fotografía no aparecía en el mundo, menos que llegara a Comitán. Las personalidades de ese tiempo, para registrar sus imágenes para la posteridad, contrataban a pintores para hacerse retratos al óleo. Tal vez doña Josefina no tuvo paga para pagarse ese gusto. Para registros de ese tiempo no tenemos más que testimonios orales que fueron pasados a papel, por cronistas de ese tiempo. Esos documentos están en archivos antiguos, en baúles y en desvanes empolvados.
José Alejandro nos comparte fotografías en color sepia, color que nos remite a la nostalgia. José Alejandro Muñoa Pola y Ramón Folch han contribuido para que nuestra historia se cimente sobre un terreno más sólido, menos pantanoso. La historia requiere documentos que sustenten aquello de “papelito habla”.
Acá, insisto, sólo con el entusiasmo del que mira y admira la fotografía, digo que hay un documento muy importante. Ya los investigadores nos darán más elementos. Yo sólo digo lo que siempre he expresado: antes la figura de Belisario Domínguez estaba al paso de los comitecos y, cosa importantísima para abono del civismo, cuando había un acto como el que acá se aprecia, las autoridades y el pueblo estaban unidos. Se me ocurre pensar que esa mañana de 7 de octubre de 1950 alguna persona iba a hacer un mandado y caminaba por el portal y se detuvo ante la voz de la chica y fue parte importante de la ceremonia dedicada a un comiteco ilustre y cuando llegó a su casa comentó con su familia que la chica había repetido algunas líneas del discurso de Belisario. ¿Ahora? Ahora, la presencia de Belisario no existe en el parque central. Cuando hay alguna ceremonia en su memoria el acto se realiza en el patio central de la presidencia municipal porque ahí está la estatua del héroe. Y, me da pena decirlo, pero no cualquier comiteco puede presenciar el acto. Digamos que sólo los invitados especiales tienen acceso. Esto hace que la sociedad se estratifique.
En el Comitán de 1950, acá está la prueba fidedigna, en un espacio del parque central había un pedestal con un busto de Belisario. Todos los días a toda hora, los comitecos veían esa imagen. Los niños que por ahí caminaban de la mano de los papás preguntaban quién era ese señor y los papás les contaban una mínima biografía del héroe. Y los días conmemorativos, la celebración se hacía así, a la vista de todos, en la burbuja libre del parque comiteco.
Otro detalle que llamó mi atención fue el micrófono. Ah, los que saben reconocen la calidad de esos micrófonos. Los he visto en fotografías de locutores de la XEUI, por ejemplo. Quienes estuvieron frente a un micrófono de esos hablan bondades de la calidad.
El otro detalle es el arreglo. Veo un lazo con papelitos de papel de china picado, una espiral sobre el pedestal y arreglos florales sobre la base. Los arreglos eran modestos, pero realizados con pasión, con buen gusto. El aire comiteco era parte de los efectos especiales, porque era el que se encargaba de dar vida a los papelitos de papel y provocar el sonido de mil chisquirines alebrestados.
El pie de foto dice que “año con año se honra la memoria del gran héroe civil…” Es cierto. Aún en tiempo de pandemia se hace. Sin duda que, en 1950, además de este acto registrado en el parque central, las autoridades y el pueblo acudieron al panteón e hicieron guardias de honor ante la tumba de Belisario.
Comitán sigue honrando al héroe. El 7 de octubre de cada año se realizan actos en su tumba y frente a su estatua. Tal vez algún día se recupere la imagen en el parque y los actos conmemorativos sean de manera abierta, para que participe toda aquella persona que lo desee.
Muchos, al ver estos documentos del siglo XX se hacen la pregunta: ¿y dónde quedó ese pasado? Por ejemplo, ¿en dónde quedó el busto que estaba ahí en el parque? Parecen preguntas inoficiosas. La respuesta general es: el pasado ya no está, todo desapareció. Pero, sabemos que no es así. El portal del fono aún existe, con transformaciones, pero ahí está, como la puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo; lo mismo sucede con la casa del fondo, esa casa aún conserva su traza original, casa soberbia de dos plantas. El parque central Benito Juárez aún está, también con transformaciones, ahora tiene una soberbia ampliación.
¿Viven los protagonistas de este acto? ¿Vive la persona que está detrás de la chica? ¿Vive la chica? La foto tiene setenta y un años, suponiendo que la chica tuviese veinte en ese momento, ahora tendría noventa y un años. Sí, es probable que ella viva.
Lo que sí parece que ya se perdió es la base y la columna y el busto de Belisario Domínguez. El otro día platicamos acerca de la pertinencia de regresar al parque la figura del héroe comiteco, y comentamos que el senador Eduardo Ramírez Aguilar obsequió al presidente de la república de Argentina, una escultura pequeña en bronce que modeló el escultor comiteco Luis Aguilar. Ese busto, en grande, bien podría colocarse en un espacio del parque central, a la vista de todos, para que, insisto, a la hora que los niños caminen al lado de sus papás y vean el busto pregunten ¿quién es ese señor? y, ¡prodigio!, los papás, al platicar de quién se trata, honren a Belisario y al pueblo libre por la palabra libre. Y, en el supuesto caso que los papás no supieran quién es ese señor, se acercarían a la base donde habrá una placa que consignará los datos mínimos de la biografía de ese hombre excepcional.
Posdata: imagino a Alejandro Muñoa Pola hurgando periódicos y revistas en la hemeroteca y al hallar algo de Comitán, de inmediato le toma una fotografía al documento y luego lo comparte en las redes sociales, a través de la página de Francisco Domínguez, que ya tiene más de 17 mil miembros. ¿Mirás cuántas personas reciben estos mensajes, estos documentos? ¡Ah! Los chunches electrónicos nos permiten estos hallazgos. Benditas todas las personas que están compartiendo documentos y fotografías del Comitán del siglo pasado. Ayudan a conformar la personalidad de este pueblo, enormísimo pueblo.
viernes, 23 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON OCTÁGONOS NEFASTOS
Querida Mariana: las formas geométricas están en todos lados. El gran pintor Cézanne nos enseñó que las formas básicas del dibujo son el prisma, la esfera y la pirámide. En estas figuras están contenidas todas las formas del universo.
A mí siempre me han llamado la atención las formas geométricas. Los artistas, arquitectos, diseñadores, ingenieros, danzantes y demás fauna humana están en contacto permanente con las formas, con las líneas.
Los encargados de Protección Civil nos enseñan que hay algo que se llama Triángulo de la vida, que consiste en protegerse al lado de un objeto que resista el derrumbe para que quede un espacio donde exista posibilidad de sobrevivencia.
Los amantes de la naturaleza saben que hay algo que se llama Círculo de la muerte, donde hormigas ciegas forman un círculo y dan vueltas y vueltas y vueltas…
Ahora, la Secretaría de Salud obligó a las empresas de productos comestibles a colocar octágonos de fondo negro en sus etiquetas. Estos octágonos advierten cuando el contenido tiene excesos de sustancias dañinas al cuerpo.
Hace dos años, los consumidores de la Crema de elote, de Campbell’s no sabían que esta latita de apenas 430 g contiene calorías, azúcares y grasas trans en exceso. ¡Pucha!
Los consumidores de la famosa Coca Cola no sabían que el producto contiene calorías y azúcares en exceso.
Las autoridades sanitarias advierten que el consumo de estos productos es nocivo para la salud. La pregunta, como siempre, querida niña, es ¿los consumidores hacen caso de estas advertencias? Quienes tienen el hábito (vicio) de tomar su coca a la hora de la comida o acompañando los taquitos de chicharrón, ¿han dejado de consumirla al ver los octágonos negros? Lo más probable es que han ignorado dichas formas geométricas. Como diría Chespirito: Gallina que come pico, aunque le quemen el huevo.
Los optimistas afirman que estas etiquetas no son para quienes ya adquirieron la nefasta costumbre de consumir productos nocivos. ¡No! Las advertencias son, por ejemplo, para las madres conscientes, para quienes son formadores de las nuevas generaciones. ¿Qué madre, en posesión de sus cinco sentidos, ofrecerá una coca cola a sus hijos, si está viendo en los octágonos negros que ese refresco tiene exceso de calorías y exceso de azúcares? ¡Ninguna! Porque sabe que si sus hijos consumen ese refresco se volverán obesos y podrán desarrollar diabetes.
Hace años, las autoridades sanitarias obligaron a las empresas tabaqueras a colocar imágenes que advierten las enfermedades que ocasionan el consumo del cigarro. Las imágenes son contundentes. Hay, por ejemplo, en las cajetillas de cigarros, imágenes de lenguas y bocas afectadas por el cáncer, o de pulmones afectados por enfisema.
La pregunta, niña mía, es: ¿dejaron de fumar los viciosos? No. El vicio anula la razón.
Los optimistas afirman que esas imágenes en cajetillas están colocadas para que ningún padre de familia ofrezca un cigarro a sus hijos.
Todo, parece, está dirigido a una nueva generación, una generación más sana. La aparición del Covid-19 ha demostrado que las personas con severos daños en su salud son los que tienen menos probabilidades de sobrevivencia, en caso de contagio.
Ahora, las autoridades sanitarias, y el sentido común, sugieren consumo de productos naturales, a la vez que sugieren el rechazo de productos que, en sus latas y empaques, contengan los octágonos negros. Si en una lata o empaque aparece un octágono ya advierte que ahí hay riesgo. ¿Qué decir ante esta latita de crema de elote que contiene tres octágonos? Nadie, en su sano juicio, tomaría un producto que advirtiera que contiene sustancias nocivas. ¿Nadie?
En comunidades rurales es común escuchar historias de personas que tomaron veneno. A pesar de ver la figura de la calavera en la botella lo toman como si fuera agua. Así como las formas geométricas están en todos lados y envían señales, los comportamientos humanos inexplicables están a la orden del día.
Posdata: Sé lo que es el vicio. Fumé durante muchos años. Pero un día, vi en el cielo algo como un octágono negro y supe que era una llamada de advertencia. Bebí alcohol y coca cola y consumí excesos de calorías, de azúcares, de sal y de grasas trans. Hoy procuro llevar una vida más sana. No como cuchito ni bebo alcohol ni cervezas ni refrescos embotellados ni embutidos ni lácteos. Llevo más de quince años con una dieta más natural. Siento que tomé una buena decisión.
Los optimistas piensan que en el futuro habrá una generación más sana, en lo físico y en lo espiritual.
Yo no soy tan optimista. El mundo sigue enviando muchos mensajes dañinos a través del cine, por ejemplo. La semana pasada vi dos películas, una francesa y otra norteamericana. En las dos hubo personajes que fumaban. La chica protagonista de la película francesa fumaba (con exceso) cigarros Gitanes y los dos protagonistas de la película gringa (una chica y un chico) fuman cigarros Camel. Un amigo cinéfilo, experto, me contó que las grandes empresas firman convenios publicitarios con las empresas productoras de cine para que aparezcan sus marcas e impacten en todo el mundo. No es casual que Tom Hanks, en la cinta El Náufrago, sea empleado de FEDEX. Cuando vemos dicha cinta, millones de cinéfilos recibimos el mensaje. Cuando queremos hacer un envío, pensamos en FEDEX.
jueves, 22 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, PORQUE NO TODO ES LUZ
Querida Mariana: los genios también se equivocan. Todo mundo se equivoca. Por eso caen mal los que caminan como pavorreales, los que se creen perfectos. Tía Amanda decía que eran perfectos, pero perfectos pájaros bobos.
Con mi experiencia de sesenta y cuatro años vividos (ya andando en los sesenta y cinco) puedo asegurar que todo mundo tiene yerros.
Por ahí es famosa la anécdota (sustentada en la realidad) de uno de los grandes yerros de la literatura cometido por uno de los más reconocidos escritores a nivel mundial: Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El Quijote.
Los expertos en el estudio de esta novela genial nos dicen, por ejemplo, que Cervantes cometió un evidente error temporal. La primera vez que sale don Quijote es julio y cuando Sancho le escribe una carta a su mujer, cuatro meses después, sigue siendo julio.
¿Recordás el momento en que don Quijote sale para ir a subsanar entuertos?
Mirá lo que dice:
“Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo…”
Queda bien claro que salió en julio. Los expertos han hurgado y detectaron que cuatro meses después, el fiel escudero de don Quijote le escribe a su esposa, Teresa Panza. En la carta ya la nombra como mujer de gobernador y que tiene deseos de hacer dinero y que ella andará en coche. Al final le escribe:
“…así que por una vía o por otra tú has de ser rica y de buena ventura. Dios te la dé, como puede, y a mí me guarde para servirte. Deste castillo, a veinte de julio 1614. Tu marido el gobernador. Sancho Panza.”
El gran Miguel de Cervantes Saavedra olvidó que julio tiene apenas treinta y un días. Salieron durante el mes de julio y cuatro meses después sigue siendo julio.
Pero, bueno, es un error mínimo. Los lectores lo sabemos y no hacemos mucho caso, porque la grandeza del texto borra esas pequeñas minucias.
Bueno, lo mismo hacemos con Rosario Castellanos, porque en su gran novela “Balún-Canán” también cometió errores.
Rosario, quien a cada rato se subía a la cruz, fue muy estricta en la autocrítica. Alguien le dijo que era un error que una niña fuera la narradora de la primera y de la tercera parte de la novela y ella se lo creyó. En la entrevista que le hizo Emmanuel Carballo, Rosario dice: “Esta dividida en tres partes (la novela). La primera y la tercera, escritas en primera persona, están contadas desde el punto de vista de una niña de siete años. Este hecho trajo consigo dificultades casi insuperables. Una niña de esos años es incapaz de observar muchas cosas y, sobre todo, es incapaz de expresarlas…”
Sin embargo, los lectores de “Balún-Canán” disfrutamos esa narración. Bueno, el gran Quino, autor de Mafalda, también se vio sujeto a esa crítica. Mafalda es una niña entre seis y ocho años y razona como adulto, bueno, mucho mejor que la mayoría de adultos. Los críticos señalaron que era imposible que una niña razonara con tal claridad. La obra botó dicha opinión sesuda. Mafalda es una niña y razona con una claridad soberana. Y la narradora de la novela de Rosario es una niña que expresa su pensamiento con una claridad soberbia.
No. No me refiero a ese supuesto yerro. Hablo de algo que menciona el narrador de la segunda parte de la novela, un narrador en tercera persona, que ya no es la niña, sino una voz adulta. En esa segunda parte, la narradora dice:
“…las mujeres volvían el rostro humilde ante el nicho que aprisionaba la belleza de Nuestra Señora de la Salud. Las suplicantes desnudaban su miseria, sus sufrimientos, ante aquellos ojos esmaltados, inmóviles. Y su voz era entonces la del perro apaleado, la de la res separada brutalmente de su cría. A gritos solicitaban ayuda. En su dialecto, frecuentemente entreverado de palabras españolas…” ¿Mirás qué dice Rosario? ¡En su dialecto! Error, ellas hablaban en su idioma, en su lengua. Por la zona donde estaba la finca, zona de Ocosingo, debió ser tseltal (muchos lo escriben con zeta: tzeltal). Idioma, ¡no dialecto!
Tal vez la gran académica se contagió en su adolescencia, porque en Comitán fue común (algunos insisten hasta la fecha) llamar dialectos a las lenguas indígenas, sin saber que nosotros, los comitecos, somos los que hablamos una variante dialectal del español. Los indígenas no hablan dialectos, ellos hablan en sus idiomas, que son variados en la zona: tzotzil, tzeltal, tojolabal.
Posdata: los genios también caminan en los campos minados de la creación. No hay textos perfectos. Todos los seres humanos somos imperfectos, cometemos yerros. Rosario sabía perfectamente que las lenguas indígenas no son dialectos. Resbaló. Pero, de igual forma que con El Quijote, pasamos por alto esas piedritas. Debemos ser congruentes también como lectores, no hay lectores perfectos.
miércoles, 21 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON PEDAZO DE UN INSTANTE
Querida Mariana: para vos ¿qué es un momento? ¿Una breve fracción del tiempo? Para no fallar busco en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española y encuentro que momento, en su primera acepción es: “Porción de tiempo muy breve”, pero en su segunda acepción, el bendito diccionario dice que momento es: “Lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia”.
¡Uf! El momento puede ser un cachito de tiempo, pero también puede ser una extensa sábana. ¡Pucha! Los ejemplos del diccionario son muy reveladores. En el primer caso dice: “Lo vi un momento esta tarde”, y en el segundo caso dice: “Aquella guerra civil fue el peor momento del siglo”.
Y digo esto, porque el otro día hice una llamada telefónica a una institución y la contestadora automática me dijo que “…por el momento, todos nuestros ejecutivos atienden otra llamada. No cuelgue, en un momento será atendido…”
Ay, Señor. Seguro que vos has pasado, como medio mundo, por la experiencia de un tipo de estas llamadas. Hastiado, colgué cuando pasaron quince minutos y los ejecutivos seguían atendiendo otra llamada.
Cuando llamé supe que sí, que los ejecutivos estaban atendiendo otra llamada, así me lo dijo la contestadora y le hice caso a esa voz femenina que, después de quince minutos, se me hizo odiosa y colgué. Porque, a cada “momento” me repetía el mensaje.
¡Pobre de mí! No supe, no intuí que ese mensaje usaba la palabra momento en la segunda acepción. Ah, iluso, bobo, yo pensé que lo usaba en la primera acepción: un momentito, Alex, en un ratito serás atendido. No, después de quince minutos supe que el momento de la institución corresponde a la segunda acepción, un lapso de tiempo más o menos largo que se singulariza por cualquier circunstancia, y el ejemplo del diccionario bien podría ser: “Aquella llamada telefónica duró lo que ha durado la cuarentena por covid”.
Estoy seguro que muchas personas hacen lo mismo que yo: cuelgan cuando se dan cuenta que el momento no es la porción breve de tiempo, sino un lapso que se estira como liga irrompible.
Pero ya aprendí. Para la próxima vez, avisaré en casa que realizaré una llamada y estaré fuera del aire por un momento, pero aclararé que uso la palabra momento en la segunda acepción; es decir, puedo estar horas y horas sentado ante el teléfono; asimismo, prepararé mi desayuno y comida y cena de una vez, en un contenedor colocaré los alimentos por si el momento abarca todo el día; también tendré a la mano un pato por si me dan ganas de hacer pis. Para casos extremos estaré al lado de la cama y prepararé una buena dotación de libros y de películas para entretenerme mientras un ejecutivo termina de atender otra llamada y atiende la mía. Es preciso tener a la mano, también, una tijera, para cortar las eventuales telarañas que se formaran alrededor de mi cuerpo.
Aprendí que la palabra momento es ejemplo significativo de la Teoría de la Relatividad, de Einstein. Tratar de hablar a una institución que atiende veinticuatro horas durante los trescientos sesenta y cinco días del año puede ser como viajar a una velocidad superior a la que viaja la luz y lo que es una eternidad de tiempo para el común de los mortales, sólo es una micra de tiempo para quien está en la otra ventana.
Nuestra palabra momento española viene de la latina momentum (palabra genial) que significa movimiento. ¡Ah, qué bobo! Mi ignorancia impidió que entendiera el mensaje de la institución a la que llamé. El tiempo es movible. Yo, bobo, pensé que momento era como juntar las yemas del pulgar y del índice, como es costumbre en Comitán, para decir ahora te atiendo, un momentito. No, el momento institucional es sinónimo de las referencias geográficas que hacen en las comunidades rurales: ¿en dónde está tal lugar? ¡Acá tras lomita!, es la respuesta, y para llegar detrás de la lomita es necesario caminar muchos kilómetros, muchos.
El tiempo es relativo. Ah, tonto de mí, nunca he entendido esta ley. No es necesario acudir a la Universidad de Harvard para comprender la teoría de Einstein, ¡no! Basta tener una urgencia en tu casa y llamar a la institución que trabaja veinticuatro horas los trescientos sesenta y cinco días del año, para escuchar en el teléfono el mensaje genial: “Por el momento todos nuestros ejecutivos atienden otra llamada. No cuelgue. En un momento será atendido”.
Posdata: otro día te platicaré acerca del concepto colgar. No cuelgue te dicen. Y te dejan colgado por un larguísimo momento, casi eterno.
martes, 20 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN FRAGMENTO DE BALÚN-CANÁN
Querida Mariana: en este fragmento de un mapa de 1856 aparecen los dos ranchos de don César Castellanos, papá de Rosario. En la parte de abajo está Chapatengo y en la parte de arriba El Rosario.
¿Por qué te mando copia? Porque en la novela Balún-Canán hay pistas del rancho que aparece. Los críticos literarios han comentado que en la novela existen muchos rasgos autobiográficos. La vida familiar de Rosario Castellanos se vio afectada por dos sucesos trágicos: la muerte del varoncito de la familia y el reparto agrario dictado por el presidente Lázaro Cárdenas. Ambos sucesos son medulares en la trama.
En la novela aparece el viaje a una finca, que se llama Chactajal. Por este mapita podemos ver que Rosario eligió la descripción de la finca del municipio de Ocosingo: El Rosario. El viaje descrito en la novela coincide, geográficamente, con poblados de la zona.
Mirá, las flechitas indican, más o menos, la ruta. La familia, con los sirvientes, salen de Comitán. La niña que narra, dice: “Cuando salimos de Comitán ya está crecido el día. Mi padre y Ernesto van adelante, a caballo. Mi madre, mi hermano y yo, en sillas de mano que cargan los indios…”. Ernesto es hijo bastardo de un hermano de don César y el hacendado lo lleva al rancho para que sea el maestro que, por decreto, deben poner los dueños de las fincas, para que den clases a los niños indígenas.
Salen pues cuando ya está crecido el día. “Tenemos que llegar a Lomantán antes de que cunda el aguacero”. Mirás, por ahí escribí el nombre. Ahí, a pesar de la lluvia, no les dan posada, así que deben continuar hasta llegar a Bajucú: “Como a las siete de la noche llegamos a Bajucú…” Ahí les dicen que el patrón está en Comitán, pero si quieren, pueden pasar la noche en el corredor.
Al día siguiente continúan la marcha. “Salimos temprano de Bajucú, porque la jornada es larga (…) De pronto un rumor domina todos los demás y se hace dueño del espacio. Es el río Jataté que anuncia su presencia desde lejos…”
Después de cruzar el río, la narradora dice que la siguiente estación es Palo María, finca ganadera que pertenece a tres primas hermanas del papá de la niña. Este elemento sí es ficción pura, Rosario lo introduce para meter la historia de las primas que tendrá pesó en la trama. Pero puede rascarse algún indicio histórico. Don Jorge Pinto fue gran amigo de Rosario, tanto que lo nombró encargado de sus asuntos en el pueblo cuando ella, ya famosa, vivía en la Ciudad de México. Don Jorge tuvo en resguardo el diploma que da testimonio del Premio Xavier Villaurrutia que Rosario recibió. Bueno, pues don Jorge tuvo un rancho que se llamó así: Palo María.
Después de cruzar el río Jataté y pasar a la finca Palo María llegan a Chactajal: “Llegamos a Chactajal a la hora que se pone el sol…”
Así pues, el rancho que aparece como Chactajal en la novela es El Rosario, del municipio de Ocosingo. La ruta así lo demuestra.
Posdata: muchas personas han dicho que los comitecos hemos desaprovechado la imagen de Rosario. Ella no sólo nos legó un paquete literario sino, también, la posibilidad de regar el árbol de la cultura comiteca. ¿Qué empresa se decide, por fin, a ofrecer la ruta para que los visitantes de todo el mundo vivan la experiencia retratada en la novela “Balún-Canán”? Por supuesto que no se trata de revivir las miserias de aquel tiempo, nadie viajará en sillas de mano. ¡No! Pero sí existe la posibilidad de viajar un tramo corto en caballo y en una carreta. Estas experiencias serían inolvidables. Bien podrían llegar hasta el río Jataté y presenciar ese rumor que domina a todos los demás. Ahora, en la hacienda de Bajucú funciona un bachillerato. Es realmente sensacional saber que, en un lugar donde los indígenas de la zona fueron sometidos, ahora los herederos de esos indígenas se preparan y continúan estudios universitarios.
lunes, 19 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON LIBROS
Querida Mariana: no podía ser de otra manera. Iván Ibáñez, además de excelente profesional de la comunicación, es un apasionado lector.
El viernes 16 de abril de 2021, en su noticiario Noti-vos, presentó una nueva sección: “Viernes de placer”. Ya medio mundo sabe que cuando llega el viernes el cuerpo se alebresta, porque el cuerpo sabe que ya llegó el viernes. ¿Cómo es esto? Ah, pues el cuerpo es sabio. El cuerpo sabe que el viernes es día de placer y llega la hora del descanso, algunos lo hacen en familia y otros con grupos de amigos o con sus quintoniles. Cada cuerpo sabe cuál es el placer que lo hace feliz. ¿Y el espíritu? Iván pensó en ofrecer a su audiencia una sección donde el placer está en la lectura. Para ello invitó a Renée Carvajal, quien, el viernes 16, recomendó un libro y habló de libros.
Ahora, ¡qué bueno!, no sólo el cuerpo sabrá que es viernes, sino también el espíritu. Yo, debo ser sincero, no conocía a Renée, vi y escuché por Facebook la nueva sección del noticiario y disfruté mucho la charla. Renée platicó con la audiencia y con Lupita y con Iván. El diálogo fue fértil, ameno, sabroso.
Vos y yo somos del mismo equipo de Renée y de Iván. Sabemos que la lectura es uno de los grandes placeres de la vida. Pero, Iván lo comentó, las estadísticas demuestran que en Chiapas el porcentaje de lectura es mínimo, la media indica que los chiapanecos no leemos ni un libro al año. Y este porcentaje pishcul, jodidito, levanta tantito por los que sí leemos, porque, hay que decirlo, en Chiapas, como en cualquier lugar del mundo, sí hay personas que son grandes lectores.
¿Por qué hay millones y millones de lectores en el mundo? Porque hallan placer en dicha práctica. ¿Por qué, entonces, millones y millones de personas aseguran que la lectura es aburrida? ¡Ah, Renée lo dijo el viernes 16! Quien odia la lectura tuvo una experiencia ingrata en la escuela. Tal vez un maestro le dio a leer uno de los Clásicos y, pues sí, al leer la primera página dijeron: ¡Qué es esto! ¡Qué pesado! ¡Qué aburrido!
Sí, la lectura es un proceso gradual. Los clásicos producen el máximo placer a los lectores avezados. ¡Cómo iniciar un proceso musical dándole a escuchar ópera al neófito! ¡No, no! La lectura, lo dijeron ese día en el programa, es un proceso gradual.
Digo que no conocía a Renée. Ahora, gracias a la iniciativa de Iván, ya sé quién es. ¡Qué persona tan agradable! Ella, poblana, tiene un club de lectura, en un espacio que ella creó: “Escape de letras”, y con tres hijos, se hace tiempo para leer, porque cultiva este maravilloso hábito y la lectura le provoca placer. ¡Por supuesto! Eso es lo que debe generar la lectura: ¡placer! ¿Por qué la gente practica el fútbol soccer, el básquetbol, la natación, la caminata, el baile, la plática con amigos, la bebida de cervezas, el amor? Porque provoca placer. Por supuesto, esto el cuerpo lo sabe. Los millones de lectores leen porque hallan placer, esto lo sabe y reconoce el espíritu.
¡Sí! La lectura, lo dijo Borges, da felicidad. Claro, también lo dijo Borges, a nadie se le puede obligar a ser feliz.
Renée, gracias a la iniciativa de Iván, nos convoca a hallar placer en la lectura. La invitación es para desechar la idea de que la lectura es aburrida. Los lectores, vos lo sabés, mi niña, sabemos que la lectura es uno de los actos más placenteros de la vida.
Renée, sin pretensiones mamilas, sin tufos académicos, sugirió la lectura de una novela histórica de Sofía Segovia: “Peregrinos”, que cuenta la historia de dos familias alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.
Iván y Renée y Lupita coincidieron en la idea de que no todos los libros son para todos. Es cierto, cada lector tiene sus preferencias. ¿Cómo acercar la lectura a quienes no son lectores apasionados? Abriendo el abanico de opciones para que sepan que hay un libro especial para ellos. Estoy seguro que a más de uno les jaló la sugerencia de Renée.
Posdata: no podía ser menos. Iván, apasionado lector, encuentra placer en la lectura y es feliz. Generoso le dice a su audiencia: ¡Sean felices, lean! Claro, como dijo Borges, a nadie se le puede obligar a ser feliz, pero es noticia agradable que en la radio comercial comiteca existan espacios donde se hable del libro. Es buena noticia que en un estado tan alejado de la mano de la Diosa de la lectura existan personas que nos inviten a acercarnos a ese objeto cultural genial: el libro. ¡Bien! ¡Felicidades!
sábado, 17 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON MISTERIOS
Querida Mariana: la vida es un misterio. Hay muchas cosas que no se advierten a primera vista.
A mí siempre me sorprenden los ruidos nocturnos. Estoy solo en la recámara y, de pronto, algún mueble parece quejarse. Pienso que el mueble es de madera inerte, así que no debería aparecer con una manifestación de vida.
Entiendo que si hay un temblor (Dios nos libre) los objetos gruñan y se caigan. Pero, en dos o tres ocasiones, en mi vida, he sido testigo de objetos que, sin causa aparente, caen. En una ocasión leía, sentado en un sofá de la sala, y escuché un ruido leve, pero contundente. Estaba completamente solo, con las ventanas cerradas. Vi que un vaso de plástico que, segundos antes estaba en la mesa de la televisión, permanecía en el piso. Supe que el vaso había caído, que el ruido leve, pero contundente, apareció en el instante que el vaso cayó. Iba a decir ¡volado!, porque eso pensé al principio, porque el vaso terminó casi a mis pies, a dos metros de la mesa.
Vi la ventana y constaté que estaba cerrada, así que descarté una corriente de aire. Asimismo, descarté la idea de que alguien, por travieso o por maldad, lo hubiese tirado, porque nadie había. Me levanté y revisé el vaso. Recordé que al maestro Bernardo los taxistas le jugaron una broma, al dejar un billete en la banqueta. Cuando el maestro vio el billete se agachó para recogerlo, pero el billete “caminó”. Los taxistas le habían pegado un hilo que jalaron a la hora que el maestro se agachó.
El vaso nada tenía. Era un simple vaso de plástico. Deseché también la idea de un ligero temblor, porque de ser eso, habría provocado que cayeran otros objetos que estaban sobre la mesa. Deseché la idea de que fuera un fantasma travieso. Y decidí que era uno más de los misterios que se dan en la vida. Al final me comporté como un muchacho que llevó la materia de Física en la secundaria y dije que eso era una simple demostración de la Ley de Gravedad. ¡Claro! Me hubiese sorprendido y mi corazón hubiera caminado como el Tren Bala si el vaso, en lugar de caer, hubiese volado.
Aunque, insisto, hubo un instante que pensé en la palabra volar, a la hora que vi el vaso a mis pies. La lógica, el conocimiento de la física elemental, me dijo: Si escuchaste un ruido leve, pero contundente, significa que el objeto cayó y ahí quedó, pero en este caso hubo un desplazamiento, como si el vaso hubiese sido una hormiga y, en carrera rápida, llegara hasta casi besar mis zapatos. Por eso pensé en la palabra volar, el objeto había volado hasta mis pies, de la mesa a mis pies. ¡Uf!
Sé que mi experiencia no es única, este acto se repite a cada rato, en todo el mundo. Hay misterios indecibles. Ni le doy vuelta a estas cosas, porque es para volverse loco. A los misterios del mundo no hay que darle hilo, se acaba la cuerda y no logra uno descubrir el misterio.
Los científicos del mundo y los visitantes se asombran ante la perfección de las piedras que forman el conjunto de Machu Pichu. ¿Cómo lograron los habitantes de esa región subir enormísimas piedras con corte perfecto? No le doy vuelta al misterio. Con decirte que a mí me sorprende un simple murete de piedra. ¿Has visto cómo están detenidos los muretes que delimitan algunos terrenos en los campos? Las piedras son colocadas una sobre otra, sin argamasa que garantice que no caerán. No caen. A menos que llegue un bolo y patee la piedra o un temblor aparezca. Entonces los muretes se van hacia abajo, porque así lo exige la ley de la gravedad, pero si algo extraordinario no ocurre, las piedras permanecen en un equilibrio que no logro explicarme.
Y digo esto, porque el otro día salimos mi Paty, mi mamá y yo a dar una vueltita por la vereda que aparece en esta fotografía. ¡Ah, la mañana era soberbia! El sol, como lo mirás, se daba sin regateo y el aire besaba con su aliento a los árboles, a los muretes, a las palizadas, a la tierra, a las hojas secas, a las nubes y a los pájaros.
No alcanzarás a verlos, pero arribita de una de las nubes (cintas blancas) hay dos aves en vuelo. No las verás, porque nadie los distinguiría. Hubiese sido necesario tener una cámara con lente especial, con zoom de 10x, para captar esos dos pájaros prodigiosos que aparecieron. No soy experto en nada, menos en reconocer pájaros, pero puedo decir que las dos aves que aparecieron mientras caminábamos tranquilamente eran dos gavilancillos, esos pájaros maravillosos que se detienen en un solo punto del aire, batiendo sus alas.
Todo ocurrió como cuando estoy tranquilo, sentado en un sofá, leyendo, y un objeto se queja o cae, porque mi mamá y mi Paty caminaban con la vista hacia abajo, buscando palitos secos con musgo, mientras yo llenaba mis pulmones de aire y mis ojos con el verde de los árboles. De pronto brotó una algarabía en lo alto de la loma que se ve al fondo. Paty dejó de ver hacia abajo, levantó la vista y dijo, son chachalacas. ¡Sí!, chachalacas, dijo mi mamá. Pensé que tenían razón, mi mamá creció en una finca, en Acapetahua, está acostumbrada a los ruidos de la naturaleza.
La alharaca de las chachalacas, como gritos de mujeres en un mercado, interrumpió la placidez del momento. Instantes antes todo era un mero murmullo del aire. ¿Qué había ocasionado tal parloteo inusitado? Paty señaló con un dedo, entonces los vimos, dos gavilancillos, como aviones en guerra, sobrevolaban ese pedazo de cielo. Se desplazaban en círculos y permanecían suspendidos en un punto. Mi Paty descubrió el misterio, dijo que, sin duda, las chachalacas tenían nidos con crías y los gavilancillos estaban con ganas de comer carne tierna. Mientras los gavilancillos sobrevolaban el área, las mamás avisaban la presencia del enemigo. Pensé en la tragedia que vivían las madres, afligidas por el riesgo de que los dos gavilancillos bajaran para llevarse a las crías.
Nosotros presenciábamos ese suceso. En el lapso de un minuto todo se había transformado. Momentos antes escuchábamos el canto de algunas chicharras y los telegramas de algunos pajaritos que brincaban de una rama a otra, y de pronto, el parloteo intenso de las mamás avisando la presencia de dos enemigos, potentes, rotundos, que, con vuelo temerario, daban vueltas alrededor de sus presas.
Pensé una bobera, ¿qué más podía hacer? Pensé si en la naturaleza funciona lo de ¡Pueblo unido jamás será vencido! ¿Qué tan poderosos eran los dos gavilancillos ante el grupo de chachalacas? Porque, sin verlos, pero al oírlos, supimos que las chachalacas eran más de dos, más de cuatro. Se escuchaba un parloteo intenso. ¿Podían esas chachalacas reunirse y, con alguna estrategia de sobrevivencia, contraatacar?
El parloteo se intensificó y vimos que los dos gavilancillos estaban más cerca de su objetivo. El sonido provocado por las chachalacas era como una de esas alarmas que avisaban la presencia de aviones alemanes en la Segunda Guerra Mundial. De pronto, dejamos de ver a los gavilancillos y el ruido intenso cesó. Regresó la calma. Los aviones habían abandonado la zona, podíamos seguir caminando, en busca de palitos secos con musgo y lama.
Los minutos pasaron y nada grave ocurrió. Todo regresó a la calma inicial. Apenas fue como una grieta en el aire, pero la burbuja recuperó su forma perfecta y volvió a ser armoniosa. Mi Paty y mi mamá siguieron sorprendiéndose ante el hallazgo de mínimos milagros en las orillas del sendero. Yo, embobado ante el prodigio de las piedras encaramadas en los muretes y en la forma de los troncos y de las plantas.
Recorrimos un breve tramo de ese sendero, pero ahí estaba la síntesis del universo. Lo de las chachalacas y gavilancillos fue apenas una manifestación de esos misterios que se dan a cada instante y no advertimos. A cada rato hay objetos que caen de la mesa, sin aviso, sin explicación racional.
Yo sí veo a los dos gavilancillos en la fotografía. Los veo porque tomé la foto y sé el lugar exacto donde sobrevolaban. Son dos puntitos blancos. Llegaron de pronto y causaron un gran terror en los pájaros con crías. Asumí que los gavilancillos, desde lo alto, detectaron el botín. Se fastidiaron y emprendieron la retirada. ¿Volvieron más tarde? ¿Las chachalacas quedaron tranquilas después de esta amenaza? ¿Se reunieron y planearon alguna estrategia para un posible regreso de los enemigos? A mí me pareció que, en esta ocasión, el parloteo intenso fue defensa suficiente para hacer que los gavilancillos se retiraran. Pero sé que no siempre es así. He visto documentales en la televisión donde los depredadores logran su objetivo. Águilas detectan el brillo de un pez en el río y se lanzan en picada y con las garras capturan a su presa y levantan el vuelo, mientras el pez se mueve de un lado para otro en intento fallido de deshacerse de ese mortal abrazo.
Posdata: Es una bobera lo que diré. No me espanta cuando alguien dice que en tal lugar hubo una lluvia de peces. ¡No! Hay registros históricos de lluvias de peces en alguna costa del mundo. ¿Cómo sucede eso? No lo sé. No le doy vueltas a los misterios del mundo. Sé que en el universo hay más ventanas que las simples ventanas que abrimos en la tierra todos los días.
viernes, 16 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 8)
Querida Mariana: estamos a punto de concluir con este ligero repaso generacional. Dije que durante nuestra época de secundaria el hombre llegó a la luna y en el país sucedió la matanza de Tlatelolco, los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol 70.
Así como en la primaria me tocó oír el partido México-Inglaterra, del Mundial del 66, con algunos compañeros del colegio vi el partido México-Italia, del Mundial del 70, en casa del maestro Paquito. Él tenía un televisor en blanco y negro, una gran antena en el techo de su casa que captaba señal televisiva de Guatemala.
Fuimos testigos de la inauguración de la cancha de básquetbol, en la bajada de doña Mariana. Ese día fue un día glorioso, porque la selección de nuestro Colegio Mariano N. Ruiz le ganó a la selección de la Secundaria del Estado. El trofeo aún se conserva en una vitrina de nuestra institución.
Algunos compañeros ya comenzaban a probar el cigarrito y subían a un cerrito cercano para fumar. Los pleitos también se hacían a “la hora de la salida”, en la cercanía de la cancha de básquetbol.
Varios ya escuchaban a Los Beatles y otros nos conformábamos con ritmos menos modernos, tocados por marimberos maravillosos.
El cielo era el mismo cielo intocado de ahora y caminábamos las calles sin mayor riesgo. Algunos acudíamos los jueves en la noche a pláticas de moral que nos daba el padre Carlos en algún salón del colegio.
Nadie se manifestó en contra de la inútil y tonta guerra de Vietnam. Nosotros vivíamos en medio de una burbuja. Sólo los mayores escuchaban los noticiarios radiofónicos nacionales y leían el periódico que, desde tiempos de Rosario Castellanos, llegaban con retraso, por lo que ella decía que leíamos las noticias cuando ya eran historia.
Después de Rosita está Lilia Consuelo, quien vivía en la colonia Miguel Alemán. Su papá era cursillista. ¿En dónde está Lilia? Todos los compañeros comentan que cuando terminamos la secundaria ella viajó a otro lugar para estudiar. Nadie sabe decir dónde. Recuerdo que cuando nos despedimos, ella me dio su libreta de autógrafos para que le escribiera algo. Estábamos en el kiosco del parque de San Sebastián, tomé la libreta y, en forma vertical, escribí su nombre: Lilia Consuelo, y comencé a escribir un acróstico, era tan largo el nombre y tan apresurado el llamado de los amigos que, cuando iba a la mitad, le regresé la libreta y le dije: Luego lo completo. Ya no lo hice. Nadie da informes del lugar donde radica. Como mero rumor te comparto que alguien, hace años, me dijo que nuestra compañera era azafata de una aerolínea nacional y la había visto en una calle de París, con el uniforme. No sé si eso es cierto.
Luego está Yolanda, ella sigue viviendo en el pueblo. Desde 1976 entró a trabajar en el Hospital General. Actualmente labora en el departamento de nóminas del personal.
Y después del padre Carlos está Minerva. Ella es médica. Fue mi privilegio que ella fuera mi compañera en la entrada triunfal, en el Cine Comitán. La ceremonia de fin de cursos fue en el Cine y los graduandos nos formamos en la cafetería y parte del vestíbulo, cuando un maestro nos dio la señal, entramos por parejas con los acordes de la Marcha de Aída. Dos pasos adelante y uno para atrás y fuimos avanzado por el pasillo central, mientras toda la audiencia, a los lados, estaba de pie. Muchos de mis compañeros hacían changuitos para que les tocara Minerva. Fui el afortunado.
Los estudiosos de la Semiología nos dicen que todo gesto es una señal, cada gesto nos advierte algo. Si mirás, acá la mayoría de mis compañeras respetó la indicación de colocar sus brazos y manos al frente, las manos entrelazadas. Jovita colocó sus manos detrás y Minerva colocó su mano derecha sobre su brazo izquierdo. Cuando se efectuaron los Diálogos de San Andrés Larráinzar, entre los integrantes del Ejército Zapatista y los comisionados de la COCOPA, acudí como periodista para cubrir los encuentros. Una mañana saludé a Juan Carlos Gómez Aranda, él estaba dentro del círculo formado por indígenas y soldados y yo estaba fuera. Desde ahí vi a un grupo de indígenas zapatistas que seguía a Minerva, todos le decían doctora Bárbara. De primera intención quise correr a saludarla, pero pensé que era un absurdo. Ahí estaba mi ex compañera, me dio gusto verla, ahora casi casi puedo asegurar que seguía enviando señales con su brazo izquierdo.
Luego está Verónica. Ella es odontóloga y radica en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. También, de vez en vez, viaja al pueblo. Es una amante apasionada de las plantas.
Luego está Cristina. Ya comenté que, por desgracia, ella falleció hace años. La recuerdo detrás de un mostrador en la tienda de telas que tenía doña María Ortiz, en una casa espléndida, contra esquina de Citibanamex Centro. Cristina vivía con doña María.
Luego está Dorita. Ella ya se jubiló. Trabajó como secretaria en la primaria de nuestro Colegio, en el mismo edificio donde estudiamos la secundaria. Del grupo, Dorita, Marcolfo y yo laboramos en el colegio. Yo lo sigo haciendo. Marcolfo impartió clases de matemáticas, en los años 80. Yo impartí varias clases: las que recuerdo son las de dibujo, mecanografía, ciencias sociales y orientación vocacional. ¿Orientación Vocacional? Sí. Mi experiencia de yerros universitarios me permitió saber que ahí estaba un camino que debía recorrerse con seriedad. Lo hice. No sé si evité que alguien tomara el camino equivocado. Si me preguntás cuál materia disfruté más diré que fue Mecanografía. Era un trabajo de dos vías. Los muchachos sacaban su máquina de escribir, su método, les indicaba el ejercicio que debían hacer y a la cuenta de uno, dos, tres, comenzaban a darle al teclado. ¿Qué hacía como maestro? Estar pendiente del trabajo de ellos. Aprovechaba para leer y escribir. ¡Qué hermosa manera de cumplir con un trabajo y, sin descuidarlo, cumplir con una pasión! ¿Ciencias Sociales? Ah, no vuelvo a hacerlo. Ahí sí el hígado se ponía a prueba. Estar frente a sesenta alumnos, con diversos intereses nunca fue sencillo. La vida me dio el privilegio de conocer ambos lados del cuaderno educativo: lo viví como alumno y como maestro. Ahora soy director de difusión y extensión universitaria de nuestro Colegio Mariano N. Ruiz, y todas las mañanas bendigo a todos los que han pasado por las aulas de nuestra institución.
Al final está Soledad. Ella es maestra. Hermana de Jorge Luis Espinosa Morales, autor del libro “En memoria del fuego”, libro que reúne una serie de entrevistas que realizó con destacados intelectuales del mundo. Hace tres o cuatro años, una hija de Soledad estudió el bachillerato en nuestra institución y me dijo que no sólo su tío Jorge Luis, ya fallecido, merecía reconocimientos, también su mamá merecía reconocimientos, porque ella la respeta mucho.
Posdata: navego en la imprecisión. La memoria es un pie que atraviesa al que se atreve a caminar frente a ella. Lulis me dijo el otro día que escribí que fue maestra y me dijo: no, no fui maestra. Pero te vi pues en la Eti, le dije. Aclaró que trabajó muchos años en la Eti y en el Cobach, pero en labores administrativas. Ah, sos maestra de vida, le dije, y nos botamos de la risa.
jueves, 15 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON LA GLORIOSA GENERACIÓN 68-71 (Parte 7)
Querida Mariana: y llego a la última fila que, en realidad es la primera, la fila donde está el padre Carlos, el fundador de nuestro colegio.
En esta fila están: María Jovita del Carmen Briones Alfonzo, María Guadalupe Gordillo Montes de Oca, Zoila Gloria Román Gordillo, Rosa América Pérez Trujillo, Lilia Consuelo Gordillo Figueroa, Yolanda Eugenia Alfaro Aguilar, Bárbara Minerva Cadenas Gordillo, Verónica Edith Guillén Velasco, Cristina Domínguez Moreno, Dora Beatriz Caballero Domínguez y María Soledad Espinosa Morales.
Sí, qué pena, en esta fila también tenemos ausencias. Ya fallecieron Zoila Gloria, Cristina y, por supuesto, el padre Carlos. El padre Carlos falleció el 4 de diciembre de 1989. Qué coincidencia, niña mía. El 4 de diciembre de 1941 dio su primera misa solemne. Algo apareció en su memoria la mañana definitiva, porque, en su lecho de muerte, le dijo a Artemio, a quien quiso como hijo, que lo llevara al templo, que debía dar misa. Minutos después abandonó la vida.
Lamentamos ausencias, pero celebramos las presencias, aunque muchas compañeras anden desperdigadas y de algunas no se tengan noticias. Es inevitable. La mañana de la fotografía de generación sabíamos que muchas levantarían vuelo. La vida es un constante peregrinar.
En esta fila está Jovita, ella sí radica en Comitán, de vez en vez, antes de la pandemia, nos saludábamos en la calle; a continuación, está Lupita, ella vive en la Ciudad de México. ¿Sabés en qué colonia? En la colonia donde cayó el avión de Murillo, quien, en el momento del accidente era el secretario de gobernación. Por fortuna, nuestra compañera tiene la protección del Niño Fundador y cuenta el cuento desde su casa de la colonia Lomas de Chapultepec. Se casó hace cuarenta y tres años, tiene dos hijos y tres nietos.
Luego está Zoila Gloria, quien, ya lo dije, falleció hace tiempo. A mí (como a muchos) me encantaba nombrarla, decirle su nombre completo, a veces lo hacía por puro placer mío. ¿A poco no es bonito decir, en voz alta: Zoila Gloria? ¡Ah, el nombre de nuestra compañera era generoso! Fue generoso con ella, cuando lo pronunciaba, y fue generoso con nosotros, cuando la llamábamos. ¡Soy la gloria! Genial, simplemente genial. Hoy, cincuenta años después de ser grupo, volvemos a hacer pase de lista y todos nos ponemos de pie y decimos su nombre a coro: ¡Zoila Gloria!
Luego está Rosita. No lo sé, pero supongo que ella obtuvo diez de calificación en la materia de Mecanografía, porque nos llevaba ventaja, ya que su mamá, doña Maty Trujillo tenía una academia de mecanografía en su casa. Rosita vive ahora en el estado de Tabasco, y de vez en vez, se da una vueltita al pueblo. Está casada con mi primo Adrián Bermúdez, el güero.
El maestro Jorge Gordillo, quien es director general emérito de la institución, y a sus ochenta y tres años de edad sigue aportando su talento al colegio, nos impartía la clase de mecanografía. Ya dije que, en esos años, cuando nos tocaba la materia llevábamos la máquina mecánica portátil y la colocábamos sobre el mesabanco y ahí practicábamos. Recuerdo un ejercicio bello: retratos y diversas formas hechos a máquina, a color. Íbamos a la Proveedora Cultural y comprábamos hojas de papel carbón (papel copia) de diversos colores. Por lo regular, el papel carbón era de color negro, se colocaba debajo de la hoja donde las teclas formaban el original, y el papel carbón se colocaba arriba de otra hoja de papel, esa era la copia. ¡Pucha! Bueno, pues para el ejercicio que hacíamos como trabajo final, teníamos papel copia de diferentes colores, amarillo, rojo, azul, morado y, chiste local, también verde.
Hablo de hace cincuenta años, niña. ¡Uf! Para hacer estos ejercicios usábamos las figuras que vienen en patrones de punto de cruz. ¿Los has visto alguna vez? Las abuelas usaban estos patrones para bordar bellísimas figuras sobre tela. Bueno, nosotros, en lugar de usar aguja e hilos de diversos colores, usábamos pedacitos de papel carbón de color y, recuerdo, la tecla de la letra x. Al final entregábamos trabajos bellos: pájaros, rostros de Cristo, ángeles, flores, paisajes.
Posdata: fuimos una generación que comenzó el primer grado de secundaria un mes después de la matanza de Tlatelolco; de las Olimpiadas en México; vivimos la maravillosa aventura espacial del primer ser humano caminando sobre la luna; nos apasionamos con el Mundial de Fútbol, celebrado en nuestro país, donde soñamos con ver coronarse campeona a la selección de México, poco nos duró el gusto, pero celebramos el campeonato logrado por Brasil, comandados por el enormísimo Pelé.
Los sucesos locales eran contados. Todo transcurría con parsimonia. Recuerdo, como novedad, ir a la tienda de doña Mariana y comprar los Boing (riquísimo refresco) en su empaque tetrapak, con forma de pirámide y con popote; y, la gran novedad, fue la Coca Cola en lata. Por ahí andábamos muy chentos tomando la coca en lata, mientras dábamos vueltas en el parque de San Sebastián.
miércoles, 14 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO ROSARIO CASTELLANOS SIGUE PRESENTE EN LA UNAM
Querida Mariana: Rosario estudió en la UNAM, su licenciatura y su maestría; luego dio cátedra y, también, trabajó como funcionaria, cuando Ignacio Chávez fue rector. Y ahora, muchos años después de esa presencia real, sigue estando en el pensamiento y en la obra creativa de la universidad.
El periódico La Jornada dio a conocer que la Gaceta Oficial de la UNAM publicó la siguiente noticia: “se crean dos nuevas cátedras extraordinarias: Inés Amor, en Gestión Cultural; y Rosario Castellanos, de Arte y Género”.
Noticia genial. ¿Y con qué se comerá la cátedra Rosario Castellanos? Ah, la Gaceta explica: “se crea como un espacio para la investigación en arte y género, así como para promover el legado de la escritora mediante las artes, la cultura y la reflexión académica”.
¿Mirás? Ah, el espectro es amplio. Cada una de esas ramas hará más fuerte el árbol que Rosario cultivó. Lo cultivó con tal disciplina que sigue dando sombra, dando frutos.
Nuestra paisana se sentirá muy honrada. La mera verdad, esta cátedra tiene más valor que, por ejemplo, una medalla con su nombre. La medalla con su nombre distingue a quienes la reciben, pero esta cátedra sí la honra a ella, porque, tal como lo establece el acuerdo de creación de cátedras, fomentará la participación de artistas, creadores y académicos para que rieguen el árbol llamado Rosario.
Qué buena noticia. La UNAM honra a una mujer que estuvo amarrada a esa institución durante muchos años. Fue su Alma Mater; es decir, su alma nutricia. Y porque Comitán también fue la chichi de donde mamó luz y esencia, los comitecos nos sentimos chentos con esta noticia.
Las creaciones más sublimes del mundo deben ser espulgadas, analizadas, estudiadas, promovidas. Esta cátedra permitirá que se haga una reflexión seria y lúdica de la vida y obra de Rosario. Y digo lúdica, porque su ironía demanda que muchas reflexiones sean juguetonas, saltarinas, sin restar seriedad al estudio formal.
El análisis y estudio de la obra de nuestra paisana también significa poner a la cultura comiteca en el sitial de honor que le corresponde.
El otro día platicamos acerca de la pertinencia de llamar Ciclo Comitán a toda la obra narrativa que tiene como elemento esencial el entorno de nuestro pueblo. Hablo de su obra de ficción; porque Comitán también aparece en sus ensayos y en las cartas que le envió a Ricardo. Comitán estuvo siempre presente en su pensamiento y en su nostalgia; esa agua la volvió río en su proceso creativo.
Ahora, en la cátedra Rosario Castellanos, de Arte y Género, Comitán estará presente. Así como se dice que Comitán es la tierra de la libertad de expresión, porque esta tierra fue cuna de Belisario Domínguez; de igual manera puede decirse que es tierra de la igualdad de género, ya que Rosario fue una de las primeras promotoras del empoderamiento de la mujer. Ya en 1950 ella reflexionaba acerca de la cultura femenina y se preguntaba si ésta existía en una sociedad con roles tradicionales machistas.
La UNAM, no podía ser de otra manera, honra a Rosario, a través de su obra creativa (arte) y de sus causas sociales (género).
Echemos cuetes en el pueblo, cuetes virtuales, toquemos marimba, bailemos sobre la juncia fresca en el parque central, prendamos veladoras en su busto y, en forma más modesta, pero con igual pasión, rindamos un reconocimiento con la lectura de su obra.
Una certeza es que en ningún otro lugar del mundo se lee y se comprende mejor la obra de Rosario que en Comitán. Cuando algún lector del norte del país lee la palabra cashlán puede dudar y el lector de otro país necesita una explicación acerca del término. Nosotros, los comitecos, no dudamos, cuando leemos la palabra cashlán o la palabra kerem sabemos a quiénes se refiere Rosario. Ella habló el mismo lenguaje que hablamos en Comitán, pepenó sus modismos y los incorporó al corpus de su obra.
Posdata: la presente administración honró a Rosario colocando su imagen en el logotipo institucional. Hace tiempo alguien propuso que el Museo Rosario Castellanos no sólo fuera un mero muestrario de objetos, sino que se convirtiera en un espacio de reflexión, de creación, de estudio de la obra de la paisana. Tal vez algún día. Mientras tanto, va pitutazo de comiteco para festejar la creación de la cátedra con su nombre, en la máxima casa de estudios del país. Pucha, ¡nadita!
martes, 13 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON UNA LOLA COMITECA
Querida Mariana: Dolores Castro, Lolita, nació en Aguascalientes, pero su cercanía con nuestro pueblo la hace un poco comiteca. Ella fue íntima amiga de Rosario Castellanos. Ese afecto hizo que Lolita Castro conociera mucho de la cultura comiteca. Ella, por ejemplo, viajó con Rosario al rancho que era propiedad de los Castellanos: Chapatengo; convivió con los amigos chiapanecos de Rosario, incluido su medio hermano: Raúl. Cuando Rosario falleció, Lolita, de inmediato, desechó la idea que comenzaba a circular en medios intelectuales. ¡No!, dijo Lolita, lo de Rosario fue un lamentable accidente.
Rosario nació en 1925; Lolita nació en 1923. Lolita era mayor. Este año, ayer precisamente, Lolita cumplió 98 años. Por eso, la Coordinación Nacional de Literatura, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) le rindió un homenaje, donde participaron Javier Peñalosa, Benjamín Barajas, Gloria Vergara, Mariana Bernárdez, Lucía Rivadeneyra y la poeta homenajeada. Es un privilegio llegar a la edad de 98 años y participar en su homenaje. Un homenaje, por supuesto, que bailó en el aro de la palabra, el aro donde se ha movido Lolita.
Dios permita que, dentro de dos años, la república de las letras, y Comitán, celebremos el centenario de esta mujer con voz de agua que llueve despacio.
Y digo que tiene algo de comiteca, porque muchos comitecos la aman, muchos han estado cerca de ella, platicado y escuchado sus apreciaciones acerca de la poesía, de Chiapas y, por supuesto, de Rosario.
Es inevitable, la presencia de Lolita invoca la presencia de Rosario. Lolita ha vuelto a Comitán ya sin Rosario; ha vuelto porque en su espíritu no sólo brinca la cuerda de su amiga, sino, también, el hilo de este pueblo. Por eso, digo, Comitán se une al festejo por sus 98 años de edad, ¡noventa y ocho años plenos de lucidez!
Igual que Sabines, igual que Rosario, igual que muchos poetas, Lolita también habla del aire, el aire tan amado y reconocido en estos tiempos de ahogo. Lolita, en uno de sus poemas, dice: “El aire vuela / y como que canta, / pero algo le duele: del aroma al hedor / algo le duele”.
Lolita conoció a Rosario cuando tenía dieciséis años de edad y Rosario catorce. Eran dos ramitas saliendo de la infancia, levantándose en el aire aún incontaminado del Distrito Federal. Si ayer alguien le hubiese hablado de Rosario, Lolita bien pudo haber dicho, con su voz de agua alegre: “La conocí hace 78 años, hace setenta y ocho soles de ámbar”. Los sobrevivientes así contabilizan las ausencias: por soles, éstos pueden ser de ámbar o de sal o de lodo o de aire.
Lolita lleva en su espíritu algo de Comitán. En este pueblo muchos la quieren. Ella ha estado presente en varios homenajes que las autoridades han brindado a su amiga Rosario; ha estado sentada en el escenario del Centro Cultural Rosario Castellanos, y en la esquina del parque central donde está el busto de Rosario, creación de Luis Aguilar, escultor comiteco.
Lolita fue presentadora del primer libro de poesía de Adolfo Gómez Vives. Lolita fue maestra de Adolfo (mero comiteco, del barrio de San Sebastián) y es su amiga. En el salón de un hotel, en la Ciudad de México, Lolita (dos o tres días después que había estado en Bellas Artes) hizo comentarios al libro del poeta comiteco.
Por eso digo que Lolita y Comitán tienen muchos hilos de luz que los amarran, que iluminan sus cinturas y sus mentes.
Lolita cumplió ayer sus 98 años de edad y, en la tarde, lo festejó al lado de amigos que le rindieron un homenaje, como debe honrarse a los poetas, con un trago de agua limpia, una bocanada de aire y dos ramitos de palabras.
Posdata: ¡Sí! Algún pajarito que canta de vos se asoma en la ventana de Lolita todas las mañanas. Ayer, ese pajarito aleteó ante el cristal de su mirada y le llevó el aire que brota en el pozo de la Ciénega y que como dice al final de su poema ¡canta!, pero algo le duele: del aroma al hedor, algo le duele.
lunes, 12 de abril de 2021
CARTA A MARIANA, CON ERRATAS
Querida Mariana: es difícil que en un texto no existan erratas. ¡No existe el texto perfecto! Los grandes académicos incurren en faltas. Cualquier lector avieso que busque con lupa hallará errores sintácticos y demás ramas torcidas.
Admiro a quienes redactan con limpieza. El lenguaje es la vestimenta de la comunicación. Por ahí alguien decía que no era necesario calzar zapatos de marca, sino que estuvieran bien boleados.
Todo esto para decir que tolero las erratas en los textos, los dedazos traviesos en la computadora. A veces una letra toma el lugar de otra. Ah, traviesas, juguetonas, perversas.
Tengo por norma lo que el maestro Enrique García Cuéllar me dijo en una ocasión, en la cabina radiofónica donde transmitía su programa. La norma dice, más o menos, lo siguiente: se tolera el anuncio con errores ortográficos pintado por un rotulista que no cursó primaria, pero es intolerable un anuncio con faltas, hecho por una persona con estudios superiores.
No sé si vos has leído anuncios de empresas importantes con errores ortográficos. Yo sí. ¡No los tolero! No los tolero, porque, se supone, están hechos por gente que se dedica a eso. Los empresarios confían su publicidad a medios dizque profesionales.
Bien reza el dicho: zapatero a tus zapatos. Pero, ¿recordás el texto de Arreola donde le reclama a un zapatero el trabajo horrible que realizó con sus zapatos? ¡Ah, cuántos zapateros remendones se hacen pasar por profesionales del calzado!
¿por qué los empresarios prestigiosos no advierten que un mensaje con errores enloda su prestigio? ¿En dónde deben anunciarse las empresas de prestigio? ¡Claro! La respuesta es obvia: en empresas publicitarias de prestigio. Los grandes deben, siempre, estar con los grandes.
¿Ya viste la imagen que anexo? ¡Por el amor de Dios! El mensaje es incompleto, por lo tanto, incomprensible. ¿Cómo permite una empresa de éxito que el empaque de su producto enlode su prestigio? “Por su contenido de fibra y y su consumo regular ayuda a…”
¡Qué poco profesional el supuesto profesional de la comunicación que hizo este trabajo! En todas partes del mundo existen empresas que realizan diseños publicitarios sin tener el conocimiento preciso del lenguaje visual y oral.
Lo ideal sería que los zapateros se dedicaran a hacer zapatos y no a realizar campañas publicitarias sucias.
Vos y yo, y medio mundo, hemos visto mensajes publicitarios escritos, no con la pata, sino con el dedo equivocado, con la mente ignorante.
Insisto, todos tenemos errores, pero sigo el precepto del maestro Enrique. Las empresas de prestigio no deberían permitir que enloden su imagen.
El gran escritor italiano Umberto Eco (autor de la maravillosa novela “El nombre de la rosa”) dijo una frase que puede sonar cruel, pero que es exacta: “las redes sociales le dan espacio a legiones de idiotas”. ¿Perdón? Sí, es cierto. Acá también se aplica la norma del maestro Enrique: hay millones de usuarios de redes sociales que son ignorantes. Así que se entiende que escriben con errores. Yo tolero a algún amigo que escribe con las patas, porque sé que no tuvo más estudios. Lo que no tolero son medios que se hacen pasar por profesionales y que escriben con las de caminar.
Quienes escribimos a diario y lo hacemos de manera profesional debemos hacerlo con la mínima corrección, por respeto a la audiencia lectora. Sin ser perfectos debemos escribir con cierta limpieza.
Las empresas exitosas deben reconocer que sus mensajes deben estar redactados con la mínima limpieza.
Si yo fuese el dueño de la empresa productora de ciruela pasa no contrataría los servicios publicitarios de esta empresa con errores tan visibles, tan absurdos.
Nadie redacta el texto perfecto, ni los grandes autores universales. Pero lo que sí debemos exigirnos los escritores es un mínimo de limpieza redactora; lo mismo deben exigir los lectores. Claro (no lo digo yo, lo dijo Eco) las legiones de idiotas pueden seguir redactando con las patas. Posdata: Sí, se vale que los bobos se junten con los bobos. Lo que no se vale es que los inteligentes caigan en manos de los bobos. Entonces, ¿para qué les sirve la inteligencia? ¿Cuándo la aplican?
Los mejores siempre deben estar con los mejores. ¿Los otros? Si, los otros que se junten con los otros.
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