martes, 22 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN HILO DILUIDO

Querida Mariana: no todos los hilos son alegres, hay unos que imitan la niebla. Ayer, Comitán despertó con una mala noticia: falleció don Francisco Javier Cruz Domínguez, don Panchito, un locutor de prestigio en la radio comiteca. Su amigo Juan Carlos López Pinto dio la noticia en redes sociales, él, en días anteriores, había comentado que don Panchito no estaba bien de salud. Ah, el pronóstico no era halagüeño. ¡No lo fue! Don Panchito abandonó esta cancha, casi al medio tiempo, era jovenazo (¿cincuenta años, más o menos?); pero (así lo dicen los sabios) cuando el árbitro mayor decreta el término del partido individual, el jugador se va para siempre del terreno de juego. Don Panchito es parte de la riquísima historia de la radio comiteca. ¿Cuántos años trabajó enfrente del micrófono? No lo sé, pero fueron muchos. Lo recuerdo en el programa del que fue iniciador: “Más deporte”. Nunca he sido muy aficionado al deporte, pero me gustaba, el día sábado, sintonizar radio IMER, para escuchar el instante en que ponían la entrada del programa ¡Más deporte! En esa entrada, la a se extendía, para que el “más” realmente se escuchara ¡más! Imaginá ahora, mi niña, que a la hora de escribir extendemos la a para que suene como sonaba en el programa radiofónico: Maaaaaaás deporte. Sé que la importancia de su programa estaba sustentada en el deporte, pero a mí, escucha radiofónico, me atraía la palabra “más” y dejaba en segundo plano la palabra “deporte”. ¡Ah, qué enjundia para pronunciar el más! Pienso que al final, qué pena, a don Panchito le faltó repetir a cada rato las palabras con esa intensidad; con la voz privilegiada que tuvo debió decir: ¡Maaaaaás vida! Pero la vida no alcanza más que para lo que el árbitro esencial determina. Digo que nunca me ha interesado mucho el deporte, pero a veces me quedaba escuchando su programa, porque era sensacional la convivencia que don Panchito tenía con sus compañeros de transmisión; eran convivencias únicas, exquisitas, pocas veces escuchadas en la radio. El programa era fantástico. A veces, tengo entendido, los invitados sacaban los taquitos para convivir en la cabina. Como el programa era matutino se antojaban los paquitos de frijol con chorizo y salsita molcajeteada. A los radioescuchas se nos hacía agua la boca, mientras nos enterábamos que en la cancha de La Pilita Seca, en la mañana de domingo, habría tal y tal partido. Sí, escuchaba el programa desde mi casa y gozaba, como pocas veces, la algarabía de esa tribuna en el estadio que don Panchito había diseñado. Escuchaba con emoción, una y otra vez, el ¡Maaaaás deporte!, y la risa de don Panchito. No sé si por ahí los cronistas deportivos y los historiadores de la radio tienen registrada la risa más agradable, de los conductores de la radio comiteca, pero si no es así, por favor, cuando lo realicen, coloquen en primerísimo lugar a don Panchito Cruz. ¡Qué risa más contagiosa, risa de patio limpio, de nube altísima! Ah, querida niña, tendrás que escuchar un audio de archivo para disfrutar esa risa. He conocido a varios locutores que a base de mucho entusiasmo hacen lo que pueden frente al micrófono; pero también he tenido la fortuna de conocer a algunos conductores que fueron tocados con la gracia de la locución. ¡Ah, qué voces tan agradables, tan de lámpara de buró, con luz tenue, acogedora! Don Panchito nació con el don. En este momento, cuando cientos de radioescuchas, familiares y amigos lamentan su fallecimiento, un rayito de luz se cuela en medio de la niebla. Ese rayito de luz es como un agradecimiento por el instante en que su voz iluminaba cientos de estancias. Lamento su ausencia. De vez en vez coincidíamos en algún acto público donde él era maestro de ceremonias y siempre nos demostramos un afecto común. Sí, a mí me encantaba escucharlo platicar, en lo íntimo pedía que, en la charla se deslizara algo simpático y él riera. Tuve la oportunidad de verlo reír y de escucharlo. ¡Ah, verlo reír era un deleite, pero escucharlo reír era un privilegio divino! Con qué generosidad regaba luz a través de su risa espontánea. Casi puedo decir que su risa tenía la modulación de su voz educada. Muchas personas se ríen en forma descarada, rebosante, su risa se convierte en un desagradable concierto de chachalacas. La risa de don Panchito era como un vuelo de quetzal, armonioso, disfrutable. Posdata: ayer fue día triste para Comitán. La voz de don Panchito calló para siempre. Será preciso acudir a los archivos sonoros para volver a oírlo reír, con la risa más armoniosa de la radio comiteca, y para volver a escucharlo decir: ¡Maaaaaás deporte! Que descanse en paz. Quique Guzmán y Marco Guillén, en un homenaje que le brindaron la tarde de ayer, en radio IMER, comentaron su programa “Canciones de mi tierra” y dijeron que don Panchito se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada, de la madrugaaaaaada.