viernes, 18 de junio de 2021

MADRIGUERAS ESPIRITUALES

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como anguilas en el aire, y mujeres que son como una tierra fértil para el sueño. La mujer tierra fértil para el sueño es como un vaso de agua limpia, como una cima de montaña alta, como nube para llover sobre el espíritu. No se piense que es una mujer que vive en ensoñación, ¡no!, ella, igual que las demás mujeres del mundo, coloca adobes todos los días, para construir una casa con altos ventanales, bien iluminada, con jardines llenos de flores, con espacios para la intimidad y para el sosiego. Sí, no es una mujer que guste de la violencia o que coloque cardos en los floreros. No, ella tiene una rama injertada en el árbol de Mahatma Gandhi. Sus matraces no están llenos de aires enrarecidos ni de sulfato de sodio, sino del vaho de mujeres como Sor Juana y de Victoria, la mujer de Quijá, que todas las mañanas cocina chinculguajes. Ella parece tener una lámpara de cazador sobre la frente, pero no tiene lámpara alguna, es la luz que siempre emana de su tercer ojo, es el camino que traza todas las noches en el bosque donde, como venados, corren todos los sueños del mundo. Ella siembra mil sueños, sus amados, si son listos, pueden descolgar los frutos. Ella hace realidad el deseo, lo que el hombre sueña. Mil sueños no alcanzan a definirla, ella posee la magia para sacar todos los sueños como conejos de su chistera. ¿Qué sueñan sus amados? Los sueños de sus amados los coloca sobre la bandeja como si fueran uvas, o adentro de una copa como si fuesen gotas de vino, o sobre estantes como si fueran libros que cuentan los mil y un sueños posibles. Nada hay irrealizable. En sus manos cuelgan todos los hilos de oro para bordar chales, para tejer chambritas de seda, para construir puentes colgantes que unen orillas distantes. ¡Nada le está negado! Su savia se alimenta del pensamiento de mujeres que han sido ríos de menta, mares de hierbabuena. No le gustan los laureles ni los reflectores, porque ella es la gloria infinita y la luz perenne. Ella es un ser de luz y la luz no necesita velas a su alrededor, ni diademas de flores, ni cajitas con tímidas joyas. Pero tampoco es una mujer que aniquile la personalidad de su amado. Ella, a pesar de ser una mujer brillante, mujer zafiro, sabe caminar sobre la arena con el pie desnudo, sabe trepar al árbol para dar de comer al ave hambrienta, sabe abrir sus brazos como si fuera un águila y recibir la bendición de la lluvia, del sol y del aire. Ella camina por la playa, donde las olas deshacen sus huellas. Su mensaje es ese: cuando camines siembra mil sueños en la arena, pero borra tus huellas, que nadie sepa de tu paso, para que vivas con la plenitud del río que fluye eterno por los siglos de los siglos. La mujer tierra fértil para el sueño no necesita ser abonada, es independiente como la orquídea, cuya belleza no depende de la mirada del otro, ni requiere rueda de la fortuna para hacer feria cada día de vida. Jamás endereza sus ramas. Sabe que no hay sueños lineales. Todos los sueños nacen de la torcedura, de la grieta luminosa. El sueño no camina ni vuela, se desliza sobre la arena del desierto como lo hacen las serpientes. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que tienen aletas para cortar el deseo, y mujeres que son nómadas conventuales.