sábado, 5 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 2)

Querida Mariana: en la carta de ayer comentamos cómo doña Lolita conoció a Rosario Castellanos. La conoció cuando caminaba por la banqueta frente a la casa de la familia Castellanos Figueroa. Por cierto, fijate que Gustavo Armendáriz compartió el otro día en redes sociales el acta de nacimiento de Rosario. Es un documento valiosísimo, porque, como toda acta contiene elementos esenciales de los familiares. Llamó mi atención un dato. ¿Sabés cómo anotaron el nombre de nuestra ahora famosa escritora? Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. Claro, ella eligió el nombre de Rosario Castellanos para firmar todos sus textos. Los escritores tienen esa costumbre: Carlos Fuentes, Octavio Paz, Elena Poniatowska, José Revueltas y muchos más. Los que tienen apellidos paternos muy comunes, digamos, sí usan los dos apellidos, el ejemplo máximo es Gabriel García Márquez, que, al final, miles de lectores lo conocieron simplemente por Gabo. Pero lo que más llamó mi atención fue el “y” que agregaron entre apellidos: Castellanos y Figueroa. Digamos que, en términos oficiales y estrictos, el nombre correcto de nuestra paisana es Rosario Alicia Castellanos y Figueroa. ¿Por qué le agregaron esa “y”? ¡Saber! Acá en el pueblo tenemos otro ejemplo de escritor que lleva la “y” intermedia: Octavio Gordillo y Ortiz. No se sabe que Rosario haya usado esa “y” intermedia. Sería maravilloso conocer el documento que presentó ante el gobierno de Israel, cuando fue nombrada Embajadora de México en aquel país. Ahí comprobaríamos cuáles fueron sus credenciales de presentación. ¿El documento oficial decía que la C. Rosario Alicia Castellanos y Figueroa era la persona que el gobierno mexicano había designado como su representante en Israel? A quienes consulté me dijeron que es un mero acto snob, que da caché; es decir, doña Rosario Alicia provenía de una familia de hacendados y para hacerla sobresalir le agregaron la “y” intermedia en los apellidos: Castellanos y Figueroa. Ahora, querida niña, sería importante también conocer el acta de nacimiento del hermanito de Rosario: Mario Benjamín. ¿Le agregaron la “y” intermedia? Era el varón, por lo tanto debía tener mayor preeminencia. ¡Ah, cuánta chamba tienen los estudiosos de la vida de la escritora! Doña Lolita dice que veía a Rosario, niña, y a su hermanito, en un balcón o en la puerta de su casa, acompañados de la nana Rufina. Pero, ambas familias, la de Rosario y la de doña Lolita, tenían nexos. Esta relación permitió que doña Lolita, con el tiempo, viviera en casa de Rosario, en la Ciudad de México. Mirá qué dice doña Lolita: “Yo tenía amistad, a través de mi madre, con doña Adriana, la madre de Rosario, y con don César, a quienes visitábamos pocas veces ya que ellos se iban largas temporadas a sus fincas”. La mamá de doña Lolita se llama Soledad. Doña Soledad era amiga de doña Adriana y de don César, ambas familias se visitaban en sus correspondientes casas, que ya dije, distaban dos cuadras y media. Pero, doña Lolita puntualiza que los papás de Rosario permanecían en sus fincas ¡largas temporadas! Este dato es importante, porque ello da pauta para decir que Rosario pepenó elementos de la vida que llevaban los indígenas de la región en las haciendas. Los papás llevaban a sus hijos. De hecho, Rosario, en la novela “Balún Canán” narra el viaje de Comitán al rancho que, en la ficción nombra Chactajal, y que ya casi está demostrado era el rancho propiedad de la familia, que se llama “El Rosario”, en el municipio de Ocosingo. Así lo indica la ruta, que pasa por Lomantán, Bajucú y atraviesa el río Jataté. Doña Lolita, entonces, aporta dos datos esenciales: su mamá Soledad era amiga de los papás de Rosario y éstos viajaban constantemente a sus fincas, dice. Es en plural porque, lo sabemos, don César tenía dos fincas, la mencionada El Rosario, y otra que estaba rumbo a donde ahora está la presa La Angostura y que se llama Chapatengo. ¿De dónde sacó Rosario el nombre de la finca que aparece en su novela? ¡Chactajal! Es una bobera lo que diré, pero me baso en la pronunciación: Chac y tajal. Mi bobera puede continuar y decir que puede ser una palabra compuesta por dos vocablos indígenas. Tal vez los expertos lingüistas pueden darnos luces acerca de este nombre. ¿Son palabras tojolabales o tzeltales? De los dos datos aportados por doña Lolita concluimos pues que es una voz autorizada para hablar de su trato con Rosario y con los papás de Rosario. Pero no sólo eso nos legó doña Lolita, ¡no! También nos regala una imagen de una persona esencial en la vida de la escritora comiteca: su nana, quien, también, es un personaje importante en la novela “Balún Canán”. En la realidad, doña Lolita nos dice que la nana se llama Rufina y nos da datos: “… una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos. Indígena de la zona de Ocosingo, con su huipil bordado y tzec de color azul oscuro en el que se envolvía atada con una cinta roja a la cintura…” ¡Genial descripción! Los comitecos siempre admiramos la memoria privilegiada de doña Lolita y, también, su capacidad de observación. Fue una gran cronista de este pueblo. Acá lo demuestra, en pocas palabras nos obsequia una imagen de la nana de Rosario, en los años treinta. En primer lugar nos enteramos que ella llegó a la casa de Comitán desde la finca en la zona de Ocosingo. En esa zona la lengua indígena predominante es el tzeltal. En ocasiones anteriores, vos y yo hemos platicado que las nanas fueron parte importante en el crecimiento de las criaturas comitecas, éstas tenían una cargadora y una nana que las cuidaba, protegía y enseñaba. Los papás delegaban en la nana el cuidado de sus hijos. En la novela “Balún Canán”, la narradora (una niña) menciona más veces a la nana, que a la madre, y el lector advierte que la nana fue quien le transmitió el conocimiento del mundo indígena y valores esenciales. Las cargadoras y nanas ya son personajes en proceso de extinción. Ahora existen guarderías donde las madres que trabajan llevan a sus hijos. El cuidado de las criaturitas está en manos de profesionales. Rosario tuvo la oportunidad de vivir un momento fundamental en la historia del país: el reparto agrario, con lo que el poderío de los hacendados se vio reducido. Lázaro Cárdenas fue presidente de la república en el sexenio de 1934 a 1940; es decir, en el lapso que Rosario crece de nueve a quince años. Así pues, Rosario es testigo presencial de lo que narra en su novela: la pérdida de privilegios de sus papás ante los indígenas y el empoderamiento de estos últimos. De hecho, uno de los pasajes trascendentes en la novela es la exigencia de los indígenas para que el patrón les lleve un maestro que enseñe a sus hijos. Tal disposición fue ley que ordenó Cárdenas. Doña Lolita cuenta que fue testigo del dolor de Rosario cuando murió Minchito y la siguió viendo crecer, a distancia: “siendo mayor que ella, no pude jugar como con otras niñas con quien estuvo en la escuela del maestro Gildardo Guillén y la señorita Ana María Román”. Doña Lolita es muy honesta. No presume de amistad con Rosario, porque ella es mayor. La niña Rosario (es comprensible) juega con sus amigas y sus amigas son las niñas que son sus compañeras en la escuela. ¡Acá, doña Lolita nos da el nombre real de la maestra que aparece en la novela “Balún Canán”! El nombre de la maestra en la novela es Silvina, pero, la maestra que le sirvió de modelo a Rosario fue la maestra Anita. Rosario la describe así: “… dentro de su vestido negro, tan pequeña y tan sola como un santo dentro de su nicho”. La maestra que aparece en la novela es una mujer soltera, quedada, lo que en Comitán se llama cotorrona. Eso es lo de su educación inicial. ¿Qué pasó con su educación de nivel secundario? Ah, eso te lo contaré en otra carta, porque ahora ya se me agotó el espacio. Posdata: la crónica de doña Lolita, ya lo dije en la primera carta, la publicó en 2002, tuvo necesidad de contar su relación con la famosa escritora e hizo bien, muy bien, porque gracias a esa decisión, ahora, los comitecos podemos rastrear huellas en la biografía de Rosario y tener certezas. La labor que doña Lolita Albores realizó como cronista de esta ciudad fue excepcional. De mojol nos entregó testimonios valiosos como el que ahora comparto con vos. Ella conoció a Rosario Castellanos y yo tengo el privilegio de decir que conocí a doña Lolita. No fui gran amigo de ella, ¡no!, pero sí tuve la oportunidad de platicar con ella en más de dos ocasiones y eso fue mi privilegio.