viernes, 11 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA MAÑANA DESMAÑANADA

Querida Mariana: hago una pregunta boba: vos ¿despertás en la mañana? Pregunto esta bobera porque Amado siempre está en desacuerdo con la palabra mañana. Dice que esta palabra no debería usarse para designar la primera parte del día y, a la vez, para referirse al día siguiente. Según lo que dice Amado los seres humanos podemos despertar en la mañana o despertar mañana. Le dije a Amado que el uso de la palabra depende del contexto, pero él insistió en que los hablantes del idioma español deberíamos buscar otra palabra para designar la primera parte del día. Good morning, dicen los hablantes del inglés. Buena mañana, traducimos los hablantes del español. Amado dice que si en lugar de usar buena usamos buen, como para hacer inclusivo el lenguaje, podemos desear buen mañana; es decir, un buen día posterior. Cuando lo dijo, le comenté que me parecía una genialidad de nuestro idioma, apenas un ligero cambio permite la posibilidad de desear no sólo una buena mañana sino, también, un buen mañana. Cuando lo dijo pensé que bien podía ser el saludo permanente de los comitecos: que tengás buena mañana y buen mañana. Oh, genial. Pero, Amado dijo que esa supuesta genialidad era un absurdo idiomático, demuestra la pobreza de nuestra capacidad de imaginación, nuestra reducida capacidad inventiva. Si ya tenemos la mañana, la tarde y la noche, bien podríamos inventar una palabra para designar al día siguiente, porque, dijo Amado, ya un poco molesto, al desear un buen mañana parecería que reducimos el buen deseo a una fracción del día. Porque el buen decir español permite desear una buena tarde y una buena noche, pero no permite desear un “buen tarde” o un “buen noche”, para referirse al día siguiente, como sí lo permite en el uso de la palabra mañana. Y, ya colorado del coraje, me dijo que ese absurdo se da porque la palabra mañana es “bisexual” (así me lo dijo y sonrió). Acepta el y la. Bien podemos decir la mañana y el mañana. El femenino es para el día presente y el masculino para el día siguiente. Entonces ya fue más allá, en un análisis discriminatorio: desear buena mañana es un deseo feminista; y desear buen mañana es un deseo machista. No, le dije, eso sí es un absurdo. Dijo que él no usa la palabra mañana, porque es una palabra limitante. Él, siempre que saluda a alguien, le desea buen día. Este saludo es lo que usa al saludar a alguien. ¿Y para el día siguiente? ¿Qué hace cuando quiere desear un buen mañana? Rio, dijo que casi nadie desea un buen mañana. Entonces, le dije, ¿cuál es el problema? El problema, insistió, es en la dualidad conceptual. ¿Por qué el español es tan limitado? Tenemos miles de palabras que, en diversos contextos, tienen significados diversos. Le choca la palabra amante. ¿A qué sociedad se le ocurrió designar con esta palabra a la manceba, a la querida? ¿A qué sociedad se le ocurrió nombrar querida a la concubina? ¡No!, dice Amado, se denigra la palabra querida cuando se le aplica a una concubina, lo mismo sucede, multiplicado a la ene potencia, cuando la palabra amante se le aplica a una concubina. ¿Por qué no les bastó con la palabra concubina para designar a tal mujer? Ahí sí me convenció. Amado tiene razón en esto último. A mí también me molesta esa serie de eufemismos para designar a una persona vieja. El término viejo me encanta y debería ser exclusivo para nombrar a las personas mayores. Lo viejo no debería aplicarse a los objetos, no, para los objetos deteriorados por el tiempo debería usarse otro término. Tal vez, digo sólo que tal vez, Amado tenga razón. Los hablantes del español deberíamos inventar palabras para nombrar cosas que están definidas por palabras que se aplican en otro contexto. Posdata: no le pregunté a Amado por su nombre. ¿Qué sucede cuando alguien que se llama Amado, en realidad es repudiado? Hay casos en que los nombres propios no corresponden a la personalidad de los nombrados. Tengo una amiga que se llama Blanca y es de piel color azabache; tengo otro amigo que se llama Plácido y vive en un estado permanente de confusión. Y acá le paro, porque hay mujeres que se llaman Caridad y son marras como ellas solas, y mujeres que se llaman Soledad y viven rodeadas de multitudes.