sábado, 12 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 4)
Querida Mariana: en mis cartas te cuento de todo. A veces son intrascendencias, pero a veces tratan de vidas importantes para nuestro pueblo. En esta serie hablo, sobre todo, de dos grandes mujeres, una muy famosa a nivel internacional, Rosario Castellanos, y otra más modesta, Lolita Albores, quien realizó un trabajo sin los grandes reflectores, pero relevante para Comitán.
Ambas mujeres tuvieron a la escritura como su principal aliada. Ah, cuántos cuentos, novelas, poemas, obras teatrales y ensayos redactó Rosario. Esa disciplina la hizo famosa en muchas regiones del mundo. Su obra sigue siendo leída, apreciada y estudiada. ¿Y doña Lolita? Nos dejó discos geniales con picardías de este pueblo, nos regaló cuentitos y deliciosas crónicas. Doña Lolita le cumplió a su pueblo.
Por eso, ahora me da gusto hablar de ella y de esta crónica especial, que ella tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos”, por si alguna persona dudó, ella confirma en esta crónica la relación que tuvo con la famosísima Rosario, y este testimonio permite que encontremos huellas de la personalidad de Rosario. Por supuesto, debemos comprender que es su mirada muy personal, ella así lo vivió y así lo contó.
¿Seguimos? Bueno, después que nos habló tantito del primer novio que tuvo Rosario Castellanos, en Comitán, contó que cuando don César, doña Adriana y Rosario cambiaron su residencia a la Ciudad de México, el papá de Rosario regresaba a Comitán para ir a sus dos ranchos, mirá, acá están las palabras de doña Lolita: “…sus ranchos: “Chapatengo”, en la tierra caliente, y “El Rosario”, por la zona de Ocosingo. Entonces dejó en mi casa una hermosa cama de latón, de grandes cabeceras doradas y llenas de bolitas y ropa de cama, para cuando viniera de visita”.
Esto da la idea de la relación amistosa que conservaban ambas familias y el nivel de confianza. Casi casi podemos decir que el cuarto donde quedó la cama era especial para don César. La casa de la mamá de doña Lolita era una casa grande, con cuartos de más. Ya dijimos que el papá de Rosario rentó la mitad de la casa para que ahí funcionara la Escuela Secundaria de Comitán. En la actualidad, aún se puede apreciar la belleza de la casa, con un generoso zaguán, tres corredores, varias habitaciones y un sitio. Sin duda que en los años cincuenta del siglo pasado era aún más señorial. Lo que diré a continuación sólo es producto de mi imaginación: una mañana, antes de que la familia Castellanos Figueroa partiera a la capital de México, unos sirvientes cargaron la cama de latón, desde la casa que está frente al Pasaje Morales hasta la casa de doña Lolita. Ah, fue emocionante ver cómo los dos hombres pasaban frente al templo de El Calvario, frente al actual Hotel Tenam, dieron vuelta la izquierda y pasaron frente al actual Hotel Hacienda de Los Ángeles y llegaron a la esquina, donde ahora está la pastelería de Lulú Díaz Carreón. Ahí se detuvieron tantito, bajaron la cama a mitad de la calle empedrada, se limpiaron el sudor de las frentes y volvieron a cargar la cama, contentos, porque ya habían llegado, ahí estaba el zaguán con las puertas abiertas. La mamá de doña Lolita los guio hasta el cuarto donde quedaría la cama de don César. Cuando el papá de Rosario viajaba a Comitán llegaba a esta casa y ahí estaba su cama, con ropa limpia.
Por supuesto que era importante que doña Lolita contara esto. ¡Claro! El gran personaje comiteco, don César, eligió a la casa de la mamá de doña Lolita como su casa cuando regresaba a Comitán. ¿Y los familiares? ¿Y los otros amigos? Se descarta la idea de una posada. ¡No, ni pensarlo! Alguien de la categoría de don César Castellanos no podía ir a hospedarse. Las personas de paga o regresaban a sus residencias o eran recibidos en casas familiares o de amigos. Bueno, parece que don César, ya en tiempos que radicaba en la Ciudad de México no tenía una casa propia en el pueblo y tampoco había decidido acudir a casa de un familiar. ¡No! Ya se dijo, su casa era la casa de su amiga, la mamá de doña Lolita.
Y doña Lolita aporta datos de los días que don César estaba en Comitán, porque, como ya se anotó, don César llegaba al pueblo para visitar sus dos ranchos, donde, se deduce, permanecía algunos días, recibiendo noticias de lo ocurrido en su ausencia. Sin duda que en ambos ranchos había gente que se encargaba de cuidar los intereses de don César: siembras y cosechas y el nacimiento de toretes y andá a saber qué más.
En Comitán están identificadas dos casas donde vivió Rosario. Niña vivió en la casa donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío, ahí hay una placa; y adolescente vivió en la casa que está frente a la entrada al Pasaje Morales, también existe una placa. Pero, y acá aparece una duda que, hasta la fecha, nadie ha podido despejar. En el libro “Te pateó la musa, chiquita, ¿verdad?”, donde la autora, la investigadora Andrea Reyes, publica una entrevista que le concedió Raúl Castellanos, medio hermano de Rosario, Raúl dice que la familia vivió en varias casas. Oigamos lo que don Raúl le dijo a Andrea: “… mi padre nunca quiso comprar, tenía para comprar las tres, podía hacerlo, pero no, porque le caía mal ya el vecindario, dijo, mejor voy a rentar…”
¿Mirás? De acuerdo al testimonio del medio hermano de Rosario vivieron en tres casas. La entrevista la realiza Andrea en el año 2014, don Raúl tenía en ese momento 95 años, pero sus declaraciones son lúcidas; es decir, don Raúl tuvo el registro de tres casas. Si esto es así, ¿cuál es la otra casa? Va. Más dudas para investigadores.
El testimonio de don Raúl también es interesantísimo. Recordá que él fue aceptado a vivir con la familia, doña Adriana lo aceptó y le dio trato de hijo, según el decir del propio Raúl. Vivió con ellos mucho tiempo y luego, a la muerte de don César y de doña Adriana, se volvió administrador del rancho Chapatengo, que era el único que seguía siendo propiedad de la familia.
Pucha, lo que don Raúl contó a Andrea también es digno de darle más de dos vueltas. Tal vez algún día lo vamos desmenuzando, así como estamos desmenuzando lo que doña Lolita contó.
Gracias a la información de don Raúl sabemos, entonces, que don César jamás compró casa en Comitán, siempre rentó. Claro, las dos casas que están identificadas están en el centro de la ciudad, que era el lugar donde vivían los potentados comitecos, en casas amplísimas.
Así pues, don César consideró la casa de doña Lolita como su casa, por eso, como dice el maestro Hugo, mi jefe en el Colegio Mariano N. Ruiz: dan darán, dicen las campanas; cuando doña Lolita fue a estudiar a la Ciudad de México, de inmediato don César y doña Adriana le dijeron ¡acá está tu casa, Lolita!, y Lolita fue a vivir a casa de ellos y ahí convivió con Rosario. Claro, cuando los papás de Rosario murieron la actitud cambió, pero eso, como dice Nana Goya, es otra historia.
¿Qué hacía don César mientras permanecía en la casa de doña Lolita? Acá va el testimonio, importantísimo, porque nadie más pudo dar constancia de ese tiempo, salvo la mamá de la cronista, pero la mamá nada dejó escrito. Acá está la mirada de doña Lolita: “Mi mamá le hacía sus antojitos y allí lo visitaban sus amigos, y platicábamos con él de muchas cosas; era un hombre muy culto, y siempre nos invitaba a que fuéramos a México, a su casa, en la calle de Madereros, hoy Constituyentes”.
Acá, de nuevo, hay preguntas: ¿cuáles eran los antojitos de preferencia de don César? Uf. Hay muchas dudas que jamás, parece, serán resueltas. La casa de Constituyentes ya no existe. ¡Pucha! Hasta hace poco, la casa aún existía. Gabriel, el hijo de Ricardo y Rosario, tenía ahí su despacho, pero luego la vendió y un buen día la derrumbaron y ahora existe otra construcción. Falta que la comunidad chiapaneca haga un acto de congruencia y realice los trámites legales para que, cuando menos, se coloque una placa que anuncie que ahí fue la casa de la gran escritora. Cuando menos en Comitán, las dos casas identificadas donde vivió Rosario tienen placas informativas y en la fachada de la casa de doña Lolita también hay una placa que consigna que ahí vivió la gran cronista comiteca.
Posdata: Andrea Reyes, investigadora que hizo una búsqueda exhaustiva de los artículos periodísticos de Rosario y nos entregó tres libros que son fundamentales para conocer el pensamiento de Rosario, sabe la importancia de los testimonios de las personas que estuvieron cerca de Rosario. La vida se está yendo y cada vez hay menos informantes presenciales. Ahora, que Comitán se prepara para celebrar, en 2025, ¡el cumpleaños cien de Rosario!, se antoja ir colocando piezas faltantes en la vida de la escritora. Se han escrito muchos libros acerca de su vida y de su obra, pero, la verdad, todos tienen imprecisiones, inexactitudes. Por esto, ahora revalorizamos el legado de doña Lolita y damos gracias por regalarnos la crónica donde vemos que sí, sí conoció a Rosario Castellanos.