viernes, 4 de junio de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 1)

Querida Mariana: ¿por qué el título de esta carta? Sí conocí a Lolita Albores. Juego con el título de una crónica que ella escribió en 2002: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. El sí de doña Lolita es rotundo, clarificador, como si respondiera a alguien que puso en duda que ella hubiese conocido a Rosario. En realidad, el título de esta carta debió ser: yo sí le creo a Lolita Albores. Por supuesto que conoció a Rosario y su testimonio es de gran valía. No sé, pero yo me atrevería a decir que doña Lolita Albores fue la comiteca que más trato tuvo con la escritora. Acá tuvo amigas de infancia, pero cuando Rosario ya vivía en la Ciudad de México, esas amigas tuvieron un trato ya no tan cercano. Doña Lolita, en cambio, tuvo contacto con ella, porque fue a estudiar a la Ciudad de México y, como su familia tenía cercana relación con los papás de Rosario, doña Lolita ¡vivió en casa de Rosario! ¿Quién de sus amistades de Comitán pudo colocar tal dato en su ficha biográfica? Doña Lolita vivió en casa de Rosario, convivió con ella. Su testimonio es valiosísimo para entender algunos detalles biográficos de la escritora. ¿Cuántas personas en Comitán conocen lo que doña Lolita escribió? ¿Cuántos investigadores de la vida de Rosario tienen conocimiento de esa relación? La crónica “Sí conocí a Rosario Castellanos” fue publicada en el boletín IMAGINARTE, ya lo dije, en 2002; es decir, hace diecinueve años. Tal vez algunos lectores ya no recuerdan bien ese testimonio. Vos eras una chiquitía bonita cuando apareció publicado tal texto. En ese momento no tenías interés ni por la vida ni por la obra de nuestra escritora. Hoy es diferente, buscás información, soñás con hacer algún día una gran película donde el pretexto principal sea Rosario, bien con detalles de su vida o con luces de su obra. Sí, vos querés hacer una película brillante, no como la muy publicitada y malograda película “Los adioses”, que, así tenía que ser, ya pasó al olvido. Ojalá mi Dios me dé vida para ver concretado tu sueño. Conociéndote, sé que será una obra de valía. Digo pues que el testimonio de vida de doña Lolita es muy importante para quienes desean acercarse al entorno familiar de Rosario. Los estudiosos de su obra pueden tener un hilo para jalar, porque, nos han dicho, parte del acto creativo de Rosario Castellanos se sustenta en hechos que vivió de niña en su pueblo: ¡Comitán! El Colegio Mariano N. Ruiz, para celebrar los setenta años de servicio del Colegio Mariano N. Ruiz, publicó el libro electrónico “Crónicas de doña Lolita Albores, de 1996 a 2002”, que está disponible para todo mundo, en forma gratuita, gracias a una galantería de Xavier González Alonso y Lourdes De La Vega Román, quienes dieron permiso para que se publicara este libro que reúne los textos impresos en el boletín. El equipo editorial de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar se dio a la tarea de reunir todas las crónicas de doña Lolita y las presenta en este libro. Doña Lolita y Comitán merecen este esfuerzo. En este libro está la crónica que hoy cito, dividida en tres partes. Es un testimonio riquísimo en datos. En dicha crónica, doña Lolita (cronista vitalicia de Comitán de Domínguez, quien falleció el 6 de enero de 2006) cuenta lo que vivió al lado de Rosario Castellanos. Como muchos comitecos, tuve el privilegio de conocer a doña Lolita. Era una mujer franca, sincera. En la crónica mencionada se notan estas dos cualidades humanas. Cuenta lo que vivió, no agrega ni quita, es un testimonio franco y sincero. ¿Cómo conoció doña Lolita a Rosario? Debo decir que doña Lolita era mayor que Rosario, doña Lolita nació en 1918 y Rosario en 1925; es decir, le llevaba (así decimos en Comitán) siete años. Mirá qué dice doña Lolita: “La conocí desde chica, cuando al pasar por su casa la veía sentada en su puerta o en el balcón, acompañada siempre de Mario Benjamín, su hermanito, cariñosamente llamado Minchito, y de la nana Rufina, una mujer traída de “El Rosario”, la finca de los Castellanos”. Así la conoció, como muchas personas de ese tiempo. Podemos imaginar a doña Lolita, en la edad de la pubertad, yendo a hacer un mandado y caminando frente a la casa donde vivía Rosario (que es la casa donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío). En uno de los balcones o en la puerta, Lolita puberta veía a la niña Rosario, al lado de su hermanito y de su nana. No hay más contacto. Doña Lolita viene de su casa, que estaba a dos cuadras y media de la casa de la familia Castellanos Figueroa. Posdata: gracias a una fotografía que compartió José Alejandro Muñoa Pola, tomada del número 24, de la Revista Chiapas, vemos que en 1951, la casa donde habitó Rosario tenía, cuando menos, cuatro balcones, que, como dinteles, tenían cuatro elementos horizontales, ornamentales, más salidos los superiores, como una pirámide invertida. Va, querida mía, sigo mañana. Digo, si querés leer qué más cuenta doña Lolita. Esta primera imagen ya es bella, sencilla. Doña Lolita así conoció a Rosario, había pasado por el templo de El Calvario y al llegar frente a la casa de Rosario, la veía a ella, niña, al lado de Minchito y de su nana Rufina. Doña Lolita veía a Rosario y ésta la veía a ella, porque Rosario miraba lo que sucedía en la calle, desde su balcón o desde su puerta, bajo el cuidado de la nana.