viernes, 30 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, DANDO LA VUELTA A LA ESQUINA
Querida Mariana: en Comitán todo mundo conoce Las siete esquinas. Armando dice que hubiese sido maravilloso que no fueran siete sino ¡nueve! ¿Lo imaginan? Nueve esquinas de la ciudad de las nueve estrellas. Rocío comenta que en cualquier rato se cumple el deseo de Armando, porque ella insiste en decir que no son siete sino ocho las esquinas y si alguien modifica tantito el portal de su casa, como ya lo hizo una persona, pues las siete se volverían nueve.
¿A vos te gustan las esquinas? Margarita dice que a ella no le gustan las esquinas, es un complejo que arrastra desde niña, siempre que doblará una esquina primero asoma la cara y mira que todo tenga una cara amable. Ella cuenta que vivió en una ciudad de Guanajuato y, como en una novela de Jorge Ibargüengoitia, al regreso del cine, con su mamá, doblaron en una esquina y un hombre se abrió un impermeable y se mostró desnudo. Ellas y él salieron corriendo, ellas por un lado y el hombre por otro. Ella se espantó no por lo que vio sino por lo inesperado del suceso.
Sí, no se sabe bien a bien lo que nos espera a la vuelta de la esquina. En las calles rectas tenemos una visión más amplia, salvo en los arremetidos vemos los grupos de personas que platican, que juegan fútbol, que se besan y abrazan, todo está como más expuesto, en cambio, al llegar a una esquina y doblar no sabemos bien a bien qué hallaremos.
José Del Llano, en una antología del cuento Salvadoreño, narra un suceso totalmente fantástico, un personaje camina tranquilo por la calle desierta, no recuerdo bien, pero parece que el tipo regresa de una fiesta, ya es de madrugada, su casa está a la vuelta de la esquina, en cuanto dobla, el piso comienza a resquebrajarse, su pie pierde apoyo y se tuerce, se apoya en la pared, pero la pared también presenta grietas, algunas tejas caen, el hombre piensa que es un temblor, de gran intensidad, pero, en forma instintiva se hace para atrás y ve que en la calle donde caminaba todo está tranquilo. Como si fuera un gato, asoma la cabeza por la esquina y ve que, de igual forma, todo está en calma. Se pregunta si lo imaginó, parecía tan real, tan tenebroso, su pie sigue adolorido del doblón. No está seguro de lo sucedido, decide dar la vuelta de nuevo, porque en esa calle, a la mitad, está su casa, dobla la esquina y las casas y piso vuelven a tronar, a agrietarse. Un balcón se precipita hacia abajo y no encuentra el suelo, porque se ha formado un socavón inmenso y profundo. El hombre regresa por sus pasos y todo vuelve a la normalidad. ¿Qué sucede? ¿Quién puede saberlo? Vuelve a sacar la cabeza y constata que todo está tranquilo, el caos aparece en cuanto él dobla la esquina y pone un pie en la banqueta que lleva a su casa. ¿Qué debe hacer? Piensa esperar que amanezca; piensa que en cuanto haya actividad más gente doblará por esa esquina. Se pregunta si el temblor aparecerá con otros y si persistirá con él. Tal vez, piensa, este embrujo (así lo nombra) sólo ocurre cuando él dobla la esquina; tal vez ocurre a esa hora; tal vez nunca había dado la vuelta a esa hora de la madrugada. Hay encantamientos que suceden a una determinada hora.
Bueno, esto que te cuento es para ejemplificar que al dar la vuelta a la esquina puede suceder algo desagradable: un tipo que muestra su cuerpo, como un mero divertimento que lo excita, o un temblor que abre grietas en el piso.
Posdata: a Margarita no le gustan las esquinas, prefiere caminar por los senderos derechos, los que permiten tener una perspectiva amplia, casi total. Otras personas adoran llegar a las esquinas y doblarlas, porque les aburre lo derecho, lo que no admite asombro o misterio. Sí, por lo regular, la literatura retoma esquinas para dar más intensidad a algún suceso. La vida, dicen los que saben, a cada rato nos presenta esquinas, para doblar o para seguir derecho.
¿Qué pasó con el cuento de Del Llano? Cuando la ciudad se activó y hubo autos, camiones, estudiantes, motociclistas y mujeres con bolsas del mandado, él sacó la cabeza por la esquina y vio que su calle estaba llena de actividad, igual que en las demás calles y avenidas, todo era un caos normal, así que, con cierta cautela, puso el pie en la banqueta y probó que todo estaba bien, hinchó sus pulmones con un buen trago de aire y dio el otro paso, con horror comprobó que su cuerpo desaparecía y era tragado por un hueco. Tan tan.
¡Tzatz Comitán!
jueves, 29 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON PALABRAS
Querida Mariana: el tío Amado lo decía como chiste. Mientras le servían su café con pan, él nos repetía la anécdota: Resulta que un día se toparon dos maestros, sólo que el primero era maestro de escuela y el otro era maestro albañil, el de escuela le dijo al albañil que por ahí andaban diciendo que era muy listo con palabras del idioma tojolabal, a ver, qué es coymís, caca de gato, dijo el otro, mientras quitaba residuos de cemento a la cuchara; coychaj: mierda de carnero; coymut: caca de gallina. Como vio que el maestro albañil se las sabía todas, irónico le cambió el juego: qué es mondaytuesdaywednesday. El albañil dijo que nunca había oído esa palabra, ¡saber!, concluyó. ¿Ya miraste, ya miraste?, dijo el maestro de escuela, está visto que sólo de caca sabés. Y el tío soltaba la carcajada y aventaba pedazos de pan mojado con su boca abierta.
Lo decía como chiste, nosotros, los sobrinos, lo festejábamos y no faltó el primo que cuando creció andaba con sus amigos repitiendo la anécdota.
¿De verdad era un chiste? Ahora lo dudo, ahora privilegio el conocimiento preciso del maestro albañil de un idioma que resistió el embate del conquistador español, y que es parte esencial de nuestro dialecto comiteco.
Hoy, que todo se hace tan plano, recuerdo con emoción lo que el tío contaba, porque es una prueba irrefutable de resistencia cultural. Los tojolabales, quién sabe cómo, fueron una sociedad que supo preservar su cultura. Ahora todavía se contempla ese rasgo, muchos habitantes de comunidades tojolabales siguen hablando su idioma, incorporándolo al castellano, lo que los convierte en bilingües.
En Comitán, la mayoría de personas sólo habla el castellano; en cambio, en muchas comunidades indígenas hablan dos idiomas, su lengua materna y la pepenada, la que les permite relacionarse en forma directa con el resto de Hispanoamérica, no es poca cosa. Son herederos de una gran tradición, misma que han sabido preservar.
En mi niñez escuché las palabras que decía el tío, no sólo cuando él contaba su chiste, sino que también lo decían las sirvientas de casa. Cuando contaban anécdotas de sus pueblos salían a relucir sus casas y sus sitios y ahí los animales hacían sus gracias y ellas, de niñas, veían los excrementos y pronunciaban esas palabras antiquísimas.
Sara, quien no era tojolabal regresaba del mercado y, al sacar las verduras, le enseñaba las papas a mi mamá y decía que esos camotillos estaban bonitos. Luego, ya muchos años después, alguien me explicó que en la lengua tojolabal la papa se dice kamotiyo. Y escuché la palabra kerem, que significa muchacho. Una vez, un grupo de chicas de secundaria que leía “Balún Canán”, la novela de Rosario Castellanos, me preguntó acerca de esa palabra, supe que ellas ya no la habían escuchado en su niñez.
El tojolabal sigue fuerte, robustecido, por fortuna; el dialecto nuestro es el que se ha angostado. Los jóvenes comitecos han extraviado algunas joyas lingüísticas que fueron parte de la niñez de los niños de los años sesenta y, por supuesto, de gente mayor.
Por eso, me da gusto cuando alguien ofrece empanadas de canip (tal vez se escribe con k) en lugar de empanadas de flor de calabaza. La palabra canip es parte de nuestra herencia lingüística, debemos atesorarla, guardarla bien cerquita de nuestro corazón.
Posdata: el tío lo decía como chiste, pero el conocimiento del maestro albañil acerca de palabras tojolabales sólo era un reconocimiento a esa lucha maravillosa de preservación de una lengua. El tojolabal está vivo, debemos cuidarlo, protegerlo. Es un idioma mero lek.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 28 de septiembre de 2022
LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA
Cuatro elementos constituyen esta fotografía, sencilla, pero grandiosa. Acá aparece el cielo, un avión, un árbol y nubes.
A primera vista las nubes constituyen un grupo, pero los demás elementos también constituyen grupos: el árbol es un conjunto de muchas hojas y ramas; el cielo un grupo infinito de galaxias y el avión un conjunto de elementos.
Falso, no son cuatro elementos, como en cualquier reflexión filosófica existe un quinto elemento: la línea que deja el avión en su trayecto, una raya que se evaporará, pero que acá es constancia de su paso. ¿No es eso lo que sucede con el tránsito de los seres humanos en la vida? ¡Apenas una línea que se borra como si la existencia fuera una simple raya sobre el agua!
Falso, no son cinco elementos, son muchos más. ¿Cuántos pasajeros lleva el avión? ¿Hacia dónde se dirigen?
Quien tomó la fotografía vio la raya y con entusiasmo infantil dijo: ¡el avión!, como aquel famoso personaje de una serie de televisión que, desde la isla, gritaba ¡el avión!, mientras, con el brazo levantado, señalaba hacia el cielo.
¿Es el cielo el elemento más importante de esta imagen? Quien tomó la fotografía dejó de ver el horizonte o la tierra, por un momento elevó la mirada y vio lo que acá se ve: un árbol, nubes, una raya, un avión y el cielo. Tal vez lo más importante es ese objeto sí identificado que vuela, que lleva en su interior a decenas de viajeros; y tal vez es el más importante porque lleva a seres humanos, que son la esencia de la vida, porque quien, desde el suelo vio hacia el cielo, fue un hombre que después de extasiarse con ese obsequio mañanero de la naturaleza se preguntó por el destino de los viajeros. El avión iba hacia el sur, tal vez hacia Centroamérica o Sudamérica. ¿Guatemala, Costa Rica? ¿O más allá del Perú, de Colombia?
El árbol se mecía lentamente al ritmo del viento; las nubes se desplazaban lentas, como pesadas tortugas en un mar de aire; el avión volaba con velocidad de crucero; y el cielo, eterno, se expandía con el resuello que tiene desde el principio de todo. Todo se movía, mientras el fotógrafo permanecía extasiado, inmóvil, en pausa mínima. ¿Y los pasajeros del avión? ¿En ese tubo inmenso, pero minúsculo, las azafatas qué hacían? ¿El del asiento A3 se paró en ese instante para ir al baño? ¿Dormía la del asiento S2 o veía por la ventanilla hacia abajo, hacia donde había dejado sus sueños para construir otros? ¿Qué leía el señor con el libro en el regazo, qué película veía su esposa en la pantalla individual, qué canción escuchaba el hijo con los audífonos?
La vida está concentrada en esta imagen tan de todos los días, tan de todas las mañanas, pero que, a veces, pasa inadvertida.
La cámara de un sencillo celular logró capturar el instante donde muchos elementos concentraron la grandeza de la vida, la inmediatez, lo transparente, lo etéreo. Porque allá arriba, haciéndose paso entre las nubes, como si fuera un relato de Las mil y una mañanas, un grupo de seres humanos dejó abajo la miseria de todos los días. Allá arriba no había guerras, ni hambre, ni manifestaciones, ni bloqueos, ni sonidos de ambulancias, ni manos extendidas pidiendo limosna. ¡No! Ese tubo espacial fue como una burbuja protectora; como una mano divina que les permitió dormir a pierna suelta; ver películas; leer libros o revistas; tomar un jugo, café o cerveza; caminar, no sobre el agua, sino sobre el aire.
Esto fue así hasta el momento donde el avión aterrizó y abandonó su burbuja de cielo. Al aterrizar, los pasajeros regresaron a la realidad de siempre, los empujones, las filas, los taxis, las escaleras, los elevadores, las puertas. Pero, tal vez, muchas de estas puertas se abrieron para dar paso al abrazo del familiar que sonrió, que lloró de alegría y dijo: ¡Qué gusto!, pero, tal vez, otras historias no fueron tan rostro de pastel de cereza.
Todos los elementos son importantes en esta imagen, concentran la vida, el instante. Fue apenas un segundo de cualquier mañana.
¡Tzatz Comitán!
martes, 27 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, RUMBO A QATAR
Querida Mariana: ya estamos a nada de estar en Qatar, los privilegiados en vivo y millones en casa, viendo los partidos por televisión.
¡Me pongo de pie!, decía el genial comentarista Ángel Fernández. Lo mejor del fútbol soccer se dará cita en aquel país que, la mera verdad, no tengo idea en dónde está.
Me pongo de pie y luego me siento, con una limonada y cacahuates dorados, en espera del momento en que el balón ruede en la cancha.
En los mundiales de fútbol se exacerban los nacionalismos. La mayoría de aficionados se pone la camiseta de la selección de su país; los creyentes prenden veladoras y piden al santo preferido que haga el milagro. En caso de México toda la afición pide el quinto partido.
¿Pedimos el campeonato del mundo? ¡No! El quinto partido; es decir, que México pase la primera ronda, llegue a los octavos y luego cuartos de final. El quinto partido significaría la posibilidad de ser una de las ocho mejores selecciones del mundo. Esa es la gran ilusión de millones de aficionados mexicanos.
A un amigo, fanático de este deporte, le pregunté si éste no era un deseo mediocre, conformista, él, con decisión dijo: “No, Álex, somos realistas, nuestro deseo está al par de nuestro fútbol, que, éste sí, es mediocre y conformista”.
Pucha, me dio la vuelta bien bonito. Quedé satisfecho con su respuesta. Los fanáticos no esperan más, porque el fútbol mexicano no da para más.
Ah, pero ya los quiero ver cuando se dé el milagro del quinto partido. Ya los veo soñando con llegar a la final y volverse campeones.
Nunca he sido un fanático de los deportes, ni soy un apasionado nacionalista. Incluso, vos me conocés, siempre que hay un mundial de fútbol pido porque el milagro del quinto partido no se dé. Los amigos me acusan de ser antipatriota. ¡Al contrario! Siempre antepongo a México por encima de la pasión. Vos sabés que cada vez que México juega el país se detiene por muchas horas, no sólo las dos que tarda el partido. Digo que tengo preparado agua de limón (sin azúcar) y los deliciosos cacahuates del Mercado primero de mayo para botanear mientras las patadas se suceden; pero, millones de mexicanos botanean tortillitas con chicharrón, guacamole, un enchilado pico de gallo y varias caguamas. Esto provoca que cuando el partido concluye, los amigos acepten el famoso brindis que responde a la frase “la última y nos vamos”. ¡Esta es la mayor mentira del mundo! La última se convierte en la penúltima, y ésta en la antepenúltima y así hasta que los amigos y compadres entran a la bolera total. ¿Mirás las consecuencias del festejo al que acuden millones de mexicanos? Nunca hemos celebrado un quinto partido. ¡No quiero imaginar lo que esto provocaría! Mejor que la selección mexicana haga el mediocre papel que siempre ha hecho. ¡Total, los aficionados ya están acostumbrados a ponerse tristes y enojarse al ver el fracaso de su selección! Los aficionados no saben lo que significa estar entre los ocho mejores. ¡No puedo imaginar esa euforia, no quiero pensarlo! Ya Octavio Paz nos dijo que los mexicanos festejamos con excesos, la razón la dejamos botada en cualquier esquina y nos trepamos al corcel desenfrenado.
Posdata: la carta de hoy fue futbolística, porque el otro día pasé por este campo de fútbol y me maravillé con lo que vi. El partido estaba por iniciar, era el partido inaugural del Campeonato Mundial de Fútbol Soccer de Aves 2022. Como Ángel Fernández me puse de pie y vi cómo el seleccionado de las garzas ya había entrado a la cancha, mientras el seleccionado de las chinitas aún permanecía en los vestidores (el travesaño de una portería) en espera de su estrella: MaraSALVADILLO, prima hermana de MaraDONA.
¿Sabés quién fue el árbitro del partido? Un gavilancillo, que, desde lo alto, se mantenía aleteando en el mero centro del campo, desde donde tenía una perspectiva completa. Todo genial, todo maravilloso.
Partido sublime.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 26 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UNA RAMA
Querida Mariana: en la administración municipal del contador José Antonio Aguilar Meza, actualmente diputado local, el Consejo Municipal de la Crónica, con la coordinación del arquitecto Pepe Trujillo, publicó el libro: “Diez ramas de un árbol”. El título alude a diez textos escritos por cronistas comitecos. Una de estas ramas fue doña Tony Carboney, quien escribió cinco crónicas de nuestro pueblo.
El aporte de doña Tony, como el de sus compañeros cronistas, es esencial para el conocimiento de nuestra historia comiteca. ¿De qué temas escribió doña Tony en este libro? Mirá qué temas tan bonitos e interesantes: “Comitán de principios del siglo XX”, “Cómo se celebró el Primer Centenario de la Independencia de México en Comitán”, “Aquella Carrera Panamericana”, “Breve historia sobre el cine de la ciudad de Comitán de Domínguez” y “Breve remembranza del IV Centenario de la Fundación de la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán, de Comitán, Chiapas”.
Todos los temas se antojan, ¿verdad? Ya sé, ni me lo digás, sé que a vos (experta en el tema) te jaló lo del cine. Sí, es un tema riquísimo en historias. Todos los cinéfilos comitecos tenemos testimonios para compartir y que, sin duda, enriquecerán el acervo de esta “rama del árbol comiteco”.
Doña Tony inicia diciendo que, por testimonios de mayores, el cine en Comitán inicia en el primer cuarto del siglo XX y da los nombres de los dos cines iniciales: el “Cine Piconni” y el “Cine Olimpia”. Ya sé, en cuanto aparece esta información brincan preguntas que es difícil de responder. El nombre del primer cine alude a un apellido italiano, así debe pronunciarse “Piconni”, como si fueras prima hermana de Sofía Loren, quien acaba de cumplir ochenta y ocho años de edad. Los periodistas de espectáculos dicen que ella vive en su mansión en Ginebra, Suiza, ya alejada de argüendes y cansadita por la edad. ¿Ya se nos perdió el rastro de Piconni? Parece que lo único que se tiene es el nombre de ese cine pionero. No sabemos si el nombre correspondía al apellido del propietario, si esto fuera así, el señor Piconni sería uno de los pocos migrantes italianos que han llegado a este pueblo. El Molinari es otro de esos apellidos. Mi compadre Javier, cuyo apellido es Carboney, me contaba cuando ya habíamos bebido más de dos cervezas, que su apellido es italiano, y que (se adornaba) el apellido original fue Carbonelli, pero que en tiempos de la revolución se modificó para quedar como Carboney. No sé si la información sea cierta, ya estábamos medio bolos cuando me lo contaba.
Y cuento la historia de Javier, porque la rama que hoy comentamos se llama Tony Carboney. Nunca doña Tony ha dicho que su apellido original haya sido Carbonelli.
En fin. Del Cine Olimpia sí hay ya más datos. Don Armando Alfonzo habla de este cine y dice: “Estaba a punto de ser demolido el "Cine Olimpia" y ser sustituido por el flamante "Belisario Domínguez" que tenía luneta, plateas, palcos y galería y un flamante equipo Vita Phone de cine sonoro o "vitáfono", como le llamábamos”. Don Armando habla de la década del 30 al 40. Y doña Tony lo corrobora al decir que “en los años 30 quedó inaugurado el Teatro “Belisario Domínguez”, donde actualmente se encuentra nuestro Teatro Junchavín”.
Perfecto, ya tenemos los nombres de los tres primeros cines en Comitán y una descripción del “Belisario Domínguez”, que Alfonzo califica como flamante, porque tenía luneta, plateas, palcos y galería. Sí, se antoja flamante.
Posdata: doña Tony cuenta más, aporta una descripción de cómo ardió el “flamante” Belisario Domínguez. ¡Pucha! No se merecía ese final. Un día de estos le seguimos con la historia que nos regaló doña Tony, quien ahora tiene su tienda de artesanías enfrente del edificio de la CFE.
¿Mirás cuánta riqueza en las ramas soberbias de este soberbio árbol llamado Comitán?
¡Tzatz Comitán!
domingo, 25 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON CARICATURA
Querida Mariana: mando copia de una caricatura de Ronald Searle. La robé del libro ¡París, París!, que fue publicado en 1979.
¿En qué año hizo Ronald esta caricatura? ¿En qué momento se paró frente a este espacio y realizó el boceto, tal vez en lápiz, para luego pasarla a tinta china, con un plumín de punta fina?
Vos conocés este espacio, porque hace cinco o seis años estuviste allá. Sí, también lo conozco, porque he visto fotografías y, en dos ocasiones, he viajado hasta allá en esa maravillosa aplicación que se llama Google maps.
Así pues hago de cuenta que he estado ahí, he pepenado algunos deslumbres. Jamás, ni vos ni miles de visitantes ni yo, tuvimos una imagen de Montmartre como acá se ve. Sólo en esta genial caricatura de Searle aparece Montmartre con tan abigarrada escena. Genial, porque de inmediato todo mundo advierte que ese espacio, en las faldas de la Basílica del Sagrado Corazón, sirve para que muchos artistas plásticos realicen y vendan su obra.
Jamás se ha visto esta imagen churrigueresca, desproporcionada, con tantos bastidores de artistas; pero esta caricatura sólo cumple con su maravillosa función de exagerar rasgos para hacer una síntesis genial de ese ambiente, porque (vos lo viviste) Montmartre reúne a muchísimos artistas que venden obra terminada u ofrecen sus servicios para hacer retratos rápidos a los miles de turistas que visitan a diario esa plaza.
En Comitán no existe un espacio semejante. A veces, cuando la Casa de la Cultura hace las ferias del arte un atisbo parisino asoma. En la Ciudad de México, cuando estudié allá en los años setenta, sí tuve la oportunidad de asomarme a plazas llenas de artistas plásticos, callejeros (no puedo llamarlos de galería, porque su obra no estaba colgada en paredes de prestigio). Es una sensación maravillosa caminar por senderos llenos de cuadros, algunos regulares y otros deslumbrantes. Nunca se sabe si por ahí está la obra de quien luego llegará a ser reconocido en todo el mundo. Los historiadores cuentan que en Montmartre anduvo el genial Toulouse Lautrec.
La caricatura de Searle es genial. Como todo gran artista coloca elementos esenciales para que podamos hacer una lectura total. En primer plano coloca en el piso retratos de gatos y de personas (niñas, muchachas) y cinco artistas en la faena. Detrás de ellos un mar de telas y bastidores, como si fuera una manifestación tumultuaria y las telas fueran pancartas con mensajes de paz y amor, o de libertad. Acá no hay espacio para los transeúntes mirones y posibles compradores, porque los mirones estamos de este lado del cartón, desde acá apreciamos esta abigarrada imagen que, insisto, jamás se ha dado como tal en la vida real, pero que demuestra en forma única la proliferación de artistas, como si fuera un enjambre de avispas o una manifestación de cientos de tzisimes artísticos, sobrevolando Montmartre.
Nunca he estado en vivo en este espacio, pero cada vez que veo una imagen real o ficticia, como en este caso, lo disfruto mucho, escucho a lo lejos un acordeón y el rumor de cientos de personas hablando francés, alemán, inglés, chino, japonés o español mexicano. La mañana que estuviste ahí se coló un hermosísimo voseo de lo que hablaban vos y tu novio. ¡Genial!
En Puebla hay un corredor, cerca del bazar de Los Sapos, donde vendía mis cajitas. En ese corredor existen muchos estudios donde los artistas realizan su obra y exponen sus cuadros. El espacio es sensacional. Una vez, recién llegado a Puebla pregunté cómo podía alguien como yo pagar para tener un espacio y me dijeron que no, que era imposible, que existía una lista de espera. ¿Qué esperan?, pregunté. Que fallezca uno de los artistas. ¿Mirás? Hasta que fallecía uno de los artistas ofrecían en renta su espacio. Eso me contaron, tal vez sólo fue una leyenda urbana.
Posdata: al ver esta caricatura pensé en la ley de la oferta y de la demanda. Acá (ya dije el porqué) no se alcanza a ver compradores. Existe un exceso de oferta. En nuestros pueblos suceden historias semejantes. Acá no hay compradores, por esto, los artistas deben dedicarse a otra cosa, porque no pueden sobrevivir de su arte. Y cuando aparece un ocasional comprador, amante del arte, lo hace como si estuviera en el mercado y no en Walmart: ¿Y le vas a hacer su rebajita?
jueves, 22 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON CHOCHERAS SANAS
Querida Mariana: no te riás. Recordá que ya soy una persona de las que, ¡divino eufemismo!, llaman de la tercera edad, viejo, pues.
Sabés que en años recientes, antes de la pandemia, mi Paty y yo íbamos al cine los domingos, íbamos a la función matutina, casi casi como lo hacía de niño en la matiné.
Pero cuando la pandemia asomó su malhadado rostro nos quedamos en casa. ¿Qué hacer los domingos? Cualquiera habría dicho que podíamos hacer lo mismo: ver cine, en casa. No lo hicimos, Paty se dedicó a tejer amigurumis preciosos y yo me dediqué a pintar cuadros, también preciosos.
No hemos vuelto a las salas cinematográficas. Hemos evolucionado, mi Paty ahora borda obras en papel, lindísimas, sigo pintando, pero de once a dos de la tarde, veo un programa de televisión en el canal 11. ¡No te riás! Veo un programa que se llama “Aprender a envejecer”.
Sí, me encanta el título y disfruto las diversas secciones. ¿Mirás que acá no hay eufemismos? El título del programa tiene el objetivo de enseñar a las personas a ¡envejecer!, a hacerse viejo con dignidad.
Cada vez que lo veo pienso que si hay una tercera edad, por lógica hay una primera y una segunda edades. ¿Vos conocés algún programa que enseñe a aprender a crecer en esas dos primeras edades? Yo no. No existen programas específicos. Es un contrasentido, es como si lleváramos matemáticas III sin estudiar los conocimientos previos.
La pregunta que asoma es: ¿se puede aprender a envejecer? La respuesta es ¡sí!
A cada rato nos dicen: “No nacemos sabiendo”; es decir, la vida es un proceso constante de aprendizaje. A mí me da urticaria cuando alguien comenta: “Nadie nos enseña a ser papás”, nadie a ser novios, esposos, amigos, alumnos, maestros…
Nadie nos enseña a conocer nuestro cuerpo y a conocer el cuerpo de la pareja. Ya te conté la experiencia ingrata que tuve en la adolescencia, de pronto los amigos me aventaron a un cuarto con una prostituta chaparrita, simpática, pero una gran desconocida. ¿Qué iba a hacer si nunca alguien me había dado un curso intensivo de tener relaciones con soberanas desconocidas?
Por eso, ahora que ya estoy en edad me encanta ver el programa: “aprender a envejecer”, nunca es tarde cuando la dicha es buena. Si nunca tuve enseñanzas sobre cómo ser un adolescente sano, pienso que Dios me permite ahora recibir enseñanzas para mi vejez.
Sé que vos pensás igual que yo, que las parejas deberían aprender a conocerse, aprender a convivir, a tener relaciones. ¿Cómo llegar a la noche de bodas sin tener un conocimiento previo? No, nuestros abuelos tuvieron muchos valores esenciales, pero se equivocaron en el disfrute del cuerpo y del espíritu. Las abuelas sufrieron su cuerpo. ¡Dios mío!
Por ahí es argumento sobado el de que el conocimiento de la regla de tres es un absurdo, un tormento chino que provoca aberrar la matemática. ¿Para qué sirve? Al noventa y nueve por ciento de la población mundial le sirve para una nada. ¿No sería mejor que los muchachos del bachillerato recibieran clases dinámicas, simpáticas, esenciales, acerca de “aprender a crecer”? Todo es al ahí se va, aprendemos en la práctica, dice la mayoría. ¿Cómo tener un crecimiento sano si no hay una planeación, si no sabemos cuál es el camino?
¿Cómo los viajeros llegan a San Cristóbal de Las Casas, cómo a nuestro pueblo? Existe una ruta trazada. Cuando uno viaja por primera vez lo hace con menor pericia que quien ya ha realizado varias veces el recorrido. ¿Quiénes son los mejores amantes, los mejores bailadores, los mejores pilotos, los mejores pintores, los mejores escritores, los mejores esposos, los mejores papás? Deberíamos, en esta escuela de la vida, recibir programas para aprender a ser padres, hijos, esposos, amantes. La regaríamos menos.
Posdata: veo el programa del canal 11: “Aprender a envejecer”, pepeno enseñanzas de expertos, bajo la conducción de la agradable periodista Paty Kelly. El programa tiene muchas secciones, tengo mis favoritas, la que no me pierdo es la entrevista y los Recuerdos vivos con Emilio, que son entrevistas añejas rescatadas de un archivo sensacional. ¿Sabés quién estuvo este domingo? Nuestro querido escritor Fernando Del Paso.
Me encanta que sin eufemismos, Paty diseñó un programa que hace mucho bien a muchos viejos en México y puntos intermedios de Latinoamérica. Aprendo a envejecer, mi niña bonita, a ser viejo, para, cuando menos, regarla menos en este corredor final.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 21 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: ayer vi a niños jugando fútbol en el patio escolar. No encontré diferencias con lo que hacían mis compañeros de secundaria a principios de los años setenta. Es una bobera lo que diré, pero estos niños corrían detrás de un balón con el objetivo de anotar un gol en la portería contraria, y lo que hacían mis ex compañeros era lo mismo. Un balón era el elemento aglutinador, el chunche convocante. Sin balón no hay fútbol, pero, ¡qué maravilla!, cuando ni siquiera existe el balón, pero sí el gusto por jugar, los niños hacen una pelota con trapo y las porterías las improvisan con dos piedras. Nunca se ha dado el caso de hacer lo contrario, la lógica no lo permite: porterías con trapos y pelota con piedra.
No encontré mayor diferencia; es decir, han pasado cincuenta años y las reglas de este maravilloso deporte siguen sin modificación, generando las mismas emociones.
Vi un chico que, en el extremo izquierdo levantó la vista, centró el balón y un compañero no dejó que llegara al piso, de globito la tomó en el aire y la colocó en un extremo de la jardinera, evitando que el portero la alcanzara. Todos los compañeros gritaron ¡gol! y corrieron a felicitarlo. Es lo mismo que hacen los jugadores profesionales en un estadio. La emoción que infunde un gol es un elemento social inmutable.
¡Mentira! Siempre miento, querida niña. Sí hay diferencias. Los niños de este 2022 corren detrás del balón con un cubreboca, lo que evita que respiren en forma libre. Sí, Mariana, en los salones también hay diferencias, por supuesto que sí, ahora muchos revisan sus celulares, de ahí toman datos del Google y, si el maestro se distrae o es permisivo, mandan mensajes a sus amigos. En mis tiempos, el niño escribía un mensaje en “papelito”, que iba pasando de mano en mano hasta llegar a la destinataria, que lo recibía con temor y lo guardaba hasta que la maestra daba la espalda para escribir en el pizarrón. Hoy no hay papelitos, hoy los niños escriben mensajes por WhatsApp.
Hay diferencias, ¡muchas! Los niños de hoy viven en un mundo donde impera la tecnología, donde ésta señala el camino a seguir.
En lo esencial no hallé diferencia alguna entre los chicos de hoy con los de mi tiempo a la hora de jugar en el patio y correr detrás de un balón, al aire libre, pero la convivencia ha cambiado. Antes, los papás en Comitán luchaban porque los hijos abandonaran la calle o el patio y entraran a casa para acostarse; hoy sucede lo contrario, es casi imposible hacer que los hijos salgan de sus recámaras, donde se divierten con videojuegos o con los videos de celulares y de computadoras.
Hoy en las escuelas los niños juegan canicas o yoyos o trompos por iniciativa de los maestros; antes, las “temporadas” las iniciaban los mismos alumnos, un buen día alguien llevaba un trompo y al día siguiente muchos lo seguían. A mí siempre me llamó la atención que algunos juegos no fueran prohibidos por los maestros. Había un juego llamado “gallitos” donde los niños, como gladiadores, daban cuerda a unas corcholatas filosas detenidas por hilos, eran juegos peligrosísimos. También, en temporada de tzisim algunos muchachos organizaban peleas entre las hormigas. No me preguntés cómo lo lograban, pero cuando menos lo pensábamos dos hormigas ya estaban trenzadas. Eso, a nivel elemental, tenía la misma violencia de quienes ahora organizan peleas de perros. Tal vez los que amarraban peleas de tzisim eran hijos de padres que eran galleros. Pero todo esto, con su crueldad inocente, se hacía en comunidad. Los niños de hoy están acostumbrados a jugar en forma individual concentrándose en una pantalla.
Vos sabés que fui hijo único, no tuve hermanos para convivir. Esto no fue impedimento para ser feliz, porque, gracias a Dios, tuve la capacidad para crear mis juegos, todos estos juegos los hacía en el sitio o en los corredores de la casa. En una navidad, el Viejito de la Nochebuena me trajo un carro de pedales, era un carro de color plateado, casi casi igual al que usaba Santo, el enmascarado de plata. Fui feliz dando vueltas en los cuatro corredores, alrededor del patio central.
Posdata: perdón, sí hay muchas diferencias, pero en lo esencial, cuando los niños corren detrás de un balón todo sigue siendo igual, porque las emociones infantiles siguen siendo las mismas. Los niños de hoy son igual que los niños de ayer, ríen, lloran y se preocupan casi casi por lo mismo que preocupaba a los niños del siglo pasado. Hoy, la tecnología impera, pero los valores humanos siguen intocados, la alegría compartida tiene las mismas características de siempre.
¡Tzatz Comitán!
martes, 20 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, DESDE UN LUGAR
Querida Mariana: ¿cómo inicia El Quijote? “En un lugar de La Mancha…” Acá la palabra lugar es preponderante. Tal vez en alguna ocasión vos has respondido la pregunta, casi oficial, que dice: “¿Lugar de origen?” La palabra lugar puede corresponder a una ciudad o un pueblo, pero es mucho más. Los comitecos decimos que en este lugar enterramos nuestro mushuk (ombligo, cordón umbilical). Comitán es un pueblo genial, condensa los dos extremos de la vida: el nacimiento con la muerte, porque se entierra la cinta que nos permitió nacer, un poco como para recordar la cita bíblica de que polvo somos y al polvo volveremos.
Una vez me quise pasar de listo y cuando una chica del Registro Civil me preguntó: ¿Lugar de origen?, como si fuese primo cercano de Miguel de Cervantes dije: “En un lugar de las Chiapas, de cuyo nombre sí quiero acordarme” y, ya con voz de locutor de la XEW dije: “Comitán de Domínguez”. La chica me vio como si bajara de un ovni, me di cuenta que debía hacer la traducción al lugar común y dije: “nací en Comitán de Domínguez, Chiapas”.
¿Mirás que ahora escribí “lugar común”? Es un lugar común decir lugar común, otorgamos territorialidad a la frase. Queriendo hacerme el gracioso puedo decir que muchas personas tienen como lugar de origen a un lugar común. Nosotros, los comitecos, siempre orgullosos, decimos que nacimos en un lugar de prosapia, si no somos condes y príncipes es porque la Constitución Mexicana no da “lugar” a la nobleza en nuestro país. Aunque, por ahí anda, bien chenta, mi amiga Clara Luz Conde Ramos, que en realidad es Condesa.
Y lo que me encanta es que existen lugares reales y lugares de ficción. Comitán es un lugar real, Ixtac es un lugar ficcional. ¿No sabés dónde está Ixtac? Ah, es el maravilloso pueblo donde vive Chanoc y su padrino Tsekub Baloyán, un pueblo ubicado en un sureste mexicano que no corresponde a la geografía real.
Pero, la palabra lugar la empleamos no sólo para señalar territorios geográficos, también, ¡qué bonito!, algunos la utilizan para señalar partes del cuerpo; es decir, todo lo que puede verse y tocarse es lugar.
La tía Eugenia contaba que un médico comiteco llamaba partecitas a “lugares” del cuerpo. La pregunta usual era: “¿Qué partecita te duele?”, y ya el paciente señalaba con una mano el lugar de la molestia. Una vez, una chica de dieciocho años tenía una molestia en “su partecita” y cuando el médico preguntó qué partecita le dolía, a ella le dio mucha pena tocarse el vientre, tomó la mano del doctor, la llevó a su vulva y, entornando los ojos, dijo: “acá, acá”.
Los compas abogados tienen una expresión legal que dice: “ha lugar”, que, entiendo, quiere decir que se acepta lo dicho. Me gustaría que un amigo abogado me explicara el término, porque acá la palabra lugar tiene un uso especial.
Cuando alguien pregunta por tu lugar favorito, se puede interpretar de muchas maneras, desde una ciudad hasta un espacio de la casa, pasando por alguna parte del cuerpo de la persona amada, porque, así como tenemos preferencia por ciudades y en éstas por espacios específicos, los seres humanos preferimos algunas partes del cuerpo del afecto.
¿Recordás desde dónde enviaba sus cartas el mítico y ya olvidado Subcomandante Marcos? “En algún lugar de la Selva Lacandona” Con ello, el Sub hacía indeterminado el lugar, casi casi honraba a Cervantes.
Así pues, querida mía, podemos concluir que el lugar es un sitio determinado o un sitio indefinido. Y hay de lugares a lugares, no es lo mismo haber nacido en un “lugar de la Mancha”, que en un “lugar luminoso, impoluto”. Vos y yo nacimos en un lugar privilegiado. Es cierto, Comitán no es lo que era, ya muchos pies llenos de lodo lo han manchado, pero hay muchos paisanos que cuidan su pedacito, porque saben que así preservan la luminosidad de nuestro lugar, que es el lugar favorito de nuestro lugar favorito: el corazón.
Posdata: tengo muchos lugares queridos: Ixtac, el lugar donde viven Chanoc y Tsekub; y Comitán, el lugar donde vos y yo nacimos. Una vez le preguntaron a mi amigo Gonzalo en qué lugar le gustaría vivir y él, sin dudarlo, dijo: “en la residencia de Playboy”, un mítico lugar real, era la residencia de don Hugh Hefner y de una buena cantidad de chicas que salían mostrando sus encantos en la maravillosa revista.
¡Tzatz Comitán!
lunes, 19 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON LUGARES PARA LEER
Querida Mariana: ¿en qué lugar te gusta leer? La lectura es un acto prodigioso, porque se puede realizar en mil lugares. Los deportes no se pueden realizar en cualquier lugar. ¿En dónde has visto que alguien juegue golf en un baño? Tuve un amigo que colocó una canasta enfrente de la taza para encestar cuando estaba sentado en el wc, tenía una dotación de pelotitas que aventaba, pero, claro, era un caso especial; en cambio, hay millones de personas que leen en el sanitario; incluso, hay personas que tienen libreros enfrente de la taza. Muchos piensan que ya es un exceso, pero cada quien con sus obsesiones. Por fortuna no existe ley prohibitiva, la lectura se puede realizar en todo lugar y a toda hora, siempre que haya el deseo. ¿Mirás lo que digo? Pocas cosas poseen esta cualidad. ¿Deseás un helado? Tenés que ir a comprarlo y el disfrute dura el tiempo que tardás en comerlo. ¿Deseás besar a tu chico? Lo mismo, no lo tenés que comprar, pero el disfrute se agota cuando sus labios ya están como trompita de pez globo. Todo deseo se agota, menos el placer del arte, y, sobre todo, el de la lectura.
Los lectores podemos leer en mil lugares. Millones de lectores tienen el mismo comportamiento que tenemos vos y yo: cuando salen a la calle llevan un libro debajo del brazo.
He leído en muchos lugares, en las diversas casas y departamentos donde he vivido y en ellas en muchos lugares: salas, recámaras, baños, corredores, pasillos, jardines, balcones, azoteas, gradas; he leído sentado en camas, en sillones, en hamacas, en sillas, en el piso, sobre alfombras, sobre juncia, en sillines de bicicletas fijas.
En Comitán he leído en muchos lugares específicos: en el parque central, me encanta sentarme frente al portal de la Farmacia del ahorro, pero también disfruto mucho sentarme en una banca del andador que rodea al kiosco. En el andador lateral miro a muchas chicas que pasan, platican, sonríen y llenan de vida el espacio, como si fueran pajaritos; y en el andador central todo adopta una burbuja más íntima. He leído en varios parques del pueblo, en el parque de mi barrio, el de Guadalupe; una vez leí en el parque de Yalchivol, pero luego sentí que estaba muy solitario, trepé a mi tsurito y fui al parque de la Colonia Miguel Alemán, ahí me sentí más acompañado. También he leído, en una o dos ocasiones, en el parque de La Pila, escuchando el ruido hermoso de los chorros.
He leído en filas, mientras espero pagar el recibo de la CFE; en salas de espera; en patios de casas de amigos; en espera del inicio de una película en una sala de Cinépolis; en el gimnasio Roberto Bonifaz Caballero, antes de un encuentro de básquetbol; en mi oficina, en el patio central y en el bosquecito del Colegio Mariano N. Ruiz; en el auditorio de la Casa de la Cultura y en el Teatro de la Ciudad, en espera de un acto cultural. Por supuesto que he leído en la biblioteca Rosario Castellanos.
Olvidé decir que en varias ocasiones he leído en el parque de San Sebastián y en el salón del Centro Comiteco de Creación Literaria, que está a cincuenta pasos del parque de San Sebastián. He leído en el interior del templo de San José, cuando no se celebra algún rito religioso; asimismo, leí en el oratorio de mi casa de infancia.
Más de dos compañeros de la primaria llevaban revistas de monitos en sus mochilas y a la hora de la lectura ponían la revista en medio del libro y leían. Hoy pienso que uno o dos maestros se enojaron cuando descubrieron el “engaño”. Bobos. Era hora de lectura, lo que mis compañeros hacían era cumplir al pie de la letra la encomienda. Existen decenas de testimonios de grandes lectores y escritores que cuentan que su inicio fue a través de las revistas ilustradas.
He leído en aviones, barcos, autobuses, automóviles. ¿Qué fanático del fútbol puede practicar su deporte en un avión?
¿Cuál es mi lugar favorito para leer? Me encanta leer en el bosquecito del colegio, donde corre el aire y escucho el rumor de los árboles. Camino por un sendero circular, así me gusta leer, por ratos detengo la lectura y miro los pajaritos o los estudiantes que juegan básquetbol en la cancha. Esa experiencia es muy grata, me fascina estar en ese espacio comiteco, que es como mi casa, mientras el novelista me lleva a calles de Buenos Aires o de París.
Cuando digo que he leído en barcos, aviones, trenes, autobuses y autos, digo que lo he hecho sobre suelo mexicano. Amador me dijo en una carta que tuvo conciencia del instante que abrió un libro y comenzó a leer en un viaje en avión hacia Madrid. Supo que leía mientras estaba encima del Océano Atlántico.
Posdata: ¿vos tenés algún lugar especial para leer? Una vez te vi recostada sobre los muslos de tu novio, él leía y vos también. Él estaba recargado sobre un pino. Hay mil lugares para leer, el deseo se cumple de inmediato y es infinito.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 18 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON PERSONAJE DESCUBIERTO
Querida Mariana: los historiadores e investigadores siempre están en búsqueda de datos. Ah, son hermosos gambusinos en busca de las pepitas de oro del conocimiento. Los admiro, porque son los Sherlock Holmes que nos entregan las piezas que completan los rompecabezas de identidad.
Hasta el momento, septiembre de 2022, aún tenemos muchas interrogantes acerca de la vida y obra de nuestra heroína Josefina García Bravo. Es un personaje que no se muestra en totalidad. El otro día te conté que la poeta Clara del Carmen Guillén realiza la búsqueda de datos extraviados de la escritora Blanca Lydia Trejo. El 25 de febrero de 2021, Leticia Bonifaz y Gina Jaramillo ofrecieron una charla donde dieron a conocer datos importantísimos de esta destacada comiteca. Poco a poco, ellas hacen visible la personalidad de quien, dicen, fue la primera antóloga mexicana de literatura infantil y escritora de cuentos infantiles. Han rastreado huellas y descubierto fragmentos que complementan ese rompecabezas.
En el caso de doña Josefina todo es más difícil, no hay signos evidentes. Basta decir que, en el caso de Blanca Lydia, las investigadoras ya encontraron un retrato de ella. ¿Qué sucede con Josefina? Diría doña Lolita Albores: “¡caso hay!” Y no hay, porque doña Josefina vivió en tiempos donde la fotografía apenas sacaba su cabecita en el mundo. Lo más seguro es que el retrato de Josefina nunca se dio, ni tampoco (como se estilaba antes) un artista la inmortalizó en un retrato pintado al óleo.
Pero, ¡faltaba más!, el dato preciso que sí tenemos es uno que nos regaló el maestro Jorge Adolfo Avendaño Burguete. Su testimonio sí da luces y coloca una de las primeras piezas en las páginas históricas que corresponde a doña Josefina.
Vos recordás la importancia que tiene doña Josefina en nuestro imaginario colectivo. El mito cuenta que ella participó en el movimiento de Independencia de Comitán, cuando el grupo de hombres dudó tantito ante la propuesta independentista de Fray Matías de Córdova, ella dijo que las mujeres estaban dispuestas a apoyar. ¡Ah, acto luminoso!
Así que un buen día, en el parque del barrio de San Sebastián, sitio histórico donde inició el movimiento de Independencia, colocaron un busto de la heroína comiteca. El parque se llama de La Corregidora, porque está dedicado a doña Josefa Ortiz de Domínguez.
¿Mirás el simbolismo de tal acto? Nuestra Josefina se coloca al lado de doña Josefa, ello representa el papel importante de la mujer mexicana en los momentos sublimes de nuestra historia.
De doña Josefa sí existen registros y de ahí la iconografía se ha diversificado. En el Castillo de Chapultepec existe un retrato de ella, pintado al óleo. Pero nuestra paisana fue más modesta. ¿Entonces?
Pues había que representarla de alguna manera, entonces, el maestro Jorge Adolfo nos cuenta cómo se solucionó ese impedimento. Mirá qué dice el maestro Avendaño: “…ante la imposibilidad de encontrar datos de su existencia, don Paquito García proporcionó una foto de su tía doña Domitila Águeda, la cual sirvió de modelo para elaborar el busto de doña Josefina”.
¡Genial! No tenemos más datos de la heroína, pero sí tenemos el nombre de la mujer que sirvió de modelo para el busto.
Sé que la historia oficial no permitiría colocar esta explicación en la base del busto, pero esto sería maravilloso, porque tal como acá se mira no denigra en absoluto el mito histórico, sólo agrega un dato real. No sé qué digás vos, pero a mí me parece muy honesto el dato, aporta luces a la historia de doña Josefina. El nombre de doña Domitila debe preservarse para siempre, porque, en forma casual, su retrato sirvió como modelo para el busto de una mujer cuyo nombre aparece en el libro de la historia de Chiapas. En el congreso del estado de Chiapas aparece un muro con los nombres de destacados personajes locales. Pues el nombre de doña Josefina está debajo del nombre del enormísimo poeta Jaime Sabines Gutiérrez y encima, ¡encima!, del nombre de Fray Matías de Córdova. En esa fila es la única mujer que aparece, los demás nombres son: el de Edgar Robledo Santiago, Samuel Ruiz García, Enoch Cancino Casahonda, Manuel Velasco Suárez y Sergio Armando Valls Hernández. De todos los demás nombrados existen datos biográficos fidedignos. Sólo nos hace falta información acerca de nuestra paisana. En la otra fila de personajes relevantes aparece el nombre de otra mujer: Rosario Castellanos. ¡Qué orgullo! Las únicas mujeres reconocidas en ese muro de honor son comitecas, una es un mito histórico y la otra volvió mito a la historia.
Posdata: algún día, un investigador, como en el caso de la escritora comiteca, mostrará datos que ayuden a visualizar la presencia de Josefina. Mientras tanto, el maestro Avendaño ya nos dio un dato importante: el busto de Josefina, donado por el profesor Edgar Robledo Santiago, tuvo como modelo el retrato de doña Domitila Águeda.
sábado, 17 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON TOQUINES Y TOCADAS
Querida Mariana: Migue Ortiz hizo favor de enviarme estos carteles. Adriana Fernández dice que estaban diseñados en Word Art.
Estos carteles promocionales son de los años 2000 y 2001. Son carteles históricos; son referencia de las actividades que realizan los chavos comitecos en el inicio del tercer milenio.
Cuando Migue subió estos carteles a las redes sociales etiquetó a Paco Ruiz Guillén, Aleks Trujillo, Martín Cruz, Vicente Estive y Aleks Culebro. Deduzco que los etiquetó porque ellos fueron, igual que él, parte importante de estos sucesos musicales, sucesos que nos hablan ahora de las tocadas que organizaban.
Chavos estudiantes de bachillerato eran los organizadores, las mentes que activaron estas geniales convivencias que continuaban con la tradición iniciada en los años sesenta.
A ver, miremos qué onda con los años cincuenta en Comitán. Las crónicas relatan que nuestro pueblo era una sociedad poseedora de una gran tradición musical. Los peatones escuchaban con frecuencia música culta que salía de las salas de casas donde había pianos y maravillosos ejecutantes. La historia musical cuenta que, en esa década, el mundo está recibiendo una música revolucionaria: el rock.
A Comitán todo llegaba un poco más tarde. En los años sesenta, los chavos comitecos conocieron algo que cambió la historia del pueblo y de todo el mundo, un cuarteto de chavos de Liverpool revolucionó la música: Los Beatles hicieron su aparición. La chaviza, ya en tocadiscos portátiles, no en las grandes consolas de los abuelos, escuchaban las rolas que interpretaban esos maravillosos chavos.
Muchos chavos no eran aficionados a la música, pero sí a otras manifestaciones artísticas, como la literatura. En esta disciplina también hubo un movimiento revolucionario en el país: la aparición de la literatura de La onda. Los autores de esta generación abrieron nuevas ventanas en la forma de expresión. Los lectores hallamos una nueva manera de decir las cosas, una forma más libre, menos pedante, un poco, como diría Julio Cortázar, en mangas de camisa. Entre los autores de La onda apareció José Agustín, quien, por fortuna, aún vive, en Cuautla. Su proceso creativo se entorpeció por un accidente que sufrió cuando cayó en el foso de un escenario de Puebla, ciudad a la que había llegado para una presentación. El tumulto de fanáticos lo obligó a hacerse para atrás sin darse cuenta del foso. Cayó y esto le modificó la vida. Qué pena. Pero, todos sus libros son manifestación plena de la transformación en el lenguaje. José Agustín es un experto en el género musical que convocó a los chavos comitecos en el 2000: el rock. Su literatura está plagada de guiños hacia los grandes grupos de rock.
Migue me platicó que las Tocadas tenían la finalidad de recaudar fondos para la fiesta de graduación. Sí, pero además de la paguita advierto que era una manera de disfrutar la vida a través de la convivencia y del disfrute del rock con grupos musicales de estas tierras.
Ellos continuaron con la tradición musical juvenil. Los chavos de los años setenta recuerdan los toquines que se daban en el Café Intermezzo y, ¡maravilla!, las misas juveniles en el templo de El Calvario donde el grupo integrado por Roberto González, Fernando Escárcega y Enrique Penagos, acompañaba el ritual católico. Esto fue un momento brillante en la historia local. Los fieles, acostumbrados a la música sacra, pegaron el grito en el cielo cuando el Padre Nuestro fue interpretado con un ritmo moderno y guitarras eléctricas. Pero como en el cielo estaba su Dios pronto se diluyó el asombro y cierto enojo cuando vieron que la chaviza (renuente a las misas) acudía todos los domingos, porque esas celebraciones eran chidas.
José Agustín nos habla de los toquines y de los toques, porque cuando se efectuó el gran toquín en Avándaro, estado de México, hubo una concentración de miles y miles de jóvenes que disfrutaron el toquín con un toque de mariguana. Fue tan impresionante esa manifestación que el gobierno federal prohibió los conciertos de rock.
Por fortuna, en el 2000 esa prohibición ya era obsoleta y los chavos comitecos organizaron estas Tocadas, que, sin duda, fueron festejos maravillosos. Le dije que a mí esta manifestación me parecía un acto maravilloso y él me dijo que no sabía si lo que hicieron fue maravilloso, pero lo que sí fue una maravilla fue lo que sentían al estar tocando con sus amigos. Entendí, reconocí esa sensación que toca a los creadores en un instante supremo.
No todos los jóvenes son seguidores del rock, se necesita poseer un espíritu especial para volverse fan de este género. En la actualidad existe una campaña mundial mediática que abraza a los jóvenes con música mediocre, siempre ha sido así.
En los años setenta conocí a un grupo selecto de amigos que se salía del grueso que escuchaba la mediocre música comercial, ellos escuchaban jazz, blues y, por supuesto, ¡el rock!
En el 2000, Migue y sus amigos tuvieron el gusto del rock y esto los hizo dar el siguiente paso: aprender a dominar instrumentos y crear bandas para tocar. Una vez organizados diseñaron las Tocadas. Estaba de moda lo que se dio en llamar Rock en español, así que las bandas rockeras comitecas se aventaban covers de los grupos favoritos de ese momento: Enanitos verdes, Maná, Hombres G, La Ley, Molotov, Héroes del silencio, Caifanes y el Tri. Hubo grupos que estaban en el siguiente escalón e interpretaban rock en inglés.
No me atrevo a contar más de estas tocadas, porque no las viví, y, como sabés, soy experto en nada, así que sólo comparto con vos estos carteles y señalo lo que advertí al verlos. Lo primero que advertí es que es una colección maravillosa de esos maravillosos tiempos y lo segundo es que falta que ellos, quienes vivieron esta época y abrieron estos espacios geniales, compartan sus experiencias y testimonios.
Mirá el cartel que anuncia una súper tocada para el 6 de mayo, en “El sol y la luna”, espacio que recuerdo estaba en la esquina a media cuadra del Club de Leones. Ese día se presentó “La kripta”, el grupo más popular de la ciudad. Falta la historia de este grupo y de todos los demás, falta que compartan las fotografías de sus toquines. El cartel anuncia que esa noche (el guateque comenzaba a las ocho de la noche) fue el lanzamiento oficial del grupo “Singles”. Muchos chavos de ese tiempo (ya chavos de cuarenta ahora) deben recordar con emoción esa noche maravillosa, donde la audiencia recibió una muppet de bienvenida.
El cartel en tono verde es una genialidad. ¿Ya viste en qué términos está la invitación? “¿Has pasado una noche con leones? Asiste este viernes 13 a la gran noche de rock y comprueba lo que pasa”. Genial, simplemente genial. Que nos cuenten qué pasó, que las chicas nos digan qué sensaciones tuvieron al estar en medio de muchos leones. ¿En dónde se dio el toquín? Pues por supuesto que en el Club de Leones. Esa noche el toquín estuvo a cargo de los grupos “Mata verde”, “Santa fe” y “La oruga”. ¡Qué nombres tan bonitos, tan decidores! Y digo que todo esto es histórico porque ahora el Club de Leones es un templo. El espacio cambió su vocación, ahí hubo toquines donde la gente bailaba y tomaba mupets, hoy es un lugar que congrega a fieles para actos religiosos.
Migue hizo favor de agregar dos nombres de grupos musicales que no están contemplados en estos carteles: “Doña Macaria” y “El origen”, y agregó que las tocadas eran en bares, salones o cafeterías de moda: “Jarro café”, “Galerías”, “El sol y la luna”, “Club de leones”, “Café Quiptic” y en espacios privados.
Siempre he sostenido que los historiadores, investigadores y cronistas han aportado muchos datos para nuestra historia local, pero falta mucho. Todo lo hacemos mejor entre todos. Faltan más testimonios de quienes fueron actores de grandes actos, como en estas tocadas. Migue subió estos carteles y al hacerlo nos obsequió un fragmento importante de la historia de los grupos de rock en Comitán y de la forma en que se realizaban los toquines, comenzando con el precio de entrada, que era de quince o veinte varos.
Posdata: en el cartel de color amarillo vemos que la Organización Hellysh Bomb, del CBtis 108 invitó a una súper tocada con la siguiente frase: “¡Ven a sacudirte la maldición del viernes 13, con un súper ambientazo!” para el sábado 14 de octubre de 2000, a partir de las ocho de la noche, en Galerías.
Estoy seguro que estos chavos siguen escuchando rock, su gusto musical es más refinado que el de muchos de su generación que se quedaron en una casilla inferior en apreciación musical. Álvaro Enrigue dijo lo siguiente respecto a la creación literaria de José Agustín: “Porque era rock and roll, José Agustín pudo trazar personajes intensamente ambivalentes, dueños de una vitalidad que ni Rosario Castellanos ni Carlos Fuentes habrían podido imaginar”. ¿Mirás?, el rock permite una mirada más amplia, menos ñoña.
¡Tzatz Comitán!
viernes, 16 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON INTENTO DE PLÁTICA CON EL QUE FUIMOS
Querida Mariana: y ahí andamos hablándole al muchacho que fuimos a los veinte años. Los viejos intentamos hablar con el joven que fuimos. ¡Dios mío, qué labor tan absurda! Es un intento de decirle que, después de cumplir sesenta y cinco años, tenemos lo que el mundo llama experiencia. ¿Experiencia? Si le hablamos al que fuimos cuando teníamos veinte años nos demostramos que nada hemos aprendido, que la experiencia es algo que no está en nuestro ser más íntimo, que sigue aullando afuera como un perro sin dueño.
Le hablamos al muchacho que fuimos y lo hacemos con el tono pontificio de quien ha vivido. Qué difícil pensar que hemos acumulado experiencias cuando lo que hemos hecho en realidad es seguir andando a tientas en medio de ese cuarto oscuro donde nacimos y donde, es lo más probable, moriremos. Nacimos y crecemos en medio de esa oscuridad, donde a veces pensamos, con optimismo, que vemos, que vislumbramos una ventana donde está la luz, donde habrá un camino. La única certeza es que nacemos ciegos y así permanecemos. ¿Leemos? Casi casi como si lo hiciéramos en braille. ¿Amamos? Amamos, es cierto, si por tal esencia consideramos que tender la mano en el aire, en el vacío, es tocar al otro, inexistente, fantasma de sí mismo.
Y ahí andamos, con tono de profeta, diciéndole que el camino es otro y no el que ha tomado.
Le hablamos al que fuimos a los veinte años, a pesar de que sabemos que él no nos escucha. ¿Qué joven escucha a un viejo de sesenta y cinco años? Y si esto remotamente sucede en algún momento, en algún pueblo del mundo, ocurre cuando el de sesenta y cinco no tiene una relación directa con el muchacho. ¿Qué muchacho rebelde de veinte escucha la recomendación del hermano mayor de sesenta y cinco años? ¿Cómo el de veinte reconoce la voz del hermano que le supera en cuarenta y cinco años?
Insistimos, a pesar de saber que el muchacho de veinte años está como a mil años luz, como a mil metros de un hormiguero a otro. La distancia es insalvable, no sólo por ella, sino por el tiempo.
Cuando lo hacemos, cuando le hablamos al que fuimos, sabemos que gastamos nuestro tiempo, y al hacerlo nos ponemos a su mismo nivel, al nivel del joven que dilapida su tiempo en el billar, en la cafetería, en la azotea mientras fuma un cigarro de marihuana. Nos ponemos a su misma altura; es decir, debemos poner los pies en puntillas para tratar de alcanzarlo, porque los años que cargamos nos obligan a encorvar la espalda y los hombros.
¿Por qué la insistencia de hablarle al que fuimos a los veinte años? ¿No sería mejor aceptar lo que fuimos, fumarnos un cigarro, tomar una cerveza y echarnos, como gatos ociosos sobre las hamacas?
Y ahí andamos buscándonos, jalando al que fuimos a los veinte años, tratando de decir que lo que pensamos es la manera correcta de vivir. Nuestra insistencia verbal tiene una frase recurrente, absurda, que suena como sirena de ambulancia: “Si hicieras tal cosa”. Ese condicional es tan poroso como un gis bajo el pie de un elefante.
Y ahí andamos dándole cuerda a la insistencia vana. ¿De qué nos sirve hablarle al que fuimos a los veinte años? ¿Qué empeño persigue esta obsesión? Queremos tender un puente cuando deberíamos saber que tal estructura necesita dos orillas y nosotros sólo somos una orilla frágil y como toda orilla siempre frente al vacío con riesgo de alud, de irse al pozo para siempre.
Insistimos en hablarle al que fuimos a los veinte años y en nuestro delirio llegamos a preguntarnos, cuando lo hallamos, ¿quién es ese que nos parece tan lejano, tan distante? Lo único que logramos en nuestro vano intento es desconocer lo que fuimos, negar la existencia de ese muchacho que estaba a mitad del cuarto oscuro y tentaleaba en medio de la burbuja del aire y no hallaba la ventana prometida.
Seguimos en ese cuarto, continuamos ciegos, mancos que no podemos quitarnos la venda, apenas tenemos algunas palabras para balbucear el mensaje que queremos volver grito.
Y ahí andamos, sin andar, dando vueltas como una perinola que algún día agotará su cuerda y se inclinará sobre el piso, dará vueltas hasta chocar contra una de las cuatro paredes y quedará inmóvil para siempre.
Posdata: y ahí andamos queriendo hablar con el que fuimos a los veinte años, con la intención de tomarlo de la mano y llevarlo hasta el presente donde estamos. ¿Para qué? ¿Cuál es la obsesión?
¡Tzatz Comitán!
jueves, 15 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL FESTEJO AL LIBRO QUE HACE MI UNIVERSIDAD
Querida Mariana: ¡A la bio, a la bao, a la bimbombá, el libro, el libro, ra ra ra! El libro, ¡ah!, maravilloso producto cultural.
¿Por qué porras para el libro, querida niña? Porque del 3 al 8 de octubre se celebrará la 9ª Feria Internacional del Libro UNACH 2022. Mi universidad festeja al libro y tendrá como invitada de honor a la Universidad Autónoma Juárez de Tabasco, universidad de la tierra de mi querido amigo el arquitecto Jesús Estrada y del profesor Sergio Mena (que en paz descanse).
El 3 de octubre de 2019 (en el tiempo A. P.), Sergio Mena, Amín Guillén Flores, Paty Espinosa y yo estuvimos en la UNACH durante la celebración de la 6ª Feria Internacional del Libro, en esa ocasión la invitada de honor fue la Universidad de Puerto Rico.
Ah, el tiempo, la vida, ahora Sergio ya no está con nosotros. Gracias a Dios los otros tres viajeros seguimos leyendo, viviendo con intensidad, gracias a la compañía del libro, eterno amigo infinito.
A ver si identificás a las dos personas que están en la fotografía que te mando. Sí, ella es Paty, la editora ejecutiva de nuestra revista ARENILLA. A ver ¿quién es el autor que le firma un libro a Paty? ¿Una pista? Bueno, te la pondré fácil, diré que es uno de los autores de libros infantiles más destacados de México, uno de los que más vende, autor ingenioso, inteligente.
¿Ya lo identificaste? ¡Claro! Sí. Después que Amín presentó uno de sus libros en el foro de la Biblioteca Central fuimos al Salón Manuel Velasco Suárez y nos topamos con la presentación del libro más reciente de Pancho Hinojosa.
Paty, fan de Pancho (bueno, no fan, pero sí lectora de años atrás de la obra de Hinojosa) fue a comprar un libro de él en el módulo del Fondo de Cultura Económica. Ahí estaba el clásico: “La peor señora del mundo”. Paty dijo: no me pierdo el autógrafo.
Hizo bien, ahí estaba la montaña, así que era fácil llegar a ella, esperar la presentación, hacer fila entre los lectores que solicitarían el autógrafo, subir tres escalones para llegar hasta la mesa donde él estaba, saludar, poner el libro frente a él y decir: para Paty.
Las maravillosas ferias de pueblo nos traen a la Mujer Araña, que se convirtió en tal por desobedecer a sus padres, pero las ferias de libros nos traen a autores, que son bichitos raros, luminosos, y se convirtieron en tales porque no desobedecieron a los dioses literarios, cuya luz siempre ilumina los senderos.
En cada feria hay escritores que llegan de otros lugares, porque permite estar cerca de los autores famosos. En 2019 hubo escritores de Puerto Rico, en este 2022 Tabasco enviará a algunos de sus escritores importantes. Cuando Chiapas es invitado de honor escritores de nuestra tierra acuden para leer su obra y para firmar libros.
Recientemente, en San Cristóbal de Las Casas, se celebró el 8º Festival Mundial de Poesía Contemporánea San Cristóbal, con la presencia de muchos poetas relevantes. Del 31 de agosto al 3 de septiembre, más de treinta poetas compartieron su palabra, sembraron árboles de aire en el aire. ¡Genial!
Sí, en todo el mundo hay festivales y ferias que celebran el libro. Pronto, muy pronto también, se celebrará la FIL de Guadalajara, pero antes que esa magna fiesta, el guateque estará en Chiapas. Mi universidad celebra al libro por todo lo alto, lo festeja porque con ello se celebra lo mejor de la vida: la inteligencia, la imaginación, el juego, la reflexión, el conocimiento.
Posdata: en las ferias de pueblo hay stand de tiro al blanco. Me encanta ver, desde atrás, a la chica que pide una carga, toma el rifle con ambas manos, apunta y dispara. Disfruto cuando ella da en el blanco y activa el mecanismo donde un títere baila al ritmo de la música. La feria del libro es eso, los lectores se colocan frente a objetos que no tienen vida propia, cuando ellos abren los libros es como si atináramos el disparo y el libro baila al ritmo que el narrador o poeta le imprimió. Las ferias son celebraciones majestuosas. Una de ellas ocurrirá del 3 al 8 de octubre de 2022. Habrá que estar pendiente de la programación. ¿Vendrá Hinojosa? No lo sé.
¡Tzatz Comitán!
miércoles, 14 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UNA VUELTA AL PARQUE ANTIGUO
Querida Mariana: mi privilegio. Mi amigo Roberto Augusto Figueroa me envió esta foto. Es de la segunda mitad de los años setenta, ya falta poquito para que las autoridades avisen que la manzana de la discordia será derruida y el parque se ampliará y perderá para siempre su traza original. El parque jamás volverá a ser esto que acá miramos. El cielo será el mismo, porque es infinito, pero esta avenida se extraviará y sólo podemos recuperarla a través de la magia de la fotografía. Tal vez esta foto fue tomada por una de esas camaritas Kodak, de doce exposiciones. ¿Qué es eso de exposiciones? A estas camaritas les ponías un rollo que permitían tomar doce fotografías y luego eran reveladas en un laboratorio fotográfico profesional. Apuntabas, oprimías el botoncito y luego corrías la película para tomar la siguiente foto. Lo digo, porque ahora tomamos mil fotos con celular y de inmediato tenemos el resultado. Antes había que esperar que el laboratorio te entregara las impresiones, cuando eran a color como esta maravillosa foto el tiempo de espera era de quince a treinta días. Pucha. A veces el rollo se “velaba” y no salía ni una de las fotos tomadas. Ah, el coraje que hacías era tan intenso como el enojo que tuvo Napoleón cuando fue vencido en la batalla de Waterloo.
Roberto viajó a Comitán en días pasados y halló esta fotografía en uno de los álbumes familiares y, generoso, me la compartió y yo, como siempre, te paso copia, para que mirés cómo era tu pueblo, mucho antes que vos fueras anteproyecto de vida.
Sé que el fondo lo identificarás de inmediato, el edificio en blanco es la presidencia municipal y la esquina es donde está ahora la nevería “La Michoacana”. En aquellos años ahí estuvieron una peluquería (¿la Varón Dandy?) y la “Relojería y Joyería La Suiza”. Donde ahora está la tienda Solaris, que ofrece instrumentos musicales, había una oficina de gobierno, porque ahí se ve el anuncio en la parte superior con el escudo de Chiapas, el que tiene dos leones rampantes. Y en ese tiempo no sólo los leones rampantes aparecían por el parque central de Comitán, ¡no!, ya hemos platicado que en la escalinata que se ve había una fuentecita que, en la parte superior tenía un mascarón de un león de melena (es el que ahora está todo sholco en el Tanque de Los Caballos). ¿Era símbolo del león que, según la leyenda, andaba en La Pila? No, ya los expertos aclararon que ese león fue obsequio de los socios del Club de Leones, de Comitán. Ese mascarón, empotrado, tenía el hocico abierto y por ahí, con una manguerita, escupía agua que llenaba la fuentecita.
Roberto me dijo que esta fotografía fue tomada luego de un desfile del 16 de septiembre. ¡Sí! Mirá, en la peluquería y en La Suiza hay unas tiras patrias, con el tradicional verde, blanco y colorado, de la bandera del soldado. ¡Pucha! Así lo rimábamos en la escuela primaria.
¿Quiénes son las tres chicas del primer plano, las chicas que fueron el motivo principal de esta imagen? Yali Altuzar, Coco Mandujano y Merce Bonifaz, por la vestimenta se deduce que Yali y Merce participaron en el desfile, Coco no, Coco fue espectadora ese día, por eso tiene un vestido bien cuco.
Yali lleva algo en la mano, le miro horma como de vaso, tal vez algún helado, no lo sé. Al fondo, en la parte superior de la escalinata están formados los carritos de helados y más acá, con sombrero (él y su carrito) el tradicional nevero. Ellos siempre aprovechan estos actos para ofrecer sus productos, que se antojan por el calor.
En 1977 (dice Google) se estrenó la película “Saturday night fever”, con John Travolta. Esta película impuso moda. ¿Ya viste los cuellos de las blusas de Yali y de Merce? Son anchos, amplios, no se están con pichicaterías de tela. Lo mismo sucede con el pantalón del chico que está a la izquierda de la imagen, es un pantalón acampanado, a partir de la rodilla se abría. Por eso se llamaba acampanado, porque eran como campanas que llegaban hasta el calzado. ¡Ah, qué tiempos! Tiempos maravillosos.
Posdata: a la derecha de Coco se ve una torre con una bocina. Las autoridades programaban discos de marimba, para el sonido ambiental. Sin duda que esa mañana programaron música mexicana, como es costumbre en todo el país cuando es el mes llamado patrio. Hoy también existe un sonido ambiental que hace agradables las mañanas y tardes de quienes se sientan en el parque central de Comitán, el parque remodelado, ampliado, majestuoso.
Esta foto fue tomada en el parque anterior, un parque más íntimo, más nido de pajaritos sencillos.
¡Tzatz Comitán!
martes, 13 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON DELICIAS
Querida Mariana: vos sos experta en cine. No sé si coincidís conmigo: siempre he estado en desacuerdo que llamen churro a una mala película. ¿A quién se le ocurrió eso? No puede ser, no puede ser. Los churros son deliciosos, son de los antojos más ricos del mundo. En Comitán, desde hace varios años, en el Hotel Plaza Tenam, a media cuadra del templo de El Calvario, tenemos la Churrería Porfirio, que prepara los churros más ricos de este pueblo y de puntos intermedios de la región.
He pensado que todos los amantes de los churros (que son multitud) deberían iniciar una campaña para modificar el uso equivocado del término con respecto al cine.
¿A qué mente salada se le ocurrió decir que una película mala es un churro? Debería ser lo contrario: una película excelsa debería recibir el término de churro, por única, genial, porque el sabor de esa delicia es único, genial.
Mi compadre Miguel, en paz descanse, era un cinéfilo de hueso colorado, cuando la película era medianona decía que era palomera; es decir, le había acompañado para disfrutar las palomitas que comía.
Una vez le comenté lo de los churros cinematográficos y me dijo que a él le encantaba comer churros y coincidió conmigo en que el término estaba equivocado y me dijo: una mala película es como una pizza congelada. Nos reímos.
En la foto que te mando está Cielito, quien es la encargada del contenido digital de nuestra revista ARENILLA, fue una tarde de éstas a tomar chocolate acompañado con churros. ¿Mirás lo que digo? Desde siempre, en Comitán hemos dicho que tomamos café ¡pero con pan!; ahora se ha convertido en una deliciosa tradición decir que tomamos chocolate ¡pero con churros!, de la Churrería Porfirio.
A mí me encanta descubrir las nuevas propuestas gastronómicas, siempre he dicho que debemos estar abiertos a lo que el mundo ofrece, sin menospreciar lo nuestro, lo que nos legaron nuestros mayores. Desde que llegó la Churrería Porfirio a Comitán nuestro abanico espiritual se amplió. En su mensaje publicitario hay una soberbia declaración de disfrute de la vida: “Churrería Porfirio – Comitán es el lugar en el que la tradición y los momentos se unen, los churros con chocolate van mucho más allá del sabor, más allá de los aromas, son el pretexto perfecto para una gran tarde o una noche con la gente que más disfrutas”. Ir a tomar chocolate y disfrutar los churros es el pretexto perfecto para vivir una gran experiencia con los afectos cercanos, para hacer pleno el instante, para abonar luz al árbol de la realidad.
Cielito jugó, se tomó la foto con un delicioso bigote, como invitación para que su esposo le diera un besito y luego, con pericia, le diera una mordida al churro. El juego era que no se cayera el churro, sus labios y la base de la nariz fueron las orillas que unieron el puente riquísimo.
La Churrería Porfirio dice que la tradición y los momentos se unen, ¿mirás? Es como el puente que Cielito pintó sobre su rostro. Cuando tomamos chocolate nuestras caras juegan, se pintan con la espuma; nuestra querida Cielito fue más allá, se pintó un bigote de churro.
Posdata: sé que el mundo es un río que fluye sin detenerse. Parecería casi imposible que triunfe la campaña contra el uso equivocado del término churro en el cine. Por eso, en lo íntimo juego el juego de Juan Pirulero donde le doy la vuelta al balero, cuando alguien me dice que la película fue un churro pienso que quiso decir que la película fue como una pizza fría, y mis ancestros italianos jamás se permitirían comer una pizza fría, siempre es salida del horno, así como los churros y el chocolate, bien calientitos, bien sabrosos.
En Comitán tomamos café, pero con pan; chocolate, pero con churros de la Churrería Porfirio. ¿Cuándo vas con tu novio y jugás como Cielito jugó?
Los churros se antojan siempre, pero ahora que entraremos al otoño y al invierno el deseo se intensifica. No lo pensés dos veces. Antes de dar el Grito de la Independencia, vivamos la buena gastronomía mexicana. ¡Buen provecho!
¡Tzatz Comitán!
lunes, 12 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UNA FOTOGRAFÍA QUE COMPARTIÓ JOSÉ EDUARDO RUBIO ROMÁN
Querida Mariana: José Eduardo compartió esta fotografía en redes sociales. Es una pieza que ayuda a completar la historia de la imprenta y de los impresores comitecos. ¡Es una fotografía maravillosa! Ojalá pronto tengamos los nombres de quienes acá están. Por lo pronto están identificados dos de los grandes impresores de nuestro pueblo.
Los investigadores, historiadores y cronistas nos han aportado muchos datos de la historia comiteca, pero falta mucho por descubrir. Estos hilos desperdigados ayudarán a conformar el libro de nuestra identidad. La historia de los impresores comitecos aún está por escribirse.
Mi querido amigo Luis Armando Suárez Argüello, escritor talentoso, nos debe el testimonio de la historia de don Armando Suárez, su papá, quien fue uno de los viejos impresores del pueblo. Por ahí me contaron, no me hagás caso, que en algún momento de su vida, don Armando tuvo su imprenta en la casa donde ahora está la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez.
En esta fotografía histórica, que compartió José Eduardo, están dos de los nombres más relevantes de la imprenta comiteca: don Chinto Naciff (el primero de izquierda a derecha) y don Ramiro Ruiz Alfonzo (el cuarto, de izquierda a derecha). ¿Quiénes son los demás personajes? Casi estoy a punto de nombrar al segundo hombre que viste el traje y revisa un impreso tamaño tabloide. ¿Será el destacado periodista cuyo periódico imprimía don Chinto? Estoy a punto de nombrarlo, pero ¿y si me equivoco? Mejor que sean los expertos quienes nos den luces. ¿Quién es el personaje que está en medio, quién el señor del saco que está en la otra orilla, quiénes los dos muchachos que están en segunda fila y que parecen ser integrantes de la imprenta?
Digo que los expertos señalarán la marca de la prensa que es el armatoste genial que está en primer plano y que fue el instrumento que sirvió para hacer el prodigio impreso que leen el segundo y tercer personaje. Porque son ellos quienes revisan el impreso, mientras don Chinto y don Rami ven el rostro del hombre trajeado, ¿el famoso periodista?
Sólo un personaje está pendiente del flashazo, mira atentamente a la cámara para que su rostro se inmortalice en esta foto histórica. ¿Quién es? Casi se puede asegurar que los cinco personajes de la primera línea ya no están físicamente en esta dimensión. De los dos personajes, don Chinto fue quien se dedicó más tiempo al oficio de tipógrafo, don Rami es más conocido por ser el fundador de la Proveedora Cultural, pero su hija Carmelita platicó un día que su papá se dedicaba al oficio de cobrador, pero lo dejó en cuanto compró una imprenta manual y se instaló en los altos del edificio donde ahora está el Teatro de la Ciudad; ahí imprimía programas y boletos de cine, pero un día el cine se quemó y don Rami pasó su imprenta al lado de donde ahora está la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez; ya luego compró el local donde estuvo mucho tiempo hasta que derruyeron la manzana de la discordia, ahí ya complementó la labor tipográfica con la venta de papelería y librería. ¿Sabés cómo se llamaba la imprenta de don Rami Ruiz? Se llamó “Tipografía Dr. Belisario Domínguez”. Por ahí anda un documento donde el personal de la Tipografía felicita a su estimado maestro don Ramiro Ruiz Alfonzo con motivo de su cumpleaños, la fecha del documento es 14 de diciembre de 1942. Y los nombres son: Armando Suárez, Luis Román, Óscar Aranda, Gilberto Alfonzo y Jacinto Naciff. ¿Mirás?, don Chinto inició su oficio de tipógrafo con don Rami. Su sobrino Juan Carlos Gómez Aranda cuenta que su papá, don Roberto Gómez, también aprendió el oficio con don Rami.
En esta fotografía que compartió José Eduardo, como siempre, aparecen muchas interrogantes. No sabemos en dónde fue tomada, no sabemos si corresponde a la imprenta de don Rami o ya a la imprenta de don Chinto. Sigo con la duda: ¿quién es el personaje de traje que revisa el impreso tamaño tabloide y quiénes los demás personajes? ¿Quién el que ve a la cámara? Algún familiar, sin duda, lo reconocerá de inmediato, porque sus rasgos faciales están bien definidos, está en pose de actor de cine mexicano.
Posdata: ya hemos dicho hasta la saciedad que, en la medida que los paisanos saquen fotos de los álbumes familiares y compartan en redes sociales podremos ir complementando nuestro rompecabezas de identidad, sobre todo si se comparten en la página de Francisco Domínguez, quien la creó con el fin de integrar el archivo histórico más completo. La página se llama “Imágenes históricas, leyendas y personajes de Comitán”.
Qué bueno que José Eduardo compartió esta fotografía sensacional. Ojalá haya personas que al verla completen los datos biográficos y den testimonios de esos tiempos.
¡Tzatz Comitán!
domingo, 11 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON EL RECUERDO DE UNA TARDE INOLVIDABLE
Querida Mariana: cuando don Abundio llegaba a la cafetería todos los presentes lo saludaban desde las mesas, alzaban los brazos y manifestaban su alegría. En la mesa del dominó donde estaban sus amigos íntimos le acercaban una mesa, le daban palmadas y más tardaba en sentarse que en recibir una taza de café bien caliente, servido por Ausencia, la mesera que había llegado jovencita al local y que ahí había hecho huesos viejos y carnes más que saludables.
Una vez fui testigo de esto que te cuento, yo tenía, no sé, veintitantos años y estudiaba en la UNAM, en la Ciudad de México.
Yo permanecía en una segunda línea, al lado de dos amigos de la facultad. Fumábamos y nos sentíamos privilegiados al ser partícipes de esa mesa redonda donde se reunían esos viejazos maravillosos que habían iniciado su amistad más o menos cuando tenían nuestra edad en las aulas de la misma facultad donde nosotros estudiábamos y contaban que habían hecho lo mismo: volarse las dos últimas clases de la tarde, para reunirse en esa cafetería.
Sólo una vez estuve, porque estaba ya cercana la fecha donde abandonaría la UNAM, por motivos reprobatorios, solicitaría mi baja y me inscribiría en la UVM, en la carrera de arquitectura, profesión que, igual que la ingeniería, no terminé.
Pero recuerdo con emoción esa tarde donde el punto más sublime del mundo se concentró en esa mesa. Hoy, muchos años después, sigo pensando que esa tarde no hubo algo más sublime que esa reunión y yo fui testigo presencial. Recuerdo el aroma del café, del puro de uno de los jugadores, del pan que comía otro metiéndolo en el vaso de café con leche; aún recuerdo el vaho que rodeaba a ese vaso con la leche caliente y la forma en que don Abundio vio a la mesera cuando recibió la taza de café, la forma en que abrió los labios, como si fueran apenas una bisagra, y le dijo: “Gracias, mi reina. Cuando tu palacio no te alcance te espero en mi modesto chalet”. Recuerdo, como si la estuviera viendo, cómo Ausencia cerró los ojos y sus pestañas, largas, perfectas, fueron como un abanico que envió señales, no de humo, sino de aire. Recuerdo que don Abundio recibió la taza con las dos manos. Entendí que sus manos estaban preparadas para ese calor intenso, porque él había sido uno de los ingenieros encargados de la construcción de uno de los túneles del metro. Sus manos eran callosas, pero tersas a la vez. Corría la versión entre sus amigos que era un amante experto, que esas manos, duras como rocas, eran como esas piedras de temazcal que son brasas que convierten el agua en vapor sanador.
La cafetería siempre estaba llena, a veces, algunos clientes ocasionales pedían una mesa y se molestaban tantito cuando los meseros decían que no tenían una disponible, a pesar de que la de la esquina, al lado del ventanal que daba a la calle, estaba desocupada. Un mesero tolerante explicaba que esa mesa era de uso exclusivo del grupo de Los Caballeros de la Mesa Redonda (cinco integrantes).
Esa tarde, cuando llegó don Abundio, Emilio, su sobrino, después de tomar un sorbo de cerveza, me explicó que su tío siempre llegaba después de las seis, le encantaba ese protocolo donde todos los que lo conocían lo saludaban y sus amigos acercaban una silla y le daban palmadas y le preguntaban cómo había estado su día. A él le encantaba llegar cuando todos ya estaban reunidos, no por soberbia, sino con la humildad del agua que sabe que llega al último a la presa y tiene la sensación de que su volumen ayudó a llenar el vaso.
Disfruté esa tarde. Afuera de la cafetería todo seguía con su fluir natural, las carreras para tomar los autobuses, las manos pidiendo taxis, las parejas besándose, los gritos de los merolicos, los claxonazos, las campanas del templo, las sirenas de las ambulancias; pero adentro, el centro del universo estaba concentrado en esa mesa donde los de la Mesa Redonda (que era cuadrada) hacían la sopa, y ese sonido era el más armonioso y bullanguero de todo el mundo. Las manos hacían un maravilloso círculo instantáneo, de izquierda a derecha y al contrario. Los brazos se abrían como en un conjuro y las fichas negras y blancas se volvían insectos que tatarateaban y bailaban la danza de la vida.
Posdata: ahora sé que esto que cuento se repite en muchos pueblos de todo el mundo, pero como nunca había sido testigo de ello, sentí que el destino había abierto una ventanita para que presenciara uno de los actos más bellos del universo: la convivencia de cinco amigos infinitos, reunidos en torno a una mesa que los había recibido por más de cincuenta años, muchos más. Don Abundio, después de beber un sorbo de café, cerrar los ojos (como lo había hecho la mesera) y exhalar un ¡ah! de satisfacción, dijo: “¿Ya les conté de la noche que anduve con las Carmelitas descalzas?” Todos suspendieron la partida y pusieron atención. Nosotros abrimos los ojos como si esas fueran las puertas donde entraría el sonido de sus palabras. Uno de los amigos preguntó: “¿Con monjas?”. Él rio y dijo: “No, no, eran dos hermanas que se llamaban Carmen, les decían las Carmelitas descalzas porque no tenían billetucos para comprar calzado”. Y todos reímos.
Cuando salimos, su sobrino me dijo que esa anécdota de las Carmelitas se repetía todas las tardes. A él le encantaba abrir la tertulia contando ese chistorete y sus amigos lo disfrutaban como si nunca lo hubiesen escuchado. De los cinco Caballeros de la Mesa Redonda, don Abundio era el más simpático, el más ocurrente. Una tarde lluviosa, bendita, tuve el privilegio de conocerlo, de escuchar su voz alegre de tren en bajada.
sábado, 10 de septiembre de 2022
CARTA A MARIANA, CON UN POETA CASI DESCONOCIDO
Querida Mariana: ¿ya viste la portada del libro que te comparto? Cuando hablamos de poetas comitecos, de inmediato aparecen los nombres de Rosario Castellanos, Raúl Garduño y de Óscar Bonifaz, y de por ahí comienzan a desgranarse otros nombres: Mirtha Luz Pérez Robledo; Marvey Altuzar; por supuesto el nombre del maestro Ernesto Carboney y de su amiga la Güera Pulido. Hay más, muchos más: María del Rosario Bonifaz Alfonzo; Clarita del Carmen Guillén; Omar Ruiz; Arbey Rivera, quien es ahora el director del Centro Cultural Rosario Castellanos. Hay más, muchos más: Jorge Melgar Durán; Mario Escobar; María Elena Jiménez; Alfredo Álvarez (quien ahora radica en Teotihuacán); Francisco Zúñiga; Maygualida Albores Gordillo; Sergio Peña (quien recientemente presentó un libro); Alexis David López Guillén, quien obtuvo el premio de los segundos Juegos Florales de Literatura “Raúl Garduño”, promovido por el Centro Cultural Rosario Castellanos; Fabián García, quien también es un poeta galardonado. Y a esta relación tunca se agregan muchos nombres de jóvenes poetas que ahora vienen despuntado.
¿Mirás? La lista es extensa, generosa. Pero en esta relación pocos incluyen el nombre del Padre Raúl, querido sacerdote de nuestro pueblo, oriundo del barrio de San Sebastián. Pero acá está la prueba de que él escribió “versos que nacieron a la luz de la fe”. ¡Ah, genial! Y estos versos, que forman poemas, están contenidos en el libro: “Ecos de ensueño. Versos que nacieron a la luz de la fe”. Este libro (lo debe recordar muy bien mi querido y respetado amigo Abraham Gutman, quien ahora radica a lado de la carretera que va a Venustiano Carranza, sé que su casa está cerca del territorio azucarero de Pujiltic), fue publicado para celebrar el cincuentenario de la unción sacerdotal de monseñor Raúl Mandujano García, el 22 de octubre de 2000.
Y digo que Abraham debe recordarlo con precisión, porque él fue el encargado de escribir el prólogo. Este prólogo ilumina la obra y, al mismo tiempo, la vida del padre Raúl. Abraham conoció al monseñor y ahí deja expresado un testimonio importantísimo de este personaje maravilloso de Chiapas.
Vos sabés que trabajo en el Colegio Mariano N. Ruiz, que fue fundado en 1950 por el padre Carlos J. Mandujano García, hermano del padre Raúl. La vida del padre Raúl está opacada por la vida de su hermano, que es mucho más conocida en el pueblo; pero fijate que en San Cristóbal de Las Casas sucede lo contrario. Allá, muchas personas recuerdan más al padre Raúl que al padre Carlos, y esto es así, porque el padre Raúl llegó a ser Rector del Seminario, pucha, ¡nadita!
Los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz sí reconocen de inmediato a ambos personajes; los alumnos de mi generación recibieron cátedra del padre Carlos; y los de generaciones posteriores recibieron cátedra también del padre Raúl. ¡Qué privilegio!
¿Qué poemas contiene este libro? Mirá qué dice Abraham en el prólogo: “Los bellísimos poemas “¿En dónde estás Dios eterno?”, “Al pie de tu sagrario”, “Si te agradan mis brazos”, son un coloquio celestial; con su sencillez característica le canta a Chiapas y a su marimba, a Estambul, a la naturaleza, dialoga con sus padres, elogia la virtud, se preocupa del obrero y canta las Glorias de María Inmaculada”.
Ve qué abanico tan generoso. Abraham habla de la sencillez característica del padre Raúl. Tuve el privilegio de estar algún tiempo cerca del Padre Raúl y comprobé que era un hombre muy sencillo, a pesar de la grandeza de su conocimiento y del alto cargo que ostentó. Pucha, si llegó a ser Rector del Seminario fue por todas las dotes que reunía. Pero ¿qué voy a estar hablando cuando tenemos la oportunidad de tener en la mano el testimonio de Abraham, a quien, de igual manera, por algo lo eligieron para escribir el prólogo de este libro. Mirá, Abraham hizo una genial descripción del padre Raúl. Me da pena piratearme gran parte de este testimonio, pero como ahí está casi todo, pues me guardo la pena y lo pirateo para que vos tengás un acercamiento de este personaje maravilloso. Va, Abraham dice: “Durante su gestión como Vice-rector y luego como Rector del Seminario, con su recia personalidad, reflejo de su vida interior, a muchos nos sirvió de modelo. Allí admiramos al administrador, al maestro, al guía. Lo recordamos vistiendo negra sotana española con el Breviario o con el Rosario entre sus manos. Caminando solemnemente por los corredores de gruesas columnas o por los pasillos de los dormitorios o en el refectorio durante las horas de comida. Lo recordamos sentado en su escritorio bien sea armado de distinguida pluma fuente o al teclado de esa singular máquina de escribir con tipo de letra manuscrita”.
¿Mirás qué prodigio de testimonio? Ah, lo leí y dije que piratearía un fragmento para enviártelo, para que tengás una idea de cómo era el padre Raúl, autor de este libro que comento. Sí, sin haber estado presente en el Seminario puedo verlo, ahí está el padre Raúl. Abraham no se contenta con darnos una síntesis sensacional del personaje, del poeta, ¡no!, nos regala datos como el de tenía una máquina de escribir mecánica con tipos que “escribían” letra manuscrita. Pucha, esta máquina fue más allá del lugar donde llegó Gutenberg, porque el maravilloso hombre que descubrió los tipos para la prensa e inició el magnífico movimiento revolucionario de la impresión no alcanzó tal prodigio, ¿o sí? No sé, pero digo que la maquinita que mi papá me compró en los años sesenta para recibir la clase de mecanografía con mi querido y admirado maestro Jorge Gordillo Mandujano escribía con lo que llamamos letra de molde y no manuscrita, escribía así como ahora te escribo esta carta.
El libro que publicaron por las bodas de oro de sacerdocio del padre Raúl es un prodigio, no sólo contiene los poemas que escribió y que nacieron “a la luz de la fe”, ah, qué bonito; también contiene una biografía del padre Raúl y una historia del Seminario de San Cristóbal de Las Casas. Documentos maravillosos y todo ello se complementa con el espléndido prólogo de Abraham.
Esta carta está escrita al alimón, la mitad corresponde a Abraham y la otra para el Arenillero. Abraham no sabe que me pirateo su texto; yo lo único que sé es que al leer el prólogo pensé que debía mandártelo para que te acercaras un poquito a la historia de un comiteco ejemplar, de alguien que llegó a ser Rector del Seminario.
Digo que muchos alumnos de la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz lo recuerdan, porque impartió cátedra en nuestra escuela, impartió la cátedra de Español, materia en la cual era un experto. Claro, en el Seminario impartió más asignaturas. Abraham nos da una relación de las materias que impartía el padre y con esa lista entendemos la grandeza del conocimiento que poseía. Oí y mirá lo que Abraham señala: “Lo recordamos en plena acción impartiendo sus cátedras de Griego, Preceptiva Literaria, Prosodia, Métrica y Estilística Latinas”. Como decía el cronista deportivo, Ángel Fernández: “Me pongo de pie”.
“Lo recordamos en esas gélidas mañanas con sus manos santas sobre el manubrio, dispuesto ya a emprender el viaje a su capellanía (…) lo recordamos en los días de campo o en las vacaciones ataviado de chamarra beige de gabardina tipo cazadora, pero siempre lo recordamos ante el sagrario o en plena comunicación con el Altísimo”.
Y, como dije al principio de esta carta, hay más. Abraham dice que el padre Raúl practicaba el básquetbol en la cancha del Seminario y, como ya leíste, se trepaba a la bicicleta y le daba a todo. Nunca participó en la Tour de Francia, pero sí fue un hombre sano, de cuerpo y de espíritu. Fue un comiteco ejemplar, hombre sublime.
Digo que a partir de ahora cuando se escriba la relación de poetas comitecos no debe olvidarse incluir al padre Raúl Mandujano García.
Posdata: la publicación de su libro fue para celebrar el Jubileo de Oro. Qué hermoso gesto. A final de cuentas este libro fue una celebración para Comitán. El libro es generoso nos entrega la vida y obra de un comiteco ejemplar, la historia de una institución importante en la historia de Chiapas y nos da (mojol de lujo) un texto brillante salido de la mano de mi querido amigo Abraham Gutman.
Abraham debería, en ratitos, escribir su testimonio del tiempo que vivió en Comitán, en los ya lejanos años ¿cincuenta? Su pluma es brillante y su memoria prodigiosa. A veces hablamos por teléfono y me da mucho gusto porque encuentro que sigue con una lucidez privilegiada. ¡Cuánta bendición en una pequeña nube, en una parcela brevísima de este anchísimo universo! ¡Tzatz Comitán!
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