martes, 13 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON CAMBIOS

Querida Mariana: la labor de los cronistas es fundamental. El otro día leí una crónica de mi querido y admirado licenciado Efraín Albores. La crónica es extensa y rica en datos, se llama “Las haciendas y las caballerizas”. Pucha, tema genial, porque en el siglo pasado las haciendas fueron vitales para el desarrollo del pueblo. De hecho, uno de los pilares fundamentales de la novela “Balún Canán”, de Rosario Castellanos, es la vida de la hacienda de su padre, don César. Otra excepcional cronista, María Trinidad Pulido Solís, dedicó extensos ensayos acerca de las haciendas de la región. Hace dos días recibí una invitación para la presentación de la cerveza artesanal “Santa María”, que se efectuó en el Parador Museo Santa María. El Parador, espacio sensacional, está donde hubo una de las grandes haciendas de la zona, municipio de La Trinitaria. Lo que digo habla de la importancia de las haciendas en la vida cultural de nuestro pueblo. Mario Uvence adquirió la hacienda y la convirtió en un magnífico Parador, con mojol de lujo: la capilla original se transformó en un espacio dedicado al arte. Pero más que el concepto de hacienda lo que llamó mi atención de la crónica de Efraín fue el término caballeriza. ¿En cuántas casas comitecas actuales hay caballerizas? Sólo en residencias con grandes extensiones de terreno, propiedades de personas aficionadas a los caballos. Pero, ninguna casa del centro de Comitán tiene caballerizas, como sí fue en el siglo pasado. Recordemos, por ejemplo, que en la casa que habitó Belisario Domínguez había una caballeriza. Dije que ahora sólo hay caballerizas en casas de personas aficionadas a los caballos. El uso de éstos ya se modificó. Tío Belis empleaba el caballo para hacer sus visitas domiciliarias, trepaba en el caballo y cabalgaba hasta la casa del enfermo. Los otros hacendados (quienes, por lo regular, tenían sus residencias en el centro de la población) tenían caballerizas porque ahí atendían a los caballos que usaban para ir a sus haciendas. Como ves, y así lo cuenta Efraín, la caballeriza era un sitio importante de la casa. Hoy, ese espacio, como el de los oratorios no es de uso frecuente. Los arquitectos actuales pueden darme la razón. Aún, por fortuna, hay propietarios que destinan un espacio especial para la oración, pero, la mera verdad, es que ese espacio ahora ha sido sustituido por la llamada Sala de Tv. En las casas actuales, la televisión gigantesca es un chunche que está colocado en un lugar de excelencia, para ver los partidos de fútbol, para las caricaturas, para disfrutar las películas de Netflix, o para (en madrugada) ver los documentales de Playboy. En el Comitán que narra Efraín era común ver a jinetes cabalgando sobre hermosos caballos en las calles del pueblo. ¿Ahora? Sólo en desfiles y en ocasiones especiales. Cuando recorro algún camino de terracería, en la periferia de la ciudad, sí alcanzo a ver a jinetes, pero ya no es imagen común. Desde hace tiempo los políticos inventaron hacer las famosas cabalgatas, ahí se ve al diputado o al senador o al presidente trepados en magníficos ejemplares, pero sólo para ese recorrido con tintes políticos. Las casas de los antiguos hacendados ya se convirtieron en plazas o conjuntos comerciales o en museos. Las caballerizas desaparecieron. Ahora, los hacendados trepan a sus camionetas 4 x 4 y viajan a sus haciendas. Allá trepan en sus caballos y van a ver el ganado, pero, ¡en serio!, he visto a amigos que trepan a sus cuatrimotos y con estos vehículos hacen el recorrido. Los tiempos han cambiado, querida mía. Por eso es fundamental el conocimiento de las crónicas, como la que redactó Efraín, porque da cuenta de cómo se va dando la transformación. Podemos, los lectores, hacer un ejercicio de comparación y analizar las modificaciones. Los cronistas actuales dejan testimonio que será información importante para los comitecos y estudiosos en el siglo por venir. Posdata: Efraín cuenta que su mamá le dijo que en ocasiones “tenían que envolver los cascos y las patas de los caballos con trapos y lazos, para que los revolucionarios y cuatreros no escucharan los ruidos que la caballada hacía en las caballerizas…” ¡Tzatz Comitán!