martes, 6 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON VIAJE LAMENTABLE

Querida Mariana: no sé vos, pero a mí no me caen bien las despedidas. Siento tiricia cuando veo un amigo en el andén en espera del tren que lo llevará de viaje. Se nos fue nuestro querido Marco Polo Gordillo Alfaro. ¡Dios mío! Hoy (escribo el lunes 5 de junio 2023), como a las diez de la mañana, revisé mi celular y hallé un mensaje enviado a las dos y media de la madrugada proveniente del número de nuestro amigo Marco Polo, pero no fue un mensaje que él enviara, como lo hacía frecuentemente. Tal vez el mensaje lo escribió uno de sus muchachos, el mensaje decía esto: “profe, le aviso que su amigo Polo se nos adelantó. Lo estamos velando en la funeraria San Sebastián, enfrente del parque”. ¿Qué hacés ante esta noticia lamentable? ¿Cómo levantás los fragmentos del cristal roto, para siempre? La tía Arminda recomendaba a sus hijas que no tuvieran corazón de cristal, porque una vez roto no admitía composturas. Marco Polo se nos adelantó. En cuanto me enteré de su fallecimiento entré a las redes sociales y hallé muchas manifestaciones de pesar de amigos y conocidos. Muchos coincidieron en decir que fue un guerrero. Sí, ese concepto lo define muy bien. Libró muchas batallas, batallas que sólo logran vencer los espíritus grandes. Marco Polo fue un espíritu noble, pepenador de guijarros con que se elaboran los más sublimes collares, collares alejados de esos que venden en las joyerías de Nueva York. Marco Polo fue pueblo, al decir esto quiero decir que él fue una calle más de Comitán, una calle donde hubo casas, salones de baile, billares, cantinas, pasadizos, magueyales, cientos de cartas que entregó. Marco Polo y yo fuimos buenos amigos. ¿Me creerías si te digo que sólo en una ocasión platiqué con él en vivo y a todo color? Juro que así fue. Ya te conté que una mañana platicaba con Marirrós y nos topamos con él en la entrada de la oficina postal. ¡Ah, qué delicia escuchar su plática sabrosa, sin muros, vuelo de colibrí! A partir de esa ocasión, él, generoso, me llamaba por teléfono. Cuando yo veía que la llamada provenía de su teléfono mi alegría brincaba como niña traviesa. De inmediato me saludaba con su voz de tenor y dos minutos después yo estaba botado de la risa por las cosas que él contaba. En una de esas llamadas le propuse que contara algo de su vida en un Platicatorio para que compartiéramos en redes sociales. Aceptó. Él, mi querido amigo Marco Polo, fue el personaje que más Platicarios nos regaló. Esto habla de su generosidad conmigo y con su pueblo. Él supo, ¡claro que lo supo!, que su plática era un chimbo para compartir. Marco Polo fue pueblo, recogió muchas vivencias con su pandilla, como tenía una mirada especial seleccionó lo más luminoso de todos los espacios. Esas astillas de luz, recogidas incluso en habitaciones oscuras, nos las regaló, para que la identidad comiteca hallara un abrigo para los días más fríos. Porque vos, querida mía, estarás de acuerdo en que hay días calurosos y días fríos y hay días en que, aunque el sol caliente el cuerpo el espíritu se siente como si estuviera adentro de una gruta húmeda, con un goteo persistente, taladrante. El propio Marco Polo, al saberse muerto, nos diría que nunca nos engañó, que siempre supo que el viaje era su destino, su forma de atacar la vida. Igual que su famoso tocayo, Marco Polo fue el gran viajero, ser que poseyó las más hermosas cualidades para subir al tren y apreciar todo lo que su mirada abarcaba desde la ventanilla o bajándose por el pescante para apreciar de cerca el aroma de las flores. En su casa, en lo alto de la montaña, él tenía sembrado el árbol emblema de Comitán: el tenocté. Cuando el tenocté floreaba le tomaba una flor con su celular y, de inmediato, la compartía conmigo. Era su forma de abrazarme, su forma de volverse colibrí para los amigos. Posdata: nos quedó pendiente seguir con los Platicatorios. En su última conversación, de hace uno o dos meses, me dijo: Álex, te contaré del pan compuesto, yo tengo la verdadera historia del pan compuesto, no es como lo cuentan. Nos quedó pendiente una buena platicada en vivo y a todo color. Siempre me invitaba a ir a su casa, me decía que allá corría el aire en forma libre y no debería tener miedo a contagios de bichos malignos. Nos quedó pendiente sentarnos a la sombra del tenocté, nos quedó pendiente beber los cielos que él bordaba cada mañana, porque fue uno de los vecinos más amados de los Dioses del Junchavín. ¡Tzatz Comitán!