domingo, 11 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA NOVELA (primera de dos partes)

Querida Mariana: estoy contento. Volví a treparme al escenario del Teatro de La Ciudad. ¿Por qué? Ah, pues, porque en esta semana hubo presentación de libros valiosos, por gente valiosa. El 10 de junio 2023 presentaron la novela “Belisario en París”, del escritor Gabino Flores Castro, con prólogo del senador Eduardo Ramírez Aguilar, nuestro paisano. Como en la vez anterior, trepé al escenario y pedí me tomaran la foto. Aparezco al lado de la escenografía, donde horas después ocurrió el acto protocolario. ¿Por qué lo hice? Porque, ya lo dije al principio: estoy contento y quería conservar un recuerdo de este acto histórico. Vos sabés que me emociona la aparición de un libro y éste, en especial, tiene elementos que lo hacen más entrañable. En primer lugar, está un escritor que presenta su primera novela y toma como personaje principal a nuestro máximo héroe, convirtiéndolo en un personaje de ficción; y segundo, el prólogo está redactado por nuestro paisano, el senador Ramírez. Gabino nos dice que la historia de Belisario permite muchas avenidas por recorrer, hace falta que haya más estudiosos de su vida y obra; así como faltan escritores de ficción que, en forma responsable, tomen el personaje histórico y lo presenten en forma digna. Basta recordar lo que el gran Fernando Del Paso hizo con la historia de Maximiliano y Carlota en su novela “Noticias del Imperio”; esta novela es un prodigio literario, donde Del Paso retoma a personajes emblemáticos de la historia de nuestra patria y nos enseña el prodigio que logra la literatura. Digo que estoy contento por la presentación de este libro en Comitán, porque esto ayuda a la reflexión inteligente en un pueblo de gente talentosa. Tuve la primicia del libro. Mi querido y admirado licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez me envió la novela y pude ya entrarle con emoción. Por primera vez leí un texto escrito por nuestro senador acerca de una novela. Le he leído textos acerca de libros académicos y de ensayos históricos, por primera vez leo su opinión acerca de una narrativa literaria. Nunca he platicado con el senador Eduardo acerca de sus gustos literarios, a distancia veo que es un lector avezado en temas de su encomienda política, pero también en vainas literarias. Un día lo vi leyendo el maravilloso libro de la gran Marguerite Yourcenar: “Memorias de Adriano”, obra suprema de la literatura mundial; es decir, veo que el senador Eduardo es un lector inteligente, y esto me provoca alegría, porque vos sabés que la alta cultura no es pan de todos los días en personas que se dedican a la política. Ahora vino al pueblo, su pueblo, para presentar la novela “Belisario en París”, de la cual escribió el prólogo. El título de la obra ya te da una idea del tema del libro (ópera prima del autor, en el terreno de la novela). Acá, en forma ficcional, está nuestro héroe comiteco en aquella ciudad (donde estudió medicina). El primer capítulo inicia en 1879, mientras Belisario viaja en barco hacia Europa; el último capítulo de la novela termina en 1889, así pues, los lectores somos testigos de diez años de vida del héroe en París. En este decenio (que corresponde históricamente a la decena que Belisario estuvo fuera del país) el autor narra su creación. Por ahora, me gustaría, si lo permitís, referirme al prólogo que realizó el senador. Acá los lectores (sobre todo los comitecos) tenemos una mirada de primera mano. ¿Cómo recibió el senador Eduardo esta novela? Suena interesante admirar esta faceta que, en mi caso, desconocía. El senador dice que el autor “imaginó un Belisario que imagina, es decir, que traduce en metáforas sus experiencias”. ¡Ah!, ¿ya viste? Acá el senador se aventó una frase afortunada, que casi casi sintetiza el oficio creativo: imaginar a personajes que imaginan; acá hay algo como metalenguaje: el autor que imagina lo que imagina el personaje; y esto lo percibió el lector Eduardo Ramírez. Posdata: si me permitís me gustaría compartir con vos otras imágenes precisas que el senador nos obsequió en el prólogo. Se agradece que su mirada sea novedosa, atenta. La labor de un prologuista es ser la mano que abre la ventana y nos dice dónde está la luz y dónde la sombra, así, el lector ya no camina a ciegas, ya sabe cuál es la vereda más certera. Bueno, pero esto lo haré mañana. Gracias, mi niña amada. ¡Tzatz Comitán!