lunes, 5 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN PRÍNCIPE

Querida Mariana: por favor, guardá en tu álbum y en tu corazón la foto que anexo. ¿Ya viste la grandeza que los Dioses me enviaron hace cosa de días? Iba a la oficina, en mi tsurito, cuando el chubasco de luz cayó sobre el parabrisas. Me detuve, pero el automovilista de atrás tocó claxon. Arranqué, saqué el celular y di vuelta a la manzana, pasé por correos, el hospital de nuestro amigo Hernán (en paz descanse), el templo de San José, la casa del ex gobernador Albores, la casa de los papás de mis amigos Román Marín, la tienda del comiteco de Jorge, la Casa del Ciclista, farmacia Guadalajara. En todo el trayecto pedí que el príncipe maya siguiera ahí para tomarle una foto y enviártela, para decirte que en nuestro pueblo se dan estas apariciones que no hallás en algún otro lugar del mundo. Y los dioses me concedieron el privilegio de que el príncipe maya siguiera ahí, con su luminosa presencia. ¿Ya viste la dignidad que presenta? Está parado con la misma dignidad que lo hicieron sus antepasados, los magníficos constructores de Junchavín, Tenam, Chinkultic. La apostura es la misma de los moradores antiguos de esta región, quienes fueron los auténticos pobladores de estas tierras. Un par de huaraches, un morral cruzado en el pecho, un cinto y el traje impecable, impoluto, de manta modesta. Llamó mucho mi atención que el pantalón (mi abuelo le llamaba mashtat, no sé si sea aplicable en este caso) también sigue la misma dirección del morral, está cruzado de la cadera a la pierna contraria. Esto, Dios mío; no le se habría ocurrido ni al mejor de los diseñadores de la moda contemporánea. ¿Cuántos siglos de tradición están expuestos en esta esquina de Comitán? Sin afanes de turismo ramplón, el príncipe maya se paró a esperar quién sabe qué. No sé qué hacía en el pueblo. ¿De dónde es originario, en dónde vive? ¿Qué razón lo trajo a iluminar este pueblo? Ninguna de estas preguntas tendrá respuesta. Esta vestimenta pertenece ¿a qué región? Sólo mi admirado amigo, el maestro Tecalero podría dar la precisa respuesta. El maestro Tecalero es experto en vestimentas indígenas de la región, esas prendas que continúan la tradición de siglos. Lo vi y pensé en esa línea de resistencia. Recordé que en los años que llevo de vida he visto muchos cambios de moda, en materia textil. En los años setenta vestí pantalones acampanados y camisas con estampados sicodélicos; luego los pantalones fueron de tubo. Mis amigas, igual que mis amigos, comenzaron a usar pantalones de mezclilla. Mis amigas, ¡ni modo!, abandonaron las minifaldas que nos dieron tantas alegrías a los varones, también dejaron fuera a las maxifaldas. Hemos cambiado de vestimenta, dependiendo de las directrices de los gurús de la moda. En cambio, este príncipe maya viste las mismas prendas bellísimas, sencillas, grandiosas, que vistieron sus padres y sus abuelos. Qué imagen tan digna, tan soberbia. Por supuesto que su presencia fue la más luminosa de todas las que pasaron por ahí esa mañana. Pedí a los dioses que me permitieran tomar la imagen para compartirla con vos, para que nos sirva como modelo de las líneas más sublimes del universo. Hay líneas que son más permanentes. Dije al principio, querida mía, que cuando vi a este príncipe maya, pensé en Junchavín, en Chinkultic y en Tenam; es decir, pensé en las zonas arqueológicas que fueron construidas por los primeros habitantes de nuestra región. Nos sentimos orgullosos de nuestro idioma, pero pienso que el idioma castellano, nuestro dialecto, sería menos luminoso si no contuviera palabras de las lenguas indígenas, las lenguas que existían antes de la llegada de los conquistadores españoles. Posdata: la cinta de púas que a veces envuelve la ciudad se volvió una cinta triunfal, de vuelo de colibrí, a la hora que vi al príncipe en la esquina. Sé que llegó por algo, pido que haya sido por algo bueno. Llegó a nuestro puerto, se paró en ese punto de la ciudad y dio la nota prodigiosa de la mañana, fue como una coma en medio de una oración confusa, dio la pausa para que el espíritu se renovara. ¡Tzatz Comitán!