sábado, 10 de junio de 2023

CARTA A MARIANA, EN RECUERDO DE DOÑA ANITA

Querida Mariana: a veces me incomoda mi oficio. En ocasiones lamentables debo contarte de fallecimientos de personas queridas. Mi oficio es maravilloso cuando me permite hablar de árboles llenos de luz, es desagradable contar historias de nubes que ya no vuelan por nuestros cielos. Pero mi mamá dice que debo hacerlo, que es algo como una obligación moral; dice que para eso Dios me dio el don de la escritura, debo escribir de todo, de la grieta, de la cima, de la cueva y de la plenitud de los templos. Cumplo pues mi encomienda. Ahora, querida mía, debo decirte que en días pasados me enteré del fallecimiento de una señora que respeto y quien me prodigó su afecto: Doña Ana María Castellanos de Baca, que en el medio artístico y en el entorno de sus amigos era conocida como Anita Castellanos, Anita, así, siempre con cariño. Hace días te platiqué también (ah, qué jodido oficio) del fallecimiento de un gran amigo de Comitán: Don Saúl de León Ross. Pues bueno, Doña Anita y Don Saúl fueron buenos amigos, porque ella participó en los llamados discos malcriados de Doña Lolita Albores, que fueron producidos por Don Saúl. Hoy es muy sencillo hacer grabaciones, en aquellos años era toda una aventura empresarial y tecnológica, Don Saúl tuvo una empresa que realizaba grabaciones de discos: Kontiki, así se llamaba su marca disquera, no tuvo la trascendencia nacional o internacional de los Peerles, por ejemplo, pero en nuestra comunidad fueron discos muy apreciados. En la actualidad, aún siguen siendo escuchados y disfrutados. Esos discos fueron un eslabón importantísimo para conservar nuestra identidad comiteca, porque en breves anécdotas picarescas quedó reflejado el carácter del comiteco y, no menos importante, se realizó un registro del modo de hablar, del tradicional cantadito de nuestra gente. Me gusta caminar por las calles del pueblo y ver la vida floreando. Me gusta saludar (de lejos) a rostros conocidos, aunque ellos no sean rostros de amigos cercanos, al reconocer sus caras sé que ahí hay personas de mi generación y esto es como si me topara conmigo mismo en el espejo, como si la vida me dijera que ahí está el Comitán que ha crecido a mi lado. Ahí estamos, sabemos que pertenecemos a este pueblo, que un día de los años setenta dimos vueltas en el íntimo parque central de entonces y nos vimos, no nos saludamos, pero nos identificamos como parte del mismo entorno. Cuando pasa esto, llego a casa, querida mía, y en mi diario escribo de la luz recibida, y pienso que mi oficio es agradable, me encanta hablar de la ventana, de la flor que se abre y recibe a las abejas y a los colibríes. Por eso, dentro de la pena de saber que Doña Anita había fallecido, me dio gusto conocer a la licenciada Paulina Baca, nieta de la gran comiteca. A la licenciada Paulina la conocí en el corporativo UDS, ella es fisioterapeuta y subdirectora del maravilloso Centro de Formación, un proyecto que sienta bases para la profesionalización del fútbol en nuestro pueblo, con instalaciones de primer mundo y personal altamente capacitado. Cuando escuché el apellido, de inmediato me brincó la cinta de una posible relación con Doña Anita, dos minutos después la licenciada Paulina confirmaba mi sospecha: es nieta de Doña Anita. Ella, muy formal, ante mi petición quedó de enviarme una fotografía donde apareciera su abuelita, así lo hizo y ahora, con su permiso, te paso copia, porque es una foto sensacional, donde queda reflejada la pasión que Doña Anita le imprimió a su vocación teatral. Esta fotografía fue tomada en septiembre de 1962, corresponde a la escenificación de la obra llamada “El sueño de una gitana”, que dirigió la famosa Güera Pulido, Doña Leonor Pulido Gordillo, quien fue una destacada promotora teatral comiteca. Doña Anita está caracterizada como una bruja, con el típico gorro y lleva en la mano derecha una escoba. Una buena bruja debe tener, por supuesto, nariz de bruja, que es una nariz exagerada, con gancho hacia abajo. Acá, alguna genial maquilladora comiteca le colocó nariz de bruja a Doña Anita, para que su papel fuera creíble. Ah, debió ser una actuación soberbia, porque la gente que conoció su trabajo actoral habla de su talento innato. El arte ya lo traía de nacencia, su carácter alegre le venía de herencia. ¿Sabés quién fue su papá? Don Gonzalo Castellanos, el famosísimo Frisón, quien fue uno de los más grandes pone apodos del pueblo. El papá de Doña Anita poseía una habilidad especial y única para analizar los rasgos de las personas y relacionarlos con alguna característica. La fórmula era sencilla: A más B es igual a C. A era el personaje con todos sus rasgos físicos e intelectuales, B era la semejanza irónica y juguetona, C era el apodo, resultado que, en la mayoría de ocasiones, fue tan bien recibido por la sociedad que se volvió como un segundo bautizo para el elegido, quien no siempre aceptaba de buen agrado tal mote. El mismo pone apodos terminó siendo más conocido por su apodo que por su nombre. Esto es uno de los rasgos culturales de nuestro pueblo. Se han bordado muchísimas anécdotas al respecto. De ese árbol enormísimo brotó la rama que fue Doña Anita. Su nieta me contó que su abuelita nació en nuestro pueblo el 28 de junio de 1944 y fue poseedora de una simpatía y comicidad apreciada por todos. Doña Anita mostró grandes dotes histriónicas desde muy temprana edad y fue una gran impulsora de la literatura y la convivencia social. En su casa tienen registro de algunas obras en las que participó: la citada “El sueño de una gitana”, más “Levantar a los muertos” y “Receta contra las suegras”. Conocí a Doña Anita, precisamente, en el escenario del teatro. Siempre me prodigó su afecto y yo fui admirador de su talento histriónico. Mucha gente recuerda su participación en los actos que se llevaron a cabo con motivo del Cuarto Centenario de la llegada de los frailes dominicos a Comitán. ¿Qué más diría de su abuela?, le pregunté a la licenciada Paulina, y ella me dijo que la recuerda como una mujer inquieta, siempre alegre, que le daba a todo lo que hacía una chispa de comicidad. Doña Anita fue una mujer única, muy apreciada en el pueblo. Dije que ella y Don Saúl de León Ross fueron amigos, convivieron en la grabación de los discos de picardía comiteca, él como productor y ella como actriz. A la gran Anita Castellanos debe reconocérsele como una mujer entusiasmada por conservar la cultura de Comitán. Junto con los compañeros de teatro realizó una labor fecunda por sembrar amor hacia el arte, ahora tan incomprendido. Siempre he valorado la vida de actores y actrices de teatro que se pasan horas y horas en la soledad estudiando y aprendiéndose los parlamentos; luego las horas en los ensayos; todo para el gran instante donde salen al escenario y dan vida a sus personajes, frente a las audiencias. Doña Anita recibió carretadas de aplausos en muchas ocasiones, eso era el principal aliciente a su tarea, era el pago por tanta pasión. “’Caso hay tu paga” diría la mujer que siembra árboles con cariño. Doña Anita sembró, su cosecha fue el cariño de los suyos y el reconocimiento de sus compañeros y de quienes disfrutaron sus actuaciones. No más. Como siempre he manifestado: es preciso recordar y honrar la vida de muchas personas talentosas de Comitán, porque eso nos honra como pueblo. La demanda es: no olvidemos a nuestros personajes locales, los envolvamos con el chal de vida, porque ese chal es el que cobija a nuestros espíritus. La dramaturga y cronista Rosa Hortensia Aguilar Trujillo escribió una crónica donde da cuenta de la actividad teatral en Comitán, en dicho texto menciona algunas actuaciones de Doña Anita. Menciona que Doña Anita fue integrante del grupo “Club Topacio”, y del “Club Comitán”, que tuvo presencia en el pueblo de 1950 a 1960; asimismo, como ya quedó manifiesto, participó en el Grupo de Teatro de la Acción Católica que tuvo relevancia en la celebración del Cuarto Centenario; y, por supuesto, integrante de Escudo Jaguar Teatro. Digo que conocí a Doña Anita en el escenario. En una ocasión, un grupo de amigos realizó un homenaje para Doña Lolita Albores, nuestra amada cronista vitalicia, y entre los actos programados hubo una representación teatral que retomó el siguiente título: “¿Qué pensás que estoy pensando?”, que era un sketch con modismos comitecos. ¿Quién mejor que Doña Anita para representar un papel protagónico? Ella, como ya se ha dicho, igual que Doña Lolita tenía bien apropiado el carácter de lo comiteco, en su modo de hablar y de mirar la vida. Ahí la conocí. Fue mi privilegio. Posdata: En pocas ocasiones platiqué con ella, pero siempre que tuve la oportunidad de estar a su lado comprobé lo que su nieta alaba: su simpatía y alegría. La demanda es permanente: no olvidemos a los gajos de nuestro árbol, les demos el lugar que les corresponde. Gloria eterna a la gran mujer de teatro: Doña Anita Castellanos de Baca. ¡Tzatz Comitán!