lunes, 17 de marzo de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA UNIVERSIDAD NACIONAL ROSARIO CASTELLANOS (una de tres)

Querida Mariana: anotá la fecha 3 de marzo 2025; anotala en el libro de las páginas luminosas de Comitán; untala en tu espíritu. Esta fecha marcó el inicio de labores de la Universidad Nacional Rosario Castellanos, unidad académica Comitán. La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, le dio el rango de nacional a la universidad y el plantel de Comitán es el primero fuera de la Ciudad de México. La universidad comenzó sus labores sin un acto protocolario de inauguración. Para ser testigo de ese día importante, pasé a dejar a mi Paty al plantel Los Sabinos, del Colegio Mariano N. Ruiz, y luego fui a la UNRC, chequé la hora, eran las siete de la mañana con doce minutos. Viajé por la calle de terracería del Crematorio Los Sabinos, luego por la terracería al lado del Rastro (que siempre apesta), donde está el Fraccionamiento Rosario Castellanos (¡qué visionarios los dueños!), llegué al crucero que lleva al Tec y al Polideportivo, seguí por esta ruta, ya que las instalaciones de la UNRC están al lado de este centro deportivo (poco visitado por deportistas). Llegué. El acceso pavimentado ya estaba por concluir, pero no había paso (supuse que darían paso hasta que se realizara el acto protocolario), así que entré con el tsurito por una vía alterna, también de terracería, para seguir con la costumbre. Llegué hasta la puerta principal de la institución y ahí encontré a un papá que llevó a su hija en motocicleta, nos saludamos, me dijeron que ellos viven en Cash, ella se veía emocionada, ¡cómo no!, era el primer día de sus clases universitarias, en la carrera de Relaciones Internacionales. ¡Nadita! Desde Cash para el mundo. Sí, el 3 de marzo 2025 fue un día glorioso para Comitán, para la región, para todo Chiapas y, si me forzás, para todo México. La UNRC es una opción que acerca los estudios profesionales a la juventud, sin costo, porque no hay pago de inscripción ni de colegiaturas. La educación pública se pone al servicio del pueblo. No sé qué pensés vos, pero a mí se me hace una noticia sensacional, por eso fui, muy temprano a constatar cómo se daba el inicio. Las puertas permanecían cerradas, me dijeron que habían citado a los alumnos a las ocho de la mañana. Más adelante me topé con dos chicas sentadas en una banqueta. ¡Qué madrugadoras!, comenté. Una de ellas (luego supe que venía de Tuxtla Gutiérrez) dijo: me perdí, no sabía cómo llegar. No se me ocurrió otra cosa para decir que: pero ya llegaste y ahora ya no te perderás, ella rio. Sólo estaba una persona resguardando la puerta. Pensé que debía tomar la fotografía de ese momento luminoso, histórico, para enviártela a vos, así que pedí a las chicas que posaran. Ellas aceptaron, con gusto. Te paso los nombres de esas muchachas universitarias que fueron las primeras que llegaron a la UNRC el día de inicio de clases: Miranda Montes López, Guadalupe Reyes Valdizón y Yaneth Monserrath Hernández Santis. Les deseé mucha suerte, como viejo clásico les recomendé que estudiaran mucho, que le echaran ganas. Luego me enteré que varios chicos llegaban de la tierra caliente y una chica provenía de Campeche, ella estudiaría Derecho y Criminología. Las chicas me dijeron que en sus mochilas llevaban fruta, agua, tortas y libretas. Las guerreras no estaban sin fusil, estaban bien preparadas. La persona de resguardo me quedaba viendo con cara de: este viejo qué quiere, tarareando la canción que le gustaba a mi papá, la de Vereda Tropical, caminé por la periferia, vi un trascabo en el interior, casi al lado de un mural hermosísimo. Pensé que la obra civil aún no había concluido. Regresé porque advertí que mi presencia podía ser incómoda. No valía la pena molestar, era una mañana espléndida, más chicos y chicas llegaban, en taxis, combis, autos particulares, motocicletas. Para que el acto no pasara tan en silencio, de pronto todos escuchamos un ruido de impacto, un taxi llegó a darle un besito al culito de una combi. Los dos choferes bajaron, comenzaron a discutir, el taxista pegador revisó la trompa de su auto, nada tenía, pero el chofer de la combi señalaba que había descascarado una parte de su vehículo, el taxista dijo: te dejo mi licencia y luego nos ponemos de acuerdo. Pensé que ambos tenían urgencia de seguir con su ruta. Los dejé discutiendo. Ya había tenido un mínimo testimonio del día de inicio de clases. Con eso era suficiente. Supuse que más tarde abrirían las puertas y los estudiantes entrarían a su nueva escuela: la Universidad Nacional Rosario Castellanos. Posdata: trepé al tsurito, puse una estación de radio, pero la apagué, porque el instante me reclamaba ir en silencio, apreciando el entorno, reflexioné en la importancia de tal hecho: una universidad de rango nacional, con el nombre de nuestra amada escritora, había iniciado labores. ¡Ah, qué momento! ¡Tzatz Comitán!