sábado, 15 de marzo de 2025

CARTA A MARIANA, CON LIBRERÍA

Querida Mariana: ¿ya viste el letrero? “Los libros tienen la palabra”. Es el lema de las Librerías Educal. En Comitán tuvimos una librería Educal, en los años ochenta, estuvo en el Pasaje Morales, fue una iniciativa que tuvimos mi Paty y yo. No, desgraciadamente no tardó mucho tiempo. Pero, como diría, el clásico: “el intento se le hizo”, el intento de sembrar amor por los libros, por la palabra. Hoy contamos con dos librerías en el pueblo: La Proveedora Cultural y Porrúa. La Proveedora está en su local rumbo a La Cruz Grande; y Porrúa está en el Centro Cultural Rosario Castellanos, frente al parque central. El otro día me platicó el maestro Diego Greene, director de cultura del Ayuntamiento de Comitán, que gestionan la apertura de una librería del Fondo de Cultura que estará en el Museo Rosario Castellanos. En la fotografía verás que nuestra librería fue híbrida, si podemos llamarla así, porque, como anuncia la bandera que está anexa, había también venta de revistas y publicaciones. Mi Paty, con responsabilidad, iba a dejar a los hijos a la escuela y luego abría el negocio; cerraba para ir por los hijos a la escuela, comía en casa y luego regresaba al negocio, de cuatro a ocho de la noche. Era una frieguita, como siempre ha sido el trabajo de los comerciantes, atendía de lunes a sábado. Yo pasaba en las tardes a acompañarla y a atender por ratos, cuando ella tenía algún compromiso. Los domingos yo abría, de diez a dos de la tarde. Siempre había gente que llegaba a comprar algún periódico o alguna revista, sólo de vez en vez alguien adquiría un libro. Sabíamos que así sería la dinámica. El fomento de la lectura es una siembra demandante que da escasos frutos, pero hay que insistir. Si mirás con atención la fotografía verás lo que sucede siempre que hay un espacio de lectura, las vitrinas son peceras que atraen, que llaman la atención, que enganchan posibles vocaciones. Así como está el niño recargado en el pretil, un día de mi infancia me paré frente a la vitrina que tenía Don Rami Ruiz (viejo maravilloso) en La Proveedora Cultural y hallé al lado de las revistas Kalimán, Memín Pinguín, La Familia Burrón, Chanoc, Los Agachados de Rius, un ejemplar de la Biblioteca Básica Salvat, el primer número, con la novela “La Tía Tula”, del gran escritor español Miguel de Unamuno, como ese día me sobraba paguita, compré el Memín y también la novela. Ah, ese fue el deslumbre, el gran inicio. Desde entonces, lo sabés, nunca he abandonado los libros, estos han sido los grandes compañeros de mi vida, los que me han propiciado instantes sublimes, los que me han hecho viajar por muchas partes del mundo, en diversas épocas. He conocido miles de historias y he aprendido muchos conceptos que han trazado la ruta de vida que ahora sigo. Todo lo hizo un gran ventanal donde había expuesta una serie de revistas, periódicos y libros. Abrimos la librería Educal, con gran emoción. Antes me puse en contacto con la directiva, en la Ciudad de México, hablé de las bondades del lugar, el Pasaje Morales siempre ha sido un espacio de excelencia, convencí a los directivos, firmamos el convenio y un día llegó un buen cargamento de libros (en consignación), vinieron dos ejecutivos y, expertos en mercadotecnia, dijeron que, como en un supermercado, debíamos colocar los libros en el acceso, para que los compradores usuales de revistas y periódicos se “toparan” con los libros, así lo hicimos, colocamos las revistas al final del local y en la entrada mesas y exhibidores con libros. Sí, los compradores veían los libros al entrar y luego ya iban por las revistas de Traileros, que era muy buscadas en ese tiempo. Sí, mi Paty colgaba revistas, era el gancho para que los lectores entraran: había una muy buscada “Golden” y la infaltable “Playboy”. Siempre recordaba los puestos de revistas que había en esquinas de la Ciudad de México, cuando estudié allá en los años setenta. Mi Paty sabía que debíamos usar el clásico “si no se muestra no se vende”, así que en cuanto llegaban las nuevas revistas las colocaba en el aparador. Las revistas y periódicos nos las enviaba Don Alonso, yerno de Don Rami Ruiz, nos daba un porcentaje por cada venta. El trabajo era interesante, a mi me encantaba porque cuando estaba en atención al cliente podía, por ratitos, leer todas las revistas, Proceso, Muy Interesante y, por supuesto, echarle un ojito al Playboy; además de leer libros. Ah, el mayor placer de mi vida lo tenía a la mano. Eran peldaños para cumplir los deseos. Si alcanzás a ver en los carteles anunciábamos que ya teníamos a la venta dos libros, de dos grandes comitecos, uno era una novela: “Una piedra en mi zapato”, de Óscar Bonifaz, escritor que en este año, igual que Rosario Castellanos, igual que Doña Piedacita Albores de Ruiz, celebra el Centenario de su nacimiento. El otro libro era “Así te recuerdo Comitán”, de Doña Lolita Albores, quien fue amiga personal de Rosario Castellanos, a tal grado que vivió en la casa del papá y de la mamá de Rosario, en la Ciudad de México. Cumplía mi sueño de tener abierta una librería para los paisanos, para que los posibles lectores de este pueblo se “topetearan” con libros y con revistas. Te he platicado que yo comencé a ser un gran lector leyendo revistas de monitos. Uno de los regalos de cumpleaños que recuerdo con emoción fue un paquete de cinco revistas ilustradas que me obsequió Toña, secretaria de mi papá, ella llegó, me dio un abrazo y entregó un paquete forrado con papel de china (como se acostumbraba entonces), rasgué el papel (como si fuera una maravillosa reja de papel de china) y encontré cinco maravillosos cuentos (como les llamábamos a las revistas de monitos, hoy cómics). Ah, fue un deleite, me senté en el piso del corredor amplísimo y al lado de macetas llenas de flores despaché las revistas. Una de ellas, te he contado fue la historia del gran viajero Marco Polo, ahí (en una revista de monitos) conocí la Muralla China. Nada me desprendía de ese gusto, del enorme gusto de la lectura, estaba en Comitán y, en un instante, estaba en la lejanísima China, viajaba al lado del enorme viajero universal. Nada podía compararse con ese gusto. Hoy, cuando acudo a una institución educativa, siempre comparto con los estudiantes lo que dijo Jorge Luis Borges: la lectura es una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz. A mí nadie me obligó a ser feliz, un día, alguien puso en mis manos una revista de monitos, y luego un libro (maravilloso instante) y desde entonces no he dejado de asomarme a esa ventana que me hace tan feliz, inmensamente feliz. Cada mes enviábamos reportes a Educal, en la Ciudad de México, las estadísticas, por desgracia, mostraban que cada mes mermaban las compras de libros. Nosotros sobrevivíamos gracias a las ventas de revistas y periódicos, pero un día hicimos cuentas y llegamos a la siguiente conclusión: ganaremos más paga si damos en renta el local (porque era nuestro), así que la necesidad fue más fuerte que la pasión. Un día encajonamos (uf) los libros, los enviamos a México y cancelamos el convenio. Fue apenas un intento. A veces pienso en ello y pido que, así como yo me enamoré de los libros en el negocio de Don Rami, algún chico también se haya enamorado de los libros en la Librería Educal, del Pasaje Morales. Conforme pasó el tiempo llegó el instante donde Samuel Albores abrió la librería que, sin duda, ha sido la más completa en material literario de altos vuelos, porque Samy es un experto lector. Quienes conocieron la librería de Samy (que ya no existe), Librería Lalilu, podrán confirmar el espacio prodigioso que él creó, porque al lado de la librería existió un jardín lleno de flores y de árboles. Uno compraba un libro y el espacio antojaba para sentarse a leerlo en el jardín. Hoy sólo tenemos dos librerías. La Proveedora Cultural tiene un espacio especial para libros y otro para venta de artículos de papelería; Porrúa sí es una librería al ciento por ciento. En Lalilu, Samy tenía un espacio para una cafetería donde tomabas un café y un pastel vegano. Por eso digo que Lalilu fue la mejor librería que jamás hubo en este pueblo. Los lectores lamentamos el cierre. ¿Cuántas personas lamentaron cuando cerramos la Librería Educal? Posdata: sólo dos librerías existen en nuestro pueblo. Esto da una idea de cómo la llamada Capital Cultural de Chiapas aprecia la lectura. No podemos caminar si tenemos carencias, si no tenemos el bastón increíble de los libros. Educal dice que “los libros tienen la palabra”, los pueblos sin libros se quedan sin palabras, tal vez por esto cada vez más enmudecemos ante el prodigio de la vida que asoma a nuestros ojos y ya también nos estamos quedando casi ciegos. ¡Tzatz Comitán!