domingo, 16 de marzo de 2025

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL LIBRO DE PAULO

Querida Mariana: esta fotografía es de privilegio, estoy al lado de Paulo Ortega Aguilar, joven que labora en el restaurante La Esquina de Belisario. En esa esquina, Paty Cajcam y yo pasamos con frecuencia, casi diario. Si pasamos como a las doce y media ya encontramos a los habitués de la mesa, grupo de amigos que se reúnen todos los días a platicar. Esa mesa ya se hizo famosa, Jorge me dijo que ya son como veinticinco (Ha abundado el maíz criollo). Pasamos casi a diario, porque es el camino para ir a la oficina, desde el centro. Ya mirás que la oficina está a cuadra y media del parque central, es otro de mis privilegios. Como la oficina está en la segunda planta de un edificio, abro la ventana y salgo al balcón. Desde ahí disfruto la vista de la calle, de los tejados, de los tinacos, de las aves, de las nubes, del cielo, de las chicas que pasan, de las mujeres que ofrecen pitaules, de los chicos que manejan motocicletas. Esta ha sido mi calle desde siempre, porque a una cuadra de la oficina está la casa donde viví de niño. Y, en ese tiempo, hacía lo mismo, miraba la calle desde un balcón. Siempre recuerdo lo que escribió Rosario en su “Balún Canán”: “Debe ser tan bonito estar siempre, como los balcones, desocupado y distraído, sólo mirando…”. Yo digo que más bonito que ser un balcón mirón, es más bonito ser una persona mirando, desde los balcones; mirando Comitán, el Comitán de hoy, el de siempre. La otra mañana caminamos por La Esquina de Belisario, como a las diez de la mañana y oí mi nombre (como era muy temprano para la mesa seguí caminando, digo esto porque a veces Javier, integrante consuetudinario me llama), oí mi nombre, pero seguí caminando, Paty me tomó del brazo y dijo que me llamaban, volví la mirada y encontré a Paulo, quien se acercó y me dijo que si podía firmarle uno de mis libros. Me sorprendió. Él explicó que estudió el primer grado de secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz, la maestra de español dejó la actividad de leer mi libro de cuentos “Un ángel llamado Pavitto” (edición de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar), él compró un ejemplar, lo leyó e hizo la activad. Al terminar de decirlo, sosteniendo la carta contra su pecho, corrió hacia un revistero y de ahí sacó el ejemplar del libro, mi libro, su libro. Sentí como si estuviera en la cima de una montaña viendo la salida del sol, digo esto para decirte que me sentí bien, me dio gusto esa serie de coincidencias. Paulo dijo que sólo el primer grado lo estudió en el colegio, el segundo y tercer grados los hizo en la Secundaria del estado, luego hizo su bachillerato y ahora trabaja como mesero en la Esquina de Belisario. Puse el libro sobre una mesa y se lo dediqué, al final escribí que la firma había sido la mañana de un día histórico para Comitán, pues más tarde, mucho más tarde, Claudia Sheinbaum llegaría al pueblo para inaugurar la Universidad Nacional Rosario Castellanos. Paulo y yo comentamos acerca de la infinidad de opciones para estudiar una carrera profesional en línea. Ahora trabaja, pero en el Internet hay mil ramas para continuar abonando en el árbol del conocimiento. Le entregué el ejemplar, me despedí y Paty Cajcam y yo seguimos con nuestro rumbo. Iba emocionado, había tomado el ejemplar de los cuentos y le había dicho a ambos que ahí estaba un cuento bonito, el de “Sombras”, que cuenta la historia de un tipo que, por motivos inexplicables espera que dos hombres terminen de colocar un cadáver en un ataúd, cuando los hombres terminan su labor, uno de ellos extiende la mano exigiendo el pago y el tipo revisa las bolsas del pantalón y comprueba que no tiene dinero, “tal vez olvidé la cartera en el hotel”, dice, apenado, a partir de ese instante todo comienza a tener tintes trágicos, porque uno de los hombres le dice que con un difunto al día es suficiente, el tipo insiste en que les pagará, pero el hombre responde en forma irónica a todo lo que él sugiere como posible solución. Leí en voz alta dos de las líneas, pero me di cuenta que Paulo estaba en hora de trabajo y debía ofrecer un desayuno a los posibles comensales. Me despedí. Él tomó su ejemplar y yo me fui satisfecho, respirando hondo en mi Comitán. Posdata: al otro día caminaba por ahí, buscando a Paulo para saludarlo de lejos, pero a quien miré fue a Gabriel Guerra Castellanos, quien vino a Comitán como invitado de honor para la ceremonia donde la presidenta de la república inauguró la universidad nacional que tiene el nombre de su mamá, la famosa escritora. Platiqué cinco minutos con Gabriel, estaba a punto de ir a su hotel, porque debía viajar al aeropuerto para regresar a la Ciudad de México. ¿Quién podía tomar la foto de privilegio? ¡Paulo, Paulo, por favor, tomanos una foto! Le di mi celular y él cumplió el encargo. Gabriel pagó y nos despedimos. Luego me despedí de Paulo, el chico que conserva un ejemplar de “Un ángel llamado Pavitto”. Cuando dejé de leer las primeras líneas del cuento “Sombras”, le dije a Paty que consideraba que el cuento era bonito y Paulo dijo que a él todos los cuentos le habían agradado. ¡Ah, qué sabroso corre el aire hasta mero arriba de la montaña! ¡Tzatz Comitán!