sábado, 1 de marzo de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN CUENTA CUENTOS
Querida Mariana: Abraham Gutman está en Comitán. Vino a presentar su libro “Los cuentos que cuenta Gutman”.
Cuando compartí la invitación, Lupita Albores recordó el trabalenguas que dice: “Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas”, juego de palabras que era de uso común en la escuela primaria.
Abraham Gutman vino a contar cuentos, en realidad, su libro contiene chistes, pero él los llama cuentos, porque cuentan. El autor del libro se presentó en la Sala de Actos del Colegio Mariano N. Ruiz, el 27 de febrero 2025, de 9:30 a 10:20, durante cincuenta minutos compartió su ideal: hacer reír a la gente, porque él considera que el circo de la vida está conformado por los actos de los magos, de los equilibristas, del hombre más fuerte del mundo, de la mujer barbuda, del hombre bala, de la trapecista, de los malabaristas y de los personajes que son aclamados por chicos y grandes: los que hacen reír.
La trapecista mantiene a los espectadores en el filo del nerviosismo. La vida cotidiana también nos coloca, en muchas ocasiones en el abismo donde los nervios sufren presión, ésta se distiende cuando la risa asoma, cuando la carcajada se vuelve cascada.
La audiencia estuvo formada, en su mayoría, por estudiantes de bachillerato. La invitación fue precisamente: para mayores de quince años. Gutman no mide sus palabras, porque explica que no es medidor, él comparte, sus cuentos están hechos de palabras y éstas son su herramienta principal para comunicar, sus chistes no son para niños inocentes, son para personas que emplean las palabras sin distingo. Un oído casto se ofendería, por eso, como si fuera aviso de cine, se advirtió que era para mayores de quince años, para personas que usan todas las palabras en forma cotidiana. Acá, las palabras (todas) le sirvieron a Gutman para compartir su inefable amor a la vida, para celebrarla con sonrisas, sin falsas telarañas, sin dobleces.
En el circo de la vida, la palabra es parte esencial del espectáculo, a veces la hace de equilibrista, en otras es enviada al espacio mediante un cañón. La palabra brinca de un trapecio a otro, en el paso de la muerte, pero cuando más brilla es cuando brinca la cuerda, cuando hace reír.
Gutman cuenta un chiste y antes que el final asome se bota de la risa, su carcajada es contagiosa, es como si soltara un cachinflín y todos los cuerpos y espíritus levantaran los pies; Gutman es una corriente de aire fresco.
Sé que la mayoría de estudiantes gozó la presencia de Abraham. Los vi sonreír, escuché sus carcajadas; pero, asimismo, sé que alguien pudo pensar que los chistes eran subidos de color. Sí. Todavía hay personas que siguen pensando que el tema del sexo, por ejemplo, no debe hablarse con todas sus palabras, que al pene se le debe buscar un eufemismo y decirle pajarito, son las mismas personas que sostienen que hay malas palabras y que éstas sólo se deben pronunciar en voz baja y en lo oscurito. Gutman se soltó contando chistes y vi a muchos estudiantes que rieron, que gozaron su habilidad y su simpatía natural. El viejo abuelo (tiene ochenta y siete años de edad) se paró frente a un grupo de jóvenes mayores de quince, pero menores de veinte, y contó los llamados chistes malcriados, que en realidad, demostraron su buena crianza, porque como dijo un chico, resumen la cultura popular mexicana, ya Octavio Paz nos regaló un excelente análisis acerca de la chingada y del verbo chingar. No es gratuito que el libro “La picardía mexicana” sea un éxito editorial, con miles y miles de libros vendidos.
Gutman fue alumno fundador de la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz, en 1950. Su árbol genealógico tiene raíces en Polonia, donde nació su padre, del mismo nombre y que un día, como era judío, debió dejar su tierra, subir a un barco que tenía el nombre de “Toledo”, para llegar a Veracruz. Las líneas del destino lo llevaron a la Ciudad de México, donde se dedicó a vender corbatas en las calles. Luego dio el salto hasta Chiapa de Corzo donde enamoró a la chiapaneca Hermila Vicente Nandayapa. En la ciudad de Chiapa de Corzo nació el pichito Abraham, creció a la vera del río, escuchando el rumor del agua, del chapoteo de los remos, del sosegado desplazarse de las lanchas, del sueño de los cocodrilos y del habla desparpajada de los pescadores y de los constructores de marimbas y de las charlas de las robustas mujeres que preparan el pozol de cacao. Pero un día se asomaron a Comitán y acá se quedaron a vivir un tiempo, Abraham papá abrió una tienda que se llamó “La gran Rusia”, por lo que al polaco los comitecos lo volvieron “el ruso”.
El hijo del ruso, del polaco, está en Comitán, en 2025, vino a hacer reír a decenas de estudiantes, a contagiarlos con su cinta simpática, a decirles que la edad, como el lenguaje, no tiene límites.
Posdata: en el circo de la vida hay de todo: hay instantes miserables y hay instantes sublimes. Una de las grandes misiones del mago Abraham es compartir momentos felices, él sonríe siempre, toma la mejor liana de la vida y viaja por los aires.
¿Sabés cuántos cuentos (chistes) tiene el libro de Gutman? 419, son un montón de cerillos, cuando un lector termina la lectura una flama ilumina la mente y abre la boca en una hermosa sonrisa. Todos estos cuentos los ha recopilado Gutman en cientos de momentos de convivencia, él, quien posee una espléndida memoria, los ha escrito en su mente y luego los ha volcado en su libro, para que todo mundo pueda leerlos, disfrutarlos.
En la foto que te comparto aparecen el Maestro José Hugo Campos Guillén, director general del Colegio Mariano N. Ruiz, y Abraham Gutman Vicente.
Sé que mi amado Gutmita no se molestará si pirateo dos chistes de su libro para compartirlos con vos. No se molestará, porque, a final de cuentas, estos chistes no son de su invención ni de su propiedad, son del dominio público, son de todos, de todos los que aman la vida, de quienes la disfrutan. Así que los compartiré con vos para que esta carta no sea tan solemne, sino que ilumine la intención de Gutman: que la gente ría, que injerte en su alma una sonrisa.
Va el primer cuento, a ver qué te parece:
UN PERRITO LLAMADO CHIQUISTRAPIS
Una dama va al mercado cerca del mediodía y ve que venden un perrito muy bonito: “Qué bonito perrito, ¿cuánto vale?” “Cincuenta pesos”, dice el vendedor y la dama agrega: “¿Por qué tan caro?”
El vendedor explica: “Es muy entendido y muy bravo, ahorita lo verá”, y le dice: “Chiquistrapis, la reja”, y Chiquistrapis hace pedazos la reja de madera. Luego dice: “Chiquistrapis, la silla” y Chiquistrapis hace pedazos la silla de madera.
La dama apurada ve su reloj y ve que es la hora que su marido llega a comer: “Me llevo a Chiquistrapis, ya mi marido va a llegar a comer. Aquí tiene los cincuenta pesos”.
Al llegar la dama a su casa, encuentra a su marido ya sentado a la mesa y muy encabronado.
Ella le dice: “Viejo, me tardé porque compré este bonito perrito llamado Chiquistrapis”. “Chiquistrapis, ¡mis huevos!” y Chiquistrapis deja sin huevos al enojado marido.
UNA PERRITA LLAMADA LLANTA
A un individuo se le ocurrió ponerle Llanta de nombre a su perrita. Una tarde, cuando un amigo llegó a saludarlo, le platicó que tenía una perrita y que se llamaba Llanta. “Por cierto, ¿no viste a mi perrita llamada Llanta cuando llegaste?
El amigo respondió: “Sí, en la esquina le estaba echando aire un perro”.
Uno más, pues:
COMPRA DE CONDÓN PARA PÉSAME
El compadre, muy apesarado por la muerte de su compadre del alma, llega a la farmacia: “Señorita, deme un condón, pero negro, porque le voy a dar el pésame a mi comadre, porque se murió mi compadre”.
¡Tzatz Comitán!