martes, 19 de enero de 2010

ATADOS DE MANOS, PERO NO DEL CORAZÓN


¿Qué podemos hacer desde acá? Vemos por la televisión las escenas de lo que ocurre en Haití y preguntamos: ¿qué podemos hacer desde acá?
Tal vez llenamos una caja de cartón con algunas latas de sardina (ya nos dijo López Dóriga que debemos agregar un abrelatas porque si no ¿cómo?), algunos rollos de galletas Marías y unas botellas de agua purificada, para llevarla a la delegación de la Cruz Roja (¿instalaron un módulo de recepción en la delegación de Comitán?).
¿Qué más podemos hacer? Tal vez apartamos un billete de nuestra quincena y -aunque pensamos que nos hace falta y dudamos de que nuestro billete se destine para la ayuda de los damnificados- hacemos el depósito a una cuenta bancaria.
¿Qué más podemos hacer? Oímos y vemos por la televisión que la ayuda no llega por cuestiones de logística que no comprendemos. Estamos tan lejos de la desgracia. Ya hay toneladas de alimentos cerca del lugar de la desgracia, pero la ayuda no fluye. Mientras tanto, la gente en Haití ¡se muere!
¿Qué podemos hacer desde acá? Ayer una alumna me dijo que lo único que puede hacer es rezar por ellos. Algo como una luz iluminó el salón donde estábamos. Pero, alguien dirá que esa oración no sirve de algo al compa que está casi enterrado bajo toneladas de cemento. Ayer dijeron que el tiempo del rescate ya terminó. Duele pensar que cientos de personas no podrán ser rescatadas. Es necesario "limpiar" el territorio del desastre a fin de que no ocurra una contaminación general.
¿Qué podemos hacer desde acá? La desgracia sólo "nos toca" cuando abre la herida en nuestra piel. Nos condolemos de la desgracia del vecino, pero no nos dolemos. Cuando la tragedia está tan lejos que, al menos yo, no sabemos bien a bien en dónde está la isla, no podemos hacer más.
Los ateos aprovechan estos refritos para refregarnos en la cara la idea de: "¿Ya ven? ¡Dios no existe!". No entienden que ahí también está enredado Dios, porque Dios es el universo infinito y no es el Dios "buenito" ni el Dios "vengativo" que nos vende la religión. Dios ¡es!, y la realidad es ésta. El temblor en Haití y el sol afectuoso de Comitán. Dios es el milagro de la vida y de la muerte. Está en el hombre que ahora mismo agoniza debajo de toneladas de escombro (Dios mío) y también está en la sonrisa del niño que, después de tres o cuatro días de estar bajo tierra, lodo y cemento, fue rescatado.
Dios es el ungüento, el agua tibia, la viga encima, el cielo gris.
La gente pelea por un poco de agua, por un mendrugo de pan. La gente se mata. ¿Qué podemos hacer desde acá? Desde esta gracia Divina donde la armonía me rodea esta mañana, ¿qué podemos hacer? Mi alumna dijo: rezar. No queda más, no queda menos. La oración es una fuerza inimaginable. De algo ayuda, lo sé.
¿Y los no creyentes? Tienen el maravilloso recurso de "creer" en el hombre; de hacer una despensa y un depósito bancario. De algo ayuda, lo sé.