domingo, 3 de enero de 2010

MIENTRAS EL GATO...


Mientras el gato duerme, el hombre mira una película en la televisión. Es una película mexicana en blanco y negro (la televisión no es mexicana, ni es en blanco y negro). Los diálogos llaman su atención(digo, al hombre que mira la tele, porque el gato apenas respira. Está echado sobre la parte superior del respaldo del sillón. Ha estado ahí por más de dos horas. ¿Qué significado tendrá para él el tiempo?).
El hombre tiene ganas de orinar, pero se aguanta las ganas, sigue viendo la televisión. Angélica María llega a un local donde hay pinturas (muy del estilo de los sesentas, arte sicodélico). El artista, Fernando Luján la atiende.
En la película también interviene Julián Pastor y (¿cómo se llama este famoso actor? ¿El que decía "¡Arroz!", cada vez que veía una palomita dispuesta a comer alpiste de su mano? ¿Cómo se llama? En el cine mexicano fue ejemplo de seductor de mujeres, pero tenía cierta fama de homosexual. En realidad nunca se casó).
La memoria del hombre funciona de esta manera. De pronto quiere recordar algo y hay una niebla que se interpone. Ahora, por ejemplo, el nombre de Julián Pastor se interpone con terquedad. Es necesario que el hombre pase por en medio de esta cortina para que se abra un bosque donde, sin duda, está el nombre de este actor. ¡Qué barbaridad! (dice el hombre), pero no recuerda.
Así es siempre. Pero el hombre ya sabe que no debe insistir, porque le resulta contraproducente. Sabe que el nombre del artista está en su memoria, sólo que hay muchas telarañas (¡Qué barbaridad, pero si el artista es súper conocidísimo, ¿cómo es posible?, vuelve a pensar el hombre. Pero ¡nada!).
El hombre sabe que todos los lectores ya identificaron -desde hace diez líneas- el nombre del actor y quisieran gritarlo para ver si así el hombre encuentra la luz. Pero, como esto no es posible, piensa en otra cosa, sabe que en cualquier momento el nombre brincará, como siempre han brincado las cosas que están ocultas. Mientras tanto, el gato no se preocupa de nada.
El hombre ahora sí ¡se orina!, pero hace un esfuerzo y no se para. No lo hará hasta que el nombre acuda a su memoria (¡Seguro que me orino!, piensa, pero ahí sigue sentado al lado del gato, confiando un poco en que su memoria le aventará el nombre, antes que su pene aviente el chorro y moje su pantalón y el asiento del sillón).
¡Mauricio Garcés! Apenas llega al baño. Ufff.
Su memoria funciona así. El gato despierta. Se para y va al patio.