lunes, 4 de enero de 2010

CUANDO DIOS, O DÁMARIS, QUIERE.



Con irregularidad (pero con frecuencia no deseada), Dámaris Disner –la mera mera de la Sección de Cultura de nuestro periódico- me envía correos que más o menos dicen: “Alex, tu Arenilla del lunes se publicará el martes. No te enojes”.
No me enojo. Entiendo que hay cosas cuyo control no está en mis manos ni en las manos de mi amiga (aunque en una o dos ocasiones, presupongo, me ha hecho la travesura sólo por joder).
Lo que no entiendo es por qué las Arenillas se pasan de un día para otro, como si la arenilla fuese simple arena de trasiego, de esa que los albañiles pasan por un cernidor. ¿No es posible “apartar” su lugar con anticipación?
Tengo un compromiso moral que me “fuerza” a redactar los textillos que se publican en este periódico, los lunes, miércoles y viernes, de cada semana (claro, con excepción de cuando un día de estos cae en feriado y el periódico no se publica).
A mí no me hace ningún daño que las Arenillas se publiquen en días diferentes (o –en caso extremo- no se publiquen), pero es una falta de cortesía hacia los lectores.
Siempre que sucede un cambio de día pienso en mi lector fiel que compra el periódico el lunes, miércoles y viernes porque lee mis textillos con gusto (aunque parezca medio mamila y presuntuoso, este lector existe. Un día, Ricardo de Jesús Aguilar me dijo que tiene un compa que compra “El Heraldo de Chiapas” para leer al Molinari).
A cada rato los editores hablan de las bondades de deberse a un público. Bueno, no a cada rato, pero cada vez que se conmemora un aniversario, uno de los chipotludos saca a relucir en su discurso algo como lo siguiente: “Porque la única razón de nuestra existencia son ¡nuestros lectores! A ellos nos debemos y ta ta ta tá”. Y es cierto, pero a veces la realidad no concuerda con el discurso.
Mi pleito de toda la vida ha sido éste. Cuando laboré como caricaturista político en el periódico “Síntesis”, de la ciudad de Puebla, peleaba con el director, Mariano Morales (el término “peleaba” es afectuoso porque Mariano fue una persona muy generosa con mi trabajo). “Peleaba”, porque mi cartón era lo primero que botaban cuando había una urgencia de espacio. Ahora -gracias a Dios- no botan las Arenillas pero las trepan en el camión volteo que viajará al día siguiente (menos mal que las Arenillas no son chorizos, de lo contrario aparecerían todos podridos con uno que otro gusano entre líneas).
Siempre que sucede una descortesía pienso en el “New York Times”; pienso en aquella anécdota que cuenta cómo -en un acto de cortesía hacia los lectores- el dueño del periódico mandó a construir una cocina en el edificio, a fin de que ninguna de las recetas fuera publicada sin que antes un chef la hubiera preparado y probado. En dicho periódico la sección aparece puntualmente por cortesía a los miles y miles de lectores que la leen con pasión “culinaria”.
Lo cierto es que quienes nos dedicamos al periodismo y a la literatura nos debemos a nuestros lectores. ¿Qué importancia tiene esta Arenilla si nadie la lee? Yo no sé qué pasa con otros escritores, pero yo escribo para un lector, para comunicar algo al otro. Esta Arenilla comienza a vivir en el instante en que un lector la lee. Por esto, para el 2010 (y como cortesía hacia mis lectores, a mi querida Dámaris y a la empresa), me hago el propósito de escribir y enviar puntualmente estas Arenillas tal y como lo he hecho por ya varios años (pido a Dios que me lo siga permitiendo). Asimismo me hago el propósito de no enojarme cuando “por causas de fuerza mayor” no se publiquen los días convenidos (o no se publiquen). También le pido a mi fiel lector que no se encabrite el día que no encuentre la Arenilla; le sugiero que compre el periódico del martes, del jueves y de los demás días. Puede que ahí encuentre una Arenilla diferida.
Yo escribo cada Arenilla como si se publicara en el “New York Times” porque los lectores de “El Heraldo de Chiapas” se merecen el mejor periódico del mundo. ¿A poco no?