martes, 5 de diciembre de 2017

CARTA A MARIANA, CON COLORES INTEGRADOS




Querida Mariana: Nochebuena ya está a la vuelta de la esquina. Ayer en la tarde recordé que, en mi carta al Viejito de la Nochebuena, siempre incluía un juego de colores. Me encantaba pintar. Creo que todo niño se maravilla con la posibilidad de que, con un simple lápiz, puede pintar de verde el cielo y de azul la tierra.
Ayer recordé ese deseo, porque estuve en el Museo Rosario Castellanos y ahí me topé con el color auténtico.
A ver, si te pregunto ¿cuál es el color que predomina en esta fotografía?, casi estoy seguro que dirás ¡el azul!, porque, aparte del gris del blanco lavado de Rosario, azul es el color de fondo y el color que viste mi amiga, que ahora te presentaré. Pues no, querida Mariana, ¿sabés cuál es el color dominante? El Violeta, porque mi amiga es Violeta Pinto, Violeta de nombre, azul con una pizca de rojo.
Ella, al entrar al museo, dijo que el color dominante era el azul con que están pintados los muros de los corredores. ¿De verdad es el azul el color dominante de Comitán?
¿De qué mezcla sale el violeta? Todo pintor principiante sabe que nace de la mezcla del rojo con ¡el azul! Sí, Violeta (ella lo sabe) tiene mucho de azul, pero un poquito de rojo. Este rojo (ella lo sabe) lo pepenó en algún atardecer de mar o en algún tejado de San Cristóbal.
Cuando Violeta se paró al lado de Rosario me dijo que le encantaba esa foto, porque Rosario reía. Y acá están las dos (ya para siempre, para el rosario del infinito) sonriendo, riendo, posando para la vida. La posición de Violeta es la única que puede adoptarse cuando alguien abraza a una amiga muy querida, porque todo Chiapas reconoce el cariño que Violeta tiene por la obra de Rosario.
A partir del día de hoy, Violeta inaugura un dicho comiteco, que recoge aquél que dice que quien viaja a Cuba y no se toma un mojito ¡no fue a Cuba! Pues bien, ahora Violeta amadrinó el dicho que dice: “Si venís a Comitán y no te tomás una foto al lado de Rosario ¡no viniste a Comitán!”, porque Rosario (Violeta lo sabe muy bien) es la mujer que más ha dado a conocer a este pueblo.
Hoy, Rosario tiene un museo, un museo que algo le falta para estar a la altura de la grandeza de la escritora, pero que ya permite este prodigio: tomarse una foto con ella, en un patio enladrillado, con pilares de madera y con corredores que invitan a sentarse para leer un libro de poesía o un libro de cuentos. No forzosamente debe ser uno de Rosario, pero tampoco es mala idea, porque debe ser un deleite leer, en este su museo, algo como esto: “En mi casa, colmena donde la única abeja / volando es el silencio, / la soledad ocupa los sillones / y revuelve las sábanas del lecho / y abre el libro en la página / donde está escrito el nombre de mi duelo.”
Violeta, corazón de gaviota y piernas de rana; Violeta, madrina de la foto del recuerdo; Violeta, la del punto rojo y el mar azul; Violeta, violanda, la de la viola y el violín infinito.
Violeta estuvo en el Museo de Rosario Castellanos y se tomó la fotografía del recuerdo, porque si venís a Comitán y no te tomás la foto al lado de Rosario ¡no viniste a Comitán!
A partir de hoy el viaje estará incompleto si solo tenés una foto en el parque de La Pila, al lado de los chorros; o tomando una paleta de chimbo, en el parque de San Sebastián; o en las escalinatas de Tenam; o en los corredores de la Casa de la Cultura, comiendo unos esquites. No. Ahora, desde que Violeta inauguró el dicho, vos no habrás visitado el Comitán auténtico si no te tomás una foto con Rosario, en su museo.
Ayer recordé que, en Nochebuena, siempre pedía un juego de colores, porque me encantaba pintar de amarillo los perros y de gris el rostro de Greta Garbo; ayer estuve con Violeta y la vi abrazar a Rosario, y la escuché decir que le gustaba esa fotografía porque ahí Rosario ríe, y la oí balbucear que ella, desde siempre, ha sido una admiradora de la escritora comiteca y, desde su trinchera, ha procurado honrar su obra y su memoria.
Posdata: A mí me gustaría que todos los escritores de Chiapas y de Tabasco y de Yucatán y de todo México y de Guatemala y de Costa Rica y de Brasil y de España y de Francia y de todo el mundo vinieran a Comitán y se tomaran la foto al lado de Rosario y que todas esas fotografías se colgaran en un muro que, en lugar de llamarse Muro de lamentaciones de Dido, se llamara Muro de Violeta sonriente y fuera un homenaje permanente a Rosario y a Violeta que acá, en esta foto, sonríen y bendicen el instante prodigioso en que Violeta llegó a saludar a la Chayo.