sábado, 16 de diciembre de 2017

CARTA A MARIANA, CON SABOR DULCE QUE NUNCA EMPALAGA




Querida Mariana: Juan se enojaba mucho. Se enojaba, porque como su abuela Micaela hacía dulces tradicionales, a él, sus compañeros de escuela, le pusieron de apodo “Chimbo”. Como es costumbre, mientras el aludido más se enoja más se encona el sobrenombre. Hizo todo lo posible por evitar el apodo, pero su apodo se fue popularizando. Chimbo le dijeron en la primaria, Chimbo en la secundaria y Chimbo en la preparatoria.
En la primaria era un niño descalzo, con pantalones limpísimos, pero siempre remendados; en la secundaria dio el estirón y fue un langaruzo esbelto como una vara; en bachillerato su cuerpo tomó el barniz que le imprimió el gimnasio, así que se convirtió en un hombre muy atractivo. Los molestosos comenzaron a desaparecer. Tal vez pensaron que si el “Chimbo” se molestaba les iría mal y terminarían con un ojo fundido. Pero todos sus cercanos siguieron diciéndole el apodo. Juan era tolerante, pero algo de la cólera infantil asomaba cuando sus afectos le recordaban el apodo.
El otro día, querida Mariana, en una Arenilla comenté que Paco me había dicho que este dulce comiteco, en realidad, es de origen coleto. Fue en San Cristóbal donde comenzaron a hacerlo. Yo, para defender un poco el orgullo del pueblo comiteco, acepté la paternidad del pueblo de Los Altos de Chiapas, pero comenté que en Comitán lo habían adoptado de tal manera que crearon helados y paletas (además, la hermana de Alex Albores prepara un pay de chimbo que deleita los paladares más exigentes). Cuando dije que Comitán es el pueblo que descubrió la paleta de chimbo me sentí un poco tonto. ¡Dios mío!, pensé, ¿quién pelea los orígenes de los huevos con chorizo? Pero acababa de pensarlo cuando dije que sí, que Toluca, por ejemplo, pelea el origen del chorizo verde y que Jalisco pelea la denominación de origen del tequila. Los comitecos no podríamos soportar que, por ejemplo, una tarde de éstas algún tuxtleco dijera que el pan compuesto es de allá o que un tapachulteco dijera que el tsizim es de allá. ¡No! De allá es la chicatana y de la región del Centro es el Nucú.
Defendemos nuestra gastronomía. Nadie, en el mundo, puede apropiarse de la pizza, más que el país maravilloso de mis ancestros paternos: Italia. Pero esto no impide que otros pueblos la adopten y realicen transformaciones innovadoras. El otro día me contaron que en una de esas famosas pizzerías comitecas ofrecen ya una pizza con tsizim. No debe saber mal. Felipe Gordillo hace unas quesadillas con tsizim que son una bendición para el paladar.
Hace dos o tres o cuatro años inauguraron un centro artesanal en Comitán, que se llama “El turulete”. ¿El turulete es comiteco? ¡No! Parece que el origen de este dulce está en la costa de Chiapas, pero lo que sí es cierto es que es un dulce artesanal que se consume mucho en este pueblo y que es un referente sentimental y gastronómico de los comitecos. A Alfonso le encanta comer turuletes. En una tarde puede comer cinco o seis (es chucho para comer turulete). Dice que le encanta dar una pequeña mordida al rombo de maíz molido y sentir que se deshace en su boca. Alfonso dice que las mejores cosas de la vida son como el turulete, porque las mejores cosas de la vida, aunque se deshacen, ¡dejan un grato sabor! El turulete y el chimbo son dulces que se disuelven en pequeñas cantidades. ¡Qué diferencia con los quiebramuelas! (Pucha, ya el nombre contiene la advertencia). Recuerdo que en mi adolescencia me encantaba ir al mercado y comprar quiebramuelas. Mordía el dulce en pequeña porción y dejaba que se fuera humedeciendo. El sabor comenzaba a disolverse en mi boca. Era una sensación grata. Ya cuando estaba suave lo masticaba y lo tragaba. ¿Ahora? Ay, Santa Azucena y San Alejo. Ya no tengo dientes. No puedo comer un quiebramuelas, porque, para mí, tal dulce se llamaría quiebraplacadental. Sí, ahora como puro turulete. Como le hace Alfonso dejo que el dulce se deshaga en mi boca, no hago movimiento alguno. Imagino que es un meteorito suave que, antes de llegar a la Tierra, se deshace en el aire planetario.
Sí, Paco tiene razón, el chimbo tuvo su origen en San Cristóbal. Por favor, que ningún cositía quiera apropiarse de ese honor. Pero, en reciprocidad diplomática, por favor que ningún mortal de otros territorios quiera apropiarse del origen del pay de chimbo, tal denominación le corresponde a Comitán, a la hermana de mi amigo Alex. Lo mismo puede decirse de la paleta de chimbo, ¡es comiteca! Doña Estelita de Martínez es su mera madre.
A propósito de ello, el otro día, Jorge Antonio López (quien es mi amigo virtual en el Facebook) me escribió lo siguiente: “Déjame comentar lo que sé acerca del dulce llamado chimbo. Efectivamente, era -y digo bien-, era de San Cristóbal.”
¿Mirás? Jorge Antonio también reconoce la paternidad (o la maternidad) del chimbo y la remite a aquella fantástica ciudad, pero luego cuenta algo muy interesante: “En 1966, más o menos, los dulces de San Cristóbal eran elaborados por familias”. Esto es una tradición que continúa. Los dulces comitecos también son preparados, en forma artesanal. Esta es la bendición. Los llamados “dulces extranjeros” se preparan en las grandes fábricas del mundo. Los dulces regionales tienen la gracia de ser hechos en casas particulares. Muchas familias continúan la tradición heredada. (Me cuentan que Puebla, ciudad que posee una economía sólida por la gran cantidad de dulces regionales que compran los turistas, tiene una industria dulcera; es decir, los propietarios de las tiendas ya no se dedican a producir los dulces; todas las mañanas, grandes productores pasan a dejar el producto que se hace ya en patios enormes y no como se hacía antes en escala mínima, en los patios familiares.)
Más adelante, Jorge Antonio aporta un dato muy interesante: “Falleció la señora que hacía el chimbo en San Cristóbal, y sus dos hijos: Doña Minga y su hermano -que yo siempre conocí como el hermano de doña Minga- decidieron venir a radicar a Comitán y vivieron en la subida a Guadalupe, una o dos casas antes de la casa del ingeniero Villanueva”.
¿Mirás qué maravilla? De acuerdo con lo que Jorge Antonio cuenta, doña Minga y su hermano fueron quienes introdujeron el chimbo en Comitán. ¡Ah, qué buen dato! Tal vez alguien tenga una información diferente, pero cuando menos acá ya hay una información importantísima. Jorge Antonio termina diciendo: “Así fue como el chimbo se volvió cositía”. ¡Ah, qué bonita historia!
¿Cómo Jorge Antonio se enteró de esto? Dice: “Lo sé, porque siempre acompañé a mi mamá a comprar (traer) los dulces de la Dulcería “La Italiana”.
¡Claro! Así se hace parte de la historia: Con testimonios de gente que vivió el instante. Es apenas una parte de la historia, pero es una parte emotiva. Por el momento, que se consigne el nombre de doña Minga como la mujer que trajo el chimbo a Comitán, y que se consigne el nombre de “hermano de doña Minga” como el hombre que trajo el chimbo a Comitán. ¡Qué joda que así sea consignado este hombre maravilloso! Un poco lo que siempre evitó el hijo de Rosario Castellanos. Gabriel siempre peleó su derecho humano de ser reconocido por su nombre y no como el hijo de fulana de tal. Su talento hizo el prodigio. Hoy, Gabriel Guerra brilla como un intelectual lúcido por sí mismo. Al hermano de doña Minga sí le fue mal. Toda su vida será el hermano de sutana. A menos que alguien, un familiar o un amigo, dé a conocer su nombre completo y quede consignado en la historia del chimbo comiteco.
A Juan, al final, no le fue tan mal. En tercero de preparatoria, la muchacha más bonita del segundo de bachillerato, aceptó ser su novia. Juan, para ese momento, era un muchacho bello, alto, fornido, con ojos verdes, el mejor encestador del equipo de básquetbol y el mejor promedio del salón. De igual manera, Elizabeth (su novia) era una gran dibujante, lectora, participante del grupo de danza folclórica y el mejor promedio de su salón. Todo mundo dijo que ellos estaban hechos el uno para el otro. Por todos lados y a todas horas andaban juntos: a la hora del receso, a la hora de la salida, en el parque, en el teatro, en el gimnasio y en los cafés, comiendo pan compuesto.

Posdata: Daniela me contó que una tarde le preguntó a Elizabeth la fórmula para llevarse tan bien. Ella respondió: “Ah, es que mi Chimbo es dulce y nunca me empalaga”. Creo que lo que dijo Elizabeth respecto de Juan bien puede aplicarse al propio dulce: el chimbo es un dulce muy rico y no empalaga, claro, siempre y cuando se coma con moderación. ¡Que viva San Cristóbal, la cuna del chimbo! ¡Que viva Comitán, el pueblo que enriqueció al chimbo!