jueves, 7 de diciembre de 2017

CARTA A MARIANA, CON POLÍTICOS EN LA CUERDA DE LA LITERATURA O ESCRITORES EN LA CUERDA DE LA POLÍTICA




Querida Mariana: ¡De lo que se entera uno! Mario Vargas Llosa participó en una contienda política para ser presidente del Perú, y Sergio Ramírez fue vicepresidente de Nicaragua.
¡Qué cosas! ¿No? Bueno, el chileno Pablo Neruda fue el candidato del Partido Comunista para la presidencia de Chile.
Y Václav Havel sí logró el deseo de ser presidente de su país natal: Checoslovaquia.
¡De lo que se entera uno! ¿Vargas Llosa habría sido un buen presidente? ¿Qué hubiera pasado si Neruda llegaba a ser presidente de Chile? ¿Fue Václav Havel buen presidente?
¿Por qué los escritores, de pronto, deciden participar en una contienda por la presidencia de su patria? ¿Qué los impulsa a salir de los encierros de los estudios a la intemperie de la política? Todos los lectores estarán de acuerdo que hay un mundo de diferencia (un vacío gigantesco) entre el territorio de la imaginación y el pantano de la vida real.
¡De lo que se entera uno! Ayer, hojeaba el libro “Eraclio Zepeda. Iconografía”, una edición de Coneculta Chiapas, cuando, en la página menos pensada, me topé con una fotografía que muestra un poste con un cartel que dice: “Vota por Laco”. ¿Qué? Ya no recordaba esta aventura de Laco. ¡Ah!, qué infiel es mi memoria, tan infiel como aquella mi amiga que me respondió con un viejo chiste cuando le reclamé que le andaba poniendo los cuernos a mi amigo: “¿Querés hallar fidelidad?, comprate un telefunken” (que era la marca que reproducía la música con gran fidelidad). Esta aventura de Laco fue tan osada como aquella que realizó con Elva Macías cuando, muy jóvenes, se casaron y fueron a parar hasta la China.
El otro día anduve presumiendo que mi paisano Jorge De la Vega Domínguez, político priista, anduvo así de llegar a ser presidente de la república. Pues el tuxtleco Laco, mejor cuentista que político (si no que lo diga Óscar Oliva), anduvo igual de cerca o igual de lejos, depende de cómo se vea el vaso medio lleno o medio vacío, pues en 1993 lo postularon como precandidato a la presidencia de la república. ¡Pucha!, me emocionó y me dio cierto telele a la hora que vi la fotografía donde Laco mira no a la lente de la cámara sino hacia un punto indefinido que lo mantiene con el rostro en alto, sereno, altivo, casi soñado.
Y así como me pregunto, de vez en vez, si Vargas Llosa hubiera sido un buen presidente para el Perú, me pregunté, mientras tomaba un té de limón, si Laco hubiera sido un buen presidente para México. ¿Mirás qué alcance de pregunta? ¿Hubiera sido Laco buen presidente para México? Casi casi como si dijera si Elva Macías hubiera sido una buena “primera dama”. ¡La gran flauta! Imaginé a los compas de Villaflores yendo a Los Pinos para saludar a Elva; imaginé a los compas de Tuxtla yendo a Palacio Nacional para saludar a Laco. Imaginé a Laco, en un rato de ocio, rodeado de jóvenes contando cuentos, en la escalinata central, debajo de los murales de Diego Rivera.
¿Qué impulsa a algunos escritores a dejar la placidez de la biblioteca y sumergirse en el tráfago de la calle y de la plaza y de la bullanguería del pueblo? ¿Qué mueve a un escritor soñar con construir la realidad, cuando su poder está en la construcción de ficciones?
No sé cuál es el resorte que mueve a un escritor a lanzarse al escenario político. Pero hay ejemplos en el mundo que dan constancia de ello. Un día, el escritor guarda la libreta de creaciones literarias en la gaveta central del escritorio y camina hacia el balcón de su departamento y desde ahí, quinto o sexto piso, mira el horizonte y piensa que él puede cambiar la situación de miseria de la gente de su patria, esa gente que ve en la calle, que carga cajas para llevarlas al mercado; que carga mochilas para entrar al salón de clases; que carga bolsas para hacer la compra del día; que carga una chamarra porque el frío de la madrugada es intenso; que carga las piedras que le ha impuesto un gobierno atroz. Y piensa que él, como David, puede vencer al Goliat del poder, y baja los escalones de dos en dos y hace una marcha a mitad de la calle y la gente lo ve, lo reconoce y lo aplaude, mientras, victoriosa, esperanzada, grita: “Tú sí puedes. Estamos contigo”. Y el escritor levanta el brazo y piensa lo mismo: que él puede, que el pueblo está con él, y sigue, orondo, caminando con la frente en alto hasta que se topa con un muro hecho con ladrillo y refuerzos de alambre de púas y ve que la ficción y el sueño no coinciden con la rueda llena de clavos que se llama realidad.
Posdata: ¿Sabías que Laco, un día, fue precandidato para alcanzar la presidencia de la república? ¡Viento, viento, viento!
En la contraportada del libro viene una cita de Juan Rulfo. Este escritor jalisciense dijo de los cuentos de Laco que “son cuentos que lo tienen a uno en vilo…”. ¿Nos hubiera mantenido en vilo a los chiapanecos si hubiese llegado a ser presidente de la república? ¿O sólo nos hubiera mantenido en el cuento?
¡Uf, de lo que se entera uno!