miércoles, 6 de diciembre de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UN HOSTAL CON RUGIDO AFECTUOSO





Querida Mariana: Hernán Becerra cuenta la anécdota. Hernán dice que Rosario le decía “Güerito jaguar yu” a su amigo Javier Mandujano Solórzano, el famoso maestro Güero, de Comitán.
Hernán se refiere, por supuesto, a Rosario Castellanos. El otro día fui a San Cristóbal y caminando por una de las calles cercanas a Na Bolom hallé este hostal, cuyos propietarios tal vez ignoran que el “Jaguar you” lo dijo Rosario hace muchos, muchos años.
Desde que Hernán lo contó llamó mi atención el juego de palabras. Tal vez debo aclarar que el maestro güero impartía inglés, además de física, química, dibujo técnico y modelado, en el Colegio Mariano N. Ruiz, en la secundaria y en la preparatoria del estado. Era, además, un soberbio pintor y fue amigo íntimo de la escritora. Por ello, ésta lo trataba con tal afecto: güerito jaguar yu, porque en el juego de palabras está implícito el saludo.
El hostal de San Cristóbal juega con lo mismo, en una tierra que es territorio natural de los jaguares. El otro día vi, en el parque central de Comitán, un jaguar negro, disecado. El empleado del Zoomat me explicó que dicho animal murió en el zoológico. Me acerqué con respeto y emoción. Un niño que estaba a mi lado, con cara de asombro y espanto, preguntó si podía tocarlo, el empleado dijo que estaba prohibido hacerlo. El niño se echó para atrás, uno o dos pasos y ahí se quedó. Cuando el empleado siguió platicando conmigo, el niño se acercó al animal y lo tocó. Vi la sonrisa en su cara, la sonrisa del pícaro que se atreve, la misma sonrisa de la muchacha que evade a los guaruras y sube al escenario y hace lo que está prohibido: ¡besar a Luis Miguel!
El rostro del jaguar negro disecado tenía cara de palo seco. Era un contraste con el rostro del niño. ¿Cuántos han tenido la oportunidad de tocar a un jaguar disecado? ¿Cuántos han tocado a un jaguar vivo? El mismo Hernán Becerra me contó una vez que estuvo frente a varios ejemplares vivos, metió la mano entre los barrotes y tocó a uno de ellos. A Hernán le creo lo que cuenta, le creo lo de Rosario y lo de güerito jaguar yu, y lo del jaguar que tocó. ¿Por qué no le creería? Estoy acostumbrado a vivir la realidad y la ficción y sé que la vida, a veces, está hecha de retazos de la una y de la otra. Todos los escritores son unos mentirosos divinos que tienen como pasaporte a la exageración.
Le creo a Hernán, pero le creo más a don Miguel Álvarez del Toro, quien, en su libro “Así era Chiapas”, cuenta que un día se topó con un jaguar. Con una prosa deliciosa, don Miguel cuenta que le sorprendió “el súbito silencio que se hizo en la zona” y que su cerebro no captó la imagen que le enviaban sus ojos “negando la realidad de algo pinto de amarillo y negro que se movía entre el matorral”, hasta que vio al animal “un jaguar adulto que, panza al suelo y muy lento, avanzaba cautelosamente cazando a Primitivo, que continuaba recostado sobre la arena y espantándose los moscos, muy ajeno a lo que se le aproximaba…”
Un amigo del grupo, Rosendo, con un rifle de alto poder le sorrajó al jaguar un certero disparo que evitó que el animal hiciera picadillo al tal Primitivo. Don Miguel termina diciendo que “la noticia se difundió rápidamente” y que toda la tarde y parte de la noche la gente de la comunidad se acercó a ver el jaguar muerto, “se aclaró el misterio de desaparición de muchos cerdos y algunos perros, de lo que ya estaban culpando a los vecinos de otra colonia…”
No puedo evitarlo, veo a un jaguar (ahora que lo han puesto tan de moda) y pienso en Rosario Castellanos, la miro modosita, al lado del maestro Javier, picándole la panza y diciéndole lo mismo que dice este hostal en San Cristóbal.
Posdata: Ahora, cuando escuche la palabra jaguar no sólo pensaré en Rosario y el güerito (Mandujano, Mandujano), también pensaré en Primitivo que, sin saberlo, estuvo a centímetros de la trompa de un jaguar; también pesaré en este hostal donde lo primero que hacen al recibirte es preguntar ¿cómo estás?, en inglés, para que suene como saludo de Rosario Castellanos.