viernes, 1 de diciembre de 2017
DEFINICIÓN DE ITINERARIO
El poeta de Yultec dividía la palabra en dos: Itinera-río y las leía unidas. Esto hacía, en automático, que el itinerario (rico de por sí en su extensión) fuera un río que abría más posibilidades de disfrute, porque quien hace un itinerario debe anticipar una ruta; es decir, programar la jornada para llegar a un destino y quien juega con este último concepto cambia, de raíz, la visión de la vida. Quien programa una ruta para llegar a un destino está formulando su futuro y cancelando el determinismo.
Cuando escucho la palabra itinerario pienso en el río del poeta de Yultec y en el viaje que Julio Cortázar hizo con Carol Dunlop. El trayecto de París a Marsella que, dicen los que saben, en auto, se realiza en unas seis horas, a ellos les llevó treinta y tres días. ¡No, no! No es que se hayan topado con bloqueos, que son el pan nuestro de cada día en Chiapas. ¡No! Julio y Carol realizaron el viaje con base en un itinerario fantástico: detenerse en cada parador de la autopista a fin de que el tiempo tuviera una torcedura insólita.
En estos tiempos, las personas realizan viajes con premura, como si ese fuera el signo de su vida. La mayoría de itinerarios se hace teniendo como prioridades el tiempo y el dinero, como si estos conceptos, en realidad, fueran lo que los estadounidenses han marcado: Time is money; sin darse cuenta que lo contrario nunca será un buen árbol para hacer un nido. ¿Dinero es tiempo? ¡Jamás! El tiempo se dilapida cuando las personas realizan su itinerario de vida en busca del dinero.
Julio y Carol decidieron no hipotecar su vida y realizar un viaje de seis horas en treinta y tres días, dejando la gran lección de una vida sosegada. Lo hicieron para comprobar que, en efecto, el tiempo es el mayor tesoro del hombre, por lo que debe usarse en lo esencial, en lo más significativo.
Carol y Julio (infinitos cosmonautas) dijeron que los itinerarios deben extenderse cuando se trata de vivir. ¿Tiene alguien seis horas para llegar a un destino? ¿Por qué no estira esas horas y las convierte en días y los seis días los vuelve treinta y tres, la edad de Cristo?
¿Por qué no a todo itinerario le damos la torcedura y lo convertimos en el río propuesto por el poeta de Yultec?
La esposa de Coppola, el famoso director de cine, decidió internarse en el mundo de Francis y presentó su primera cinta: “Paris puede esperar”, donde el argumento se centra en esa posibilidad de elongación del tiempo, de darle la vuelta. Si París puede esperar ¿qué más no puede esperar? Dejemos que el destino se convierta en deseo y no en posibilidad cancelada. Hagamos que la ruta recta tenga pausas y se desvíe por rutas insólitas a fin de que el viaje de la vida sea algo más que una carretera derecha.
Démosle sonoridad a la erre de itinerario, que no suene como una simple ere, sino como la erre arrastrada con la que Julio Cortázar hablaba, a fin de que se convierta en un río que inunde orillas inadvertidas, para que sea un camino de agua y de aire.