lunes, 25 de diciembre de 2017

UN INVENTARIO DE JIRAFAS




Celebro la aparición del libro “Entretejas. Artículos periodísticos”, de Luis Armando Suárez Argüello. Lo celebro porque es la reunión de columnas publicadas en un periódico; es decir, son textos que parecían condenados al destierro, pero que puestos en libro borran su fecha de caducidad y recuperan su rostro de infinitud.
El libro se mueve por donde yo intuí: por el camino de la inteligencia y por la senda de las obsesiones de Luis. ¿Cuáles son las obsesiones del autor? Las de un ser ávido de esa bujía que da luz al misterio del arte. Quienes conocen a Luis saben que es un amante de la ópera, de la pintura, de la buena lectura, de las artes gráficas y de la promoción cultural.
Ahora, no sólo los cercanos conocerán los árboles que crecen en su parcela (de buen abono), cualquier lector que se acerque a este libro hallará tales riberas.
Como corresponde a los maestros, en las páginas de este libro, Luis Armando ha dejado una serie de guiños que sirve como una probable guía de lectura. Acá, los lectores vemos cuál ha sido el rumbo que Luis siguió, desde los años de la secundaria (en su casa) y los del bachillerato y los de la universidad (ya en otras casas de la Ciudad de México). ¿Qué piedras formaron el cimiento del edificio que hoy es Luis? Acá está una ruta (dije ¡ruta!).
Una tarde de hace algunos años, Leopoldo Borrás apostó por la obra de Luis, al decir que era, en ese momento, el escritor más relevante de Comitán. La apuesta del brujo del Yayagüita fue apuesta ganada a ojos cerrados (pero a mente abierta), porque Luis escribe bien. Tiene el aval de ser un lector empedernido y selecto. Es admirador de ese grupo de escritores mexicanos conocido como “Los contemporáneos” y ha tenido como luz, para las noches más oscuras, el faro del regiomontano Alfonso Reyes, escritor que (dicen los que saben) estuvo en la relación de candidatos para obtener el Nobel de Literatura. Luis Armando aspira a superar a sus maestros, por eso su prosa muestra erudición; por lo mismo, tal vez, peca de exceso en el vuelo, pero mejor que sobre y no que falte, porque el sobrante puede desecharse, pero ¿cómo se agrega la sal si hay pura tierra roja?
Romeo, en una ocasión que empleé la misma entrada de esta Arenilla, me preguntó cómo se celebra la aparición de un libro. ¿Se hace un guateque? ¿Se bebe trago? ¿Se echan cuetes y se queman fuegos de artificio? A Romeo le dije que yo pensaba que podía hacerse todo eso que mencionaba y mucho más, pero, sobre todo, la celebración debía ser en el mismo tono de la obra celebrada; es decir, había que hacer barquitos de papel, llenarlos con palabras a manera de esas lámparas que acostumbran prender los asiáticos, y soltarlos en los ríos: en el Yayagüita, en el Ganges, en el Sena (qué pena que no podamos hacer esto en el Río Grande, de Comitán, porque su cauce es apenas un chisguete de agua).
Luis Armando nació predestinado para la obra cultural que realiza. Él fue el coshito de la familia. Él nació mucho después que Eduardo, que Ramiro, que Ernesto, que Katy. Nació y cuando lo hizo, su papá, don Armando, dijo que ya era el último de los hijos, así que cuando vio que el pichito alzaba las manos y sonreía, dijo que se llamaría Armando, Armando como el padre impresor, como el padre bullanguero y así Luis Armando pepenó la herencia de impresor y todo lo demás es historia.
Luis Armando se une a esa legión de grandes periodistas (posteriormente grandes escritores de ficción) que tienen libros que recuperan textos periodísticos que un día fueron apenas luz de cerillo y luego (gracias a la bendición del libro) son hoy faros eternos.
Un día, un editor reunió las “Jirafas”de Gabriel García Márquez, columna periodística del Nobel de Literatura, y las llevó a libros; un día, de igual manera, otro editor reunió los “Inventarios”, de José Emilio Pacheco, y los hizo libros. Lo que, por su aparente caducidad, estaba condenado al destierro tomó forma de árbol magnífico, gracias a la capacidad eterna del libro.
Hoy, Comitán y puntos intermedios celebran la aparición de “Entretejas. Artículos periodísticos”, de Luis Armando. Algunos de sus amigos y seguidores lo celebrarán con un guateque; yo, congruente y escaso de festejos multitudinarios, lo celebro acá en lo íntimo, con el latir de mi corazón, con la palabra a manera de bolillazo sobre la marimba infinita del aprecio y del reconocimiento.