viernes, 29 de diciembre de 2017

UNA NOVELA CON EL NOMBRE DE EUGENIA




Mariana me preguntó qué leía. Le dije que comenzaría a leer “Berta Isla”, de Javier Marías, autor español; le conté que el escritor Ornán sugirió, en Facebook, dicha lectura y volé a Lalilu (librería comiteca) a comprar un ejemplar. Mariana, comiendo una paleta de chimbo, dejando que el aire se regodeara con su cabellera, preguntó por qué la novela se llamaba “Berta Isla”. Dije que es el nombre de la protagonista. Me vio, dio la última mordida a la paleta, guardó el palito en una servilleta (eso de guardar el palito es sin albur, por favor) y dijo que esa era la lección. No entendí. Entonces, dándose aires de muy conocedora, dijo que Marías es un autor que aparece en la relación de nominados para obtener el Nobel de Literatura. Se paró y dijo que la acompañara hasta el basurero para que tirara la servilleta. En el camino, mientras esquivamos a un borracho que estaba tirado sobre el pasillo del parque de San Sebastián, me dijo que Marías ha vendido millones de libros en el mundo, ¡millones!, y me preguntó cuántos ejemplares había vendido de mi más reciente novelilla: “Siempre aparece un elefante llamado Doko”. De inmediato apareció la cifra de dieciocho en mi mente. Sí, a la fecha se han vendido ¡dieciocho ejemplares!, ni uno más ni uno menos. ¡Uf! Me puse ligeramente colorado. Tal colorete fue producto de una cierta vergüenza. Bueno, pensé, no soy Marías. Pocos, le dije a Mariana, dije que se han vendido pocos ejemplares de mi novelilla.
Nos sentamos en otra banca, ya en la periferia del parque. Vimos a una muchacha bonita que llevaba un perro con correa.
Mariana me pidió que la viera. Lo hice. Frente a frente me dijo: “¡Escribe una novela para mí!”. Lo dijo de manera autoritaria, con un tono de voz parecido a un quejido de Andrés Manuel revuelto con una excitativa estilo Hitler. ¿Qué?, pregunté. Sí, dijo ella, escribe una novela que se llame “Mariana”. Sonreí. Traté de hacer un chiste. Dije que ya mi tocayo Benito Pérez Galdós se había adelantado al escribir “Marianela” y canté: Mariana, Marianela. Lela, dijo Mariana, ya molesta. Y entonces comentó que Balzac había escrito “Eugenia Grandet” y que Jorge Isaac había escrito “María”. ¿Sabía yo cuántos ejemplares se han vendido de “Eugenia Grandet”? ¿Tenía idea de cuántos miles de ejemplares se han vendido de “María”, a pesar de ser una novela más bien mediocre? ¿Tenía idea? Dije que no sabía bien a bien, pero que las ventas, sin duda, eran soberbias. ¡Eso!, dijo Mariana, ¡soberbias! Y dijo que eso es lo que debía hacer y me metió un puñal, dijo que, sin duda, no había vendido más de cincuenta ejemplares de mi más reciente novelilla. ¿Verdad?, preguntó, ¿verdad que no has vendido más de cincuenta? Yo pensé que cincuenta era una cifra soberbia, comparada con la real de dieciocho. Nada dije, qué iba a decir.
Y entonces Mariana siguió y dijo que ahora Marías había agregado un nombre de mujer a la relación de novelas importantes del mundo: ¡Berta Isla! Dijo que, en estos tiempos de empoderamientos de mujer, tiempos de ideas feministas, el hecho de que una novela lleve el nombre de una mujer es un elemento a favor de la mercadotecnia. Ellos, dijo Mariana (y entendí que se refería a Balzac y a Marías) escriben novelas que se venden, que se ven – den. ¿Oíste?
Yo iba a decirle que no soy Balzac, que no soy Marías, bueno, que ni siquiera soy Isaac. Pero luego pensé que Molinari tampoco es manco ni es menos que ellos. Pero nada dije, qué iba a decir. ¿Qué iba a decir si sólo vendo dieciocho ejemplares?
Mariana se paró y dijo que ya comenzaba a hacer frío, que tenía una cita con su tía Elena, que un ponchecito con piquete lo esperaba y que también su novio lo estaba esperando.
¿Una novela con el nombre de ella? ¿De verdad? ¡No! No soy Marías. Los libros de él se traducen a muchas lenguas. Mis libros vuelan en círculos pequeños, como si fueran tzisimes y apenas salen del agujero son metidos en una cubeta de agua y ahí se ahogan y se doran en los comales. Sí, los libros de Marías son vuelo de águila.
¿Una novela que se llame Mariana? ¿Qué hable de Mariana? ¿Qué cuente todo de ella?
Sé que dos o tres amigos dirán que sí, me alentarán para que lo haga, pero cuando el libro esté a la venta ¡no lo comprarán! ¿Por qué? No lo sé. Son los misterios de la mercadotecnia.