lunes, 18 de diciembre de 2017

GUARDIÁN




El maestro Jorge cumplió ochenta años. Fue una mañana de diciembre de 2017. No sé si al levantarse rompió la reja de papel de china, como es tradición en Comitán. Lo que sí sé es que abrió su página del Facebook y halló un mensaje de felicitación (entre muchos más), en el que Luis Felipe Martínez, artista destacadísimo en el plano musical, lo bautizó con el nombre de “Décimo guardián de Comitán”. No sé si en alguno de los cumpleaños había recibido un obsequio tan significativo. Tal vez no y, estoy seguro, jamás en lo que le resta de vida recibirá un elogio tan radiante.
El maestro nunca imaginó que su cumpleaños ochenta sería festejado en el Internet. Él viene de otro siglo, de los años treinta del siglo XX. Cuando estoy con él me platica que nació en una comunidad rural donde su papá era maestro. Creció escuchando marimba y el canto de las tiucas y el mugido de las vacas. Cuenta que cuando el festejo era muy importante, los habitantes de la comunidad contrataban a un famoso grupo de marimba de Guatemala. De aquel país venían los ejecutantes cargando la marimba sobre los hombros o en bestias. La llegada del grupo musical era todo un acontecimiento. El maestro, niño, escuchaba el rumor de los pasos y el traqueteo de los ejecutantes a la hora de armar el instrumento.
Luis Felipe también creció escuchando música. Su papá, don Roberto, fue uno de los más grandes intérpretes de piano, en Comitán y puntos intermedios. A veces escucho pláticas donde aparece don Roberto, cuentan que sus amigos se reunían en su casa de San Sebastián y tomaban su traguito y, mientras el maestro Martínez, tocaba el piano, don Carlitos Siliceo cantaba como cenzontle arrecho.
Esa coincidencia se dio en el cumpleaños ochenta del maestro Jorge: la música. Porque, así como Luis Felipe es uno de los más destacados músicos a nivel nacional (ha tocado en diversos foros en el país y en salas internacionales), el maestro Jorge toca la armónica (la violineta, decimos en Comitán). Cuando es cumpleaños de alguno de sus afectos, el maestro llega, saca su armónica de la bolsa del pantalón y, con las dos manos, toma la violineta y, como si estuviese en el lugar donde nació, ahí donde estaba una casa de adobe y en el campo pastaban las vacas y correteaban las gallinas y patos, toca las mañanitas con ritmo campirano.
El sonido de la armónica tiene una cauda triste. A veces, Olivia pone discos de blues o de jazz y ahí, encima de pianos, tarolas y saxofones, aparece el sonido afligido de la armónica. Luis Felipe debe saber el origen de este instrumento. El maestro Jorge lo heredó en su infancia. Tal vez alguna tarde, mientras dibujaba sobre una mesa de madera, al amparo de un quinqué, escuchó el sonido de una violineta que llegaba cansado y se impresionó. Y la impresión quedó sellada en su corazón.
El maestro Jorge fue “apuntado” en Comitán. De ahí que su papel oficial indica que es comiteco, así como comiteco fue el maestro Roberto Martínez y comiteco ¡Luis Felipe!
Y, en este 2017, Luis Felipe le dio un obsequio al maestro y lo nombró como “Décimo guardián de Comitán”. Para quien no tiene el referente habrá que decir que el nombre original de Comitán fue “Balún-Canán”. Rosario Castellanos grabó el nombre (con letras de oro) en 1957 cuando escribió su novela con tal título, novela que ha sido traducida a muchos idiomas. Balún Canán significa: “Nueve luceros o nueve guardianes”. De ahí que el presente de Luis Felipe sea el mayor elogio que un hombre puede recibir.
Hace años, el maestro recibió una presea comiteca con el nombre de Belisario Domínguez; también recibió un reconocimiento por su labor magisterial, de manos del presidente de la república. Ningún galardón ha sido tan luminoso como el que Luis Felipe le dio la mañana en que cumplió sus ochenta.
No sé cuántos presentes haya recibido el maestro en su cumpleaños ochenta. No sé qué cara puso al abrir cada uno de ellos, al quitar el papel de regalo y hallar una pluma o un perfume o una camisa o un suéter. No sé.
Pienso que el maestro despertó, abrió los ojos y volvió a cerrarlos, porque escuchó (en el aro de su imaginación) un rumor de pasos y luego el traqueteo de manos armando la marimba que se dejó tocar por los marimbistas chapines, quienes interpretaron las mañanitas dedicadas al niño Jorge, mientras un pájaro se paraba en el dintel de la ventana.
Porque la mañana del cumpleaños ochenta del maestro nadie sopló la violineta para dedicarle las mañanitas, pero Luis Felipe Martínez le dedicó toda una sinfonía llena de estrellas y guardianes que volaron por todos los cielos comitecos.
Ahora ya lo sabemos. La nana de la niña protagonista de la novela de Rosario Castellanos le advirtió, una tarde en que la niña había ido al campo, que había conocido el viento, uno de los guardianes del pueblo.
Nosotros, los de estos tiempos, gracias a Luis Felipe, sabemos que el maestro Jorge es otro de los guardianes de Comitán.
Larga vida a ambos personajes, generadores de luz, ejecutantes de piano y violineta. Instrumentos imprescindibles del blues, ramitas del árbol Mayor.