miércoles, 31 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON INTERROGANTES INSOLUBLES




Querida Mariana: Sí, lo reconozco: Me cuesta trabajo entender. Me han explicado como diez veces la situación de Israel y Gaza y no lo entiendo. Me cuentan que en Jerusalén hay un muro de más de seiscientos kilómetros. Me explican la causa de tal muro y no lo entiendo.
Lo reconozco. El otro día me contaron que un loro comiteco no come otra cosa que no sea una cemita, pero la cemita debe ser de Las Torres (tradicional panadería comiteca). Me lo explicaron dos o tres veces, las dos o tres veces se me hizo un comportamiento genial, pucha ¡un loro gourmet!, pero no entendí cómo es que comenzó tal adicción. ¿En algún momento alguien de la casa, mientras comía una cemita le dio un pedazo al loro y éste consideró tal pan el alimento más sublime del mundo? No lo sé. Lo único que sé es que el loro, a partir de un determinado instante, nunca registrado en los anales históricos del pueblo, no volvió a comer otra cosa más que la cemita, de Las Torres. Una tarde, me contaron, la muchacha que compraba el pan tuvo un contratiempo y cuando llegó a la panadería ya se habían agotado las cemitas. El loro hizo un berrinche genial cuando le dieron un salvadillo, y cuando (la muchacha fue enviada a otra panadería a comprar una cemita sustituta) le dieron gato por liebre, el loro (malcriado de por sí) comenzó con una letanía de mentadas de madre que se escuchó en toda la cuadra. No come más que la cemita, pero la cemita debe ser de Las Torres.
Me cuesta trabajo entender la cosa sencilla, con mayor razón, la compleja. Nunca he entendido cómo la energía eléctrica hace que un foco tenga luz. Me lo han explicado con manzanitas una y mil veces y mi cabeza no logra aprehender el conocimiento elemental del funcionamiento de las turbinas.
Me han explicado dos y tres veces por qué Arjona insiste en rimar asustado con excusado. No entiendo cómo tiene millones de seguidores en todo el mundo musical. No lo entiendo.
El otro día estacioné mi auto frente a esta puerta. Lo hice porque bajé a comprar un elote asado. Vi la foto, llamó mi atención el color azul discreto. Me puse lentes oscuros para poder acercarme y vi algo inusual. ¿Ya viste que esta puerta tiene cuatro soportes de madera? Dos están justo a la mitad, y dos en el extremo inferior. Me han explicado que estos soportes se usaban antes para colocar trancas. ¿Trancas? Sí. Reglas de madera que se colocaban en esos soportes para protección de la casa y evitar que los delincuentes entraran. A las nueve o diez de la noche (eran tiempos en que los de casa, como gallinas, se acostaban temprano) la señora de la casa colocaba una regla de madera en dichos soportes. Hasta ahí ¡todo bien! ¿Entendido? Entendido. Pero (nunca falta) ¿por qué en esta puerta los soportes están en la parte exterior de la casa? Como dice el personaje de Derbez: ¡Que alguien me explique! Entiendo que las trancas se colocaran en el interior, para que sirvieran de protección, pero ¿qué uso tenían estas trancas en la parte exterior? No pienso que el propietario al salir de paseo, por ejemplo, colocara estas trancas, porque los ladrones las quitarían con la mano en la cintura. No, querida mía, no entiendo. Me cuesta mucho entender la lógica de la vida. Así como soy escaso en relaciones sociales, soy escaso en entendimiento. Por esto, cuando vi esta rareza (nunca había visto una puerta similar en alguna parte de la ciudad) le tomé una fotografía para enviarte copia, para que hagás favor de decirme cuál era el uso que les daba el propietario de la casa a estos soportes de madera.
Te conté que una vez Paco y yo dábamos una vuelta en el parque de San Sebastián y nos topamos con el arqueólogo Carlitos Navarrete. Como don Carlitos es amigo de Paco nos sentamos en la banca que ocupaba, una banca frente al templo. Paco le preguntó qué hacía. Navarrete dijo que veía las piedras que estaban empotradas en el templo, en forma irregular (aún pueden verse) y se preguntaba para qué las habían puesto ahí. Paco y yo vimos la fachada y notamos esas piedras encajadas que nunca habíamos visto. ¿Qué uso tuvieron esas piedras? No supimos. Don Carlitos ya no nos dijo.
Bueno, ahora quiero que hagás la labor de Navarrete y te parés frente a esta puerta y la observés y me digás (después de tu deducción) qué uso tenían estos soportes en la parte exterior de la puerta.
Posdata: Perdón. Me cuesta trabajo entender. Hay cosas que me explican una y otra vez, y una y otra vez sigo sin entender.

martes, 30 de julio de 2019

EL CAMINO DE LA VOCACIÓN




Una vez le preguntaron a Truffaut, director de cine francés: ¿Qué hacés cuando no rodás un film? Él no lo pensó dos veces, respondió de inmediato: Preparo la siguiente cinta; es decir, el cineasta vivía siempre pensando y haciendo cine. Porque la vida, parece, debe ser eso: pensar y hacer lo que la pasión dicta.
Me topo con jóvenes que preguntan cómo va la vida, con jóvenes que dudan acerca de su futuro. Es comprensible. Sé que hallar el camino de la vocación no es sencillo. Pero, de igual manera, me topo con jóvenes, ¡aleluya!, que, desde sus primeros años, tienen bien claro cuál es su pasión, la actividad a la que entregarán su tiempo y su vida.
Muchas personas insisten en que el sistema educativo deforma, ¡no forma! Muchas personas dicen el ejemplo clásico: ¿De qué le servirá saber la regla de tres, al muchacho que se dedicará a la gimnasia?
Sí, a veces, también me pregunto ¿qué pasaría con los muchachos cuya vocación es la gimnasia, si en lugar de estar aburridos en clase de química (que no les servirá para nada en su futuro) estuvieran practicando su vocación?
He impartido cátedra durante muchos años. Sé de lo que hablo. Los muchachos que no son lectores, los que no disfrutan un fragmento de El Quijote, por más emoción que le ponga el lector en voz alta, se aburren; de igual manera se aburren en clase de matemáticas, los muchachos que son apasionados del fútbol.
Truffaut siempre estaba pensando en cine: cuando filmaba y cuando preparaba su siguiente cinta. Su pasión era el cine y a esta actividad dedicó su vida, cada hora de su vida. Incluso (imagino) a la hora que cenaba con amigos en algún restaurante francés, a la hora que caminaba por alguna callecilla de París, a la hora que estaba en su estudio, a la hora que hacía el amor, a la hora que viajaba en avión por encima del mar, ¡pensaba en el cine!, porque todo era materia para su pasión. ¿Por qué Truffaut llegó a ser un gran director del cine de todos los tiempos? Porque no hacía más que regar el árbol de su pasión. ¡No desperdiciaba un solo minuto en otra actividad! Cuando un muchacho apasionado por la práctica del fútbol, en lugar de practicar cómo debe tirar el penal, pierde su tiempo en el estudio de la Tabla Periódica, está desperdiciando su talento y será un mediocre en su oficio. Hay miles, millones de mediocres, porque no se dedican en cuerpo y alma, al ciento por ciento, al ejercicio de su vocación. Hay miles, millones de infelices, porque no se dedican en cuerpo y alma, al ciento por ciento, al ejercicio de su vocación.
Digo que a veces, como miles de personas, pienso que el sistema educativo no está diseñado para apuntalar vocaciones. A cada rato escucho el argumento magisterial de que los alumnos necesitan una educación integral; además, dicen, los jóvenes no saben qué quieren ser en la vida.
Es cierto. Muchos jóvenes, ¡muchos!, desconocen sus fortalezas. No reconocen qué los hace felices, cuál es el camino de su vocación, la senda de su pasión. ¿No sería, entonces, propósito del sistema educativo, fomentar este conocimiento interior? ¿Advertir cuál es la fortaleza del estudiante y a partir de ahí consolidar esta pasión? ¿Botar todo el conocimiento inútil y cimentar las materias que hagan más factible el desarrollo de su vocación? Que el alumno que es feliz observando el cielo reciba materias que le ayuden a comprender el desarrollo del universo, y que el alumno que es feliz pateando un balón aprenda las leyes de cómo patearlo.
Es cierto. Los jóvenes dudan. Somos los viejos quienes vemos, a distancia, para qué nacieron. Soy un convencido de que cada joven tiene un don especial que nadie más posee. Si ese don se alimenta desde temprana edad el árbol de la pasión será inmenso, frondoso, casa para pájaro.
Las biografías de Truffaut señalan que nunca fue un alumno aplicado, más bien fue un alumno mediocre; su tiempo libre lo dedicaba a la lectura y al cine. ¡Ah, asistía con frecuencia casi insana a la sala de cine! Ahí está. Acá está el camino de la pasión. Truffaut era un alumno mediocre. Por supuesto, si él, en lugar de aburrirse con clases de física y de química, hubiese estado en un aula donde el maestro le mostrara un librero lleno de novelas y cuentos, y un proyector con mil películas y le dijera: “Estas son las materias de este ciclo escolar: Literatura y Cine”, Truffaut hubiera sido un alumno sobresaliente y tal vez, digo sólo que tal vez, una de sus películas habría tratado el tema de cómo un ser humano puede cimentar una pasión. Y esta película habría dado pistas de cómo un ser humano puede dejar de ser infeliz, llevando materias escolares que sirven para maldita la cosa.

lunes, 29 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN PAR DE HUEVOS ESTRELLADOS




Querida Mariana: el paisano Francisco Domínguez, quien radica en San Luis Potosí, escribió que, en Comitán, había un señor al que le decían “Chon, huevos de plomo.” Asumí que todo era de cariño. El Chon es un sobrenombre afectuoso. Yo tenía una madrina que se llamaba Asunción y, en casa, le decíamos Chonita, de puro afecto. Nunca he hallado la relación directa entre el nombre de Asunción y el afectuoso Chon, pero debe ser porque alguien, en algún momento, en lugar de decir Asunción dijo Achunchón. En fin. Pero lo que más llamó mi atención fue el complemento: ¡Huevos de plomo! ¿Por qué tal apelativo? Imaginé, entonces, que era porque don Chon era un poco flojo para caminar. ¿Quién camina con calma?, pues alguien que tiene los huevos de plomo. Conocí la historia de un campeón olímpico, Emil Zatopek, que agregaba peso a sus tenis en los entrenamientos, para que el día de la carrera fuera más ágil. Imagino que en el entrenamiento cualquier corredor lo superaba, porque daba las zancadas con mayor esfuerzo, así pues, pensé que a don Chon, huevos de plomo, la comitecada le decía así, porque le costaba ir de un lado a otro, porque quien tiene huevos de plomo no se moviliza con prestancia. E imaginé tal cosa, porque en este pueblo, así como en mil pueblos de Latinoamérica, a los flojos les dicen “huevones” o, con cariño, “huevoncitos”, y a los testículos se les conoce con el nombre de huevos.
No sé qué pensarán las feministas al respecto. A las flojas (que hay muchas, no se hagan) no se les puede decir: huevonas, porque no tienen testículos. Esto me lleva a otra pregunta: ¿Qué relación tienen los testículos con la flojera? Dicen (pero yo creo que es puro mito) que al hombre que anda botado en la hamaca todo el día le crecen los testículos, por la inactividad. No creo que esto sea cierto. Si hubiese algún estudio científico que avalara tal teoría, ya muchos habríamos practicado tal método, para que nos crecieran tantito, porque luego sólo andamos pavoneando miserias. Ya te conté la historia del amigo que se enorgullecía del tamaño de sus testículos, por todos lados presumía sus “huevotes”, así lo decía él. Una mañana le atacó un dolor inédito en la región y cuando su papá lo llevó al médico, éste sentenció que sus testículos no eran tan gigantescos como él creía. La razón del amontonamiento gigantesco era una hernia que tuvieron que operar. Cuando salió del hospital, en lugar del apodo “Huevos de oro” que se había autoimpuesto, los amigos comenzaron a llamarlo “La hernia huevona”.
Cuando escuché el apodo de don Chon, imaginé que el imaginario popular ha impuesto apodos con muchas variaciones. Ya mencioné el apodo de “Huevos de oro”. También escuché, en la ciudad de México, el apodo de “El huevos pasados por agua” que le asignaban a un señor que trabajaba en el Gran Canal, ya que su oficio lo obligaba a estar con el agua hasta la cintura, todos los días. ¿Y qué decir del compa que le decían “El huevo Motuleño”, porque había nacido en la misma ciudad yucateca en que nació Carrillo Puerto, y que se llama Motul?
¿Cómo se le puede decir a una mujer que es floja, que es vaquetona? En términos estrictos no se le puede decir “huevoncita”, ¡no! ¿Qué dice la leyenda que le crece a una mujer que está todo el día botada en la hamaca? Cualquiera dirá que le crece la panza, por la inactividad, pero Juan dice que a las mujeres les crece la panza cuando se acuestan con un “Huevos Escalfados”, que así les dicen a todos los que sumergen el huevo en zonas muy calientes.
Posdata: A mí me da ternura cuando alguien, para decir que no es muy trabajador, justifica su pereza diciendo que es “medio huevoncito”. ¿Oís? ¡Medio huevoncito! ¡Qué manera de quererse! Claro, esto no sirve para alimentar la autoestima de quien no tiene testículos de tamaños más o menos decentes, porque si de por sí ya es una desdicha tener testículos pequeños, ¿imaginás lo que sucede cuando tenés testículos incompletos, chiclán, que les dicen en Comitán?
Doña Rome, que atendía una casa de huéspedes en la Ciudad de México, le encantaba bromear; las mañanas que en el desayuno tocaba preparar “Huevos al gusto”, desde la puerta de la cocina, preguntaba al Chato: “¿Cómo querés tus huevos?”, y el Chato, como fiel patiño, respondía: “Con todas mis ganas.” Todo mundo que estaba en el comedor gozaba el dicho y luego comía los huevos al gusto que servía la servidumbre.
Tal vez, digo sólo que tal vez, la esposa de don Chon, a la hora que estaban encariñándose, le acariciaba los testículos de plomo y le preguntaba, al más puro estilo Chico Che: “¿De quén chon, Chon?”

sábado, 27 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN PASEITO POR TIERRAS BENDITAS




Querida Mariana: El otro día un amigo de la Ciudad de México me preguntó qué era Uninajab. Me lo preguntó porque en un texto que escribí apareció el nombre. Uninajab, medio mundo de Comitán lo sabe, es como un centro recreativo, en el que hay pozas, donde la gente acude a bañarse. En los años sesenta y setenta, muchos comitecos decían que era como nuestro Acapulco, porque, en esos tiempos, los habitantes del Distrito Federal (hoy Ciudad de México) aprovechaban las vacaciones para ir a las playas de Acapulco. Acá, en Uninajab, en lugar de arena fina hay piedras, pero los cositías, siempre irónicos, decían que vacacionaban en “las playas de Uninajab”. El lugar se ha ido transformando, ahora, Uninajab (llamado por muchos Orinajab) no es el espacio abierto que antes fue. Muchos comitecos adquirieron predios y mandaron a construir enormes residencias con albercas. Los románticos tradicionalistas añoran el Uninajab perdido, pero a los dueños actuales de esos espacios ni les hace roncha esos comentarios, porque cada fin de semana “bajan” a Uninajab a nadar en esas aguas limpias y echan cervecita y comen botanitas ricas y se botan en los jardines y asolean sus cuerpecitos. Uninajab no ha perdido su vocación de lugar de recreo, lo que extravió fue su espíritu de armonía, el aroma de tranquilidad que antes se desperdigaba con generosidad.
Hace como diez días hallé en mi librero el libro “Uninajab. La feliz niñez”, libro que contiene cuatro testimonios de cuatro valiosos comitecos: Ramiro Gordillo García, César Gordillo Vives, Eugenio Cifuentes Guillén y Armando Alfonzo Alfonzo. Como lo consigna el título, los cuatro autores hablan de una feliz niñez que vivieron en el espacio llamado Uninajab.
En los años sesenta, Acapulco ya era un lugar paradisiaco visitado por muchos turistas de México y del mundo. Se hizo famoso gracias a que sus visitantes eran famosos, por ahí anduvieron grandes estrellas del cine mundial que hicieron que Acapulco tomara una fama de dimensión internacional. Cuentan que Frank Sinatra (La voz) cumplió su deseo de pasar un cumpleaños en Acapulco, a pesar de que el cantante tenía prohibición de visitar el país, por cuestiones de índole política. Sinatra adoraba de tal manera Acapulco que llegó en forma incógnita. ¿Quién no recuerda que el famoso Tarzán, Johnny Weissmuller, vivió en Acapulco? No sólo vivió en esas playas, sino que ahí murió. Muchas personas cuentan que el famoso Tarzán, ya viejo, incluso con problemas de memoria, salía a la terraza de su residencia y desde ahí lanzaba el grito que lo hizo famoso en todas las pantallas del cine. ¿Por qué Tarzán eligió Acapulco como el lugar para vivir sus últimos años de vida? Porque filmó una película ahí y cuando la filmó se enamoró del lugar.
Muchas celebridades elegían Acapulco para pasar su luna de miel. ¡Quién sabe cuántos pichitos de famosos fueron engendrados ahí, en la fina arena de las playas acapulqueñas! En fin, lo que quiero decir es que así como Acapulco se hizo famoso, Uninajab se hizo famoso con los comitecos y fue como el territorio consentido para pasar unas vacaciones inolvidables. Los niños que “en las temporadas” acudían a nadar en las pozas de Uninajab se hicieron grandes, olvidaron muchas cosas de su vida, pero algo inolvidable fue su experiencia Uninajabera.
El libro “Uninajab. La feliz niñez” habla de los recuerdos de cuatro chiquitíos comitecos que crecieron y decidieron que esos recuerdos debían compartirlos en un libro para que se volvieran eternos y no se extraviaran en el camino de lo incierto. Nuestros cuatro célebres paisanos tuvieron razón: Uninajab se iba a transformar hasta llegar a lo que ahora es, un lugar de recreo casi exclusivo para exclusivos.
Así como en Acapulco, los millonarios de la Ciudad de México construyeron enormes residencias con albercas incluidas, la gente pudiente de Comitán mandó a construir grandes espacios en Uninajab.
¿Cómo era antes? Uf, hay miles de testimonios. Muchísimas personas, ya mayorcitas, pueden contarte su recuerdo, porque cientos de comitecos fueron algunas o muchas veces a Uninajab. Bueno, con decirte que yo, el escaso, anduve dos o tres ocasiones por ahí. Iba porque por ahí andaba el rancho de Quique (Santa Lucía) y toda la plebe pasaba a echarse un bucito en la poza de doña Mariana (Mariana Pérez). Se llamaba así, porque tu tocaya, una de las meras meras de San Sebastián, acudía a Uninajab en todas las temporadas y casi casi era dueña de la poza donde crecía un enormísimo amate. Pero, si querés disfrutar más ese ambiente, debés leer el libro escrito por don Ramiro, don Eugenio, don César y don Armando. Ellos, poseedores de la gracia de contar las cosas, vivieron un Uninajab que hoy se antoja ya muy distante. Y digo muy distante, porque en ese tiempo no había las residencias actuales; es decir, los visitantes que se quedaban durante una semana o más tiempo mandaban a hacer jacales en los que pernoctaban. ¿Había luz eléctrica? ¿Restaurantes? No, jamás de los jamases. Era un Uninajab casi intocado por la mano del hombre. El disfrute de los visitantes de esos tiempos era precisamente ese contacto con la naturaleza, en la forma más desnuda, más auténtica.
Mirá, te paso copia de un fragmento del testimonio de don Ramiro: “Según narraciones de mi padre, desde el siglo pasado (siglo XIX, apunto yo) muchas familias de Comitán iban de vacaciones en marzo, abril y parte de mayo a Uninajab (temporada de baños), se establecían en el Amate o en La Mesa donde hacían jacales de palma real y ramas, algunos los cubrían por dentro con petates para protegerse del aire, ya que es una región de vientos.”
¿Mirás qué maravilla? ¡Ah, bendito don Ramiro, benditos los cuatro escritores, benditos todos los mayores, que nos heredan esos testimonios que nos hablan de una riqueza diáfana y sencilla! Sí, los niños de esos tiempos se divertían con cosas simples, por eso, cuando crecieron, esos recuerdos fueron como piedritas para cuidar y proteger.
¿Mirás qué dice don Ramiro? “Hacían jacales de palma real y ramas, algunos los cubrían por dentro con petates”. Quique me ha contado que las familias conseguían juncia y ésta la regaban en el piso del jacal y encima colocaban los petates para dormir. ¡Era un lujo! Imaginalo. El aroma a juncia era el aroma que inundaba “la recámara”. Digo yo que hasta los inevitables pedos nocturnos perdían su cara agresiva. ¿Quién puede poner cara de albañal cuando está al lado de una alfombra de aromática juncia fresca?
¿Qué recuerda don César? Entre muchas otras cosas dice: “En las tardes, y si no había mucho viento, se tendían petates, fuera de los jacales para que los señores jugaran a los dados (…) por las noches, tres juegos eran los preferidos: “los tiznados”, “las prendas” y la lotería.”
No sé (bueno, sí sé, pero me hago tacuatz) cuál de los tres juegos era el más divertido, el más sugerente. Tal vez (digo sólo que tal vez) el juego de “las prendas” es el que suena como más seductor. Imagino que era el juego donde el perdedor debía dar una prenda para rescatarla luego mediante un castigo. La prenda era un peine, un arete, un anillo y cosas así. Lo más interesante del juego aparecía cuando el perdedor debía recuperar su prenda, porque debía pasar la prueba que le imponía el grupo. Imagino que en ese tiempo el castigo que recibía fulanita era que debía besar a sutanito. Pucha, imaginá la escena nocturna, en el campo, al amparo de las luciérnagas y de las estrellas, con el viento bailando por en medio de los cuerpos libres.
¿Querés saber qué más platican estos cuatro paisanos? ¿Qué cuenta Eugenio Cifuentes? ¿Qué, Armando Alfonzo Alfonzo? Bueno, te invito a que le entrés al libro “Uninajab. La feliz niñez”, y luego te invito a que subás a tu auto y vayás a Uninajab, para ver los cambios que se suscitaron desde esos años hasta los actuales. Sé que los visitantes de ahora escribirán sus testimonios dentro de varios años y con esto se hará la continuidad de los recuerdos, los lectores de finales del siglo XXI podrán tener a la mano una secuencia de hechos y de transformaciones.
Posdata: ¿Los tiempos pasados siempre fueron mejores? Quién sabe. Fueron, y esto es una certeza, diferentes. Los habitantes de estos tiempos disfrutan Uninajab al ciento por ciento. Este espacio recreativo no lo hicieron famoso los famosos, como sí sucedió en Acapulco, acá fue gente modesta, sencilla, la que se apropió de este espacio maravilloso y le dio el brillo y lustre que ahora ostenta. Ahora, poseer una residencia en Uninajab, es como ser rico de Acapulco.

viernes, 26 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN ABRAZO EN LO MÁS ALTO DEL ÁRBOL




Querida Mariana: Te mando copia de una fotografía con elementos sencillos: el cielo de fondo, árboles, una asta, una lona con anuncio, un micrófono y un trovador con su guitarra.
No se ve en la fotografía, pero frente al escenario hay una audiencia, sentada en sillas plegables, que está ahí para escuchar al trovador.
¿Imaginás que, una tarde, colocaran sillas en la explanada del parque y escribieran un letrero que dijera: “Para observar el cielo”; es decir, que el espectáculo no fuese otro más que ver el cielo o ver los árboles llenos de pájaros u observar la bandera mexicana a toda asta?
¿Imaginás que el espectáculo fuera observar cómo la bandera hace olas en el mar del aire con su colorido verde, blanco y rojo?
Pero esa tarde de julio, la audiencia estaba ahí para escuchar al trovador. En esta fotografía se observa el nombre de Tertulia, título de un programa de la dirección de cultura, del ayuntamiento comiteco, que es un gran acierto, porque convoca a artistas locales que se presentan en diversos espacios del municipio.
El trovador Sánchez ha participado en varias Tertulias. Un destacado intelectual mexicano del siglo XX (ya muerto) iba a tertulias, con frecuencia. Un día decidió ya no asistir más, porque -dijo- en la tertulia se le iba el tiempo. Escuchaba a muchos amigos escritores hablar de las grandes obras que escribirían, pero que no realizaban porque, en lugar de escribirlas (en la soledad de sus bibliotecas) desperdiciaban su talento en la plática eterna.
La dirección de cultura, de Comitán, le ha dado una torcedura al término, la palabra Tertulia no indica una reunión donde la gente se reúne para debatir ideas, ¡no!, en Comitán, ahora, la palabra Tertulia alude al encuentro de artistas con su gente y viceversa: de la gente con sus artistas. Si Vasconcelos viviera (a él me refería en el párrafo anterior) iría a estas tertulias comitecas, con gran gusto, porque estos encuentros son afectuosos, están llenos de aire limpio y cálido.
La tarde en que el trovador Sánchez estuvo en esa Tertulia interpretó canciones que ya son signo de su propuesta artística: poemas musicalizados, poemas de poetas mexicanos.
Fui testigo, de una tarde en que el poeta chiapaneco Uberto Santos, el poeta de Laja Tendida, se emocionó hasta la rama más alta de su árbol, al escuchar uno de sus poemas en la voz del trovador Sánchez.
La tarde de la fotografía, el trovador interpretó canciones con poemas de Octavio Paz y de Rosario Castellanos. ¿Mirás qué prodigio? Esa tarde, Fidel Sánchez Ávila (yo le digo Sanchecito, de cariño), regaló a la audiencia su música con buenas letras. El trovador piensa (digo yo) que no hay mejores letristas de canciones que los grandes poetas y por eso musicaliza poemas. En tiempos en que las canciones nos entregan letras absurdas, tontas, casi estúpidas, se agradece mucho esa lluvia de palabras bien dichas. La labor de nuestro trovador es una labor excepcional. Rema contra corriente, porque los jóvenes de hoy están contaminados con las letras de las canciones comerciales que están embarradas en todas las paredes y en todos los muros del aire. ¿Quién se atreve a colocar una flor en medio de un desierto? ¡Fidel Sánchez lo hace! La dirección de cultura, de Comitán, ¡lo hace!
Por esto, porque su labor de siembra es una labor noble, hoy, querida mía, en esta carta me atrevo a enviarle un abrazo cariñoso a Fidel, el sembrador.
Posdata: Hay, por fortuna, en todo el mundo muchos intérpretes que leen poesía y como les gusta lo que leen comparten esas letras con la audiencia, a través de la música. Fidel Sánchez camina por esa senda, senda que está al otro lado donde caminan los Arjona del mundo.

jueves, 25 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UNA LUZ INÉDITA




Querida Mariana: ¿Conocés a alguien que domine el alfabeto paleohebreo? Yo, ni conozco a alguien que domine tal alfabeto ni, la verdad, sé en qué consiste, pero suena interesante, ¿no? Y digo esto, porque el viernes 26 de julio, a las cinco de la tarde, estará un especialista, en Comitán.
A ver, te cuento, el comiteco Luis Arturo Alfonzo Albores se comunicó al lugar donde trabajo. Contó que el doctor Adán Rocha, su amigo personal (quien es estudioso de tal materia), ofrecía dar una conferencia en la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, con el tema: “Raíces hebraicas (paleohebreo) y la lengua Maya.” ¿Mirás? ¿Qué relación tiene el paleohebreo con la lengua de nuestros ancestros? Bueno, parece que el doctor Adán ha dedicado muchos años en hallar esa conexión y de esto hablará. Habrá una nota introductoria a cargo del arqueólogo Javier Tovar y luego la conferencia del doctor Adán Rocha.
Ellos, entiendo, radican en San Luis Potosí y este fin de semana estarán por tierras chiapanecas, porque tienen un compromiso para ofrecer conferencias magistrales. Luis Arturo hizo favor de ponernos en contacto y el arqueólogo Tovar y el doctor Rocha compartirán sus investigaciones con el público de Comitán. ¿Quién se anima a entrarle a este tema que no es muy común?
Pienso que pocas son las oportunidades de tratar este tema en Comitán. Para no estar en el vacío, entré al Internet a ver qué es el paleohebreo, como te dije es un alfabeto cercano al alfabeto fenicio y se remonta al siglo X, antes de Cristo. ¡Uf! Repito, ¿quién domina este alfabeto, por acá? Cuando hablamos con el doctor Rocha, dijo que, en el mundo, hay veintiuna personas que dominan el hebreo Sinaí y él es una de esas veintiuna personas. ¡Pucha! Y (esto lo agrego yo) el doctor Rocha debe ser el único, en todo el mundo, que hace asociaciones entre el paleohebreo y el maya. ¿Cuáles son estas asociaciones? No lo sé.
Cuando escuché eso de hebreo Sinaí pensé en la región donde caminó Jesús. Busqué en el Internet y hallé que, en tiempos de Jesús, los eruditos hablaban hebreo, Jesús (más pueblo) hablaba arameo. El arameo y el hebreo eran parientes; es decir, la lengua que domina el doctor Rocha es una lengua que anduvo brincando por los lugares donde Jesús caminó.
Entiendo que, en la conferencia del viernes, aparecerá esa línea hebraica enredada con la liana del lenguaje maya.
Estoy seguro que muchos interesados en ajos lingüísticos llegarán a la conferencia. La entrada es libre. Será a las cinco de la tarde, en la sala de actos, de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, en el barrio Los Sabinos. Estoy seguro que muchos pepenarán algunos conceptos que luego podrán ampliar en futuras investigaciones. ¿Qué relación tiene esta región de América con aquella región donde está asentada Jerusalén? No lo sé. Suena interesante. Comitán debe aprovechar esta oportunidad única, que fue estimulada por Luis Arturo, un comiteco que ama su terruño.
Posdata: Como vos estás de vacaciones en Guadalajara (de nuevo) no podrás asistir. No te preocupés, luego te diré cómo estuvo. Cuidate. Mirá mucho cine, para que luego me contés síntesis de esas películas, con el estilo particular y sabroso que tenés de contar las historias.

miércoles, 24 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN HILO TENUE




Querida Mariana: Te presento la 69. No te vayás por la vereda. Ya sé que, de vez en vez, sos mal pensada. Digo que te presento la 69, porque es la generación de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz que egresó en 1969, del siglo pasado. Reafirmo lo de siglo pasado, para que mirés lo que significó este encuentro que se realizó el pasado sábado 20 de julio de 2019.
¿Podés imaginar que hace cincuenta años, ¡cincuenta!, estos muchachos se pararon en este espacio para tomarse la fotografía que era testimonio del término del ciclo de educación secundaria? ¡Hace cincuenta años! ¡Uf! Muchos de estos muchachos siguieron viéndose, porque se frecuentaron o porque estudiaron en la misma aula del bachillerato, pero muchos otros dejaron de estudiar o se fueron a otras ciudades y no volvieron a verse.
Después de cincuenta años se reunieron porque un lazo muy tenue los une: durante tres años coincidieron en un salón, se molestaron, se ayudaron, unos se hicieron muy amigos, otros no podían mirarse, copiaron en exámenes, se enamoraron de alguna compañera o compañero y nunca lo dijeron, hicieron travesuras y recibieron los castigos de entonces (algunos papás de esos tiempos llegaban a la escuela y ponían a sus hijos en manos del maestro, “si es necesario, decían, metale’sté sus cuerazos”).
Se reunieron cincuenta años después, por un rato (largo) volvieron a ser grupo. No estuvieron todos. Siempre es así. Hay algunos que piensan que no es conveniente regresar a los lugares en que fueron felices (o infelices); dos tuvieron una cierta dolencia física, dolencia que les impidió asistir a la cita. Otros (siete), como siempre sucede en los grupos, ya no acudieron, porque ya no están en la tierra. Por ahí, en la fotografía de hace cincuenta años, aparece Raúl Sánchez Crócker, quien ya falleció. Raúl llegó a ser uno de los más grandes tenistas de Chiapas.
La mañana de julio de 1969 se pararon, en ese mismo espacio, 57 alumnos del colegio que egresaban de secundaria. El 20 de julio de 2019 estuvieron 23 de esos 57. Grupo al fin, ordenado, mandaron a hacerse playeras y chamarras conmemorativas de este hecho histórico, que da cuenta que ellos son integrante de la 69. Como representantes de sus maestros estuvieron el maestro Jorge y Hermilo Vives Werner (quien impartía matemáticas).
Se reunieron para convivir un rato (infinito). El sábado 20, a las ocho de la mañana, acudieron a una misa en el santuario del Niñito Fundador, luego se reunieron para la fotografía del recuerdo (de la cual te paso copia), y, posteriormente, entraron a su escuela (donde ahora está la primaria del Colegio Mariano N. Ruiz), lugar al que acudieron durante tres años. Recordaron que, en la entrada, el padre Carlos esperaba a todos los alumnos y, a la hora de inicio de labores, tocaba un silbato, por si había alguna oveja perdida en el redil del parque. El sábado 20 de julio de 2019, el maestro Jorge Gordillo Mandujano (director emérito del Colegio) tocó el silbato. Ahora no entraron al aula, se reunieron en el patio central, donde el restaurante “Comitán, lindo y qué rico” ofreció un desayuno comiteco (rico, ¡muy rico!) Al término del desayuno se trasladaron al panteón, visitaron las tumbas del padre Carlos y de Mariano N. Ruiz. El encuentro (formal, digamos) concluyó con una visita al plantel del colegio que se encuentra en el barrio Los Sabinos, ahí escucharon un audio con la voz del padre Carlos y disfrutaron un video muy emotivo que realizó un integrante de este grupo de compañeros de aula, de apellidos Guillén Martínez, donde aparecieron fotografías de San Sebastián, del colegio y de rostros de los integrantes de la generación. El video se despidió con un “¡Nos vemos dentro de cincuenta años!” Antes de subir al turibús, los veintitrés chicos comieron unos chinculguajes y salvadillos con temperante.
Se reunieron para convivir un rato. Luego, como si salieran de clases, se fueron de pinta a comer a La Casa Rosada, a echarse una cervecita con rica botana. Fueron, en bola, a celebrar la vida. Tuvieron conciencia, por un instante, de ese hilo tenue, frágil y eterno, que concede haber formado parte de un grupo de secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz, en épocas que ya están lejos en el tiempo, pero muy cercanos en la memoria y en el recuerdo.
Posdata: Es imposible saber qué pasaba por la mente de cada uno. Antes de entrar al santuario del Niñito Fundador, mientras aparecían los abrazos y comenzaban a desgranarse las anécdotas y recuerdos, llegó apresurado uno de ellos y dijo: “Soy Víctor Gordillo, lo digo por aquéllos que no me reconozcan.”, y sonrió y extendió la mano y abrió los brazos para el abrazo.
Se reunieron para reconocerse. Llegaron por una necesidad vital.
Cuando se despidieron, todos lo hicieron con la convicción de la frase del video: “¡Nos vemos dentro de cincuenta años!”

martes, 23 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON QUESADILLAS




Querida Mariana: Hay decisiones sencillas, casi simples. ¿Querés café o té? Responder a esta pregunta no requiere gran esfuerzo. ¿Te gusta el café? Pedís café. ¿Te gusta el té? Pedís té. Pero, cuando te preguntan, por ejemplo, ¿querés ser mi novia? Ya implica un poco de más atención. Responder con un sí a esta respuesta es como asumir un compromiso que conlleva responsabilidades. La pregunta de ¿querés ser mi novia?, requiere un tiempo de reflexión. Ya ni digo lo que requiere la respuesta a la pregunta: ¿Querés ser mi esposa? ¡Pucha! Es más sencillo responder un examen de física cuántica. Y digo esto, porque si reprobás el examen de física cuántica, lo más que pierde el mundo es un científico y esto no significa que el mundo se pare; pero si respondés que sí a la pregunta de ¿querés ser mi esposa?, esto puede ocasionar que el mundo se pare, cuando menos tu mundo. ¿Y si te toca un marido desobligado? ¿Y si es un bolo consuetudinario? ¿Y si es un huevoncito que no trabaja? ¿Y si es ojito alegre? ¿Y si es madreador? ¿Y si es celoso, con ce de culero? ¿Y si es un farsante? ¿Y si es un depravado sexual? ¿Y si le paro ya, porque hay mil nefastos rasgos de personalidad de un probable marido, que resulta un volado?
Por eso, cuando Rafa me preguntó si quería yo quesadillas de flor de calabaza o de hongos, no dudé. Dije que de flor de calabaza. ¡Me encantan las quesadillas, sin queso, de flor de calabaza! Con frecuencia voy a Los Lagos de Montebello, para disfrutar del aire puro, de los pinos, del canto de los pájaros y de la armonía que ahí acuna, pero, también, porque me gusta sentarme ante la mesa de madera, donde una mujer indígena me sirve un plato hondo con frijoles de olla, y quesadillas, sin queso, de flor de calabaza. Miro cómo una mujer coloca la flor de calabaza sobre el comal y, sin una gota de aceite, deja que el fuego haga su labor de despertar los sabores y aromas de la flor; mientras tanto, otra mujer hace una bolita de masa, la pone sobre la prensa y saca un sol de maíz que recibe las flores y parece envolverse como si fuera un osito adentro de una cobija de lana. ¡Ah!, luego me corresponde a mí tomar una cuchara y regar la quesadilla de flor de calabaza con un poco de salsa verde molcajeteada. ¡Cuál sufrir, mi niña, cuál sufrir!
Rafa me sirvió la quesadilla y me dijo que la probara. La probé. Él tenía una cerveza en la mano. Estaba deliciosa la quesadilla, le dije. Él asintió y bebió un sorbo de su cerveza. Dijo que estaba deliciosa. Estábamos en el Jardín de las Delicias.
La decisión entre una quesadilla de flor de calabaza o de hongos es sencilla. ¿Te gusta la flor? Pedís de flor. ¿Te gustan los hongos? Pedís de hongos (a mí me gustan los hongos, pero tengo cuidado por aquello de que algunos son venenosos. Prefiero comprarlos en el supermercado, con lo que garantizo que son hongos comestibles.)
Pero, desde que vi lo que ves en esta fotografía, mi vida ya no es tan sencilla. ¿Mirás por qué? Sobre esta barda trepó una guía de calabaza y, encima de la entrada, crecieron las flores, que son un don para la vista de los caminantes. Si yo hubiera visto que Rafa se trepaba a una silla para cortar esas flores ¡no lo habría permitido! ¿Cómo quebrar este frágil equilibrio? ¿Cómo romper el hechizo de este milagro de la naturaleza? ¿Mirás? Nunca había visto algo semejante. Bueno, sé que soy muy de casa y no soy hombre de calle o de rancho. Había visto en el sitio de la casa de mis papás un tapesco donde trepaban las guías de chayote y había visto cómo los chayotes colgaban como soles verdes, pero jamás había visto que la mata de una calabaza, como gusano, como tzucumo, trepara sobre una barda y ahí abriera sus flores, tan sabrosas, tan bellas.
Ahora (soy un bobo) cuando me ofrecen quesadillas de flor de calabaza siempre estoy a punto de preguntar si son flores terrícolas o voladoras. ¿Las cortaron a ras de tierra o cometieron el sacrilegio de cortarlas arriba de una barda o de una ventana o de una azotea?
Posdata: ¿Mirás? No todas las flores de calabaza son iguales. Las flores de calabaza son como las personas: Hay algunas que, como serpientes, reptan; hay otras que, como aves, sueñan con las alturas. Hay flores de calabaza que sueñan con llegar al cielo. Estas flores no merecen terminar adentro de una quesadilla, no merecen terminar adentro de la panza de un glotón. ¡No! Ellas merecen vivir su vida a plenitud y secarse en sus sueños, en la panza de la burbuja del aire.

lunes, 22 de julio de 2019

MODAS




Quienes nacieron en los años sesenta del siglo pasado preguntan: ¿Quién dictaba cuándo debía comenzar la temporada de canicas o de trompo o de yoyo o de gallito? Una mañana alguien aparecía en la escuela llevando trompo, a la mañana siguiente todo mundo llevaba trompo y comenzaba la temporada. ¿Quién dictaba cuándo debía comenzar la temporada? Juan tiene una teoría: Los comerciantes. Juan dice que era una táctica comercial. Los fabricantes regalaban yoyos para que al día siguiente, en todas las escuelas, los niños llegaran con ese juguete. Eso bastaba para que, en la tarde, los demás niños corrieran a las tiendas a comprar los yoyos.
La teoría de Juan no tiene sustento científico, pero es digna de tomarse en cuenta. Después de todo, nada es gratuito, todo tiene una razón.
En la actualidad también hay temporadas, éstas se dan, con mayor profusión, en las redes sociales. Un día, alguien sube una imagen con un pollito (amarillo, con pico naranja, ojos inexpresivos, golpeando una mesa) con la frase: “Se tenía que decir y ¡se dijo!”, y minutos después miles de imágenes similares aparecen con diversas frases que concluyen con la famosa “Se tenía que decir y se dijo.” ¿Quién inicia tal juego, en apariencia inofensivo?
Así como la aparición de la temporada de canicas, en los años sesenta, la aparición de temporadas en las redes sociales obedece a intereses supremos. Los comerciantes, fabricantes y expertos en publicidad saben que los seres humanos responden positivamente a campañas comerciales lanzadas con premeditación. Los seres humanos tienen una necesidad de sentirse incluidos en los caminos que andan los demás. Los seres únicos son escasos. La mayoría se adecua a comportamientos masivos. El dicho dice: “¿A dónde va Chente? Donde va toda la gente.”, sin que, necesariamente, sepan hacia dónde va Chente. Es clásica la imagen de Forrest Gump, cuando corre por todo el territorio norteamericano. Mucha gente lo sigue, pero no sabe por qué Forrest corre ni el lugar hacia donde se dirige. Forrest le da la vuelta al dicho mexicano, porque en el caso de Gump él es Chente y lo sigue toda la gente. Con las temporadas en redes sociales sucede algo similar. Nadie sabe cuál es el motivo de una determinada campaña, pero medio mundo se agrega sin mayor análisis.
La más reciente temporada en redes sociales es la de “FaceApp”, aplicación que envejece un rostro y da al usuario una imagen de cómo se verá en el futuro. Miles y miles de usuarios de redes sociales le entraron al juego de temporada. La aplicación tiene gran calidad de definición, elemento que contribuyó a su popularidad (es como un trompo con clavo de asiento).
Los expertos han comentado que hacer uso de esta aplicación conlleva riesgos de identidad. Las grandes empresas se quedan con rasgos antropométricos que pueden ser empleados para vaya usted a saber ¡qué uso!
Pero, además, resulta extraño que medio mundo le haya entrado a un juego que, por lo regular, cuando el usuario emplea sus cinco sentidos ¡evade! La vejez no es una imagen que resulte atractiva para la mayoría de personas. Medio mundo se somete a tratamientos rejuvenecedores, gasta miles de pesos en cremas que eviten las arrugas y el envejecimiento de la piel. ¿Por qué medio mundo le entró al juego de FaceApp? Porque medio mundo es Chente, porque medio mundo sigue a Forrest, aunque no sepamos hacia dónde va la gente ni sepamos por qué corre Forrest.
El mundo siempre se ha incorporado a juegos de temporadas. Los juegos han ido desde los más inocentes (las canicas) hasta los juegos más perversos (las guerras, por ejemplo).
El comediante Héctor Suárez creó un personaje que sintetizaba mucho del comportamiento valemadrista del mexicano. El personaje tenía comportamientos agresivos y bobos, cuando alguien le preguntaba por qué lo hacía, él contestaba: “¡Nomás!”; es decir, no tenía alguna motivación especial, lo hacía sólo porque sí.
¿Por qué medio mundo le entró al juego de FaceApp? ¡Nomás!

sábado, 20 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON NOMBRES INCLUIDOS




Querida Mariana: Hay una canción que se hizo famosa en el país. Ahora, con tanto reguetón, no creo que se escuche con frecuencia. La cancioncita, media bobalicona, decía en una de sus líneas: “Tu retratito, lo traigo en mi cartera”. ¿Quién, ahora, guarda fotos en la cartera? Tal vez, los viejos como yo; los jóvenes, como vos, llevan las fotografías de amigos y de amados en los teléfonos celulares. Emilio dice que todas sus fotos las sube a “La nube”, dice que medio mundo sube sus fotos personales en ese espacio.
El retratito en la cartera se doblaba, por lo tanto, terminaba ajado; a veces se mojaba, por lo tanto, terminaba deslavado. Ahora, Emilio dice que las fotografías que están en “La nube” permanecen inalteradas. ¿Por cuánto tiempo permanecerán ahí sin deterioro? Cuando le pregunto, Emilio dice que esas fotografías estarán ahí dentro de veinticinco o treinta años y más, mucho más.
En esta carta te anexo una fotografía donde aparece el escritor Fabio Morábito. Si esta carta la enviara por correo tradicional, metería la foto en el sobre, y terminaría ajada. Pero no es así, esta carta te la envío en forma digital (soy un viejo, pero me adecuo a los tiempos), por lo tanto, vos no la tenés en papel sino que la leés en una pantalla, y en una pantalla mirarás esta fotografía.
La fotografía es como un fotograma, porque la tomé de la pantalla del televisor. Estaba en casa, viendo el noticiario cultural del Canal 22 cuando dieron la noticia que Fabio había recibido el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2018. Saqué mi cámara y tomé la foto. A vos te parecerá la cosa más sencilla, pero a mí este acto simple (en estos tiempos) se me hace un prodigio. En cosa de segundos tomo la foto, la tengo en mi cámara, la descargo en mi computadora y te envío copia. ¡Pucha! ¿Ya te conté que en los años setenta aún no había servicio de revelado de fotografías en color en Comitán? Si tenías un rollo fotográfico a color, era preciso que fueras a la tienda del maestro Hermilo Vives y esperaras unos quince o veinte días, porque el maestro Hermilo enviaba el rollo a la Ciudad de México, lugar en el que revelaban las fotografías. Y como en ese tiempo tampoco existía FEDEX, uno debía esperar que llegara el paquete por la Cristóbal Colón (en ese tiempo, el viaje sencillo de Comitán a la Ciudad de México tardaba más de veinte horas).
Y digo esto, porque esta fotografía la guardé en mi computadora (Emilio sugeriría que la trepe a La Nube). La guardé porque es una síntesis del acto prodigioso de la creación. Por ahí aparece el logotipo del Canal 22, el canal televisivo cultural de México. La televisión abierta (salvo el canal 11) continúa con la tradición de transmitir programas insulsos, para que las personas en México sigan en la ignorancia. El canal 22 es una ventana para recibir aires frescos, aires que insuflan el crecimiento intelectual. La palabra insuflar suena medio mamila, pero es simpática, a mí me gusta, se aplica para denotar que soplamos sobre algo. En el canal de las estrellas no la usan con frecuencia, tal vez la escuché en el Canal 22. En el canal de las estrellas insuflan aires enrarecidos. ¿Has escuchado que en el programa del “Vítor” usan la palabra “Dijieron”, en lugar de dijeron? No es que sean ignorantes, ¡no!, ellos son perversos, modifican las palabras para que terminemos hablando como Felipe Calderón: “Haiga sido como haiga sido”.
Por esto, porque el mundo necesita que alguien nos enseñe a expresarnos, es que recibí con mucha alegría la noticia del premio Xavier Villaurrutia. Es un premio que los escritores entregan a los escritores, por lo tanto, es un verdadero reconocimiento. En un país donde tu mayor enemigo es el que ejerce tu mismo oficio, es digno de aplauso que el gremio de escritores profesionales reconozcan el profesionalismo de un compañero. Y este año el premio Villaurrutia se lo concedieron a un escritor que es muy respetuoso en la escritura del idioma español, sin que (ya te he contado en cartas anteriores) el español sea la lengua materna de Fabio. La lengua materna de Fabio es otra, el español lo tuvo que aprender como segunda lengua. Y tal vez por este proceso de aprendizaje es que Fabio es un escritor con un gran cuidado en la redacción. Su escritura es elegante, sencilla, clara, objetiva. Pocos escritores tienen ese dominio del lenguaje, a pesar de haber crecido hablando español.
Digo que me gustó la fotografía porque, en un extremo, señala que la noticia habla de literatura, y vos sabés que la literatura es el pan que como todos los días. Por esto, antes de hablar de fútbol o de cantinas o de canciones o de burdeles o de templos o de que fulanita está acostándose con sutanito, prefiero hablar de literatura, porque en la literatura está concentrada la vida; es decir, ahí está todo lo que mencioné y más, ¡mucho más!, pero está decantado. No es el mero chisme o la gana de joder honras ajenas, ¡no! En la literatura está la esencia de la inteligencia humana; ahí está la palabra bien dicha, la palabra cuidada. Hablo, por supuesto, de la buena literatura, de la que escribe gente como Fabio Morábito. Te comparto la fotografía de Fabio, porque pienso que antes que guardar fotos de personajes como el tal “Vítor” debemos aspirar a expresarnos con corrección. Dice el dicho que el amor es breve, por lo que no es válido gastarlo en celos; bueno, lo mismo puede decirse acerca de la vida, la vida también es breve y no se vale gastarla en vulgaridades.
El canal 22, de la televisión nacional, es una opción para alimentarse con imágenes y sonidos menos dañinos que las emisiones que nos embute el canal de las estrellas.
Pero, digo yo, la opción más luminosa es la literatura, los buenos libros alimentan ese chip ahora tan ignorado: La imaginación.
Si tuvieras un hijo, estoy seguro que procurarías que se alimentara de manera sana, como vos lo hacés. No le darías refrescos embotellados (pucha, la Coca tan dañina que es, la negra y la blanca); no le harías sándwiches con jamón ni hot dogs con salchicha; lo llevarías al parque y evitarías que estuviera cerca de alguna persona que fuma (porque, está demostrado, que el humo del cigarro es muy dañino); en fin, vos procurarías que tu crío creciera sano, por lo que también estarías muy pendiente de su alimentación espiritual. Estoy seguro que evitarías que viera programas tontos y procurarías que los programas que viera fueran programas inteligentes, que abonaran a su crecimiento espiritual e intelectual. Estoy seguro que le darías libros infantiles que activaran su chip de imaginación, para que cuando fuera mayor se acercara a la buena literatura, en donde, sin duda, aparecerían dos escritores mexicanos: Xavier Villaurrutia y Fabio Morábito.
No lo estás haciendo, pero si me dijeras que te sugiriera dos o tres libros de Fabio, te recomendaría: “El idioma materno”, libro en el que, mediante textos breves, escritos con maestría, Morábito nos cuenta el proceso por el cual un autor se acerca al conocimiento de la lengua. La otra sugerencia sería: “También Berlín se olvida”, en el que da testimonio de un lapso en que vivió en aquella ciudad alemana. Su mirada es lúcida e inédita. Hace falta miradas como la de él, que nos entregan cristales limpios. Y el otro libro sugerido sería un libro de cuentos en el que aparece publicado un texto que se llama “Las madres”, cuento que es alucinante, por lo bien redactado y por la forma en que está estructurado el tema inusual.
En fin, hoy hablé de fotografías y de autores literarios. Antes, las fotografías se conservaban en carteras (ya lo decía la canción). Ahora, los muchachos guardan las fotografías en los celulares o las suben a “La nube”. En Puebla conocí a Armando Pinto (director de la revista Crítica), en su oficina tenía muchas fotografías colgadas en una pared. Eran fotografías de sus autores literarios consentidos. El muro era muy bello. Si de por sí, cada fotografía es un testimonio de vida y alberga miles de historias, ¿podés imaginar el universo que contiene cada fotografía de un escritor? Los escritores poseen la capacidad de contar muchísimas historias reales, pero, además, tienen el don de inventar millones de historias. Los escritores, en algún momento de su vida, tuvieron la fortuna de activar el chip de la imaginación. Me he topado con algunos escritores y cuando estoy con ellos, invariablemente les preguntó qué programas televisivos ven. Muchos han respondido que prefieren caminar por la orilla y no ven televisión, ese tiempo lo dedican a la lectura; los que sí ven televisión prefieren ver programas culturales, cuando mencionan los canales de televisión que frecuentan ¡jamás mencionan a teve azteca o televisa! Esto me hace pensar que prefieren alimentarse con buena comida y evitan la comida chatarra.
Posdata: Yo soy viejo. Por eso, tu retratito, querida niña, lo llevo en mi cartera. Este retrato de Morábito lo imprimiré y lo colgaré en una pared de la oficina. Con ella inauguraré el muro fotográfico de mis escritores favoritos (que no se entere Julio Cortázar, porque me excomulga.)

viernes, 19 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE GENY CIFUENTES




Querida Mariana: Uno de estos días le brindarán un homenaje a Eugenio Cifuentes. Geny, como le dicen sus amigos, es un comiteco que radica en Tuxtla Gutiérrez, desde hace varios años. Estudió Economía y vivió una temporada en la Ciudad de México. En la capital chiapaneca le harán el reconocimiento a su labor, de hormiguita, en la crónica y en la promoción cultural.
Me topo con él, de vez en vez, en Comitán. Acá está una fotografía donde posa, como muchacho formalito (como decimos en Comitán, que lo compre el que no lo conozca). Acá, en Comitán, lo conocemos y lo conocemos bien. Geny es afectuoso, dicharachero, incisivo, amante de las tradiciones y de los modismos. Geny ha sido un promotor incansable de encuentros de comitecos radicados en Tuxtla Gutiérrez con comitecos radicados en Comitán. A los comitecos radicados en Tuxtla les encanta llegar a Comitán y lo hacen en montón. Cuando es temporada de feria (en agosto), Geny procura esos encuentros. En dos o tres ocasiones me ha tocado verlo en esa gestión. Geny dice: Que haya marimba, que sea un buen desayuno, que se den reconocimientos a comitecos notables, que, por favor, los contadores de anécdotas se avienten una seguidoña. Que todo sea una gran fiesta. Geny procura que los comitecos que radican en otras regiones reciban la luz divina del pueblo donde nacieron. Eso es una buena labor, ¿no? Todo esto es como un homenaje a la tierra.
Ahora, en Tuxtla Gutiérrez, Geny recibirá un homenaje, bien merecido. A mí me han contado que Geny tiene una crónica donde habla de “los botaneros” de Comitán. Nunca he tenido en mis manos esa crónica, pero la imagino llena de sabores, sabores comestibles y bebibles. En nuestro pueblo tenemos una larga tradición de cantinas y bares, los nombres y las anécdotas son imposibles de abarcar. Es necesaria la mirada de muchos bohemios y bolencones para dar cuenta precisa de esos lugares que dan sosiego al espíritu (bueno, al principio, porque al final el espíritu de muchos bolos se transforma y termina siendo cuerda para amarrar cochinos).
No conozco esa crónica botanera, pero sí conozco un testimonio que Geny escribió y que aparece en el libro “Uninajab. La feliz niñez”, donde aparecen tres testimonios más, de tres valiosos comitecos: Ramiro Gordillo García, César Gordillo Vives y Armando Alfonzo Alfonzo.
Uninajab, todo el mundo lo sabe, es como el Acapulco de los comitecos. A inicios del siglo pasado se convirtió en lugar de recreo y diversión. Geny, igual que los otros tres escritores, da un testimonio de ese maravilloso lugar, en los años cuarenta del siglo XX. Uninajab ha cambiado mucho, por esto, el testimonio de ellos es muy valioso, porque nos permite entender cuál era la riqueza de ese balneario, riqueza que ahora está disminuida, pero que sigue conservando algo de ese brillo único.
¿Qué recuerda Geny de sus viajes a Uninajab? ¡Ah!, muchos recuerdos brotan en su escrito, pero como bien dice Armando Alfonzo (coordinador del libro), Geny habla de una actividad singular de las temporadas en Uninajab: La cacería. El libro dice: “Empieza con la “honda” para matar lagartijas y chinchibules, pasa por las “mecheras” para la cacería de palomas, y culmina con los “riflitos de la U” y las escopetas empleadas en la cacería de venados.”
Digo pues que los tiempos han cambiado. Ahora hay mucha gente que tiene espíritu animalista y que promueve el respeto a la vida de los animales, pero (sin duda) debe haber muchachitos que siguen matando lagartijas o muchachotes que matan venados por esa zona.
¿Cómo era la actividad cazadora en aquel tiempo? Bueno, pues eso es lo que Geny nos regala en ese libro.
En realidad, Geny no sólo habla de cacería, también escribe acerca de “Los baños”, de “Chichimá”, de “Las purgas y los permisos”, de “Juegos y entretenimientos” y “Del retorno”. En los años cuarenta no existía la carretera en la que hoy conducen los viajeros. ¡No! En los años cuarenta era toda una aventura llegar a Uninajab.
Posdata: En Tuxtla reconocerán la labor de Geny Cifuentes. ¡Bien!

jueves, 18 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON LÍMITES




Querida Mariana: Llamó mi atención el cartel. Si mirás con atención ves que aparece América Latina, como si el mensaje fuera que el derecho humano de la migración sólo se aplica en esta zona del continente. ¿Y más arribita de México? ¿Qué sucede? Los Estados Unidos de Norteamérica y Canadá no aparecen. Entonces, el cartel no lo dice, pero admite que el derecho de migración se circunscribe a América Latina. Y, sin embargo, las huellas de la derecha tienen un destino: El norte.
La Biblia dice que en el principio “Fue el Verbo”, pero, podemos agregar que, en el principio también fue la movilidad libre, porque, en el principio, no había fronteras. El mundo era una amplia extensión por donde los seres humanos caminaban con la misma libertad con que los pájaros vuelan por todos los cielos.
Pero un día asomaron las divisiones territoriales, aparecieron los impulsos nacionalistas y todo se volvió complejo. Los seres humanos limitaron su movilidad.
¿Migrar es un derecho humano? Sí, pero la movilidad del ser humano es limitada. El tema de la migración, hoy día, es un tema complejo, complejísimo. Y esto es así porque todos los seres humanos tienen nacionalidades; es decir, tienen pertenencia a un determinado lugar. Cuando hay un encuentro de fútbol entre las selecciones de México y la de Guatemala, el aficionado, asistente al estadio, echa porras y apoya a la selección de su país. ¿Mirás lo que digo?, “su país” El seleccionado contrario pertenece al “otro” país, al ajeno, al que no le corresponde. Y lo que digo tiene que ver con un juego. ¿Qué ha sucedido en las guerras? ¡Lo mismo, pero en el extremo! El soldado de un ejército mata al otro porque es el enemigo y es el enemigo por la simple y absurda razón de que tiene una nacionalidad diferente, a pesar de que la vida es el principal derecho humano existente. Como mirás, en nombre de los nacionalismos se coartan libertades, tanto el derecho de movilidad como el de vivir. ¡Uf! Digo, querida Mariana, esto de la migración es un brete. Antes, cuando había una reunión familiar se advertía que para llevar la fiesta en paz no se hablaría de religión, de fútbol o de política, porque son temas muy espinosos, al que difícilmente se llega a un acuerdo. Bueno, pues ahora se ha agregado el tema de moda: Migración. No se vale hablar de migración en una reunión familiar, porque no habrá consenso y sí puede ocasionar fracturas.
¿Vos estás de acuerdo con que los guatemaltecos lleguen a “tu” casa y se queden a vivir ahí? ¿Estás en desacuerdo con las medidas de Trump, que limitan el flujo de migrantes del mundo a su país? Hay límites. El derecho de tránsito se respeta en la mayoría de países del mundo, por esto, los viajeros llegan a Tailandia y a la India, pero hay países que exigen la visa; es decir, un permiso temporal, con el que comprueban que el viajero no lleva intenciones de quedarse a vivir ahí, porque él no debe vivir en un país que no le corresponde.
¡Uf, tema complejísimo! A mí me pueden explicar mil veces la cultura de Jerusalén y mil veces no lo voy a entender. Ahora mismo leo un libro de Guy Delisle, que se llama “Crónicas de Jerusalén”. El libro es un libro muy atractivo, porque cuenta (a través de tiras de monitos) su experiencia de vivir durante un año en aquella región. ¿Cómo entender que en Tierra Santa haya tanto conflicto de convivencia? En todo el territorio israelí hay puntos de revisión y las personas no pueden pasar de un lado a otro. En Jerusalén hay muros altísimos, construidos por los hombres, que impiden, incluso, que la vista camine con libertad. Los ojos y los pies de los hombres se topan con muros altísimos que limitan.
¿Cómo viven esas personas? Trump insiste en construir un muro y se inconforma con la porosidad de la frontera sur, la que está apenas a pocos pasos de nuestro pueblo. Ahora, más que nunca, hay una certeza: El lugar donde vivimos es parte de una frontera. Un libro muy bello, editado hace algunos años, tiene como título: “Una puerta al sur”. Sí, esto es Chiapas. La puerta siempre ha estado abierta, para el paso de millones de migrantes que ejercen su derecho humano de movilidad, y anhelan llegar a cumplir “su” sueño americano. Pero resulta que ese tránsito es en una zona negra y al llegar al límite hay muros que impiden ese sueño. ¿Qué hacer entonces? Ahora hay muchos paisanos que insisten en que esa puerta al sur ¡debe cerrarse también!
Posdata: No quise hablar de esto. Te mando esta carta, porque llamó mi atención que el cartel sólo muestre América Latina. El diseñador no lo pensó bien, pero hay una idea que contradice el lema que impulsa. Es como si dijera: Migrar es un derecho humano, pero este derecho se cancela en el territorio norte de América.
Lo que sí me gustó fue el arbolito que está al lado. Este arbolito crece de manera libre, extiende sus ramas por toda la burbuja del aire, sin temores de muros o de límites. Un árbol ¿tiene más derecho a crecer en forma libre? Esto sucede hasta que el ser humano llega con un hacha y…
Uf. ¡No! En reuniones familiares está prohibido hablar de fútbol, de religión, de política y de migración.

miércoles, 17 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON UN POCO DE TOJOLABAL (tojol-ab’al)




Querida Mariana: Ayer fui a la ciudad de Las Margaritas. Fui a conocer un mural que está pintado en una pared del restaurante “Las mil y una noches”, que está frente al parque central.
Ahora, Las Margaritas está de fiesta. Ayer, en la tarde, en el domo del parque, la orquesta sinfónica Esperanza Azteca hacía la prueba de sonido, para su magna presentación en la noche. Vi a una niña tojolabal, en el centro de la plaza, grabando la actuación con su celular. Cuando le pregunté me respondió: “Sí, me gusta. No, nunca había visto tantos instrumentos juntos.”
Esta prueba de sonido de la orquesta fue como un mojol a mi visita, pues, como ya dije, fui a ver el mural, pintado por José Alfredo Gómez Pinto, artista oriundo de aquella tierra.
Supe de José Alfredo y del mural, el sábado 13 de julio. Él fue uno de los artistas que asistió la mañana en que fue inaugurado el Jardín del Arte, en el parque de La Pila, en Comitán. Esa mañana llevó un cuadro de la serie del agua, comentó que no tenía firma, porque aún no estaba terminado, pero quiso estar presente en ese momento histórico en Comitán. Ahí me comentó que había pintado un mural en el restaurante “Las mil y una noches”, dijo que era un homenaje a don Carlos Lenkersdorf. Cuando lo dijo, pensé que debía conocer ese mural. Por esto, ayer fui a verlo. Te paso copia de parte del mural.
Gustavo Aguilar, un chavo muy atento, me explicó que el mural del restaurante (que, entre otros platillos, tiene las recetas de la abuela) está dedicado a Lenkersdorf y a la cultura maya, porque José Alfredo narra, a través de las imágenes, algunas escenas del Popol Vuh. Por ahí, me dijo Gustavo, está la hormiguita que aparece en el Popol Vuh.
¿Vos sabés quién fue don Carlos Lenkersdorf? Fijate que yo lo conocí, porque dos de sus hijos estudiaron la secundaria en el Colegio Mariano N. Ruiz, en los años setenta. Lo vi sólo una vez, pero supe que él era alemán y realizaba investigaciones en la zona de Las Margaritas (vivía detrás del templo, en el barrio de Yalchivol, muy cerca de La Castalia). De esas investigaciones, posteriormente le regaló a Chiapas y al mundo un diccionario español-tojolabal, que a la fecha es el documento más importante para conocer esa lengua mayense.
En el mural, la presencia de don Carlos es la más relevante. Cuando vi la pintura no reconocí al investigador. José Alfredo debió usar como modelo una fotografía de los últimos años del investigador, se le ve con una gran ternura, ya con el cabello completamente blanco y con un corte muy a la Príncipe Valiente.
El maestro Román me explicó que don Carlos escribió, además del diccionario, dos libros esenciales, uno se llama “Aprender a escuchar” que dice mucho de la labor que realizó en Chiapas. La cultura ajena sólo puede aprenderse si hay humildad y una actitud de profunda atención a lo que el otro dice. Sé que el investigador Fernando Limón hace lo mismo, ahora que estudia la cultura Chuj. El otro libro de Lenkersdorf es uno que se titula: “El diario de un tojolabal”, ¿mirás qué importante? No he podido conseguirlos, pero ahora, que estuve frente al mural que reconoce el legado de don Carlos, en esta tierra, que fue su tierra, recordé que es un pendiente que tengo. Un pendiente había con don Carlos, la pintura de José Alfredo la subsana. Ahí está el viejo que respetó la cultura tojolabal y que nos entregó los frutos de su ardua labor de investigación.
Posdata: El trazo de José Alfredo es muy limpio. Gustavo me dijo que algunos de sus cuadros estuvieron en exposición, ahí en el restaurante: “Todos se vendieron”. Lo mismo me platicó el artista, esa mañana en La Pila, dijo que los demás cuadros de la serie del agua, ya los había vendido. ¡Qué gusto! El Jardín del Arte, en La Pila, apenas en sus primeros pasos ya cumplió uno de sus objetivos: que los demás conozcamos las obras de los artistas de la región. Ojalá que así vayan asomando más artistas y que su proceso creativo sea reconocido, para bien del arte en Chiapas. ¡Salud! Salud con un buen café, en el restaurante “Las mil y una noches”, en Las Margaritas, al lado del mural que honra al investigador que nació en Alemania y que llegó a ser investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y que tuvo su casa en el barrio de Yalchivol.

martes, 16 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON OCHO MUJERES




Querida Mariana: El título de la telenovela mexicana era “Dos mujeres, un camino”. En Comitán, la noche del doce de julio de 2019, hubo el primer capítulo de “Ochos mujeres, un camino”. En el Museo Rosario Castellanos, gracias a la iniciativa de Angélica Altuzar, apoyada por el museo y por la Dirección de Cultura, del Ayuntamiento de Comitán de Domínguez, se presentó el libro de cuentos: “8 mujeres”, publicación de Tifón Editorial, empresa cultural que dirigen Héctor Cortés Mandujano y Juventino Sánchez.
La noche del doce de julio se presentaron cinco de las ocho escritoras. La presentación fue moderada por Héctor Cortés Mandujano, reconocido escritor y dramaturgo chiapaneco. Poseedor de una vasta experiencia, Héctor moderó con inteligencia y buen humor (características innatas) y cedió la palabra a las cinco escritoras: Leticia Bárcenas González, Gabriela Guadalupe Barrios García, Verónica Corzo Aguirre, Mónica Corzo Aguirre y María del Pilar Guillén.
Héctor comentó que invitaron a nueve escritoras para integrar el libro y que el título dependería de cuántas aceptaban la invitación. Sólo una no aceptó la invitación, por lo que el libro se llamó “8 mujeres”. Los cuentos que integran el volumen no corresponden a una temática determinada ni a un determinado número de cuartillas. La invitación fue abierta: “Manden el texto que deseen, con la extensión que tenga.”
La directora del Museo Rosario Castellanos dispuso una serie de mesas en donde la audiencia (más de sesenta personas) disfrutó de un cafecito con pan, como si estuviese en una cafetería selecta. La velada fue agradable, por la pericia del moderador, por la buena disposición de las escritoras participantes y por la recepción de los asistentes.
El cuento de Leticia Bárcenas, “La pasión de María Magdalena”, narra cómo María Magdalena acude a presenciar la representación de la pasión de Cristo, que ocurre cada año en Iztapalapa; “Licencia”, texto de Gabriela Guadalupe Barrios García, es un cuento breve y cuenta lo que le ocurrió a doña Carmelita el día que, contra su costumbre, no le quedó más que estacionar su camioneta en doble fila; el cuento de Mónica Corzo Aguirre, “Un mal día para suicidarse”, cuenta la historia de Óscar que viaja a la ciudad de México para ver a la novia, que estudia allá. La historia es una historia de frustración para Óscar; el cuento de Verónica Corzo Aguirre se llama “Escalofrío” e inicia así: “Hay una luz que aparece cada año en la cumbre de La Malinche, a la misma hora y el mismo día, no saben qué es”; y el cuento “Analí 4” es de la autoría de María de Pilar Guillén.
Héctor comentó que las escritoras hicieron un sorteo previo y María del Pilar obtuvo el privilegio de leer completo su cuento. Así sucedió.
Los otros cuentos que integran el libro y que corresponden a escritoras que no pudieron asistir a la presentación en Comitán son: “Perra faldera”, de Adriana Corzo Aguirre; “Plática de adultos”, de Tania Corzo Hernández; y “El rincón de las flores”, de Karla Gómez.
Quienes conocen a Héctor saben que él ha dedicado gran parte de su vida a la creación literaria, como escritor y como coordinador de talleres de narrativa. Esa noche contó que lleva más de veinte años dirigiendo talleres literarios y, en ese lapso, Mónica Corzo Aguirre, empresaria y escritora participante de este libro, lo ha apoyado en forma total. Al principio Héctor no tenía un lugar fijo para impartir el taller, Mónica le ofreció un espacio. Cuando la empresaria construyó un nuevo edificio para su corporativo mandó construir un salón de manera especial para los talleres de Héctor. Cuando Héctor contó este hecho, la audiencia ofreció un generoso aplauso a esa hada madrina de la cultura chiapaneca. A la hora que Mónica intervino dijo algo que confirmó su actitud de mecenazgo, primero obsequió una flor al pueblo, dijo que le encanta venir a Comitán, porque es una de las ciudades que más le gustan de Chiapas, y luego comentó que de su papá heredó la convicción de que las personas deben consumir arte. El término consumir no sólo refería a la asistencia de actos gratuitos, sino también a adquirir obra plástica o comprar libros, por ejemplo, y acudir a actos pagados. Todo ello con el fin de apoyar a los artistas que destinan horas y horas en la manufactura de obras artísticas.
Posdata: ¿Dos mujeres, un camino? No, esa noche, Comitán recibió a cinco mujeres y un hombre, que caminan en un camino, el camino de la creación. Héctor y Mónica son espléndidos en extremo, abren sus manos y riegan buena semilla en tierra chiapaneca, tierra que necesita más árboles generosos para el cultivo del espíritu.

lunes, 15 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON LISTA DE MATERIAS




Querida Mariana: Paso copia del certificado de primaria obtenido por mi papá. Es de 1924. Mi papá nació en San Cristóbal y, según este documento, cursó la enseñanza primaria elemental en la Escuela Particular de Niños, que estaba bajo la dirección del maestro José M. Santiago.
Llama mi atención que, en ese tiempo, el presidente municipal daba el Visto Bueno del documento. ¿Mirás que la primaria concluía en el cuarto grado?
No sólo conservo este documento, también tengo la boleta del cuarto grado con las calificaciones que obtuvo mi papá. No sé si haya sido el caso de todos los alumnos, pero mi papá obtuvo un “Bien” en canto (no debió ser muy bueno en eso de echar gorgoritos), pero en las demás asignaturas obtuvo “Superior”, que, si deduzco bien, era la calificación máxima. ¿Qué hay arriba de Superior?
Digo que conservo su boleta y de ella quiero hablar. Primero decir que el documento tiene fecha del 17 de noviembre; es decir, en 1924, el periodo de vacaciones abarcó noviembre y diciembre, porque la boleta tiene el siguiente aviso: “El día dos de enero de 1925 se abrirán las clases en este plantel.” ¡Uf, ya imagino el frío de enero en San Cristóbal, ese dos de enero!
Pero, lo que más llama mi atención es la lista de asignaturas. ¿Le querés echar un vistazo? Acá va. Los alumnos de cuarto grado de ese instituto, en 1924, llevaban las siguientes materias: Lenguaje, Escritura (separadas), Aritmética, Geometría (separadas), Elementos de Ciencias Físicas y Naturales, Instrucción Cívica (la asignatura que ahora quitan y ponen), Dibujo y Trabajos Manuales, Solfeo, la ya mencionada materia de Canto, Moral y Urbanidad (“La Cartilla Moral” que ahora distribuye el gobierno, cuyo autor es don Alfonso Reyes, aún no existía), Historia, Geografía, Ejercicios Físicos, Ejercicios Militares y Economía Política. ¡Pucha! ¿Cómo lo mirás?
En ese tiempo, más de la mitad de la población mexicana era analfabeta. Estaban por venir los esfuerzos educativos de Torres Bodet. Mi papá fue un niño privilegiado, porque tuvo la oportunidad de estudiar, y parece que tuvo conciencia plena de esa prerrogativa porque fue un niño aplicado.
¿Qué opinás acerca de la relación de asignaturas que recibían los alumnos de cuarto grado de primaria? ¡Cuarto grado de primaria! A mí me parece una carga académica muy completa. El conocimiento científico estaba equilibrado con materias que enseñaban urbanidad, más asignaturas dedicadas al arte y otras al cultivo del cuerpo. ¿Viste que recibían Economía Política?
Parece que sin necesidad de Reformas Educativas los maestros lograban transmitir conocimientos y normas de buen comportamiento.
Puedo decir que mi papá era casi casi una calculadora humana, era muy hábil para la matemática, esto le permitió desempeñar el puesto de corresponsal del Banco de México con gran responsabilidad; tenía una letra clara (con pocos errores ortográficos); y era un buen ciudadano. Sin duda que los cimientos recibidos en su casa y en la escuela hicieron que él no necesitara leer la Cartilla Moral, de Reyes.
No fue un gran lector, pero sí fue un lector muy atento. Poseía una gran capacidad de comprensión. Ahora sé que, en cuarto grado, su maestro José M. Santiago le impartió las materias de Lenguaje y Escritura (insisto, ¡separadas!). Debió tener una hora en que el maestro sacaba el libro de Lenguaje y hacía lecturas de cuentos y de poemas; asimismo, luego sacaba el libro de Escritura y los alumnos debían escribir dictados con letra clara y hacer ejercicios de creación.
¿Ahora? No sé cómo estará la relación de asignaturas para el próximo ciclo escolar, pero el año pasado las materias del cuarto grado fueron las siguientes: Español, Matemáticas, Ciencias Naturales, Geografía, Historia, Formación Cívica y Ética, y Educación Artística. No sé, pero se advierte que todo está junto. ¿Qué ves en Educación Artística? Pues un poco de dibujo, otro poco de danza, otro más de canto, un cachito de teatro y, tal vez, algo de música. ¿Solfeo? Ah, pues, seamos serios.
Posdata: Digo que mi papá no fue un gran lector, hubo pocos libros en casa, pero sí tuvo una gran capacidad de comprensión. Ahora, con frecuencia, me topo con alumnos que, en niveles superiores, son incapaces de comprender un párrafo. Quiero pensar que algo falla en el actual sistema educativo. ¿Qué? No lo sé. Sólo sostengo que antes, un niño de cuarto grado de primaria, tenía clases separadas donde estudiaba el lenguaje y la escritura. Ahora se lee poco y se escribe más poco. ¿Cómo estructuran sus ideas los alumnos actuales? Digo que no sé. Perdón.

sábado, 13 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA UN LENGUAJE DE LOROS




Querida Mariana: Vas a decir que es mentira, que soy un hablador, que invento lo que digo. ¡No! Juro que es cierto, el poeta Óscar Bonifaz, Premio Chiapas 2014, no sólo es maestro de literatura, también tiene patentado un curso que se llama “Lección para loros”, de su autoría.
Recuerdo que en algún momento alguien dijo que mi primo Manuel repetía todo “como lorito”. ¿Qué significaba eso? Ah, bueno, pues que Manuel no tenía un criterio propio y decía lo que sus amigos pensaban. Desde entonces llamó mi atención lo que hacían los loros. En casa de mi madrina Clarita había un loro de cabeza amarilla, que permanecía en una jaula, arrinconado en un corredor de la casa. Cuando llegaba a casa de mi madrina, corría a ver los gallos de pelea que tenía en el sitio y luego iba al lugar donde estaba el loro, comiendo granos de elote hervido. Mi madrina amarraba a los barrotes de la jaula uno o dos pedazos de elote, y el loro, desde su palo, picaba como gallina. Me encantaba ver cómo el pico del loro desaparecía y sólo se miraba un amasijo de masa; me encantaba oír el grito que daba el loro cada vez que comía un grano: “Otro, Clara, ¡otro!”, y volvía a picotear la mazorca. Nunca entendí si “El coronel” (que así se llamaba el loro) decía Otro como llevando la cuenta de los granos comidos o, goloso, pedía otro pedazo. El loro hablaba. Repetía lo que tal vez había escuchado de los habitantes de la casa. ¿Qué más decía El coronel? Mi madrina decía que, en la tarde, pedía café y al terminar decía: “Buenas noches, Clara.”, y en la mañana daba los buenos días. ¿Decía malcriadezas como los demás loros del mundo? No, decía mi madrina. El coronel siempre fue un loro muy decente, a lo más que se atrevía era a tutear a su ama, porque, parece, todos los loros del mundo son así. Yo, al menos, nunca he escuchado a un loro llamar de usted a alguien. Todos tutean (o vosean) a sus amos. El loro de mi madrina no decía malcriadezas porque nunca las escuchó, por eso no repetía como loro palabras altisonantes.
El maestro Bonifaz tiene loros en su casa. Los que tiene son recientes. Cuenta que no sabe bien a bien, pero hace poco hubo algo como una epidemia que mató a todos los loros de la cuadra. Dice que es cierto y yo le creo, porque yo le creo todo lo que dice. ¿Cómo no voy a creer que él fue testigo de la creación de un poema de Sabines? ¿Has leído o escuchado ese poema brevísimo que dice: “Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío: ¡Muérete!”. ¿Lo has leído? Bueno, Bonifaz cuenta que una mañana estaba en su ranchito “Mónaco”, que está a la orilla de la carretera que va a Los Lagos de Montebello. Óscar estaba en el corredor, escribiendo una novela, cuando vio a Jaime Sabines en la puerta, llevaba una ensarta de chorizos enredada en su cuello. Se quitó los chorizos y dijo que quería desayunar. Bonifaz llamó a la cocinera y le dijo que le preparara “unos sus huevitos con chorizo”, al poeta. Tal vez acá sea necesario decir, por si no lo sabés, que Sabines y Bonifaz fueron como vecinos, porque Jaime Sabines tenía también un ranchito en la carretera a Los Lagos de Montebello, el famoso “Yuria”, así que Bonifaz iba a ver a Sabines a Yuria o Jaime iba a ver a Óscar a Mónaco.
¿Podés imaginar a Sabines, con su altura y ojos claros, con una ensarta de chorizos colgando sobre su pecho? Bueno, pues esa mañana, Sabines se sentó y le contó a Bonifaz que estaba huyendo de su rancho: “Tengo visitas y estoy cansado”. Más tardó en decirlo que en escuchar una camioneta que se estacionaba enfrente de la puerta de entrada. Bajó Chepita, su esposa, y le dijo a Jaime que no fuera ingrato, que en la casa lo estaban esperando, que ellos eran invitados de él, así que le pedía, le exigía, que regresara de inmediato a atenderlos. El tono debió ser estricto. Sabines tomó el cuaderno donde Bonifaz escribía, arrancó una hoja y escribió: “Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío: ¡muérete!” Así lo cuenta Bonifaz. ¿Cómo no voy a creerlo si él lo dice? Luego, Bonifaz agrega que es una pena que no se haya quedado con el original, Chepita se acercó, arrebató el papel y se lo guardó.
Bonifaz nunca ha contado qué sucedió después de este destello literario. Nunca ha dicho si Sabines se fue con Chepita a atender a sus invitados o, rijoso, se quedó a saborear los huevos con chorizo, acompañados con frijolitos negros, queso, crema, una salsa molcajeteada, tortillas recién salidas del comal y una buena taza de café chiapaneco. Yo le creo a Bonifaz todo lo que me cuenta ¡lo creo!, porque él es un creador, y yo soy un creyente.
Por eso le creo cuando me dice que hubo algo como una epidemia que mató a todos los loros de la cuadra, y le creo cuando me dice que ahora le está enseñando a hablar a los loritos “nuevos”. Dice que hay (como en todos los salones de clase) uno que es más listo que los otros dos y que ya está diciendo sus primeras palabras.
¿Los loros de Bonifaz llegarán a ser tan decentes como el loro de mi madrina Clarita? ¡Ah, pues, seamos serios, mi niña querida! Quienes conocen a Bonifaz saben que él es un poquito irreverente (un poquito). Una vez, hace años, me topé con él a mitad del parque central, vestía una playera de color rojo, con cuatro letras negras, enormes, abarcando casi la totalidad de su pecho: Cotz. ¿Quién se atrevía, en aquel tiempo, a llevar la palabra Cotz por todos lados? Sólo Bonifaz. Cuando el maestro se jubiló de la dirección del teatro de la ciudad le pregunté a qué dedicaría su tiempo, me dijo que se dedicaría a escribir poesía y una novela que ya había comenzado, además, dijo: “publicaré un periodiquito que se llamará ‘El tutís’” Imaginé que, cuando el periódico apareciera, medio Comitán correría a la Proveedora Cultural a comprar “El tutís”, de Óscar Bonifaz y, luego de leerlo, opinarían que “El tutís” de Bonifaz estaba ¡bien bueno!
Así pues, cuando me dijo que le estaba dando clases a los loros pensé en todo, menos en la decencia de El coronel. Y así resultó, porque me dijo que iba a enseñarme las lecciones (¿Me miraría cara de loro?) Nos paramos y fuimos a un mueble que tiene al lado de la mesa del comedor, buscó un disco compacto, lo colocó en el reproductor y comencé a escuchar lo que a diario escuchan, una y otra y otra y otra vez, los loros. El maestro disfrutaba lo que había grabado y yo, creyente irredento, me columpiaba de la risa. ¿Querés saber qué dice el curso para loros? Sé que querés, pero yo no puedo pasarte copia. Sólo diré que es una seguidoña de frases para que los loros se las aprendan y luego, como loritos, las repitan para solaz y esparcimiento de los amigos que lleguen a la casa. Para que mirés que no soy díscolo te pasaré dos frases: la primera y la última del curso. Te encargo que lo leás como si fueras una lorita, de esas que dicen: “Lola, mi café” “Buenos días”.
“¿Qué quieren aquí, pendejos? ¡Sálganse! ¡Sálganse de aquí!”
“Cotz, cotz con el que sea, con vos.”
Imaginá las demás frases. Son siete frases las que componen el curso para loros, de Bonifaz. Es una lástima que Jaime Sabines ya no está con nosotros. Gozara lo que los loros repetirán.
Es una pena que no exista un muestrario de frases que los poetas chiapanecos enseñaran a sus loros. ¿Qué dirían los loros de Sabines? ¿La de Hay un modo de que me hagas completamente…? ¿Qué dirían los loros de Rosario Castellanos? ¿Qué, los de Efraín Bartolomé?
Algún día, los loritos de Bonifaz aprenderán las lecciones y mientras comen sus granos de maíz, al ver que entra un grupo de amigos a la casa de Bonifaz dirán: “¿Qué quieren aquí, pendejos? ¡Sálganse! ¡Sálganse de aquí!”
¿Hay alguna otra persona en Comitán que haga lo que Bonifaz? El maestro aprovecha los chunches electrónicos y, amplio conocedor de la pedagogía, sabe que es necesaria la repetición constante para el aprendizaje de los conceptos. Por eso grabó ese disco con las frases que desea que sus loritos repitan, insisto, para solaz y esparcimiento de sus amigos.
Yo cometí una indiscreción. Di a conocer el método que él emplea. Lo hago sin su permiso, porque soy un creyente de su palabra y porque cuando vi su carita iluminada al escuchar su grabación supe que todo lo hace para que su pueblo no pierda su identidad, porque (no nos hagamos), los comitecos cultivamos la alta cultura, pero también somos pícaros y nos sorprendemos ante loros habladores como El coronel, pero disfrutamos mucho más a los loros malcriados. ¿Imaginás a un loro que diga: “Cotz, cotz con el que sea, con vos.”? Acá, en esta breve frase hay un rasgo de nuestra cultura. En ninguna otra parte del mundo hay loros que digan esto. Sólo los loros de Bonifaz, aplicados, pendientes, dirán puntualmente la lección y cuando esto suceda será un momento histórico que deberán grabar las cámaras del mundo entero. Mientras tanto, yo cometo la indiscreción. Si ya saben cómo soy, ¿para qué me invitan a escuchar la lección para loros, de Bonifaz?
Posdata: Pucha, antes todo era más reservado, el cotz era para los marimberos, ahora el cotz es con el que sea, con vos. ¡Pucha!

viernes, 12 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, DESDE UNA BANQUETA




Querida Mariana: ¡Este es mi privilegio! Es el privilegio de todos los comitecos y de todos los visitantes de nuestro pueblo.
Te escribo desde una banqueta. Estoy sentado sobre el cemento. Tengo la laptop sobre mis piernas. Escribo casi de manera automática. Frente a mí pasan autos (un automovilista es mi amigo, se detiene tantito y me pregunta qué hago. Yo, tolerante, digo que escribo. “Fuéramos a beber trago, mejor.”, dice él, ríe y se despide). Frente a mí pasan caminantes, casi hago una estadística: una señora que camina en forma apresurada, dos jóvenes que caminan despacio, una chica que me ve, yo sonrío y ella desvía su mirada. Sé lo que piensa.
Te escribo. Mis dedos se mueven ágilmente, brincan, como pulgas, sobre las teclas. Me sorprende el vértigo de las palabras que asoman, casi por acto mágico, en la pantalla de la computadora.
Debo confesar que no escribiría sentado en la banqueta si estuviera solo. La inseguridad lo impediría, cualquier delincuente, al verme solo, me arrebataría la computadora, la cartera y el celular. Escribo, porque dos de mis alumnos me acompañan, esto hace que me sienta seguro. Nos sentamos ahí, porque Mario lo sugirió, vio las flores que se asomaban sobre la barda y dijo que era una imagen muy bonita. Cuando nos detuvimos comenzamos a ver detalles (siempre sucede así cuando hacemos la pausa en el trasiego de la vida). Amanda dijo que la puerta ya había perdido su vocación porque señaló las tablas atravesadas y dijo que la puerta ya no se abría y luego preguntó: ¿Desde cuándo estará cancelada? Ninguno dijo algo. Fue cuando decidimos hacer más intensa la pausa y nos sentamos. Amanda se sentó, extendió sus piernas, colocó sus manos sobre el vientre y dijo que tenía mucho tiempo que no hacía algo similar. Sí, completó Mario, nos perdemos este disfrute. Yo pensé que me encantaba la posibilidad de compartir ese instante con dos jóvenes, pensé que si alguien, en la banqueta de enfrente, nos tomara una fotografía, podría hacer la misma lectura que hacíamos nosotros, porque en la foto que te anexo podés ver cómo están aliados tres tiempos: uno viejo, con aroma a humedad, simbolizados por la puerta y por la barda que provienen del siglo pasado; otro, el torreón moderno que se ve en el fondo; y el último, las manos llenas de flores que se asoman sobre la barda y que representan lo perenne. Si alguien nos hubiese tomado una foto habría pensado que los muchachos (Amanda ¡tan linda!) son representantes auténticos de estos tiempos; yo (no debo explicar qué tiempo represento, es obvio); y el aire que nos alimentaba era el símbolo de lo infinito, de lo que siempre ha rodeado a este pueblo, lleno de estos remates visuales que dan sosiego al alma.
A final de cuentas, Comitán es esto. Hay un grupo de comitecos que anhelan que la ciudad se modernice, que cuente con servicios de primer mundo y que su arquitectura sea como la que existe en Nueva York; hay otros que añoran un Comitán que rechace la posmodernidad y que mantenga su arquitectura tradicional y que proteja los valores esenciales; y hay el aire que es eterno, el que nos otorga una identidad propia.
¿Qué hacer? No sé. ¡Yo qué voy a saber! Lo único que se me ocurre decir, acá, al lado de Mario y de Amanda, acá, sentado en la banqueta, es que no hay disfrute más pleno que hacer una pausa para buscar que la mirada encuentre algo como una flor que se abre.
Esta mañana, a la hora que escribo, una flor se abre ante mis ojos, me muestra una barda con cicatrices pintadas con pintura de agua; me otorga un ramo de flores que se desparrama en mi mente y en mi corazón; me brinda una puerta que se cansó de abrirse y cerrarse y se contagió con la inmutabilidad de la barda; me concede el privilegio de advertir cómo los sitios, en lugar de árboles, permiten el crecimiento de torreones modernos; me otorga la gloria de estar al lado de muchachos bonitos; y me permite reconocer que las calles de este pueblo tienen todas las líneas ¡menos la horizontal! Las calles son inclinadas, chuecas, torcidas, alebrestadas, risueñas, juguetonas. Nunca han conocido el aburrimiento que sí poseen las calles que tienen el sueño horizontal. Las calles de este pueblo son sensuales, traviesas y cabronas, porque meten el pie a las viejitas y las hacen caer. ¡Cabronas!
Posdata: Te escribo desde una banqueta. Lo hago porque estoy acompañado. Solo, ¡no lo haría! En el tiempo de la barda la delincuencia era mínima; en el tiempo de los torreones de cemento, la delincuencia ha crecido. Lo único que se mantiene eterno el ¡el aire! El bendito aire de este bendito pueblo.

jueves, 11 de julio de 2019

CARTA A MARIANA, CON HILOS DE IDENTIDAD COMITECA




Querida Mariana: Amín Guillén dio una conferencia la tarde del 8 de julio, lo hizo en el auditorio del Hotel La Alborada. El Hotel La Alborada es parte del corporativo de la Universidad del Sureste (UDS). Ambas instituciones impulsan un ciclo de conferencias que ayudan a conformar la identidad de nuestro pueblo. ¿Sabés cómo se llama el auditorio del hotel? ¡Amín Guillén! Es un homenaje que el rector de la UDS, Doctor Víctor Manuel Albores Alcázar, en 2018, rindió al investigador y cronista comiteco. Cuando llegué al auditorio encontré a Amín, en la puerta, recibiendo a sus invitados (el propio rector con su familia, amigos, familiares del conferenciante y estudiantes de arquitectura de la UDS). Le pregunté: “¿Y qué sentís cuando entrás al auditorio que lleva tu nombre?”. Amín sonrió y dijo que cuando entra no mira la placa que ostenta su nombre.
Medio mundo de Comitán reconoce la labor que Amín realiza. Durante los últimos tiempos se ha dedicado a hurgar en archivos, huellas de la identidad comiteca.
La tarde de julio dio la conferencia titulada: “Edificio de piedra”. En treinta y cinco minutos ofreció datos muy importantes de la manzana que está frente al parque central de Comitán y que ocupan diversos edificios: el templo de Santo Domingo de Guzmán, el Salón Lino Morales, las oficinas parroquiales, el auditorio profesor Roberto Bonifaz Caballero, la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos, el Museo Arqueológico de Comitán, el Archivo Histórico Municipal y el Centro Cultural Rosario Castellanos. ¿Mirás qué recorrido tan lleno de luz? La tarde del 8, Amín nos llevó a dar una vueltita histórica por ese edificio de piedra.
Amigo de Julio Gordillo Domínguez, el Tribuno de México, a quien le encantaba seducir con su palabra memoriosa a las audiencias durante más de cuarenta minutos, ¡más, muchos más!, Amín recordó que su papá, el maestro Víctor Guillén, le recomendaba que cuando hablara fuera breve y conciso, así que esa tarde honró a su papá, porque su charla fue breve y concisa, fue puntual, fue exacta, fue una plática inteligente. Todo mundo reconoció el conocimiento de Amín y agradeció que fuera en el tiempo preciso. Y esto fue así, porque, además, Amín reconoció que, hace poco tiempo, recibió una lección del rector Albores Alcázar. El rector de la UDS dio una conferencia a inicios del mes, en el auditorio de la universidad y ahí, en veinticinco minutos sintetizó veinticinco años de experiencia, al rector le bastaron esos minutos para compartir los fundamentos del éxito en una empresa cultural.
Uf, sería imposible sintetizar la conferencia de Amín. Estuvo llena de deslumbres. Amín presentó fotografías antiguas e hizo un análisis de la transformación del edificio. Honró a don Rafael Jiménez Hernández, albañil que le entregó una serie de fotografías donde se aprecia el trabajo de reconstrucción del edificio en el siglo XX.
En treinta y cinco minutos, Amín nos llevó a un viaje que inició en 1556, año del inicio de fundación del templo por parte de los dominicos, hasta el actual 2019.
Al final de la conferencia, Amín, en nombre de las instituciones convocantes, entregó al poeta Arbey Rivera, director del Centro Cultural Rosario Castellanos, una cédula que contiene una síntesis del proceso de remodelación. El texto es el siguiente: “En 1945 inicia la demolición de la antigua casona para edificar el monumental inmueble de piedra que hoy alberga al Centro Cultural “Rosario Castellanos”. Tarea dirigida por el arquitecto Francisco D’Amico, gobierno del estado, apoyado por Rosalindo Galdámez, maestro de obra, y Rafael Jiménez Hernández, contramaestro; quien, al caso, donó una serie de fotografías de tan importante edificio en Chiapas, y dio un dibujo arquitectónico para levantar los portales sur; documentos que se encuentran en el archivo histórico “Profesor Víctor Manuel Guillén Rodríguez.
“Para erigirlo se utilizaron doscientas mil piedras acarreadas del paraje Pacanyashte, al poniente de la ciudad, hasta el centro de Comitán, en tres camiones de volteo; dos del gobierno del estado y uno de don Raúl Zepeda. Concluidas las labores, uno de los camiones del gobierno regresa a Tuxtla Gutiérrez, y el otro fue adquirido por don Elías Guillén.
“Edificio inaugurado el 14 de septiembre de 1946 para oficinas del gobierno.
“Amín Guillén. Comitán, 2019.”
Posdata: ¿Mirás qué importante? Ahora, cuando pasés por el parque y mirés el edificio del Centro Cultural Rosario Castellanos recordarás que Amín lo nombró de manera precisa: El edificio de piedra, porque don Rafael le contó que se utilizaron doscientas mil piedras de Pacanyashte. ¡Pucha! Te perdiste la conferencia. Estuvo muy interesante. Ahora, el Hotel La Alborada y la Universidad del Sureste invitan a la próxima conferencia del ciclo. Amín, el 8 de agosto, compartirá el tema: “Datos históricos del fútbol en Comitán.” Sé que honrará a su padre y al rector de la UDS y será: breve y conciso. ¡Bien!