sábado, 21 de diciembre de 2019



CARTA A MARIANA, CON UN CUENTO DE NAVIDAD

Querida Mariana: Medio mundo me pregunta por vos. La mitad de ese medio mundo quiere conocerte. Me dicen: “Aunque sea en fotografía”. La mitad de la mitad de esa mitad me pregunta, con cara de Santo Tomás: “¿Existe Mariana?” ¡Ay, Señor! ¡Hombres y mujeres de poca fe!
Ahora, jugaré el juego contrario. Te anexo una fotografía donde aparecen muchos de mis compañeros de trabajo. Hace como un año, cuando te platiqué de Roberto, me preguntaste si de verdad era tan ingenioso y gracioso como te decía. Bueno, acá verás su cara y ya vos dirás si su horma coincide con su facha.
Antes de presentártelos te diré que este grupo participó en la puesta en escena de una obra de Emilio Carballido: “Un cuento de navidad”. Los maestros ensayaron durante mes y medio para presentar la obra a los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz. Sin ser profesionales, lo hicieron con tal profesionalismo que la representación fue un éxito. Los asistentes rieron con cada una de las actuaciones. ¿Has leído “Un cuento de navidad”, de Carballido? ¿No? En la contraportada del librincillo editado por el Fondo de Cultura Económica, en la serie Vientos del Pueblo, viene la siguiente síntesis: “En “Un cuento de navidad”, Carballido nos presenta el divertido enfrentamiento entre dos hombres que se ganan la vida disfrazándose de Santa Claus para que los niños se tomen fotografías con ellos; el primero es amable y cariñoso y el segundo -con el traje mal puesto y la barba a medio caer- es todo lo contrario de lo que se esperaría de un Santa Claus: mal hablado, rudo y antipático.”
Y eso de mal hablado ¡lo es en serio! ¿Dónde se ha visto que un Santa Claus le diga a un compañero Santa Claus: “Pinche Santa Claus ojete, chinga a tu madre.”? Pues se ha visto y escuchado en la farsa de Carballido. Una farsa muy bien escrita y que, por lo tanto, resulta muy disfrutable.
¿Ahora sí entendés por qué mis compañeros andan en traje de carácter? Bueno, ahora paso a presentártelos. Iré de izquierda a derecha y sé que vos, sin conocerlos, los ubicarás (bueno, a quien sí conocés es a mi Paty. ¿Ya la ubicaste?) Va, te presento a Nina (con su moñito de cuerno de unicornio, quien representó a una niña que, según el decir de la mamá es un poco retobada.); Lucy (quien fue la mamá de Nina y acá anda con el pie alzado, muy de pasarela.); Lucy (que hizo el papá de Javier, por eso anda con lentes oscuros y sombrerito como de investigador privado.); Paty (quien se metió adentro de la caja que está al frente, porque ella fue la apuntadora.); Dorita (quien interpretó el papel de una niña que se asusta ante los gritos del fotógrafo del Santa Claus malcriado.); mi Paty (quien fue la mamá de Virginia y la anduvo jaloneando por todo el escenario, porque la niña hacía berrinches por querer retratarse con Santa Claus.); Virginia (hija de mi Paty, quien, esa noche, fue su mera madre.): Paulo (que representó a un policía que llega a poner orden cuando los dos Santa Claus se agarran a fregadazo limpio. Es el de barba negra y cachucha como del Che); Yanet (interpretó a una niña que, toda inocente, a la hora que el Santa Claus malcriado ofende al Santa Claus decente, ve a su mamá y pregunta: ¿Por qué dijo puto, ese Santa Claus?); Wendy (quien fue la mamá de Yanet y se molestó por el lenguaje prosaico del Santa Claus malcriado.); Romeo Alejandro (quien interpretó al Santa Claus mal hablado. Es tan malcriado que lanza trompetillas y chiflidos de cinco notas, con acento en la primera y en la cuarta.); Hugo (quien no participó en la obra, pero aparece acá, porque es el mero mero de la escuela, en la realidad.); Carlos Eloy (a quien acá sólo se le ve el gorro, pero que interpretó el papel del Santa Claus amable y cariñoso.); Anita, quien interpretó el papel de una niña que le dice a Santa Claus que ella sólo quiere pedirle al Niño Dios que la vuelva una niña muy buena, para tener siempre contentos a sus papacitos.); Rubén (quien está detrás de Anita e interpretó al fotógrafo del Santa Claus malcriado y que, ¡faltaba más!, habla con un lenguaje similar, pero regaña al Santa Claus diciéndole: ¡Ya, cállate, que si te oyen decir chingaderas no vienen!); Paco (que acá anda de sombrerito e interpretó a un niño que es el único que se acerca con el Santa Claus malcriado, pero que se decepciona al ver que el Santa tiene el traje todo roto.); Yuri (que hizo de niña, tal como se muestra acá, inocente, con las manitas reunidas.); Tania (que hizo el papel de mamá de Anita y que se siente muy orgullosa de ella, a tal grado que la invita a ver los juguetes para que elija y los pida en la cartita a Santa.); Javier (quien lleva un gorrito como si fuera agricultor suizo e interpretó el papel de hijo de Lucy y fue el primero que habló en la obra diciendo: “… y unos patines, y una pistola atómica, y un traje de Jopalón Cásidy, y un casco de cosmonauta…”; Malle (mamá de Paco -Archibaldo- y que, cansada del lenguaje altisonante del Santa malcriado lo lleva a tomarse la foto con el otro Santa.); Teresita (a quien sólo se le ve media cara e interpretó a una niña modosita, tan modosita que ni se sentó en las piernas de Santa.); Maribel (quien fue mamá de Dorita y acá, igual que Lucy, anda de mucho bolso y con pose de pasarela.); Saraí (quien es alumna de la universidad y sustituyó a la maestra Mayeli, quien, de última hora tuvo que salir de viaje. Saraí interpretó el papel de mamá de Teresita y, por fortuna, sólo tenía una línea para decir: “Dale tu carta a Santa Claus, hijita.”); Zaira (alumna de la universidad que coordinó la secuencia de los actores y actrices.); y, por último, pero no por ello menos importante, el buen Rigo (quien hizo el papel de fotógrafo del Santa Claus amable.)
Como en toda puesta en escena, ésta no dejó de tener sus momentos imprevistos. A la hora del pleito entre los Santas, ambos habían ensayado bien la secuencia: dos panzazos, cachetada, golpe bajo y afianzarse de las solapas de los trajes. En los ensayos todo salió a la perfección, pero a la hora de la representación, se metieron tanto en sus papeles, que el Santa bueno (tal vez, ya encabronadísimo por la agresión constante del otro) le metió un panzazo tan bien puesto que mandó al otro al suelo. Los asistentes festejaron tal acción, considerando que Romeo Alejandro hacía su papel con mucho realismo, pero lo cierto es que cuando terminó la obra, el maestro Romeo Alejandro se sobó más de una vez las nalgas.
Carballido ambientó la obra en el Distrito Federal de los años sesenta, los actores y actrices procuraron lucir ropa de esos años, pero cuando se presentó Saraí no faltó el asistente que comentó: “Mirá, la Saraí vino con vestido de los sesenta, pero de los sesenta centímetros por encima de la rodilla.” Como acá mirás, la mamá Saraí llegó muy generosa mostrando pierna, casi en competencia con la niña Nina.
Mi Paty estudió durante varios días las cuatro líneas que diría. Al final, el fotógrafo le pide su dirección para llevarle las fotografías. El guion original dice: “Volcán 1130, Jardines del Pedregal.” Mi Paty y yo mandamos a construir una casa en Puebla, donde vivimos más de cuatro años. Ella nunca se aprendió la dirección de la casa, pero ahora (¡pucha, después de diez años!), Paty, en lugar de decir Jardines del Pedregal decía Jardines de San Manuel, que es el nombre de la colonia donde teníamos la casa en Puebla.
La mayoría de niñas se sentó en las piernas del Santa Claus bondadoso (Carlos). Una niña no quiso, porque ¿qué iba a decir su esposo?, y otras querían ensayar la sentada una y otra vez. Virginia andaba muy contenta y cariñosa, aprovechando la situación.
¿Y Roberto? Sí, Roberto es el que falta. Él hizo la introducción de la obra, presentó datos de Emilio Carballido, explicó en qué consiste la farsa y, antes de iniciar la obra, leyó una advertencia que el propio autor dijo que debía darse y se explica por sí sola: “Distinguida concurrencia: no sabemos por qué esta fábula de navidad ha sido considerada impropia para niños. Por lo tanto, tampoco se les ha permitido actuar en ella; les rogamos que usen su imaginación para ver muy infantiles a los jóvenes que ocuparán el sitio de nuestros ausentes actorcitos. ¡Feliz navidad!”
Roberto es… sí es él, el que está con una rodilla en el piso. ¿Se caracterizó? ¡No! Su horma es la de todos los días de frío. Sobresale en la foto, siempre le gusta sobresalir. Es, tal vez, el único profesional del grupo, porque él está acostumbrado a trepar en escenarios, bien para coordinar coreografías o para bailar.
Posdata: Los alumnos disfrutaron la puesta en escena, y, por supuesto, los maestros actores disfrutaron los ensayos y el momento de estar en el escenario. La mayoría de alumnos estuvo pendiente. Claro, no faltaron los dos o tres que, al principio, ignoraron el esfuerzo de sus maestros, pero casi el noventa y seis por ciento reconoció el arrojo artístico que tuvieron sus catedráticos. Un minuto después del inicio, el ciento por ciento de la audiencia estaba pendiente de la obra y lo disfrutaba a carcajadas. Fue una manera pedagógica e ingeniosa de llevarlos al teatro, de conocer una obra de un autor fundamental de la literatura mexicana; fue una manera alegre de desearles feliz navidad y decirles que es un privilegio compartir momentos en el aula. Dentro de varios años, los asistentes a la obra recordarán este momento como si hubieran vivido un cuento, un cuento de navidad.