viernes, 20 de diciembre de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL AÑO VEINTE VEINTE




Querida Mariana: Termina el año veinte diecinueve y llega el año veinte veinte. Los viejos acostumbramos decir: Ya me cayó el veinte, cuando comprendemos algo. Dicen que es porque, antes, las rocolas funcionaban cuando caía la moneda de a veinte; las rocolas eran veinteras.
Ahora no nos caerá el veinte, nos llegará el veinte veinte, y todo mundo lo espera con esperanza y alegría.
En la panadería y pastelería La Flor de México celebrarán los cuarenta años de su fundación. El destino no se enteró, pero preparó todo para este festejo, que bien puede ser lema de la empresa: “El año veinte veinte es nuestro año cuarenta.”
Hace cuarenta años llegó a Comitán don Gilberto Bolaños Capistrán y, al lado de su esposa, fundó la panadería que hoy por hoy es una empresa comiteca que da trabajo a más de cincuenta personas. El lema de don Gilberto fue: “La constancia es la base del éxito.”, este lema lo persiguió con afán constante, tal afán logró convertir a su empresa en una empresa exitosa. Actualmente (ya cerca del veinte veinte, el año cuarenta de la Flor de México) su esposa, hijos y nietos la hacen más grande, día a día. Sin que reconocieran el dicho de los viejos, a los hijos de don Gilberto les “cayó el veinte” y han sabido continuar con la tradición laboral del patriarca.
A mí, querida niña, me encantan esas familias que fortalecen las empresas que comenzaron los ancestros. No siempre se da. Conozco casos donde la labor de abuelos se va a pique, porque los nietos ya no apuntalaron dichos edificios. Por esto, Comitán celebra, junto con la familia Bolaños este logro de unidad familiar.
Hace ya casi cuarenta años, don Gilberto abrió su panadería en Comitán y ofreció, como su nombre lo indica, una empresa con el sabor del pan de la Ciudad de México. Si en Comitán los panaderos tradicionales ofrecían el pan francés, don Gilberto dijo: “Acá les traigo la sabrosa telera.” Poco a poco, dicho sabor se unió al del pan comiteco y permitió que el cliente tuviese opciones de sabores, que son tan importantes en la gastronomía de todo el mundo.
¿Acá hacían las conchas? No. Acá comíamos rosquillas chujas y cemitas. Don Gilberto trajo las conchas que (muchos no lo saben, no lo han probado) también se convierten en Conchas Compuestas, cuando se abren por la mitad y se les pone frijoles (el sabor del dulce encaramado de la concha y el sabor salado del frijol provoca un exquisito gusto en el paladar.)
Cuando vivimos en Puebla, además del pan de la ciudad, viajábamos especialmente a Zacatlán por comprar el pan de ahí, un pan con queso que tiene un sabor único. Cuando teníamos una paguita de más íbamos a Xico, en el estado de Veracruz, también a comprar pan, porque, de igual manera, es un pan con un sabor especial.
Ahora, en Comitán, a diferencia de los años ochenta, hay opciones para los paladares y los comitecos lo agradecemos. Por la estación de radio de la FM hay un local que expende pan de La Trinitaria y en la colonia Miguel Alemán y a cuadra y media de la misma radio FM, los comitecos hallamos expendios de la Flor de México, la empresa que en el próximo año veinte veinte cumple su año cuarenta.
¿Sabés qué me sorprende? Que ningún comiteco haya emprendido el negocio de venta de “Guajolotas”, que son tan buscadas en la Ciudad de México. Ahora, en nuestro pueblo hay personas que preparan los tamales al estilo México: verdes, rojos o con rajas; riquezas gastronómicas que se han unido a nuestros gustadísimos tamales de hoja, de bola, de momón o de chipilín. Don Gilberto, hace ya casi cuarenta años, nos trajo el famoso bolillo, con que se prepara “La guajolota”. Don Gilberto emprendió un negocio que ahora es una empresa exitosa. ¿Qué esperan los guajoloteros comitecos para comenzar a ofrecer las famosas “Guajolotas”? Conozco a dos o tres que le hacen el fuchi a las Guajolotas, porque dicen que a quién se le ocurre comer masa con masa (el tamal adentro del pan), pero, de igual manera, conozco a decenas de amigos que disfrutan ese sabor. Al menos, en la Ciudad de México, hay millones de personas que disfrutan las guajolotas, cada mañana.
Ahora, los comitecos gozamos el sabor del tradicional pan de aquella maravillosa ciudad, la gran Ciudad de México. Vamos a la Flor de México y, al entrar al local, nuestro olfato percibe un aroma diferente, y más tarde, cuando nos sentamos ante la mesa saboreamos ese sabor especial. ¡Ah, qué rico sopear una concha en el chocolate calientito!
Posdata: Te conté, niña mía, que cuando viví en Puebla extrañaba mucho el sabor de los antojitos comitecos. ¿En dónde encontraba, en las mañanas, un vaso de jocoatol? Don Gilberto trajo el antojo mexicano a la mesa comiteca, y no sólo recuperó la nostalgia de los capitalinos que radicaban acá, sino que nos enseñó a disfrutar los sabores de la gran ciudad. Nuestra riqueza gastronómica se amplió y esto, ¡esto, querida mía!, lo agradece nuestro paladar.
Este próximo año veinte veinte, los comitecos reconoceremos el cuarenta de La Flor de México. Nos llegarán dos veintes, dos veintes con riquísimo sabor. ¡Felicidades!