martes, 31 de diciembre de 2019

CARTA A MARIANA, PARA TERMINAR EL AÑO SIN DAÑO




Querida Mariana: A fin de año, los lectores profesionales honestos acostumbran compartir la relación de libros leídos. Lo hacen en revistas o periódicos y, ahora, en redes sociales. Dentro de esa relación de libros leídos, siempre sobresalen dos o tres que les proporcionaron un placer indecible, que fueron -en opinión de dichos lectores- libros que deben ser leídos por más personas. Las recomendaciones literarias son como focos de mano que se prenden en la oscuridad del bosque enormísimo donde hay miles y miles de árboles torcidos o secos.
Digo lectores profesionales honestos, porque no faltan los mercenarios que realizan su lista con base a contratos millonarios firmados con editoriales. A las empresas editoras les conviene que las reseñas favorables de sus libros comunes sean recibidas por millones de despistados potenciales lectores. Lo mismo sucede en el mundo del cine, del teatro y demás ajos del ocio cultural.
Quienes no somos lectores profesionales, pero sí amamos el grato ocio de la lectura, siempre estamos pendientes de tales listas. A fines de diciembre buscamos la relación de los mejores libros del año. Por ahí puede existir alguna sugerencia digna de tomarse en cuenta.
Los lectores profesionales no lo hacen por vanidad ni por soberbia, ¡no! A final de cuentas es irrelevante para unos lo que hayan leído los otros. El mundo sigue impasible. Cuando x compra un auto nuevo el mundo de lo demás mortales sigue su sencilla marcha, lo mismo sucede cuando alguien adquiere un jet o un yate o realiza un viaje a París o se compra un saco que vale miles de pesos.
Lo importante del acto del lector reside en el hecho de compartir algo que está dentro del mundo de lo posible de quien recibe el mensaje. Cuando un amigo pudiente (fifí, diríamos en estos tiempos) presume en su Facebook que adquirió un nuevo auto de lujo, quien recibe el mensaje (persona de recursos económicos modestos) sigue caminando por la orilla; pero cuando un lector se entera que un amigo inteligente (rara avis, diríamos en cualquier tiempo) comenta que leyó un libro que lo sedujo, quien recibe el mensaje sabe que puede aceptar la invitación, porque adquirir un libro nuevo siempre es más fácil que adquirir un auto último modelo (ahora, con Kindle, Amazon y demás PDF’s del mundo, la lectura de libros se ha democratizado más que nunca).
Yo (ya lo dije, no soy lector profesional, pero sí lector apasionado) no publico listas de los libros leídos (este año me fue pródigo en lecturas), pero sí, de vez en vez escribo algún comentario acerca de un libro que leo y me deja motivos de reflexión y de gozo.
Este año lo termino con un libro inteligente, que es como una bitácora de viaje, de viaje en el tiempo y en el espacio. Es una novela no común, una novela escrita por una narradora soberbia. Si obtuvo el Nobel de Literatura es una feliz coincidencia. Olga Tokarczuk es una escritora que honra al Nobel; es decir, el Nobel se enriquece con tenerla en la relación de premiados. Olga podía vivir sin el Nobel, tal vez este premio ahora sobrevive gracias a nombres como el de ella. La lectura de “Los errantes” me ha permitido terminar este año con gusto. Si alguien me preguntara cuáles son mis deseos para el año veinte veinte, diría que uno de ellos es toparme con escritores inteligentes como Olga. Como todos los grandes ella escribe de temas complejos en forma sencilla, en cada párrafo hay guiños que demandan una mirada cómplice, una aprobación sin regateos.
Termino bien el año. Doy gracias a los dioses por ser un snob, ya que cuando supe que La Tokarczuk había obtenido el Nobel de Literatura fui a la librería para ver qué había de ella. Primero fue la novela “Sobre los huesos de los muertos”, libro que leí y me pareció decente, tan decente que cuando el librero me ofreció “Los errantes” corrí a adquirirlo. Esta novela fue una de las mejores adquisiciones del año por concluir. No he terminado su lectura, pero ya puedo afirmar que me parece soberbio, superior a la primera novela mencionada.
La ficha biográfica de Olga indica que tiene publicados tres libros de relatos. Otro de mis deseos para el año veinte veinte es conseguir dichos libros. Sé que los disfrutaré.
Posdata: ¿Se vale, en la lista de deseos del nuevo año, pedir que no aparezcan sustancias nocivas para el espíritu? ¿Se vale? Si se vale pido que desaparezcan los primos y sobrinas de las rimas bobaliconas de Arjona. Ayer, de casualidad, escuché la siguiente rima en la radio: “Si un día te vas de casa, yo te llevo a la NASA…” Es en serio. Lo escuché y miré hacia todos lados, para ver si alguien me estaba jugando una broma. ¡No! Es un éxito musical que ahora se escucha con frecuencia. Al llegar a casa (¿la NASA?) prendí la computadora, entré a Youtube y vi (sin sorprenderme) que tal canción tiene tres millones cuatrocientas mil visitas. ¡Padre Eterno! Por eso el mundo anda como anda. Pido, para el año veinte veinte, más Olgas Tokarczuk y menos Karol’s G.