sábado, 25 de julio de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN ÁRBOL LLENO DE HOJAS




Querida Mariana: Sin duda que conocés el árbol que está en el parque central, casi enfrente del acceso al Hotel Delfín. Hace dos o tres días, el maestro Ricardo Muñoz Tecalero compartió, en redes sociales, fotografías de una publicación realizada en 1977. La publicación fue subsidiada por el Honorable Ayuntamiento 96-98, por el DIF municipal y por la Casa de Cultura de Comitán. ¿Por qué se realizó la publicación, que constó de un tiraje de quinientos ejemplares? El propio texto da el motivo, dice: “Material de apoyo didáctico editado el 14 de marzo de 1997, con motivo de la inauguración del cuadro alegórico tallado por el maestro Eugenio Hernández López, en el tronco del cedro rojo del parque central.”
Como mirás en la fotografía que anexo, fue un cuaderno para iluminar. ¡Qué idea tan bonita, tan bien lograda! Sin duda que muchos chiquitíos que recibieron el cuadernillo, llegaron a sus casas, sacaron los lápices de colores de la mochila, se sentaron ante una mesa de madera e iluminaron el tronco, con sus raíces, y los rostros del ave y de los humanos que ahí aparecen.
El objetivo fue doble, los niños se divirtieron usando los colores y conocieron la historia de esa obra, porque el maestro Ricardo se dio a la tarea de escribir el guion, que cuenta la biografía del escultor y la vida del árbol.
¡Qué bonitas realizaciones hacen los comitecos talentosos! El opúsculo anota que fue coordinado por la licenciada Patricia Díaz, ah, mi querida amiga que, por desgracia, ya falleció. A ella le decía Paty Noches, en lugar de Paty Díaz. Era muy talentosa, con grandes iniciativas y con un encanto especial, encanto que le procuró muchas amistades; el guion, ya lo dije, fue escrito por el maestro Ricardo Muñoz Tecalero, maestro que un día llegó a la ciudad de Comitán, la hizo su casa y le ha dado gran riqueza cultural; las ilustraciones estuvieron a cargo de mi amigo, el licenciado Francisco Flores, quien, sin duda, era director de la Casa de la Cultura, en ese momento. Paco realizó dibujos con una línea limpia, muy bien trazada; y, finalmente, la lista de créditos señala que el maestro Jorge Gordillo Mandujano supervisó el texto. ¿Mirás? La presencia del profesor Jorge, mi amigo y maestro, es garantía de una buena redacción.
Insisto, qué bonitas acciones realizan nuestros ilustres paisanos, cuando unen voluntades y talentos. Ejemplo de ello es la publicación que hoy comento.
Me encantaría pasarte copia de cada página, para que vieras los dibujos y el concepto de la publicación, pero, como esto no es posible, sí copio, sólo para compartir, el texto que el maestro Ricardo escribió. Sé que con ello tendrás una idea más cercana del motivo de ese árbol que ha merecido cientos y cientos de fotografías de recuerdo de los turistas y de los propios comitecos.
El maestro Tecalero dice que “Eugenio Hernández López, autor de la obra, nació el 29 de julio de 1969, en la ranchería Señor del Pozo, Mpio. de Comitán, Chiapas.”
¿Mirás, el próximo miércoles estará, como se dice, de manteles largos, cumplirá 51 años. Eugenio estudió la primaria en la escuela rural federal 18 de marzo, en el barrio del Río Grande; su secundaria en la Escuela Secundaria del Estado y el bachillerato en el Cbtis 108. Cuando talló el árbol daba clases de plastilina y tallado en madera, en la Casa de la Cultura, de nuestra ciudad. ¿En dónde, el artista, pepenó el gusto por el arte? El maestro Tecalero menciona que después de estudiar cuatro semestres de Ingeniería en Fitotecnia, cursó dos semestres de Artes Plásticas, en el plantel de Bellas Artes de Texcoco, estado de México.
Sin duda que esa conjunción de materias hizo que un día tallara el árbol en Comitán, ahí plasmó esas dos pasiones: la naturaleza y el arte.
El maestro Tecalero escribió: “El Tallado en Madera obedece a un instinto natural que ha desarrollado sin la guía de maestro alguno, siendo sus herramientas favoritas el machete y la navaja.”
La obra tallada en el árbol se llama “Manos de la Naturaleza”. El propio autor le confió al maestro Ricardo lo siguiente: “Esta obra constituye un intento de llegar a la conciencia de muchas personas para que reflexionen el por qué los seres humanos destruimos lo que nos da vida, ignorando los ejemplos de organización y respeto que nos brinda la naturaleza, como lo hacen las hormigas, las abejas, etc. (…) Es injusto que nosotros decidamos por todos los seres que habitan el planeta. (…) En el cedro ya sin vida traté de plasmar lo que siento, no como protesta sino como un motivo de reflexión para que todos tomemos conciencia.”
Y ahí, en el parque central de Comitán, está sembrado este grito de conciencia, estas imágenes que son como alas que dan vuelo a la reflexión. Era un árbol sin vida, y las manos del maestro Eugenio le injertaron savia y ahí está, hablando por siempre, para siempre.
El artista explicó de esta manera su obra: “Las dos manos, que son las del hombre, sostienen las raíces del árbol de la vida; el árbol, como elemento del que todos dependemos: aire, agua, tierra, luz del día. El feto y la semilla germinando como el fruto, como el futuro que nos aguarda; la parte superior coronada por una paloma, como símbolo de la Paz; y los niños -mestizo e indígena- pidiendo por la Paz.”
Seguro que ahora, cuando estés frente al árbol tallado, tendrás más elementos de análisis de reflexión. Ese árbol seco no está seco, está lleno de vitalidad, sus imágenes son mariposas, que vuelan cada vez que una persona las ve.
Y la historia del árbol es fascinante. Te invito a dejarte conducir con la palabra del maestro Ricardo Muñoz Tecalero, que hace hablar al árbol. Escuchá y vivilo:
“¿Sabías que me llamo Cedro Rojo y puedo alcanzar una altura de hasta cuarenta metros? Mi especie proviene de Asia, y en América existimos dos clases de cedro: el cedro blanco y el cedro rojo, familia a la que pertenezco.
“Desde pequeño me trajeron de un rancho llamado Santa María. Allá por el año de 1920, atravesando caminos y veredas; tal vez a caballo, porque en ese entonces no había transportes como ahora. Afortunadamente llegué con vida a esta tierra. Me sembraron en un lugar del Parque Central de Comitán; tuve que adaptarme a este clima para crecer sano y robusto. ¡Los jardineros siempre me cuidaron!
“Fíjate que al crecer en este lugar tuve la oportunidad de dar sombra a los niños que venían a jugar a mi alrededor; las personas adultas se sentaban en las bancas que están junto a mí; a veces, las parejitas de novios se acercaban a mi sombra y cobijo.
“Con el tiempo llegué a ser adulto; en mis ramas grandes y frondosas anidaban los pájaros alegrando a Comitán. Pero un día, mis ramas comenzaron a secarse; mi cuerpo a ponerse más y más débil; fue el fin de mi existencia… se me fue la vida.
“Quedé muerto, después de haber sido un árbol diferente a los demás. Podrás darte cuenta de que en el parque no hay otro como yo. Al paso del tiempo me quedé solo y olvidado. Un buen día, el escultor Eugenio Hernández López se interesó en mí: al día siguiente comenzó a quitarme la corteza, sentí cosquillitas; luego puso unos dibujos y talló figuras por todo mi cuerpo.
“Ahora soy una talla que representa el comienzo de una nueva vida y simboliza, además, la paz y la libertad. ¡Nuevamente estoy vivo!”
¡Qué historia tan bonita! La historia de un árbol seco que renació.
Al final del folleto aparece el “Poema al Cedro Rojo”, escrito por doña Lolita Albores, cronista de Comitán. ¿Querés leerlo? Paso copia. Va.
Poema al Cedro Rojo
Árbol muy querido
de mi Comitán,
nos diste follaje,
belleza al paisaje.
Alguien que te quiso
te plantó en el parque.
De tierra caliente
te trajo hasta acá,
y hoy ya perpetuado
vivirás por siempre;
viviste el pasado
y estás en el presente.”

Posdata: La próxima semana, Eugenio Hernández López cumple años. No sé por dónde anda el artista, pero, desde acá, le cantamos las mañanitas, las que cantan los pajaritos que sobrevuelan el parque central de Comitán, parque donde está el árbol que él resucitó, regresándolo a la hermosa vida. ¡Salud!