viernes, 3 de julio de 2020
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE PETUL NOS HACE FALTA
Querida Mariana: Digo que Rosario Castellanos nos hace falta; nos hace falta Carlos Jurado, Marco Antonio Montero y todos los integrantes de la brigada que conformaban el teatro Petul. ¡Sí!, Petul nos hace mucha falta.
Todo mundo sabe que Petul era un títere, un títere de la misma raza que la gente que acudía a verlo. El títere era parte de un grupo de empleados del Instituto Nacional Indigenista que, en los años cincuenta del siglo pasado, visitaban comunidades indígenas para llevar mensajes sociales. La gracia del títere Petul (que en tzotzil quiere decir Pedro), como ya dije, es que era un muñeco con rasgos físicos y vestimenta indígenas, que hablaba en el idioma de los espectadores.
Petul daba recomendaciones a sus paisanos de carne y hueso; les decía a los adultos que mandaran a sus hijos a la escuela, que se lavaran las manos y los dientes, que aceptaran las vacunas, para que estuvieran sanos. Y los indígenas, al ver a ese muñeco tan simpático, enviándoles mensajes sociales tan importantes, le hacían caso. Por ahí cuentan que muchos indígenas se acercaron al teatriño y le pidieron a Petul que se hiciera compadre de ellos, que bautizara a la criatura. ¿Mirás el prodigio que realizaba ese muñeco?
Hubo un tiempo que Rosario fue la encargada de escribir los guiones. Eso cuenta la historia. La brigada, conformada por cashlanes e indígenas viajaba hasta la montaña, a las regiones más apartadas de la civilización, y montaban el espectáculo en las improvisadas plazas. Es muy sencillo imaginar cómo las personas del pueblo se reunían y, parados en torno al escenario, aplaudían a la hora que Petul salía y se botaban de la risa a la hora que Petul les contaba una anécdota graciosa y asentían cuando Petul preguntaba si querían estar siempre sanos. Sí, decían las personas, levantaban las manos, se codeaban entre sí, las mujeres se tapaban la cara con el chal y, al final, salían convencidos de que Petul era un hermano de raza que tenía razón y, al otro día, se presentaban ante el maestro de la escuela y le decían que ahí estaba su hijo, que le enseñara a leer y a escribir, a hacer cuentas, porque Petul había dicho que si los hijos se preparaban, los hacendados no abusarían de ellos, cuando fueran grandes. Le hacían caso a Petul, un simple títere, un maravilloso personaje, que lograba lo que no lograban campañas donde hablaban los blancos. Petul era un personaje muy cercano a ellos, a su idiosincrasia, conocía sus modos de hablar, sus costumbres, sus modos de ser. Petul hizo mucho bien en las comunidades donde llegó.
Digo que Petul nos hace falta en estos tiempos de pandemia. En las comunidades indígenas hay mucha ignorancia, las personas sostienen sus tradiciones ancestrales, tradiciones que muchas veces están alejadas del conocimiento científico, de lo que es común en las sociedades desarrolladas. La falta de educación hace que esta pandemia se haga más dramática. La gente de comunidades indígenas no usa cubrebocas, sigue sin respetar el distanciamiento social (¿Cómo no hacerle su fiestecita al santo patrón de la iglesia? Y ahí están concentrados en el interior de los templos, bien arracimados en la plaza del pueblo.) Son blancos quienes llegan a decirles que el virus es peligroso. No les hacen caso. Estos blancos son de otros pueblos, tienen otros modos de ser, durante siglos han abusado de ellos.
Hace falta Petul, alguien de su raza, que llegue y les explique lo letal que es este virus, que les diga que pueden morir sus ancianos (ellos, los mayores, que son tan respetados en esas comunidades), que los alerte, que les diga que deben cuidarse y cuidar a los otros, cuidar a su comunidad, para que siga creciendo la milpita, las calabazas, el frijol. Si llegara Petul, alguien de su propia raza, le harían caso. Porque el conocimiento también se basa en la confianza.
Nos olvidamos de educar al pueblo, de dar conocimientos prácticos, de decirle que el mundo ha cambiado, que la Colonia ya quedó atrás, que vivimos en un mundo globalizado, que estamos ya en el futuro, que este futuro nos ha traído muchos beneficios, pero también muchos males, que ahora, vivimos una etapa que ha sido la peor etapa desde que se dio la Segunda Guerra Mundial, que muchas personas están muriendo en el mundo, que la gente que no respeta el uso del cubrebocas y el distanciamiento social se está contagiando y está muriendo, muriendo.
Posdata: ¿Quién, de confianza, va a visitar a los indígenas a sus comunidades y les avisa que el fantasma de la muerte ronda en sus campos y en sus casas de bajareque? ¿Quién los alerta y los pone frente a un espejo donde hay una nube llena de pavor? Nos hace falta Petul. Nos hace falta que el mundo sepa que el mundo indígena es otro mundo.