martes, 28 de julio de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA CONFESIÓN




Querida Mariana: El destacado cronista de Tuxtla Gutiérrez, José Luis Castro Aguilar, me platicó que su mamá, ya fallecida, doña María Antonia Aguilar Morales, era del barrio de La Cruz Grande, de acá de Comitán. Cuando le dije al cronista que tiene herencia cositía, me dijo que no alcanzó a pepenar “el sentido humorístico y la picardía del comiteco.”
El cronista Castro Aguilar mencionó dos características de la personalidad comiteca: humor y picardía.
Don José Luis conoció y convivió con doña Lolita Albores, cronista comiteca, y supo que nuestra querida Dolores poseía carretadas de ambas características, regaba humor chispeante con una picardía sin igual.
Sí, los comitecos gozan de esos dones. Yo nací en este pueblo, pero mi carácter es medio ish, a veces soy medio pícaro, pero carezco de la gracia humorística que sí poseen muchos paisanos. Cuando asisto a los tradicionales encuentros con contadores de anécdotas me boto de la risa con las historias que cuentan, con una gracia y cantadito mero comitecos. Ah, un ingenio que suena como tecla de marimba, que huele a flor de tenocté, que tiene el andadito del tutís del tsisim. Ellos sí poseen los dones benditos de Comitán: el humor y la picardía.
Sí, reconozco que igual que el cronista de Tuxtla no pepené mucho del ingenio comiteco y se sabe que lo que natura no da, Salamanca no presta. Tal vez, digo sólo que tal vez, esta carencia me viene porque mi papá nació en San Cristóbal de Las Casas y mi mamá nació en Huixtla. Quiero pensar que los comitecos que lo son por varias generaciones llevan más genes comitecos en su ser.
Si a esto le agregamos que mi apellido paterno es italiano y mi apellido materno es español, entiendo el porqué de mi carencia de personalidad mexicana. Digo esto, porque a mí no me causa gracia lo que sí causa gracia a muchos mexicanos. A mí no se me da burlarme de la muerte, como hacen millones de mexicanos en Día de Muertos; es decir, cuando me paro frente a un tzompantli, algo en mí lo rechaza. Llevo en mi espíritu el sentimiento trágico de la vida.
Ahora veo que muchas personas en redes sociales hacen memes donde el covid-19 es el motivo principal, el motivo de la burla. A mí, perdón, no me causa gracia alguna.
Durante un tiempo ejercí la caricatura, pero jamás hice una que se burlara de la desgracia. ¿Cómo hacer una broma con la cuerda dolorosa que ahoga a un semejante?
Algunos amigos me envían videos donde hay cámaras escondidas y la gente disfruta las bromas que le hacen a personas incautas. ¡No me causa gracia! No rio cuando alguien se resbala, cuando cae en un hueco, cuando se golpea contra un poste yendo en bicicleta. No disfruto con el dolor del otro.
A mí, la muerte no me pela los dientes; a mí, la muerte me provoca fisuras en el espíritu. Me gusta celebrar la vida sin llegar al extremo, como sucede en muchos festejos mexicanos, que, por excesos en consumo de alcohol, terminan en tragedia.
No sé cuál es el concepto que los italianos y españoles tienen de la muerte, pero lo que sí me queda claro es que ellos no comen calaveritas de azúcar. Un amigo que se casó con una italiana me contó que, en Italia, igual que en México, celebran el Día de Muertos y llevan flores a las tumbas.
Yo no acostumbro acudir al panteón en tales fechas. Me gusta más la costumbre de los judíos, que, en lugar de flores, colocan piedrecitas sobre las tumbas. El mensaje es más pleno. Las flores se secan, se echan a perder, expelen olores nauseabundos. ¿Las piedras? Las piedras son para siempre.
Entiendo que la riqueza visual es abismal. Las tumbas mexicanas están llenas de colores, las tumbas judías son tumbas con colores grises. Algo de gris tiene mi carácter, que debería tener todos los colores de la personalidad comiteca.
Posdata: Hace años se hizo famoso un video donde un niño intentaba cruzar un arroyo sobre un tronco, pero se cayó, porque un supuesto amigo le movió el tronco, mientras el niño pedía que no lo hiciera, “no, güey”, gritaba, con temor. Miles de personas rieron ante la travesura del otro. Yo lamenté lo que le hacían a ese niño. Sufrí al ver su sufrimiento, sufrí al ver que caía al agua, que caminaba todo mojado buscando la orilla, que escupía, con dificultad, el agua sucia que había tragado.
Me divierte la vida plena, me molesta la broma tonta de la cámara oculta, me enerva el abuso del mayor, me duele la muerte de mis semejantes, me disgusta que tomen a chanza un problema sanitario tan grave. No puedo reír ante un meme que se burla de la situación del mundo.