sábado, 18 de julio de 2020

CARTA A MARIANA, VIENDO HACIA EL HORIZONTE




Querida Mariana: ¿Ya viste la foto? Es una mano con el dedo índice que señala hacia un lugar en el horizonte. Sí, es la mano chenca. La bendición de las manos es que podés señalar un lugar con cualquiera de las dos. Antes, ¡qué bobos!, había maestros que regañaban a los niños que eran zurdos, que escribían con la mano izquierda. Todavía hay personas que creen que uno debe levantarse con el pie derecho, para que le vaya bien durante el día. La verdad es que uno puede levantarse con el pie que desee y señalar el horizonte con cualquier mano. Los izquierdos y derechos son bendiciones. Un día, al hacer un mal movimiento con mi brazo derecho, me afecté el hombro. Me dolía al mover el brazo. Cuando manipulaba el mouse de la computadora sentía un tirón que me provocaba dolor. Nunca he sido zurdo, pero decidí que mi brazo izquierdo debía sustituir al derecho en el movimiento del mouse, así que cambié el chunche electrónico al otro lado de la computadora y comencé a maniobrar el mouse. Esto que te cuento sucedió hace varios meses. Con reposo, masajes y pomada de árnica, el hombro derecho se recuperó al ciento por ciento; es decir, ahora podría, perfectamente, regresar el mouse al lado derecho. ¡No lo hice! Ahora, el mouse lo manejo con la mano izquierda y lo hago con destreza. Esto hace que se active el otro lado de mi cerebro y que yo bendiga las dos manos, los dos pies, los dos ojos, los dos oídos y, ¡sí!, también… los dos muslos y los dos pulmones y las dos fosas nasales y… (¡ah, traviesa, sé en qué estás pensando!)
Cuando vi la fotografía, recordé que la tarde cuando la tomé mi pensamiento fue: A la hora que alguien señala un punto, con el dedo índice, basta que se acompañe con una palabra: ¡Allá! ¿A poco no? Uno señala con el índice cuando hay una pregunta y se completa con la palabra allá (también puede ser acá).
Alguien pregunta: ¿En dónde queda la huerta de tío Samuel? Y el que responde señala y dice: Allá. ¿En dónde sale el sol? El índice señala y la persona dice: Allá.
¿Mirás qué bonito? Todo un acto lleno de misterio y de duda se resuelve con un simple movimiento de dedo y una palabra: Allá, aquí, acá. A mí me encanta esta economía de lenguaje. Viene de la tradición, viene de los tiempos cuando alguien, a mitad del siglo XIX, preguntaba: ¿En dónde queda el pueblo llamado Comitán?, y el hombre, con sombrero de palma, con la coa en una mano, señalaba con la otra y decía: “Allá, tras lomita.” El viajero daba las gracias y caminaba y caminaba y no alcanzaba la lomita y cuando subía a la cima no distinguía el caserío. ¿Se había equivocado de ruta? ¡No! El pueblo estaba detrás de la otra lomita, lomita que estaba a dos leguas de camino, todavía.
Y digo que no sólo se dice Allá, también se señala y se dice Acá. ¿En dónde nos vemos a las cinco? Acá, responde el otro, y, como si fuera un pájaro carpintero, mueve el índice derecho hacia abajo. Acá; es decir, en el mismo lugar, que puede ser el parque central, la fuente, la casa de la cultura, el patio escolar, la banqueta que está frente a la cenaduría El Foquito. En fin, hay mil lugares. Como nos enseñaron en el programa Plaza Sésamo, el allá se usa para lugares lejanos y el acá para lugares cercanos. Por eso en estos tiempos, y en todos los tiempos de todos los tiempos, preferimos vernos en el más acá, que en el más allá.
La chica, así como muy modosita, queda viendo fijamente al chico y le pregunta: ¿En dónde me dijiste que querés un besito? Y el chico, ya con el nervio de la emoción, señala con su índice derecho y dice: Acá. La chica sonríe.
¿Mirás lo que digo? Basta un ligero movimiento del dedo índice y la palabra allá o acá, para modificar el rumbo del mundo.
Claro, si nos metemos en más vericuetos, podemos decir que el dedo índice no sólo sirve para indicar los lugares de allá y de acá. ¡No! El dedo índice sirve para más actos que, aparentemente intrascendentes, también pueden cambiar el rumbo del universo.
Tengo amigos que nunca aprendieron a usar todos los dedos en las máquinas mecánicas de escribir y tampoco escriben con todos los dedos en los teclados de las computadoras. ¿Cómo escriben? ¡Usan los dos dedos índices! Ah, a mí me encanta verlos, cuando picotean como gallinas el teclado, sólo con dos dedos, los índices.
Ustedes, los jóvenes, emplean los dedos pulgares para responder mensajes por el celular, pero he visto que los mayores (menos duchos en estas cuestiones tecnológicas) usan el dedo índice para escribir.
Muchos a la hora de prender o apagar la luz usan el dedo medio, pero yo, no sé porqué, empleo el dedo índice.
Vos has visto que en esta temporada de quedarse en casa he realizado dibujitos con bolígrafo (ya llevo treinta, todos bien bonitos). A la hora que tomo el bolígrafo, el dedo medio me sirve como soporte, es donde la pluma se recarga, y el pulgar y el índice son los que completan la maravillosa maquinaria a la hora de hacer el trazo. A veces juego a hacer trazos con la mano izquierda, con la zurda, con la chueca, para activar el cerebro, para demostrar que todos los dedos son una bendición. Todos. El anular sirve para indicar a la chica si el chico que la seduce en el bar está o no casado y el meñique, ah, el meñique, es el dedo más sensual, el que sirve para rascarse el oído, para quitarse la cerilla. ¿Quién, digo yo, en su completo juicio se mete el dedo pulgar en el oído?
¿En dónde te escuece? Acá, y el que responde se frota, con el dedo índice la parte del cuerpo donde tiene escozor.
Pienso (es una bobera) que el índice y la palabra acá o allá o aquí, forman una de las parejas más bien avenidas de la comunicación humana. La unión de un movimiento de dedo y una sencilla palabra logran el prodigio de que dos personas (o más, pero el ideal es la participación de dos) establezcan una comunicación completa. El receptor recibe un código completo por parte del emisor. ¿En dónde está el porvenir? Allá, y el índice señala el horizonte, el lejano paisaje donde habita la esperanza.
El porvenir nunca está a la espalda. El porvenir siempre está al frente, en el lugar donde señala el índice, dedo que recibe la orden emitida por el cerebro, pero que germinó en el corazón.
La chica acostumbra preguntar a su amado: ¿Cuánto me querés? La pregunta exige una cantidad, cantidad que siempre será menor a lo esperado. La chica, vos lo sabés, nunca se conforma, siempre quiere más (digo, ¡qué bueno!) La pregunta no debería ser esa, porque la respuesta siempre quedará a deber. Mi amiga Liz me platicó que una amiga suya le preguntó a su amado cuánto la quería, y él, para que no hubiera discusión, le respondió que la quería tanto como el tiempo que durará el universo. Y la chica lo quedó viendo fijamente, torció la boca, como si se hubiera machucado el dedo, y dijo: O sea que, cuando el universo acabe, ¿me dejarás de querer?
Te digo, las chicas no tienen llenadero. Bueno, sí tienen, gracias a Dios, sí tienen, pero nunca están satisfechas.
Por eso digo que la pregunta no debería ser esa, en caso de que la pregunta sea hecha con buena intención y no con dolo. La pregunta, dice Liz, debería ser: ¿Me querés acá o allá? ¿Mirás qué diferencia? Ahora dirás que todo mundo responderá acá, pero no es así. Si lo pensás tantito, verás que la respuesta allá, con el índice señalando algún punto, puede ser una respuesta que halague a la chica, que dé señales de lo intenso del amor del chico.
Supongamos que una chica (puede ser la que ahora veo en un video, que cumple quince años, y sus amigos y familiares, por la contingencia, pasan en autos frente a su casa y, con sana distancia, le dejan regalos y le dan flores y le cantan las mañanitas y le avientan besos y le desean muchas felicidades, muchos años más de vida plena) le pregunta a su amado: ¿Me querés acá o allá? Y el chico responde: Allá y señala el horizonte con el dedo índice, a la hora que hay una lluvia de estrellas, a la hora que el cielo es una limpia curva azul, con puntos luminosos, y el muchacho la toma de la mano y repite: Te quiero allá y vuelve a señalar con su mano el lugar donde aparece la luna detrás de una nube.
Si la chica es una chica sencilla, amante de los amaneceres y amiga de las mascotas y respetuosa con sus padres y amorosa con sus abuelos, sabrá que el muchacho le señala el porvenir y le reafirma su convicción de que juntos (recordá que la tiene tomada de la mano) caminarán hacia donde el futuro es una planta que necesita de su agua.
Posdata: A mí se me hace una pregunta perversa la de ¿Cuánto me querés? Ninguna respuesta puede satisfacer esa pregunta inútil. Yo preguntaría: ¿Me querés acá o allá?, y al decir acá señalaría (con el dedo índice) el cielo de Comitán, y al responder allá señalaría (con el dedo índice) el cielo de Comitán. Cualquier respuesta la recibiría con cariño, con gratitud. Yo te quiero acá y allá, en todas partes.