lunes, 31 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON JUEGO DE SOMBRAS




Querida Mariana: por la posición del fotógrafo que tomó este momento, la sombra del maestro muestra el perfil de su rostro; en cambio, la sombra de Beto y mi sombra sólo muestran la parte trasera de nuestras cabezas, la parte donde está el cerebelo. El cerebelo, todo el mundo lo sabe, ayuda a coordinar los movimientos del cuerpo humano. Esa parte del cerebro nos auxilió (minutos antes de esta fotografía) a coordinar los movimientos que hicimos al bailar “La danza de los viejitos”.
Estas sombras son nuestras sombras comunes y corrientes, pero, en esta ocasión se llenaron de luz, primero porque están reflejadas en un espacio cuya misión era proyectar luces y no sombras; y segundo porque recibimos de parte del querido director de nuestra escuela, el maestro Víctor Manuel Aranda León, un reconocimiento. Mirá cómo el maestro ve la reacción de Beto Becerril Román, mientras Beto mira la mano del maestro, como reafirmando el pacto de honor. ¿Qué hace el Molinari, mientras tanto? Se lleva la mano a la barbilla, cerca de los labios, ve al maestro y espera el instante donde Beto se retirará, bien chento con su diploma (Beto se llevaba todos los reconocimientos, era un alumno destacadísimo). El Molinari casi casi se muerde las uñas, en espera del instante glorioso de dar dos pasos al frente y estar en el lugar de Beto y recibir el diploma y el apretón de manos. Si ves mi mirada pensarías lo que dicen los chavos de estos tiempos: quedate con alguien que te mire como el Molinari mira al maestro Víctor. Mi mirada refleja nervios, incertidumbre, pero también admiración. Estoy a punto de darle la mano al director de mi escuela, ¿lo mirás?, ¡al director de la escuela! ¡Nadita!
Esta fotografía me la envió hace días el doctor Segundo Guillén, fue una cortesía de él y de su esposa.
Digo que el espacio donde se proyectan las sombras es un espacio que estaba destinado para recibir la luz, porque es la pantalla del Cine Comitán (si mirás con atención, verás, al lado de la cabeza de nuestro director, el bordado de la cinta que unía la pantalla a un poste para que quedara bien restirada.) En esa pantalla, donde están proyectadas nuestras sombras, se proyectaban las cintas que hacían las delicias de los cinéfilos de esos años (la foto es de los años sesenta).
Beto y yo todavía tenemos los trajes con los que bailamos, ya abandonamos los bordones con los que los viejitos se apoyaban para mover los pies al ritmo de la música de ese baile tradicional michoacano, ya nos quitamos las pelucas pintadas de blanco y las máscaras de plástico o de cartón, con cejas blancas y rostros llenos de arrugas, casi estrías, casi surcos. ¿Mirás lo que digo? Ya no tenemos las máscaras que nos hacían viejitos, ya recuperamos nuestras caritas limpias, todavía con cintas de inocencia.
¿En qué momento los niños pierden la inocencia? ¿A qué hora el destino cruel comienza a alimentar los monstruos interiores? Acá, Beto y yo tenemos rostros iluminados aún; nuestro maestro también muestra un camino limpio. Hay seres, ¡bendito Dios!, que preservan la inocencia infantil.
El momento que registra esta fotografía fue un momento sublime. Como todos los niños comitecos que tuvimos el honor de actuar en el escenario del Cine Comitán, Beto y yo también gozamos ese momento. No sabíamos bien a bien que era un instante irrepetible, pero sí teníamos conciencia de la gloria, porque a la hora que el maestro Víctor le dio su diploma a Beto, toda la audiencia aplaudió, como había aplaudido a la hora que los viejitos nos pusimos en fila y la música terminó y nosotros agradecimos con una ligera inclinación de cabeza, todo auxiliado por ese maravilloso chunche llamado cerebelo.
Nuestras sombras están en la pantalla donde, cuando se hacía la luz del proyector, aparecía El Santo o Tarzán o Hopalong Cassidy o Chanoc o Kalimán o El Fantasma (en ese tiempo, sí, tienen razón las feministas, había más héroes hombres que mujeres. Ya luego aparecieron La Mujer Maravilla, Gatúbela y demás heroínas.)
Nunca más nuestras sombras se proyectaron en una pantalla tan espectacular. Años después, el Cine Comitán desapareció y con él desapareció esa gigantesca pantalla, y con esa pérdida, también se extinguieron nuestras sombras inocentes. Nunca más volví a tener esa mirada limpia, nunca más.
Posdata: Agradecí mucho a Segundo el obsequio. Le pedí que, en mi nombre, le agradeciera a su esposa, hija de Beto. Agradecí a la vida la posibilidad de reconocer la sombra de mi cerebelo, órgano encargado, también, de conservar el equilibrio. Me refiero al equilibrio físico. ¿Cómo se consigue el equilibrio espiritual? ¿Cómo se mantiene en forma permanente la armonía que teníamos en esos años, años regados con agua limpia? ¿Cómo los seres humanos pueden conservar la inocencia de los años inocentes?

sábado, 29 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN ABRAZO INFINITO




Querida Mariana: el lenguaje se transforma. Es un ente vivo. El otro día recibí un mensaje de mi amigo, el poeta Gustavo Ruiz Pascacio, Voz Mayor de Chiapas, y en su despedida me envió un “Abrazoom”. Palabra simpática que debe ser creación de él. Es un neologismo, una palabra compuesta, que une al abrazo con el zoom. Esta nueva palabra es signo de estos tiempos, donde la aplicación zoom se ha convertido en cosa de todos los días. Muchos maestros, en este ciclo escolar, hacen uso de esta aplicación para impartir sus clases a distancia. Ah, es simpático ver las fotografías con cincuenta cuadritos, donde todos los alumnos están atentos a las indicaciones del maestro. Cuando la clase termina, ¿cómo se despiden? Tal vez se envían un abrazo virtual; es decir, un abrazoom.
Los mexicanos somos querendones, nos encanta andar abrazando a los otros y ahora, con esta pandemia, debemos evitar esas muestras físicas de cariño. Una de las canciones de Chico Che dice: “En dónde te agarró el temblor”. Ahora, la pregunta es: “En dónde te agarró la pandemia”, porque muchas parejas viven juntas la cuarentena, pero a otros, la pandemia los cogió separados, han tenido que hacer uso de los chunches tecnológicos para estar en comunicación. Benditos los primeros, porque, al estar juntos, resguardados, casi garantizan estar libres de contagio del virus y se dan abrazos físicos y se besan y se dicen que se aman; pero ¿los otros? ¿Qué pasa con los que están distantes? ¡Ay!, a ellos no les queda más que enviarse un abrazoom, y, si tienen limpia la conciencia, se mandan fotos íntimas.
Cuando leí la nueva palabra de Gustavo supe que muchos otros compas también se están enviando abrazos virtuales que entran en diversas categorías. Vos y yo y medio mundo sabemos que no todos los abrazos son sinceros. Muchos abrazos están vestidos con piel de oveja, pero vienen de lobos y lobeznos. Por eso, yo nunca he sido muy abrazador ni dejo que me abracen, porque hay abrazos que duelen, no físicamente, sino en lo moral. Tené cuidado. No todo abrazo es un abrazoom en buena onda, ¡no! Hay nuevas modalidades de abrazos que no hacen bien al alma. ¿Te cuento?
Bueno, pues hay una categoría que se llama “abrazona”, que es el abrazo que envían todos aquellos que extrañan las noches cuando, en compañía de los amigos, ya un poco bolos hacían una visita a lo que acá en Comitán llamamos Zona Rosa. ¡Pucha! El abrazona es exclusivo para las muchachas que venden su cuerpo, así que si algún maldoso te quiere enviar un abrazona ¡mandalo a volar!
¿Quién manda un “abrazopilote”? Ah, pues el compa que siempre ha sido un carroñero, el que te abraza, pero, como Judas, no es sincero; es el clásico que se alimenta de materias putrefactas, el que, cuando estás en un aprieto, está presente, pero no para tenderte la mano, sino en espera de tu desfallecimiento.
¿Y el “abrazombie”? Ah, pues su nombre lo dice, es el abrazo que te da aquel compa que, como dicen ustedes los chavos, es un amigo tóxico, el que siempre es pesimista, que no le encuentra motivos de alegría a esto que llamamos vida. Sí, el muerto viviente da un abrazombie, es un abrazo que no es cálido, al contrario, trasmite el frío de la cámara donde conservan los cadáveres que no son reclamados. ¡Qué miedo! Escapá como cachinflín de este tipo de abrazo helado.
El “abrazodiaco”, como su nombre lo indica, tiene diversas connotaciones y depende del signo zodiacal que tiene quien te lo envía. Según Daría, quien es una mujer que lee cartas, que sabe leer los designios divinos en las palmas de las manos, si el abrazodiaco te lo da un Aries te está diciendo que pronto tendrás nuevos retos; pero si el abrazodiaco te lo manda un Géminis, tené cuidado, porque el Géminis es manipulador y puede llevarte al baile sin que vos lo querás. Recibí con todo gusto un abrazodiaco de quien es Leo, porque los leo son líderes naturales y gozan de la vida, son sinceros. ¿Qué signo zodiacal es tu novio? ¡No! No me lo digás. Buscá cuáles son sus características y pensá si te conviene que te envíe un abrazodiaco (bueno, vos no necesitás abrazos virtuales, porque gracias a Dios, la pandemia los encontró juntos y han estado juntos en casa, salvaguardando su salud y dándose besos y abrazos físicos, bien sabrosos. ¡Ya, ya! ¡Basta! No contés dinero frente a los pobres.)
También debes tener cuidado con el “abrazoo”, porque incluye a todos los animales que andan en el zoo (zoológico le llamamos en español). Un abrazo de gatito no es lo mismo que un abrazo de su primo mayor ¡el tigre! Un abrazo de un monito no es lo mismo que un abrazo de su primo mayor ¡el chimpancé! Tené cuidado con el abrazo del oso. Yo tengo un amigo que pesa más de cien kilos y tiene unos brazos como bates gordos de aluminio. Cuando me encontraba con él en la calle yo le huía, desde lejos lo saludaba, porque él tiene la costumbre ingrata de dar lo que llamamos abrazo del oso, con sus dos brazos te aprisiona del cuerpo y te levanta. Lo hace para demostrar su cariño, pero uno termina como gallina deshuesada.
El abrazo bonito es el “abrazompopo”. ¿Recordás que zompopo es uno de los nombres que tiene lo que nosotros llamamos tzisim? Ese sí es un abrazo bonito. Claro, te lo tiene que dar alguien que sea tu afecto. ¿Cómo es el abrazompopo? Te pregunto: ¿Cuál es la parte más sabrosa del tzisim? ¡Ah!, ya diste, ¿verdad? Sí, el abrazompopo es lo que los perversos (como el Molinari) llaman de “cajoncito de cerveza”. Bueno, acá, insisto, debe ser dado por alguien que no sea morboso y lo haga sólo para disfrute de la vida.
¿Mirás cuántas nuevas categorías de abrazo? Esto es porque ahora no podemos darnos el abrazo común y corriente, el abrazo que ahora anhelamos tanto.
Hay amigas que, instaladas en la nostalgia, escriben en las redes sociales que serían felices si pudieran volver a abrazar a sus abuelas ya fallecidas. Extrañan esos abrazos físicos que les daban a sus abuelas al regresar de la escuela y hallarlas sentadas en un butaque bordando alguna tela. Ahora entendemos esa cuerda de nostalgia, porque, sin que estén muertos, muchos viejos no pueden abrazar a sus nietos, no es conveniente, no es prudente. Por ahora (y quién sabe por cuánto tiempo más), los abrazos físicos deben detenerse. Dichosa vos que estás en casita con tu novio, dichosos ustedes que tiquitiqui tiquitiqui. Dios les conceda mucha salud, Dios les siga enviando la bendición de la cercanía física y espiritual, por siempre. Dios permita que se sigan apapachando sin restricciones.
Mientras tanto, insisto, tené cuidado con los abrazos virtuales que te envían. No todos son bien intencionados.
Por supuesto que, como es virtual, no crean mayor incomodidad, pero recordá que siempre es bueno estar rodeado de gente positiva, de gente que te manda buenas vibras y no sentimientos negativos.
No le hagás caso a un “abrazopenco”, eliminalo en cuanto lo recibás y si es posible eliminá también de tu lista de contactos a ese tipo ingrato. Lo mismo debés hacer, por favor, con el “abrazonzo”.
En cambio, si al abrir tu Facebook hallás un “abrazócalo” recibilo con los brazos abiertos y con la sonrisa de hamaca colgada en tu carita. Sí, el abrazócalo está lleno de historia, de aire, de globos azules y de palomas que picotean los granos de arroz que les avienta el viejo con bufanda.
El “abrazozobra”, puede confundirte, porque parece ser el abrazo que sobra, ¡no!, es el abrazo que zozobra, el que puede enviar a pique el espíritu, pero también es un recordatorio de la fragilidad del ser humano. Un abrazozobra, si es enviado por un espíritu fuerte, sólo te está diciendo que debés conservar la calma en medio de la tormenta, que debés, como Odiseo, amarrarte al palo para evitar caer bajo el influjo del canto de las sirenas. Ahí sí tenés que usar toda tu inteligencia para analizar si lo recibís o mandás su barco a pique.
Sé que vos también sos selectiva para el abrazo: ni dejás que te abrace cualquier individuo ni andás abrazando al primer tipo que se para frente a vos. El abrazo es necesario para el ser humano, pero, por lo mismo, hay que tener cuidado al darlo y al recibirlo. Es un intercambio de energías, es un puente de luz que tiene sus cimientos en cada orilla, en cada apapachador.
Posdata: Mi amigo Gustavo me envió un abrazoom y pensé que era una palabra simpática, una nueva palabra, acorde con estos tiempos donde la virtualidad ha sustituido, en mucho, a la realidad real. Estamos inmersos en un mundo donde la virtualidad nos permite comunicarnos y abrazarnos.
Que Dios siga permitiendo que los abrazos que le das a tu novio sean presenciales, enjundiosos, con aroma a durazno.

viernes, 28 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, AMARRADA CON LA BENDITA CINTA DE LA TRADICIÓN




Querida Mariana: vos y yo hemos platicado de la tradición en varias ocasiones; hemos dicho que todos venimos de la tradición. Los creadores no hacen algo de la nada, ¡no! Los creadores siguen lo que realizaron los mayores.
¡Claro!, los soberbios piensan que ellos están descubriendo el hilo negro, pero no es así, el hilo negro está descubierto desde el inicio de los tiempos en que se inventó el hilo.
Acá está la prueba de lo que digo. Juan Carlos Bonifaz presentó un Concierto Didáctico, en la página de Promoción Cultural de Coneculta-Chiapas.
¿Sabés desde qué lugar hizo la trasmisión? Desde una ciudad de la región flamenca de Bélgica. Los chunches electrónicos permiten esos prodigios: que un paisano trasmita un concierto en aquel país y podamos disfrutarlo en su tierra, porque cuando leíste el apellido lo relacionaste, sin duda, con los Bonifaz del pueblo. Sí, Juan Carlos nació en Comitán, pero radica en Bélgica desde hace dieciséis años.
Antes de presentar el concierto contó que él inició sus estudios de música en Chiapas, con Israel Moreno (¡maestrazo!), los continuó en Jalapa, con Rodrigo Álvarez, pero un día, en la Ciudad de México, ganó un concurso de composición y uno de los jurados, que era belga, le dijo que debería estudiar una maestría en su país y Juan Carlos apenas lo pensó, agarró sus chivas y viajó a Bélgica a realizar su maestría. Cuando se fue (es común) pensó que al terminar sus estudios regresaría a Jalapa, lugar donde residía, pero, ¡ah, los recovecos del destino!, su retorno, por el momento, no se ha dado y ya lleva dieciséis años allá, por eso dice que es un mexicano muy belga, y aclaró que no era albur, y al hacer la aclaración supimos que no ha olvidado sus raíces mexicanas, y no las ha olvidado porque el instrumento que ejecutó en el concierto fue, ¿cuál creés?, ¡la marimba!
La foto que envío está un poco oscura, porque no sé hacer capturas de pantalla y las tomo con mi camarita, muestra el estudio de un programa de televisión belga, donde él, al lado de dos músicos más, realizaron un ejercicio de improvisación (un maravilloso ejercicio de improvisación).
Al inicio del programa, contó Juan Carlos, los tres músicos participantes estaban ocultos detrás de cortinas (se aprecia en la foto que te envío). Juan Carlos no sabía que detrás de una cortina estaba Vincent, saxofonista belga, que detrás de la otra estaba Mady, guitarrista africano; y ellos dos no sabían que detrás de la otra cortina estaba Juan Carlos, ejecutante de marimba, comiteco de buena cepa.
Ellos no se conocían ni sabían nada de sus vidas ni sabían qué instrumentos tocaba cada uno. Mady comenzó a tocar un ritmo en su guitarra y luego Vincent lo siguió con su saxofón y luego se integró Juan Carlos con la marimba. Pronto se dio la armonía total, comenzaron a improvisar y llevaron la música a alturas soberbias. ¡Genios los tres!
Juan Carlos, en la presentación del concierto, platicó que esa experiencia es algo que se vive todos los días en Bélgica: la integración de culturas diversas. ¡Qué belleza! Señaló algo que debemos valorar, en ese momento estaban representados tres continentes: Europa, América y África; tres etnias, tres idiomas, tres modos diferentes de ser, pero a la hora que Mady comenzó a improvisar con su guitarra, Vincent habló el mismo idioma y lo siguió realizando variantes, y lo mismo hizo Juan Carlos, la marimba, nuestra marimba, se unió al sonido de las cuerdas y del instrumento de viento y lanzó su canto de hormiguillo de selva. ¡Pucha! ¡Qué genialidad! Si te lo perdiste, sugiero que lo mirés, por ahí el video quedó colgado en las redes sociales.
Vincent viene de la tradición europea, Mady de la tradición africana y Juan Carlos de la tradición americana. No sabemos la historia de Vincent ni la historia de Mady, pero sí conocemos algo de la historia de Juan Carlos, está unida a nombres que no nos son ajenos, ¡al contrario! Su historia personal y su genio creativo está unido al árbol donde resuenan nombres de conocidos paisanos. No los menciono, porque, estoy seguro, olvidaré alguno y esta omisión será imperdonable. Sólo diré que el nombre Bonifaz está ligado al arte desde siempre. Juan Carlos, un mexicano bien belga, ¡belguísima!, viene de esa tradición, una tradición que, ¡por supuesto!, bebe su agua de los mejores ríos chiapanecos.
Posdata: Y Juan Carlos no es el único músico comiteco que anda en tierras belgas. ¡No! Por ahí anda también el gran percusionista Ricardo Liévano Flores, quien también realizó un camino muy similar al de Juan Carlos, porque Ricardo recibió clases con Rodrigo Álvarez, en Jalapa.
Qué orgullo para Comitán reconocer a sus hijos talentosos. Vuelan por cualquier cielo, ellos disfrutan su vuelo y nosotros nos sentimos chentos al recibir la brisa de su vuelo.

jueves, 27 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON OLOR A TUTÍS




Querida Mariana: Disculpá que el tema de mi carta sea tan prosaico. Sí, disculpá, esta carta lleva un ligero chuquij a tutís, pero no pensés que huele mal, no, al contrario, lleva algo como un aroma a playa, a verano, ahora sí que a ver – ano.
Te cuento, ayer, como lo hago regularmente, después de hacer mis veinte minutos de taichí de viejito en la sala, metí al baño el radio pequeño, lo prendí y sintonicé Exa (estaba pendiente por si trasmitían el mensaje del Colegio Mariano N. Ruiz donde ofrece sus servicios educativos a la comunidad), me desvestí y prendí la regadera. Ah, el agua estaba calentita. Me puse bajo el chorro, tomé el jabón y comencé a enjabonar mis manos y mis brazos. Una canción de reguetón empezó, con sonsonete contagioso; mientras el cantante le daba con todo, yo hacía lo mismo, movía mis manos al ritmo de la música, me bañaba a ritmo de reguetón, juguetón. Escuché una línea de la canción: “Tómate una foto de ti, pa’ saber que ese cuerpo es mío.” ¡Ah!, pensé un perverso (igual que el Arenillero) que pide fotitos juguetonas a su muchacha bonita. Sí, le estaba pidiendo una selfie, que se la mandara por WhatsApp para que él estuviese seguro de que ese cuerpecito era suyo. Seguí enjabonándome el pecho y escuché: “Por ese booty, baby, yo me desvivo.” ¿Booty?, no supe el significado, pero lo imaginé, hablaba (pensé) de alguna parte específica del cuerpo. Me gustó la palabra. Imaginé el diálogo: “¿Me quéres? Sí, te quiero mucho. Ah, entonces dejá que te dé un besito en tu booty.” Qué juguetones los muchachos de estos tiempos, tiempos de reguetón, juguetón, cachondón.
Yo, debajo de la regadera, sentí el chorro de agua jugar mi cabello, pero detuve la acción de ponerme champú a la hora que oí: “Me saqué la loto, de ese culito soy devoto, me gusta porque huele a coco.” ¡Qué! ¿Oí bien? El muchacho se declaraba devoto del culito de la chica que se sacó en la loto. No fue la rifa del avión presidencial, ¡no!, fue rifa de un tutisito y él ganó y desde que obtuvo el premio mayor se volvió devoto, porque el tutisito huele a coco. ¡Ah, qué aroma tan sugerente, tan para volverlo bebida y hacerlo un coco gin o un coco loco, con ron! ¡Sabor perrón!
A esta altura de la canción, como has de comprender, ya estaba con un ojo al gato y con la oreja en el garabato, seguía enjabonándome al ritmo del cantante, que en la siguiente línea dijo: “Si me llamas yo te contesto, si tú quieres yo te lo…” (completalo vos, a mí me causa sonrojo). ¡Qué atrevido el muchacho! Ya no hay protocolo amoroso. Todo es como el viejo chiste del proctólogo que se puso el guante para un tacto rectal y el paciente le dijo: “Cuando menos deme un besito, antes de proceder.”
Por eso no fue sorpresivo el siguiente verso: “Tengo una sorpresa pa’ ti, aunque no sea San Valentín.”
Ah, dejé de imaginar, porque no se necesita tener una gran imaginación para saber cuál es la sorpresa que el muchacho le tiene reservada a la chica. Seguí enjabonándome mi booty y mi culito. Todo a ritmo de ese reguetón, locochón, cachondón, perversón.
Me da pena confesarlo, pero llevé mis manos a mi nariz y olí el aroma del jabón. ¡No! A nada olía, era un jabón antibacterial, sin aroma.
Me da pena decirlo, volví a imaginar al muchacho, acercar su nariz al booty de su chica, cerrar los ojos, y, como un experto catador, decir: “¡ah, huele a coco!”
Luis no dice reguetón, dice que ese ritmo es renguetón, porque renguea en las letras, que son bobas, insulsas. No sé. No tengo la costumbre de escuchar esos ritmos juveniles, pero (qué pena) debo decir que me alegró mi mañana. Me boté de la risa cuando escuché lo de “Me saqué la loto, de ese culito soy devoto…” ¡Rima donde todo se arrima, donde todo, ishhh, termina!
Al salir del baño, ya bien bañado y completamente vestido, entré al Internet y me enteré que esta canción se llama Selfie remix, y la canta un chavo que todos los muchachos conocen como De La Ghetto. ¡Uf!
Posdata: No faltará el compa a quien le parezca una depravación este lenguaje. A mí, devoto del lenguaje, nada me sorprende. Yo vengo de tiempos donde una canción muy cantada es como la abuela de ésta de De La Ghetto: “Qué lindo tu cucu, tan bello tu cucu. Redondito y suavecito. Qué lindo es tu cucu, cuando te pones pantalón, y te tocas por detrás, se me suelta el…” Completalo. Yo no.
Tutises que huelen a coco, tutises que son redonditos y suavecitos. De todo hay en la viña de los tutises.

miércoles, 26 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN AMULETO DIVINO




Querida Mariana: Te cuento una historia fascinante. Me siento muy bien cuando encuentro el hilo de la tradición enredada en los destinos. Hoy (¡felicidades!) es cumpleaños de doña María Adriana Guillén Arreola, quien, en los años sesenta, tuvo un restaurante muy famoso frente al parque central (estuvo en servicio de 1962 a 1982. Fueron veinte años de historia de la gastronomía comiteca). En los portales que aún existen, donde está la mercería del contador Aguirre, por ahí andaba el Restaurante Diana, de doña Adriana. ¡Ah, cuánta gente llegaba al Diana! Llegaba porque la sazón de ella era insuperable.
Digo que es una historia con tradición, porque María Elena Jiménez Guillén, hija de doña María Adriana, renovó la tradición. María Elena, a quien vos conocés bien, una empresaria y promotora cultural de este pueblo, condujo en radio IMER un programa de gastronomía comiteca, donde invitaba a las grandes cocineras de este pueblo, para que compartieran las recetas con la audiencia. Imagino que los escuchas andaban con la libreta en su mano y anotaban los ingredientes y el modo de hacer las enchiladas comitecas; imagino que alguien (nunca falta) decía que no, que le faltaba tal cosa para que el guiso saliera más sabroso. Hay agregados que siempre aparecen y enriquecen las recetas originales.
Doña María Adriana (¡estas son las mañanitas que cantaba el Rey David!), quien nació el 26 de agosto de 1933, nunca imaginó que su hija iba a pepenar el hilo de la tradición gastronómica, para llevarlo hasta la radio y difundirlo y resguardarlo.
Y ahora, ¡qué bella historia!, la nieta, Adriana Culebro Jiménez, en este día de cumpleaños de su abuelita, rompe la reja de papel de china en el local “Amor a granel”, donde ofrece la materia prima para preparar ricos guisos. El nombre es muy atractivo, muy simbólico: Amor a granel. No el amor en bolsa sellada, no en empaque de plástico. ¡No! El amor tanteadito.
¿Cuántas veces has necesitado un poco de algún producto y tenés que comprar toda la bolsa de un kilo? Muchas ¿verdad? Pues no te preocupés, porque ahora ya podés comprar la cantidad que necesitás. Seré exagerado, pero si querés diez granos de ajonjolí, en “Amor a granel” te venden ¡los diez granos de ajonjolí!, y, faltaba más, sólo pagás por eso. ¿No se te hace una genialidad? Todo es parte de la tradición, de la tradición que inició la mamá de María Elena, la abuelita de Adriana, doña María Adriana. Ella es como el amuleto divino para que el negocio de su nieta tenga el éxito que se merece.
Doña María Adriana se casó con don Antonio Jiménez Franco, quien ya falleció. Doña María Adriana, un poco delicadita, por el Alzheimer que, alevoso, la acompaña desde hace nueve años, celebra hoy 87 años de vida. Ella, cuando tenía su Restaurante Diana, compraba el betabel en el mercado Primero de Mayo, ¿qué diría si supiera que su nieta vende betabel deshidratado, como botana saludable, como sustituto de esas botanitas que son dañinas para los hijos? ¿Qué diría si supiera que su nieta vende esencias de Ayurveda, como jatamansi o Triphala, que son parte de la medicina tradicional hindú? ¿Qué diría si supiera que las personas de nuestro pueblo encuentran en “Amor a granel” muchos productos de la despensa general, como albahaca, ajonjolí, almendras, arroz, canela, bicarbonato de sodio, chiles, ciruela pasa sin hueso, consomé de verduras, hinojo, lentejas, maíz palomero (sí, para ver películas en casa, con la familia), orégano, paprika española, sal de ajo, azúcar de coco, harina de almendra y más, mucho más? Son más de trescientos productos y todo, como ya dije, a granel. ¿Querés el kilo completo? ¡Adelante! Pero, sólo querés veinte gramos, pues eso te venden. Por eso se llama Amor a granel.
Posdata: Soy un hombre mesurado. Sé que vos me das cariño tanteado. Es un despropósito esperar un cariño de a kilo. No sirve, se echa a perder. Caduca. Cuando es de a poquitos nada se echa a perder en la cocina de la vida. Uno va tanteando el cariño, lo va dando de poco a poco. Así todo se mantiene fresco, todo se renueva.
Adriana Culebro Jiménez ofrece a su clientela de Comitán un amor a granel; su mensaje es que la comunidad compre lo que necesita, ¡no más!, para que no se eche a perder.
Doña María Adriana tiene en sus manos la receta de la vida y nos la obsequia. Cuando cocinaba en su restaurante Diana agregaba la sal, el ajo, el comino, en dosis precisas, exactas, medidas, tanteaditas. La buena mano sabe que todo es en su justa medida, ni tanto que queme al santo, ni poco que no lo alumbre.
¿Cuánto necesitás de sal rosa del Himalaya para sazonar tus papas? ¡Esa cantidad te venden en “Amor a granel”!
¡Salud! ¡Bendiciones!

martes, 25 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN PENSAMIENTO EN EL CIELO




Querida Mariana: Cielo estuvo en el “Imaginá que te llamás”. Ella es licenciada en administración y es integrante del equipo de ARENILLA-Revista, ella es ingeniosa, responsable y talentosa. Le encanta el juego de la palabra, sabe que el lenguaje tiene senderos donde brilla juguetón y cachondo. Su nombre ya es muy decidor. Sus papás no dudaron en el nombre que le impondrían al ver a su pichita recién nacida. Supieron que se llamaría Cielo, porque el cielo es todo el universo; porque, cuando pedimos algún don, vemos hacia arriba, hacia donde, sabemos, está el cielo. Del cielo nos llegan los rayos de sol, del cielo nos llega la bendita lluvia. Bueno, pero no se piense que todo es bonito. ¡No!, también del cielo nos llegan los rayos, los truenos. Así deben ser también las que se llaman Cielo, llenas de estrellas, pero con culebras de viento.
Cielo participó en el “Imaginá que te llamás”. El juego con ella hubiese sido fácil, pero común. Pudimos decirle: Imaginá que te llamás cielo, pero eso sería tener muy poca imaginación, porque, ya se dijo, desde que nació ha imaginado que es esa profundidad infinita, llena de nubes, espacio para que vuelen los pájaros y los papalotes.
Por esto, para que el juego fuera más interesante e inusual, a Cielo le dijimos que imaginara que se llamaba pensamiento, una flor delicada del jardín comiteco.
Así, entonces, la primera pregunta fue: Imaginá que te llamás pensamiento, que sos una flor llamada pensamiento, ¿qué color preferís y con qué lluvia tenés pensamientos sublimes?
La respuesta de Cielo fue la siguiente:
“Un apasionado rosa mexicano, perfecto para alegrar los inviernos. Me gustaría ser regada con la luz de la luna, ya que muchos jardineros han dicho, incluso, que es mejor que la luz del sol; perfecto para fortalecer mis raíces, mi follaje y mi identidad. Esto hará que tenga pensamientos sublimes.”
Ah, nos hizo imaginarla recostada en el pasto, con su carita tocada por su tocayo, el cielo, tocada en su cuerpo y en su espíritu por los dedos de la luna.
La segunda pregunta fue: Imaginá que te llamás pensamiento, que sos una flor llamada pensamiento, ¿cuáles son los brotes intelectuales que das al que se encarga de cuidar el jardín?
Y Cielo respondió: “El pensamiento es una flor muy delicada, pero también ¡muy resistente! Yo soy muy resistente y perseverante en las tareas que me impongo. Mi vida está llena de colores, y también ofrezco brotes de creatividad e imaginación.”
Acá están las dos respuestas a este juego de la palabra. Cielo dice que ofrece brotes de creatividad e imaginación a quien se encarga de cuidar el jardín. Y, en este juego, quienes disfrutamos el jardín somos todos los que recibimos el mensaje de Cielo, todos los que admiramos esas flores que crecen en el jardín de la palabra, de la creatividad, de la imaginación.
Posdata: Seguimos en el juego, seguimos sembrando flores en el jardín de esta región, en el jardín del mundo. Nos ponemos guantes y abrimos huecos en la tierra y sembramos la semilla del juego y la regamos con amor, con pasión.

lunes, 24 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA DISCULPA PARA MODIGLIANI




Querida Mariana: Hoy uniré a dos grandes, uno que brilla a nivel mundial, genio de la pintura: Modigliani; y otro, que brilla a nivel más modesto, hábil artesano de la palabra: Sabines.
El poeta Sabines, cuando se enteró de la muerte de su amiga, nuestra paisana, la escritora Rosario Castellanos, le mandó un recado, al saber que nuestra paisana había sido enterrada en la Rotonda de Las Personas Ilustres, dijo lo siguiente: “¡No me vayan a hacer a mí esa cosa de los Hombres Ilustres, con una chingada!” (en ese tiempo, la rotonda se llamaba de Los Hombres Ilustres, tiempo después, a petición de grupos feministas se cambió el nombre y se llamó como hasta la fecha: Rotonda de Las Personas Ilustres.)
¿En dónde está enterrado Amadeo Modigliani, el genio de la pintura? Está enterrado en un panteón de París. Sus biógrafos dicen que en el cortejo estuvieron amigos artistas que hoy son la más alta cumbre del arte del siglo XX. Sí, Picasso anduvo entre los dolientes.
¿En dónde está enterrado Sabines? Sus familiares hicieron caso a su última voluntad: ser enterrado al lado de sus padres, al lado del Mayor Sabines, en el panteón Jardín, de la Ciudad de México.
Sí, su petición en el Recado a Rosario fue respetada: no le hicieron esa cosa de los hombres ilustres, ¡con una chingada!
A final de cuentas, todos los mortales terminan bajo tierra o convertidos en ceniza, sin importar la grandeza del genio.
Los cronistas cuentan que al entierro de Sabines hubo poca asistencia, no más de ciento cincuenta personas. Parece que sus amados lectores prefirieron acompañarlo en vida, en ese acto multitudinario del Palacio de Bellas Artes, recinto que fue insuficiente para dar cabida a la muchachada que quería escuchar, en voz de Jaime, eso que dice: “Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso…”
Hablo, pues, del destino final de dos grandes. Sí, uno debe reconocer que hay distancias, que Modigliani es más reconocido en el mundo que Sabines.
Y digo esto, porque ayer vi una subasta donde un cuadro del gran Modigliani fue vendido, ¿en cuánto creés? Fue vendido en ciento cincuenta millones de dólares. Sí, no bromeo. Yo pienso que sí lo vale. Por supuesto que sí. Vos sabés que soy admirador de la pintura del buen Modi y si yo… Ciento cincuenta millones de dólares. ¿Hacemos la conversión a pesos mexicanos? Sólo como juego. A ver, si ayer estuvo el dólar a veintidós pesos. Hmmm, sacamos la calculadora y hacemos una operación sencilla: un millón quinientos por veintidós, igual a treinta y tres millones de pesos. Ay, perdón, me equivoqué, no es un millón quinientos mil dólares, ¡no!, es ciento cincuenta millones de dólares. Sí, ahora sí, perdón, son tres mil trescientos millones de pesos mexicanos. ¡Uf! Por un cuadro, pintado en óleo, sobre tela, con bastidor de madera, con medidas de 90 centímetros, por un metro y medio.
Sí, mi niña, el arte no se vende por metros cuadrados, como se venden las residencias, los palacios o los pedazos de tierra en los panteones. ¿Cuál es la medida del arte? No tiene medida. Bueno, sí tiene. En el mercado del arte, por supuesto que tiene.
Nunca, en la vida, en una subasta, alguien pagará un millón de dólares por un poema original de Sabines. ¡No! Sin embargo, don Jaime, hermano de un gobernador de Chiapas, diputado federal él mismo, no padeció las penurias económicas que sí padeció Modigliani, pintor cuyas obras ahora se cotizan en millones de dólares.
Por esto, querida mía, el título de esta carta tiene la intención de ofrecer una disculpa al maestro Modigliani, porque se me hace una verdadera estulticia lo que el mundo hace con sus genios. Lo que se aplica para Modigliani se aplica para Van Gogh, quien también, ¡qué jodido!, tenía que sobrevivir con ayudas miserables que le pasaba su hermano Theo, y ahora, bueno, vos sabés, cuál es el precio que alcanzan sus obras.
Posdata: ¿Esto es justo? Por supuesto que no. Esto sólo demuestra que el mundo es asqueroso.
En esta contingencia sanitaria mundial, ya quedó ampliamente demostrado que el arte es un elemento esencial para la sobrevivencia digna del hombre. Quienes permanecen en sus casas han disfrutado del arte y éste ha sido como una trasfusión de vida, de aire limpio. Han gozado con la danza, con el dibujo, con la escritura, con la pintura, con el cine y con la música. Pero muchos artistas viven el destino de Modigliani, pocos son los que viven el destino de Sabines. Sabines vivió cerca del poder y se benefició de ello. La política, bien entendida y bien aplicada es una esencia creadora, pero, en ocasiones, es una práctica que destruye, pero cuyos practicantes gozan de la gloria en vida. Si Rosario hubiese muerto sin ser Embajadora de México en Israel, segurísimo que no le habrían hecho eso de la Rotonda, ¡con una chingada!

sábado, 22 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE LA VIDA CONTINÚA




Querida Mariana: ¿Mirás lo que dice el letrero en el Hotel Delfín? Son dos palabras sencillas, que he visto en inauguración de locales: ¡Ya abrimos!
Pero, en estas circunstancias, el mensaje no es un mensaje de inauguración, sino un mensaje de reinicio de actividades en tiempos de pandemia.
El mundo está colocando este letrero en muchos espacios: ¡Ya abrimos!, como decir, estamos de vuelta.
Muchas personas han dicho que, en tiempos de pandemia, la vida no se detiene, ¡se adecua! La Organización Mundial de la Salud ha confirmado que el covid-19 llegó para quedarse. De acá en adelante viviremos con él, sobreviviremos. Esa es la consigna: adecuarse a los tiempos.
Por eso, da gusto saber que la vida retoma, poco a poco, el rostro que tuvo antes del comienzo de la pandemia.
Es importante reafirmar que no se debe bajar la guardia. Este reinicio paulatino de actividades no significa que el virus ya esté vencido. ¡No! El virus y su propagación sigue, seguirá.
Lo que significa este mensaje es que, con las precauciones que todos sabemos, podemos, en forma paulatina, reiniciar actividades que estuvieron suspendidas durante la cuarentena.
La actividad turística es un sector que se ha visto muy golpeado, y por consecuencia directa, también el sector restaurantero y el sector hotelero, más este último que el primero. Por eso, emociona saber que el sector hotelero comienza a reactivarse en Comitán.
Todo mundo debe usar cubrebocas, todo mundo debe guardar la sana distancia, y todo mundo debe seguir lavándose las manos con agua y jabón, y evitando tocarse el rostro. Todo mundo empresarial debe desinfectar las instalaciones privadas y comunes. De esta manera, el mundo podrá continuar con la vida, con la hermosa vida.
La pandemia ha obligado al cierre parcial o definitivo de muchas empresas y al despido de muchos empleados. Por esto, el mensaje “Ya abrimos” es una bocanada de aire puro.
La semana pasada, la licenciada Lupita Nájera, directora general del Hotel Posada del Ángel, fue nombrada como presidente de la Asociación de Hoteles – Comitán. Su nombramiento también fue una noticia que inyectó ánimo a la sociedad. Ella ha demostrado una gran capacidad en todos los puestos que ha desempeñado. Sin duda que, su presencia, en estos tiempos angustiosos, dotará ventanas por donde pase luz y reactive el sector hotelero.
Los hoteles de Comitán tienen una gran ventaja con respecto a hoteles de otras ciudades chiapanecas: están levantados en una ciudad maravillosa, una ciudad llena de historia, plena en cultura, armoniosa, dicharachera, afectiva. Sí, Comitán se prepara para celebrar en 2021 el Bicentenario de la Independencia Chiapaneca. ¿Mirás? Nuestro pueblo, ¡nadita!, es la Cuna de La Independencia. Una mañana, el maestro Roberto Ramos Maza dijo que los apellidos que aparecen en el Acta de Independencia son los apellidos comitecos de muchos de nuestros paisanos. ¡Claro! Los descendientes de aquellos hombres y mujeres que, en 1821, iniciaron el movimiento de libertad, siguen viviendo entre nosotros, caminan nuestras calles, comen pan compuesto, huesos estilo Tío Jul, y siguen aportando su talento para la construcción de nuestro pueblo mágico.
Comitán es un pueblo afectuoso, afectuoso su clima, afectuosa su gente.
Me dio gusto ver el letrero en la entrada del Hotel Delfín. Es un mensaje lleno de optimismo. Con todas las precauciones necesarias hagamos que Comitán retome el rostro amistoso de siempre; volvamos a abrir los brazos, con la sana distancia, y le digamos al mundo: ¡Ya abrimos! ¡Vengan! ¡Los estamos esperando! ¡Regresen a vivir la gran experiencia de escuchar el cantadito comiteco, el prodigioso concierto de cenzontles cositías!
Y cuando vi el letrero recordé a doña Chelo Delfín, señora que siempre me prodigó un trato cariñoso. Todo mundo la conoció así: Chelo Delfín, por el apellido de su esposo; en realidad, ella se llamó Consuelo Cristiani Utrilla e inauguró el Hotel Delfín en 1951. Ese día, Comitán y la región supieron que el hotel había abierto. En ese tiempo, había dos o tres hoteles en la ciudad, por ahí andaba el Hotel Central. El hotel de doña Chelo se volvió el hotel preferido de los agentes viajeros que llegaban a Comitán a ofrecer su mercancía: ropa y artículos de ferretería. Se sabe que toda actividad económica crea ramales necesarios. Como los agentes llegaban con grandes maletas, nació el grupo de Chamberos, que eran compas comitecos que ofrecían sus servicios para cargar el equipaje. Pronto, algunos se distinguieron y comenzaron a usar “diablitos” para ofrecer un mejor servicio. Muchos comitecos recuerdan a Mario Mocoso, quien ayudaba a llevar maletas y fue un gran protegido de doña Chelo. No era extraño ver a Mario en el acceso del hotel.
Ahora, muchos agentes viajeros se hospedan en el hotel de la licenciada Lupita Nájera.
La actividad reinicia. Sí, qué bueno. Insisto, debe hacerse siguiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias. Nada cuesta. Si toda la sociedad hace el esfuerzo de usar cubrebocas, de conservar la sana distancia, de lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón, de no tocarse el rostro, el contagio del virus decrecerá y esto hará que nuestra ciudad pueda ser catalogada como una ciudad segura y los visitantes volverán y la vida económica se reactivará y todo mundo saldrá ganando, ¡todo mundo!
Lo hagamos, lo hagamos por nuestro Comitán, lo hagamos por nuestra sociedad, por nosotros mismos. ¡Lo hagamos! ¡Digamos sí a la vida! En medio de la pandemia abramos huecos por donde pase la luz; lo hagamos de manera responsable.
Me da gusto saber que, de igual manera, varios empresarios, en medio de esta crisis sanitaria y económica, han inaugurado nuevos locales. Nos enteramos de la apertura de “Casa Rosario”, de “Montoneras Donas”, de “Amor a granel”, y del “Ta’Bonitío – Taquería y bar”. Todos estos locales y otros más nos mandan un mensaje de aliento, colocan en nuestra mente y en nuestro corazón el letrero de “Ya abrimos”, que es como decir que apuestan por la vida, apuestan por el pueblo. Todas estas aperturas son espacios de generación de empleos. En tiempos de despidos, el hecho de que particulares inviertan y creen empleos da esperanza. Los comitecos, todos, debemos apoyar estos esfuerzos. Si nos tomamos de las manos y hacemos la ronda de la alegría, del consumo local, podremos solventar las dificultades de esta época inédita.
La familia de doña Chelo vivía en la parte posterior de su hotel. Sus hijos tuvieron un doble privilegio: disfrutar un jardín interior y cruzar la calle para jugar en el parque central de Comitán. ¡Ah, qué privilegio!
Su hotel llegó a ser tan famoso, que hubo personas de Tuxtla o de San Cristóbal de Las Casas que viajaban a Comitán sólo para comer en el restaurante, porque tenía una sazón exquisita, el mero sabor de esta región. Entre sus huéspedes distinguidos, el libro de la historia consigna al actor Miguel Torruco, quien fue esposo de María Elena Marqués, también famosa actriz. El actual secretario de turismo es hijo de ambos personajes.
El Hotel Delfín cerró sus puertas el 20 de marzo, para proteger al personal y a los viajeros. Las noticias de la pandemia ya eran un tema de todo el mundo. El hotel permaneció cerrado más de cuatro meses y medio, por esto, ahora que apareció el letrero ¡Ya abrimos!, fue como un vaso de limonada sin azúcar, una limonada fresca, sana.
Ojalá que el mundo entienda este mensaje. Que tengamos la suficiente capacidad para reactivar las actividades sin caer en los excesos. En Europa han vuelto a cerrar sectores, porque la gente ha relajado las precauciones sanitarias. Una segunda ola de contagios ha aparecido. ¡Que no suceda acá! Nos abramos a la vida, sin olvidar que debemos protegernos y proteger a los demás. Muchos compas en las redes sociales recomiendan: Vivamos sin temor, pero con precaución. Es un buen consejo, aplicable a la vida personal y a la vida comunitaria.
Posdata: El corazón de este pueblo siempre está abierto. Ni en los peores momentos ha cerrado sus ventanas. Al contrario, nos reconocemos como herederos de mujeres y hombres valerosos que, en su momento, aportaron su intelecto por Comitán e injertaron su amor en este terreno lleno de luz.
Comitán siempre tiene iluminado el letrero de ¡Bienvenidos! Son bienvenidos todos los seres humanos de buena voluntad.

viernes, 21 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA CUERDA SIN FIN




Querida Mariana: Por la pandemia, la vida no se detiene, se adecua. Antes de marzo, la maestra Viridiana Chanona, quien nació en Ocozocoautla, en 1985, se dirigió, vía Facebook, a las autoridades de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, para proponer la impartición de una charla: “Desprendimiento y verticalidad en “Muerte sin fin”, travesía y filosofía.”, para maestros y alumnos de la institución. El tema es un ensayo que ella escribió, donde reflexiona acerca de ese poema de José Gorostiza, poema que, dice el poeta Gustavo Ruiz Pascacio, voz mayor de Chiapas, es “pieza nodal de la poesía mexicana en la centuria pasada.”
El rector de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, el maestro José Hugo Campos Guillén, de inmediato agradeció la deferencia y puso a disposición de la maestra Chanona todos los recursos para que se efectuara la conferencia.
Pero, ¡ay!, la pandemia llegó y eso alteró todos los planes. Muchos actos culturales presenciales se han pospuesto o realizado en forma virtual.
La maestra Viridiana Chanona ¡cumplió con el compromiso! El día 20 de agosto de 2020 impartió la charla, en forma virtual, a través de las redes sociales.
La maestra Chanona no lo sabe, pero el día que eligió para impartir su charla, el 20 de agosto, Comitán celebró el cumpleaños del padre Carlos J. Mandujano García, quien fue el fundador de la institución que recibió y difundió su conocimiento. El padre Carlos nació en 1918 y, en 1950, fundó el Colegio Mariano N. Ruiz, institución que este año celebra su septuagésimo aniversario. El acto cultural de la maestra Viridiana se unió, ¡en buena hora!, a los festejos del cumpleaños 70.
La charla que la maestra compartió fue un acto inscrito en las actividades de retribución social que realizan los beneficiarios del PECDA (Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Chiapas). Ella es beneficiaria de dicho estímulo, en el género de ensayo, en el rubro de jóvenes creadores.
Y lo que ella compartió esa mañana (a partir de las once) es parte de un trabajo mayor, un ensayo que se titula: “Profundidad y ascenso: el viaje en tres poemas largos de la poesía mexicana.”, donde analiza tres poemas fundamentales de la poesía mexicana del siglo XX: “Muerte sin fin”, de José Gorostiza; “Piedra de sol”, de Octavio Paz; y “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”, de Jaime Sabines.
¿Mirás? Todo un viaje lleno de deslumbres, donde la joven ensayista chiapaneca nos comparte su mirada inteligente, novedosa, llena de hallazgos.
La maestra Viridiana tiene otros dos libros publicados, uno que se llama “La percepción mítica de lo femenino, en Piedra de Sol, de Octavio Paz.” y otro que tiene el siguiente título: “La seducción de la alquimia, sabor y olor en la poesía de Chiapas.”
¿Cuál de los dos se antoja para leer? ¿Los dos? Sí, los dos, pero el último como que tiene más cercanía con tu modo de ser, con lo que a vos te apasiona. Por ahí asoman palabras luminosas: seducción, sabor y olor. A mí se me hace prodigioso que la maestra Viridiana nos comparta sus hallazgos de sabores y olores en la poesía de Chiapas. ¿Mirás qué prodigio? La palabra nombra las esencias y las convierte en aromas y sabores que podemos oler y degustar. ¡Pucha, genial!
Posdata: La maestra Viridiana Chanona compartió en redes sociales su visión del poema “Muerte sin fin”; por ahí quedan pendientes los análisis y reflexiones de los otros dos grandes poemas de dos grandes: “Piedra de Sol”, de Octavio Paz, y “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”, de Jaimito (la misma tarde del 20, compartió el análisis de “Piedra de Sol”, en la página de CONECULTA).
La maestra Chanona definió el poema de Gorostiza como “poesía de liquidación espiritual”; en su charla nos presentó un vaso lleno de agua limpia, nos convidó a beber del espíritu de la creación, nos dio vida, en medio del desasosiego. ¡Larga vida a la creación de Viridiana! ¡Larga vida a la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar!

jueves, 20 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN ROSTRO




Querida Mariana: Vi un video dedicado a Rosario Castellanos, con motivo a su cuadragésimo sexto aniversario luctuoso.
Esta foto corresponde a dicho video. Dejé a propósito el texto, porque, como diría la tía Elena: “Si la encuentro en la calle no sabría qué pato puso ese huevo.”
Rosario se ve muy cambiada. Tal vez la fotografía original corresponde, precisamente, a un instante de 1971, año de su nombramiento como Embajadora de México, en Israel.
En el Museo Rosario Castellanos, que existe en nuestra ciudad, existe un muestrario de fotografías de la paisana, tomadas en diferentes épocas.
Los museógrafos diseñaron, al principio del recorrido, un pasaje donde se aprecian muchas fotografías de Rosario. Los especialistas en su vida y obra y, sobre todo, los sicólogos pueden apreciar una mínima biografía de ella. Sus rostros van de la frescura de su juventud al rostro pétreo de su adultez.
Sé, querida niña, que todos los seres humanos cambiamos a cada instante. Cuando un amigo nos deja de ver durante algunos años, vemos la sorpresa en su rostro cuando trata de hallar los rasgos de antes, los que le digan que somos nosotros. Y lo mismo sucede en nuestro asombro. Me ha tocado. A veces me he topado con algún compa de otros tiempos que, ah, malvado, me pregunta: ¿Quién soy, ah? Qué difícil. Es preciso que observe su mirada y la coteje en mi archivo histórico. A veces doy, a veces me rindo. Y cuando me rindo me siento mal y veo la decepción en el rostro del otro, que en su mutismo me grita: ¡Cómo no me vas a reconocer!
Es una bobera lo que diré, pero conozco pocos casos donde una persona haya tenido tantas transformaciones en su rostro, como Rosario.
No la conocí físicamente, pero cuando hago lo que hace medio mundo en el museo, advierto que hay unas fotografías donde parece otra, alguien muy distante del rostro de apenas dos años antes.
Hablo de transformaciones naturales, porque ahora que están de moda los estiramientos faciales a través de cirugías plásticas he visto a muchachas bonitas que terminan con rostros irreconocibles, en algunos casos se ven favorecidas, pero en otros, qué pena, los cambios son negativos. Vos y yo conocemos a Lucía Méndez (yo, más que vos). Ella, cuando inició su carrera artística (en los años setenta) tenía un rostro limpio, bello. En los años noventa se sometió a una operación de su rostro y, cuentan los chismosos, una bacteria ocasionó que su rostro perdiera la belleza que tenía.
Pero, mirá ya por dónde voy, pucha. Pero, lo hago para explicarme los cambios tan notorios en el rostro de Rosario. Ninguno de sus amigos o biógrafos me ha explicado por qué ella comenzó a pintarse en forma evidente la línea de las cejas. Esas líneas curvas comenzaron a remarcar su rostro en tal forma que competía con el movimiento natural de sus labios. En su museo hay fotografías donde está sonriente, pero, tal vez, la foto más impactante es una donde tiene el cabello recogido hacia atrás, mira hacia el piso, con una mirada extraviada y sus ojos de tiuca muda están enmarcados por dos cejas repintadas, que son como uñas sueltas de un tigre enjaulado.
En los textos de Rosario hay chispazos de humor; sus amigos más íntimos cuentan que, en confianza, en lo íntimo, entre sus amigos, mostraba una gracia especial, que había heredado de la rama materna; la ironía de agua clara era del río Figueroa y no del caudal Castellanos; pero, en medio de toda esa luz hay un aro de sombra que es como una manta que provoca penumbra.
Esta fotografía no es muy común. Acá, Rosario está peinada de salón, porta coquetos aretitos y sonríe, en un acto oficial.
Posdata: No sólo la naturaleza modificó el rostro de Rosario. Ya dije que ella misma lo cambiaba al pintarse los arcos de las ventanas de su mirada; y ahora, muchos admiradores que se paran frente a la figura de bulto que está en la última sala de su museo, preguntan: ¿Qué pato puso ese huevo? Está vestida como Rosario, tiene la complexión y la estatura de Rosario, el tamaño de los piecitos de Rosario, pero su rostro no es el de Rosario. Y debe ser una travesura del destino que no sabe responder bien a bien la pregunta: ¿Cuál de todas esas fotografías representa a la Rosario íntima?

miércoles, 19 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN FESTEJO




Querida Mariana: Acompañame a cantar: Una, dos y... ¡Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David, hoy por ser día de tu santo te las cantamos a ti! Gracias, querida niña, estas mañanitas son para Alexandra Del Castillo Castellanos, quien físicamente no está ya con nosotros, pero en espíritu está más presente que nunca. Ella nació el 19 de agosto de 1982.
El otro día, Lourdes De La Vega subió en redes sociales la foto de su mami, ya fallecida. La subió el día de su cumpleaños, yo vi la foto y escribí ¡Felicidades!, un querido amigo me llamó para decirme si lo había hecho con conocimiento de causa, ¿sabía que doña Nena había fallecido? Sí, por supuesto, acompañé a Lourdes y su familia el día que cremaron el cuerpo de su mami. Escribí ¡Felicidades!, para que esta palabra luminosa llegara a los confines del universo y tocara el espíritu de doña Nena.
Hoy, de igual manera, escribo ¡Felicidades!, y la palabra la dedico a Alexandra. Es la manera que tenemos los mortales de celebrar la inmortalidad de la vida eterna, la que continúa, la que no cesa.
Quisiéramos, ¡sí!, que Ale, hijita de mis amigos Memo y Julia Alicia, siguiera físicamente acá con nosotros, regando su alegría, abonando los gajos de su sonrisa, pero el destino es contundente, sus hachazos son brutales, despiadados, cuando tumba un árbol lo hace en forma rotunda. Pero la vida es generosa. ¿Vos has visto cómo de un árbol tumbado crecen renuevos? Sí, esos renuevos son la confirmación de la continuidad.
Es tan sencilla la vida. En la clase de Física que estudiamos en secundaria aprendimos que Monsieur Lavoisier dijo que “la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma.” El cuerpo es materia. Pero, además, en doctrina con doña Esperancita aprendimos que el espíritu es eterno, inmutable. Si la materia se transforma, el espíritu permanece intocado.
¿Recordás la película Coco, de dibujos animados? Ah, la película fue muy exitosa. Los genios de la cinematografía tomaron el tema del Día de Muertos y explicaron que mientras, en el altar, exista la fotografía de nuestro difuntito, él seguirá viviendo por siempre, para siempre. Por eso Lourdes compartió la foto de su mami, por eso, ahora, nosotros compartimos la foto de Ale.
Y Ale vive por siempre, para siempre, para gloria de este pueblo. Porque el espíritu de Ale lo celebramos a diario, a través de la Fundación que lleva su nombre y que tiene como lema el siguiente: “Tu palabra permanece para siempre”, y, vos lo sabés, la palabra es el espíritu con que Dios nos manda mensajes, por eso, la palabra es sagrada, es el alma del genio creativo, es la llama que nombra el mundo.
Antes que llegara la pandemia, tuve el honor de asistir a muchas escuelas de educación primaria o de educación secundaria y compartí lectura con los muchachos y, en nombre de Ale, entregué, en cada ocasión, diez ejemplares de un cuentito bien bonito: “El osito que volaba”, publicación patrocinada por la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos. Los alumnos participaban en dinámicas y los diez ganadores se llevaban el librito a sus casas.
En el cuento, el osito vuela; en nuestra vida real, Ale hace volar a los niños, les da alas, los impulsa al vuelo. Ale sigue volando entre nosotros, acá está su carita, su alegría, su don de gente noble y buena. Ale permanece a través de la palabra, permanece para siempre.
Ahora, con la pandemia no es posible acudir de manera presencial a las escuelas y leerles cuentitos a los niños, pero el compromiso de vida es perenne, a través de ARENILLA-Revista, digital, la Fundación de Ale sigue llevando cuentitos a los niños de la región y de todo el mundo, sigue convocando a papás a compartir la lectura con sus niños. ¿Mirás?, Ale sigue reuniendo a las familias, continúa enviando un mensaje de aliento para consolidar la familia.
Ale, durante su presencia física en la tierra, convivió con su familia, la honró, lo sigue haciendo; su familia, por siempre, sigue conservando la fotografía sobre el altar de la vida, para decirle que no la olvidamos. Ahora, el círculo de amigos se ha ampliado. Ale tiene muchos amiguitos que agradecen su presencia, a través de la lectura de los cuentitos. Si no fuera por Ale, no existirían esas historias donde niños de Comitán son tocados con la magia de la literatura.
Posdata: Sí, querida niña. Ale sigue con nosotros, ella es vida que permanece para siempre, a través de la palabra, a través de su Fundación, a través del cariño inmodificable de sus padres, de sus hijos, de su abuelito, de su hermano, de todos los que la amaron y la siguen amando. Por esto, pido que me acompañés a echar una porra para Ale. Una, dos y… ¡A la bio, a la bao, a la bim bom ba, Ale, Ale, ra ra ra!
Que Dios ilumine el espíritu de Ale, por siempre; que Dios bendiga a sus familiares y amigos; que el universo siga prendiendo luz en el corazón de todos los padres y niños lectores que se benefician con los cuentitos que la Fundación Alexandra Del Castillo Castellanos difunde, a través de ARENILLA-Revista, digital.

martes, 18 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA LIBRETA BAJO EL BRAZO




Querida Mariana: el próximo 24 de agosto de 2020 inicia el ciclo escolar. ¡Ah, recordé la emoción que tenía cuando, niño, iba a la escuela el primer día de clases! Esa emoción había sido alimentada días antes. Una mañana, mi papá me decía que en la tarde iríamos a comprar los útiles escolares. ¿Mirás qué palabra tan bella? ¡Útiles! Bien puesta, porque eran muy útiles para hacer la talacha adentro del salón. Una regla de treinta centímetros, de madera, para trazar líneas bien derechitas. Había que comprarla nueva, porque la del año pasado ya estaba toda carcomida, como si un gato hubiese afilado sus uñas, las aristas de la regla quedaban como rama de árbol comida por osos trepadores. ¿Y con qué trazar las líneas? Ah, pues con un lápiz. Este chunche maravilloso no sólo servía para trazar líneas rectas, sino también las curvas cuando dibujábamos un gato o un chuchito en clase de Ciencias Naturales. El lápiz exigía un sacapuntas, los había de plástico y unos bien bonitos de fierro, los primeros eran delicados y frágiles, los otros eran rotundos y servían para meter de coshquetazos a los compañeros abusivos. Pero el lápiz también exigía otro compañero: el borrador. Mi papá (siempre un hombre sabio y moderado) preguntaba si no bastaba con el borrador que traía integrado el lápiz en un extremo. No, le decía, el borrador del lápiz se acaba en el primer dictado. Mi papá me quedaba viendo como si pensara que era un niño tonto que tenía tres errores cada dos letras, pero cedía y pedía que incluyeran un borrador al paquete. Un borrador que tenía dos colores: uno rojo y otro azul. El mito decía que el rojo era para borrar los errores con lápiz y el azul para borrar los errores con pluma. Pucha, lo que hacía el azul era abrir un hoyo en la hoja, porque nunca eliminaba la tinta y sí rasgaba el papel.
Momento sublime era cuando comprábamos un compás, que, los maldosos usaban para picotear las nalgas de los compañeros que se sentaban adelante; pero que, cuando era bien empleado permitía hacer unos círculos tan perfectos que ningún planeta del universo los igualaba. Y digo esto, porque luego resultó que la tierra que dibujábamos bien circular, era, en realidad, un poco chiboluda.
Era feliz cuando acompañaba a mi papá a comprar mis útiles. Entrábamos a la Proveedora Cultural y saludábamos a don Rami Ruiz, quien, siempre, estaba sentado cerca de la entrada, al lado de la caja registradora, pendiente de atender con una sonrisa a todos los que entraban, personas grandes y chicas, potentados y modestos. Don Rami era parejo con todos, su cordialidad y bonhomía era una cuerda tan larga como la Vía Láctea.
Sí, la tradición era ir a la Proveedora Cultural. Mi recuerdo es de los años sesenta. Hace, ¿cuántos años? Cincuenta, ¡fácil! Y la Proveedora sigue. En los años setenta me tocó ser atendido por Carmelita, la hija de don Rami, y por don Alonso, esposo de Carmelita y ahora me toca ser atendido por Alonso, hijo de Carmelita y de don Alonso, y nieto del maravilloso hombre que fue don Rami.
Me encanta saber que la tradición continúa. Si ahora don Rami tuviera chance de asomarse tantito por la ventana de la eternidad y mirara a su nieto, sonreiría feliz al saber que la empresa que él fundó sigue avante. Qué hermosa tradición ir a esos lugares con tanta historia, lugares que continúan floreciendo gracias al cariño de sus propietarios y a la preferencia de su clientela.
Siempre que entro a la Proveedora me tomo tres segundos para decirme que ahí estuvo don Rami; que ahí estuve al lado de mi papá (claro, en el local antiguo, el que estaba en la manzana derruida); que ahí compré las primeras novelas que me injertaron el hermoso oficio de la lectura; que ahí adquirí mi primer Playboy, que escondí debajo del suéter y que llegué a leer (leer es un decir, llegué a mirar, a admirar) en el baño de la casa. Hago una pausa de pocos segundos para decirme que ahí escuché, por primera vez, la palabra cultural, y supe que ese negocio era más interesante que las carnicerías o que la agencia donde vendían carros. Hoy sé que cultura es todo lo que hace el hombre, incluido el corte de la carne de cuch y las llantas de una camioneta todo terreno, pero que algo de lo más excelso de ese árbol está hecho con lápices, papeles, reglas, borradores y compases.
Posdata: Sí, el compás servía para trazar círculos perfectos. Era como una A mayúscula con sus dos patitas abiertas. En una patita tenía un punzón (para picar nalgas) y en otra patita el lápiz para trazar el círculo. El maestro nos enseñó a poner un punto y en ese punto colocar el punzón, abrir la otra pata donde marcaba los tres centímetros y, con un giro como de bailarín de ballet, movíamos la mano y trazábamos la figura más perfecta de la geometría mundial.
Con la regla trazábamos líneas bien derechitas, con el compás trazábamos círculos perfectos. Los tiempos eran derechos y perfectos. Los alumnos acompañábamos a nuestros papás a comprar los útiles. Ellos, los papás, soltaban la paga, porque sabían que asistir a la escuela nos quitaría lo inútil.
Hoy es lo mismo. El 24 de agosto de 2020 inicia el nuevo ciclo escolar. Que Dios bendiga a los millones de alumnos mexicanos que, en modalidad inédita, acudirán a sus clases desde casa. No habrá clases presenciales, todo será por televisión, pero los alumnos necesitarán cuadernos, lápices, borradores, reglas de treinta centímetros, plumas y libros.
Si yo tuviera hijos pequeños o nietos, seguiría con la tradición, iría a la Proveedora, al entrar dedicaría dos segundos a bañarme de gloria y, al comprar el paquete, agregaría un compás, para que mis hijos o nietos dibujaran ¡círculos perfectos!
Que todo sea para bien de los miles de alumnos de Comitán, para bien de sus familias, para bien de nuestro pueblo, para bien de la patria. ¡Que vivan don Rami Ruiz y sus descendientes! ¡Que así sea!

lunes, 17 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA CERA PERDIDA Y HALLADA EN EL TEMPLO DE LA CREACIÓN




Querida Mariana: Nunca he entendido el proceso, pero hay una técnica de escultura que se llama Técnica de La Cera Perdida. En un taller hacen un molde con cera, que, posteriormente, por el milagro del fuego y los materiales, terminará convertido en una pieza de bronce.
Aunque me lo explicara un experto no lo entendería. Mi cabeza no da para tanto. Mi cabeza sólo da para sorprenderse ante el nombre “Cera perdida”. ¡Qué prodigio! No siempre sucede así en la vida, pero hay ocasiones donde de algo perdido asoma algo más luminoso que lo extraviado. En este proceso se pierde la cera, pero se encuentra el bronce. Algo dúctil y frágil se convierte en algo rotundo y perenne.
Vos has visto el busto de Rosario Castellanos que está en una esquina del parque central de Comitán. Esa pieza es de bronce fundido. ¿Siguió el proceso de la técnica de la cera perdida? No lo sé. Lo único que sé es que es una bella pieza, realizada por uno de nuestros orgullos, el escultor comiteco Luis Aguilar Castañeda, quien, generoso, participó en el juego que propone ARENILLA-Video: “Imaginá que te llamás”
Luis jugó y jugó de manera magistral. Como si la palabra estuviera hecha de cera, hizo un molde y lo fundió en el aire y dio como resultados dos respuestas sorprendentes.
La primera pregunta para Luis fue:
Imaginá que te llamás cera, y un niño juega con vos, ¿qué modela?
Y Luis respondió:
“Si yo fuera cera, ¡qué a toda madre!, estaría todo el tiempo en las manos de un niño, le ayudaría a cumplir sus sueños, y, con voz callada, le daría alas, para que en silencio hablara con Dios; le recordaría que el arte se da por la insatisfacción de no alcanzar lo no alcanzado; le enseñaría que el vacío es compañero de la materia, y que mi cuerpo de cera muere ¡para dar vida al bronce!”
¡Ahí está la definición del proceso! Dice Luis: Mi cuerpo de cera muere ¡para dar vida al bronce! ¿Mirás qué prodigio? En este proceso hay algo divino. No logro entenderlo, pero lo intuyo.
La segunda pregunta para Luis fue:
Imaginá que te llamás cera y te volvés nube. ¿En dónde llovés tu cera y qué ocasionás con tu lluvia?
Luis, el reconocido escultor comiteco, respondió:
“Vuelvo a imaginarme que soy cera, que al aliarme a Prometeo me convierto en humo, vacío y nube; dejo, en ese trasmutar, vacío y vacío, el primero lleva en sus entrañas el bronce; el segundo, mira al sol, a la lluvia y a las figuras que Dios ha modelado.”
Sí, todo mundo ha reconocido el trabajo de Luis. Él trabaja el vacío, a muchas de sus obras les abre ventanas donde pasan los pájaros y el aire, donde vuela la mirada.
Hay algo más que lo visible, que lo evidente, que lo palpable. ¿Cómo se toca el aire? ¿Cómo se nombra? ¿Cómo se modela?
Posdata: Convocamos a los amigos a jugar el juego “Imaginá que te llamás”, los convocamos para hacer una ronda y cantar el prodigioso canto de la vida, hacia la vida. Lo hacemos para compartir con medio mundo el juego de la palabra, de la inteligencia, de la imaginación

sábado, 15 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA LÍNEA DE OTROS TIEMPOS




Querida Mariana: Te paso copia de una fotografía de hace cincuenta y cinco años. Fue tomada en 1965, año del nacimiento de tu mamá. Ah, qué prodigio. La foto me la envió mi amigo Humberto Pedrero Yáñez, hijo de don Romeo Pedrero y de doña Martitha Yáñez, una de las reinas comitecas más bellas. Humberto siempre es muy amable conmigo, andaba hurgando en carpetas antiguas y halló esta foto y de inmediato me la envió. ¿Sabés qué me dijo? No lo vas a creer. Me dijo: “Si querés, compartila con Mariana.” Y bueno, como quiero, la comparto con vos.
¿Qué instante fija esta fotografía? Es la foto de recuerdo del “Cursillo No. 6 para Hombres”, que se efectuó en Comitán, del 16 al 19 de septiembre de 1965. El espacio es el patio trasero del Colegio Mariano N. Ruiz, la escuela del padre Carlos J. Mandujano. Estos cursillos eran organizados por el Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad de San Cristóbal de Las Casas. Y, como se ve, había cursillos para hombres y cursillos para mujeres, y, en ocasiones, para parejas.
En este cursillo número seis, efectuado en nuestra ciudad, hubo participación de cursillistas de San Cristóbal, ¡por supuesto!, y de otras ciudades de Chiapas: Villa de Las Rosas, Yajalón, Villaflores, Tuxtla Gutiérrez, Cintalapa y Comitán.
Un detalle llamó mi atención, te cuento. ¿Sabés quién fue el director espiritual? El reverendo padre Ernesto Bañuelos. Tal vez el nombre completo nada te diga, pero si te pido que pensés en el apellido, tal vez te dé un indicio de por dónde anda la hebra. Sí, el padre Ernesto Bañuelos, era hermano del gran poeta chiapaneco Juan Bañuelos, poeta que formó parte del grupo “La Espiga Amotinada”, integrado por Óscar Oliva, Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda y Jaime Labastida. El padre Ernesto fue maestro en el Seminario de San Cristóbal de Las Casas y fue un hombre entregado a la evangelización, incluso después que abandonó la iglesia, porque un día, el padre Bañuelos, dejó la sotana y se casó, se casó, ¡qué prodigio!, con una nieta de mi tía Carmelita Molinari Ruiz.
Mis papás conocieron al padre Ernesto, cuando todavía era sacerdote, en dos o tres ocasiones platicaron con él.
En 2004, le pedí a mi mamá que me acompañara a la librería Gandhi, que estaba (no sé si siga ahí) en el interior de la Universidad Iberoamericana, en Puebla. Fuimos a comprar un libro que yo necesitaba, porque preparaba mi tesis para titularme de licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Autónoma de Chiapas. En ese tiempo radicábamos en Puebla. Al entrar vi que en una mesa de novedades estaba el poeta Juan Bañuelos, revisaba algunos libros. Nos acercamos a saludarlo. Por supuesto que él no me conocía. Sólo fue el gusto de toparme con un gran poeta y paisano. Cuando presenté al poeta a mi mamá, ella escuchó el apellido y dijo, bien argüenderita: “Yo conocí al padre Bañuelos, ¿es algo de usted?”, el poeta sonrió y dijo que el padre era su hermano.
Y ahora, años después, Humberto me regaló este recuerdo, donde, en 1965, el padre Bañuelos fungió como director espiritual del cursillo.
Humberto tiene esta fotografía en su archivo familiar, porque su papá fue cursillista. ¿Existe todavía esta agrupación? No creo. En esos años, hubo un grupo muy nutrido de la sociedad comiteca católica que fue cursillista. Mis papás fueron cursillistas y viajaban a San Cristóbal para participar en esos encuentros.
Yo, a lo lejos, recuerdo una canción que era como himno de los cursillistas, que iba más o menos así: “De colores, de colores se visten los campos en la primavera; de colores, de colores son los pajarillos que vienen de fuera…”. Una canción que, ¡increíble!, interpretaba Joan Báez, en español.
¿Que quién es Joan Báez? ¡Uf! La Báez fue una cantante norteamericana que, en los años sesenta, se convirtió en la principal cantante de música de protesta, fue una chava que llevó su música a todo el mundo, con mensajes a favor de los derechos humanos y del medio ambiente. Una chica adelantada. Y ella cantó en español la canción que los cursillistas cantaban en sus encuentros.
El diccionario dice que cursillista es una persona que asiste a un cursillo, y cursillo es: “Curso de poca duración sobre una materia específica en el que se amplía o completa la preparación o formación en una materia o actividad determinada.”; es decir, cualquier asistente a cursillo será cursillista, pero acá en Comitán, y sin duda también en San Cristóbal, cuando alguien decía que fulano de tal era cursillista se aplicaba a alguien que pertenecía al grupo de católicos que cantaban la misma canción que cantó la cantante de protesta: Joan Báez. ¡Qué alegre!
En la relación de participantes que asistió al cursillo número 6, para hombres, en 1965, aparecen los siguientes comitecos: Alfonso Domínguez, que vivía en la 16 calle, número 51; Ricardo Ruiz Cruz, que vivía en la calle 14, número 86; Roberto Nájera Gordillo, que vivía en la 11 avenida, número 53; Javier Román García, que vivía en la 32 calle, número 48; José Manuel García Pérez, que vivía en la 10 calle, número 37; Rodolfo Conde Gordillo, que vivía en la avenida 13, número 117; Javier Flores Torres, que vivía en la 24 calle, número 39; Alfonso Morante Tello, que vivía en la 22 calle, número 79; Héctor Guillén Guillén, que vivía en la 15 avenida, número 53-A; Carlos Avendaño S., que vivía en 9 avenida, número 33; Juan Romeo Pedrero C., quien vivía en 15 avenida, número 37; Armando Gómez Rojas, quien vivía en 15 avenida, número 33-A; y Augusto Caballero García, quien vivía en 13 avenida, número 98. ¡Uf! ¿Por qué tanto chorizo de nombres y de direcciones? Los nombres, porque formaron parte de la historia de este acontecimiento, y las direcciones para que mirés cómo era la nomenclatura de Comitán en los años sesenta.
De los mencionados conozco a algunos y los identifico. Te diré que en la última fila está, muy elegante, de traje, don Tito Caballero, y a su lado está don Alfonso Morante, papá de mis amigos Manolo, Alfonso, Lula, Eva y Esperanza; también, en la última fila, el tercero de izquierda a derecha, es don Armando Gómez, distribuidor de la Singer. Delante de don Armando, con saco y camisa blanca, está el papá de mi amigo Humberto, don Romeo. Sigo, de atrás hacia adelante, y en la tercera fila distingo a don Popo Conde, el tercero de izquierda a derecha. ¿Quién más? Pues ya. En la segunda fila, de adelante para atrás, de cuclillas, distingo a mi maestro Javier Flores Torres (viste una camisa blanca, lleva bigotes y lentes y está bien peinadito). El maestro me dio clases en el cuarto grado, en la Matías de Córdova, falleció recientemente, llegó a cumplir cien años de edad.
Se ven contentos, algunos más serios que otros. En una fotografía grupal, nunca falta el que no se distingue, porque quedó atrás de otro, o el que, a la hora del flashazo, en lugar de ver al frente, ve a los lados o busca algo en el suelo.
De los que reconocí y mencioné, hay varios muertos, pero hay otros que, gracias a Dios, aún viven. Dije que recientemente murió el maestro Javier, don Popo Conde hace años que falleció, el papá de mi amigo Humberto también ya está a la diestra del Señor, don Tito Caballero (quien laboró en Telégrafos de México) también ya pasó a mejor vida; viven don Alfonso Morante y don Armando Gómez. De los comitecos participantes en este cursillo debe haber, sin duda, otros sobrevivientes, pero a ellos no los identifico.
Los cursillistas comitecos se reunían para participar en cursillos, organizaban comidas en el campo, asistían a misa comunitaria, daban doctrina en comunidades rurales, y (ya lo dije) cantaban “de colores”. Lo hacían en grupo, formaban una gran congregación religiosa.
En la casa hay un librito, ya deteriorado, que se llama “Guía del peregrino”, una edición especial para los Cursillos de Cristiandad, que mi mamá guardó y conserva. Al final del librito, venían unas hojas en blanco con el título: “Recuerdos de mi peregrinar”. El libro de mi mamá tiene una serie de mensajes de compañeras cursillistas, que, sin duda, le firmaron al término de un cursillo en San Cristóbal de Las Casas, que se efectuó en el mes de julio del mismo año del que estamos hablando: 1965. Leticia Vázquez le escribió: “¡Adelante! Siempre adelante.”; María Teresa Caballero hizo una atenta petición a su favor: “Cuando platiques con Cristo, háblale de mí.”; por ahí también aparece un mensaje de mi maestra Vicky Albores, abuela de quien fue mi jefe, el ex presidente de Comitán, licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez. Ella fue mi maestra de dibujo de imitación en el primer grado de secundaria, en el Colegio Mariano N. Ruiz, con su letra educada, fina, le escribió a mi mamá lo siguiente: “Hilda: Somos amigas desde hace años, ahora que vivimos el cursillo juntas, nuestra amistad será más grande. Virginia.”
Posdata: Y así fue, la maestra Vicky siempre fue amiga de mi mamá. La maestra falleció hace poco, ya en tiempo de pandemia, por una dolencia que tenía. Desde casa lamentamos su fallecimiento. Nos hizo falta cantar: “De colores, de colores se visten los campos en la primavera…”
No sé vos, pero yo agradezco la gentileza de mi amigo, el licenciado Humberto Pedrero Yáñez, por pasarme copia de una imagen de hace cincuenta y cinco años. Uf. Esta fotografía es una más que completa el rompecabezas de nuestra identidad.

viernes, 14 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN PRESENTE




Querida Mariana: Vengo con otra bobera: ¿Por qué a un regalo se le llama presente? ¿Es porque existe en el momento que se da? No lo sé. Cómo dice el personaje de Derbez: ¡Que alguien me explique!
El otro día recibí un mensaje por inbox, de mi tío Andrés, decía que me había mandado un “presente”, por mensajería. Ya lo recibí. Es un libro, un libro que perteneció a su papá y que habla acerca de la Historia de Chiapas.
A la hora que abrí el paquete y vi lo que era, recordé lo que el tío había escrito y jugué con la idea de recibir un presente que hablaba del pasado; y pensé que todo presente (hablando de obsequios, de regalos) tienen algo de pasado, aun cuando se reciban en un instante presente. Todo es así. Todo objeto, todo chunche, está hecho de retazos del pasado; es decir, el auto nuevo que el papá da como presente a su hija que cumple quince años, está formado por piezas que fueron ensambladas no en el instante presente, sino en momentos pasados. Digo, pues, que todo es así. Nuestra vida presente está cargada de hilos con historia.
Instalado en la duda entré al Internet para ver el origen de la palabra presente, a ver si por ahí descubría por qué a un obsequio se le llama presente. Y volví a pensar en algo bobo: Buscaba en el pasado el origen de un concepto que aludía al instante actual. Y corroboré lo que dije líneas anteriores. ¿Mirás, niña? Ya nos han explicado los que saben: Apenas vivimos el instante presente se convierte en pasado. Pucha, qué materia tan vaporosa el presente.
No sé si por eso a mí nunca me han causado emoción “los presentes”. Yo puedo vivir perfectamente sin obsequios. Tal vez, porque, de igual manera, sé que los chunches se deterioran, no tan rápido como el instante presente, pero conforme se llenan de pasado se hacen talco.
Antes, lo hemos comentado, los chunches duraban más; ahora, todo es desechable. Los grandes fabricantes crean los objetos con materiales perecederos y a la hora que prendés una televisión se pone negra la pantalla o tenés una computadora que tarda mil horas en prender.
No queda más que salir a comprar un chunche nuevo, uno que tenga las actualizaciones, porque el que tenías ya era un chunche caduco, inservible. El presente de los presentes ya viene contagiado con la plaga del óxido.
La página que abrí dice que la palabra presente viene del vocablo latino “praesens” y que tiene muchos usos. Sí, pues, uno de esos es el de obsequio. Presente se usa para señalar algo relacionado con el tiempo. Incluso todos recordamos que una de las conjugaciones verbales es precisamente el tiempo presente, ya luego viene el pasado y el futuro y una serie de ramas que contienen algunas tan simpáticas como esa que se llama futuro pluscuamperfecto, que, según la misma página, significa ¡más que perfecto! Pucha, no sé si alguna vez tu novio te ha dicho que sos pluscuamperfecta, pero yo te lo digo.
No hay una explicación precisa de lo que menciono. Lo que hallé dice que se le llama presente a un obsequio, porque se recibe en nombre de alguien que se hace presente. Así pues, cuando recibí el libro que me envió el tío Andrés, la imagen del tío ¡se hizo presente!
Y digo que no me gusta recibir presentes, porque, por experiencia, termino extraviándolos o mandándolos a la bodega, por estorbosos, y esto me provoca cierta desesperación. Tal vez, digo que tal vez, el único presente que recibiría con agrado y daría gracias al benefactor, sería el obsequio de un terrenito con casa en un bosque lleno de pinos, casa con todas las comodidades, no vayan a salir con chozas románticas mal hechas. Y digo esto, porque eso me garantizaría no extraviar el presente, sino tenerlo apresado cada mañana a la hora de tomar mi té de limón, sentado en el corredor, mirando el cielo y los pájaros, respirando el aire y el aroma de la juncia.
Posdata: ¿Me querés dar un presente? Pintalo con azules del cielo comiteco, con amarillos chinculguaj, con blancos tenocté, con cafés de nuégados bañados en panela, con rojos temperante y con el verde de tu esperanza infinita.

jueves, 13 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO SENSACIONAL




Querida Mariana: ¡Mirá qué foto más bella! Es una fotografía que pertenece al Archivo Fotográfico del Doctor Mario Nandayapa. En la foto dice: Nadayapa, pero, es un error de dedo, porque el apellido del poeta y destacado investigador chiapaneco es Nandayapa. En realidad, Nandayapa es su apellido materno, porque Mario es Aguilar, por su apellido paterno, pero eligió el apellido de su mamá para firmar su obra literaria y académica. El poeta chiapacorceño es hijo del fallecido maestro Mario Aguilar Penagos, Premio Chiapas 1998.
Va, después de este paseíto por el cayuco genealógico de mi amigo Mario, regreso a lo que decía: es una foto bella, ¿verdad?
Sí, ahí está Rosario, envuelta en un chal blanco, sentada en un butac, con los piecitos entrecruzados, como si, en lugar de hacer changuitos con los dedos de las manos, hiciera changuitos con los pies, para que se cumplan sus deseos.
Sabemos que está en el patio central de una casa de San Cristóbal de Las Casas, en compañía de Carmen Haro y los hijos de Carmen: Armando, Agustín y Toño Duvalier Haro. ¿Te dice algo el apellido Duvalier? Por supuesto, es el apellido del poeta Armando, quien, igual que el papá de Mario, igual que Rosario, obtuvo el Premio Chiapas.
¡Pucha, qué racimo de intelectuales aparecen en esta lectura!
Rosario no eludió su nombre de destino, porque ella firmó sus obras con el ahora famoso Rosario Castellanos, y Castellanos (lo sabe medio mundo) fue el apellido de su papá, don César.
Y digo lo anterior, porque ya comenté que Mario Nandayapa se llama Mario Aguilar Nandayapa, según el acta de nacimiento que, sin duda, conserva en su archivo personal, y ahora me entero que el poeta Armando Duvalier, en realidad, se llamaba Armando Cruz Reyes.
Uf. Qué enredo. Pero, sabemos que los artistas son seres especiales, y algunos son más excéntricos y extravagantes que otros.
Duvalier fue el poeta alquimista y formó parte del grupo de poetas que se llevaron todos los Premios Chiapas: Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Enoch Cancino Casahonda, Óscar Bonifaz y Mariano Penagos (mirás, no nos va mal en el recuento de paisanos ganadores del Chiapas: ahí están Bonifaz, Penagos y Castellanos.)
La foto es bella, el menor de los hijos de Duvalier, el que está al lado de Rosario, parece a punto de correr, no lo hace, porque las manos de Rosario lo detienen; la esposa de Duvalier, muy modosita, apoya su mano en la parte superior del asiento y está pendiente de las indicaciones del fotógrafo, quien (Mario debe saber) es el mismo poeta Armando, quien acomodó a su familia para tener el recuerdo infinito al lado de quien comenzaba a despuntar, en la historia de la literatura de Chiapas, como un bellísimo árbol de tenocté, que da flores del mismo color del chal.
Mirá qué belleza de patio cuadriculado. En las hendijas que se forman en el entramado de los ladrillos crecen líneas de hierba, tan tenues como vellos de pubis de chica en la pubertad.
¡Qué foto tan bella! Qué patio tan generoso, tan de tiempos sublimes. ¡Qué belleza de pilares de madera, de corredores húmedos, de macetas de barro, de arriates delimitados con ladrillos delgados y frágiles! ¡Qué espacio tan armonioso, tan lleno de flores, de árboles discretos, de ramas que apenas cortan el aire!
El corredor tiene dos coquetos escalones. Pienso que los cuartos y recámaras estaban en altito, para evitar inundaciones en tiempo de lluvia.
Digo que en esta fotografía sólo falta el colibrí libando miel de las flores que están detrás del grupo fotografiado. Digo esto, porque no se escucha el aleteo de tap tap, ni se escucha el tamboreo de un ronrón. No. Esta fotografía tiene los labios cerrados, como los tiene el hijo mayor del poeta Duvalier. Para no interrumpir el vuelo de ese pájaro misterioso, Rosario detiene al hijo menor de Armando. Seguro que cuando el fotógrafo dijo que ya había quedado la toma, el hijo mayor fue a sentarse, solitario, en las gradas del corredor; el hijo intermedio se quedó parado en la misma posición, y el hijo menor salió corriendo, como cachinflín, hacia el otro extremo del patio. Rosario se puso de pie y algo comentó con Armando Duvalier, teniendo de testigo a Carmen Haro, quien sólo cambió la posición de sus brazos cuando los cruzó.
Posdata: Esta foto es un tesoro. Te la comparto, porque es una foto poco conocida. Sé que estarás contenta al verla. A mi amigo Mario no le pedí permiso para compartirla. Él es generoso y sé que no le molestará que tengás copia de esta parte de su archivo en tu corazón. Pienso que en el Museo Rosario Castellanos no tienen esta fotografía; pienso que sería bueno integrarla al archivo (claro, con los consiguientes créditos de la fuente original).
Va. Ya me despido. Es una foto bella. Un bello instante de la vida de nuestra Rosario.

miércoles, 12 de agosto de 2020

CARTA A MARIANA, CON UN PATIO LLENO DE LUZ




Querida Mariana: Continuamos con el juego de la imaginación, con el juego de ARENILLA-Video: “Imaginá que te llamás”.
Un amigo me preguntó qué debía hacer para participar en este juego. Le dije que bastaba ponerse a jugar. Este juego abre mil posibilidades. Claro, le dije, si querés jugar y aparecer en público para que lo vea medio mundo en redes sociales, a través de nuestra página de ARENILLA, entonces, debés alzar la mano y nosotros te enviamos las dos preguntitas, porque este patio es un espacio abierto a todos. ¿Algo está prohibido en este juego? ¡Nada! La imaginación es el límite. Sólo pedimos evitar palabras altisonantes, no porque seamos muy modositos ni persignados, lo pedimos para que los administradores del Facebook no lo sancionen.
En fin, en este maravilloso juego tuvimos la participación del maestro José Hugo Campos Guillén, reconocido educador, querido por muchos alumnos y ex alumnos, rector de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar y representante legal de la Asociación del Colegio Mariano N. Ruiz; además, y vos sí estás para saberlo, porque te interesa todo lo de mi vida, el maestro es mi jefe y amigo. Lo ha sido por muchos años. Es mi privilegio. Vos sabés que yo he laborado en la Mariano desde hace muchos años. Mi querido maestro Jorge Gordillo Mandujano me dio la oportunidad de laborar en el colegio, así que él fue mi primer jefe, tiempo donde tuve como guía al padre Carlos, fundador de la institución; luego tuve como jefe al maestro Manuel de Jesús Nucamendi Pulido y ahora al maestro José Hugo. Todos han sido bellísimas personas conmigo, por esto amo mi trabajo y me siento muy a gusto en la institución. Bueno, bueno, basta de melcocha personal, vamos a lo que el maestro José Hugo dijo en el jueguito que aceptó.
Al maestro José Hugo Campos Guillén le preguntamos: Imaginá que te llamás patio escolar, ¿alumnos de qué nivel escolar te gustaría recibir, y por qué?
Él, aplicando siempre la máxima de que lo breve es placentero (brevis et placebis) respondió lo siguiente:
“Si yo fuera patio escolar me gustaría recibir a los niños de kínder, porque sus sonrisas, brincos y juegos iluminan la existencia de la escuela.”
Ah, los niños de kínder. ¡Qué alegría! Todo mundo ha sido testigo de ese prodigio, o bien, porque estudió en un kínder, o porque ha visto, en algún momento, un patio escolar. Todo mundo sabe que el patio escolar es generoso con la vida, porque ahí se desparraman las risas, las carreras y los juegos de los niños. El patio escolar siempre está ahí, mientras los alumnos reciben clases en los salones, los patios escolares reciben la lluvia y los rayos del sol, ¡el aire!; y cuando la campana (o chicharra) suena, el patio se llena de vida humana. En ese instante, el patio escolar cumple su máxima misión: ser el espacio común para el disfrute; y así lo corroboró el maestro José Hugo, cuando le preguntamos: imaginá que te llamás patio escolar, de todo lo que te sucede, ¿cuál es la actividad que más te gusta y por qué?
El maestro (quien grabó los videos en el corredor de su casa particular, sentado en un sofá amplio, teniendo en sus brazos a su chuchito consentido: “El Canti”) respondió lo siguiente:
“El sonar de la campana, que invita a los niños al recreo, donde despiertan en su entorno para recibir al sol, al juego, al amigo y al alimento que ilumina el espíritu de la vida misma.”
Posdata: Jugamos al Imaginá que te llamás. Invitamos al juego de la imaginación. Invitamos a que todo mundo juegue con la palabra, a que formemos una comunidad inteligente, propositiva. Es como una especie de chisme, ¿a poco no?, pero un chisme constructivo. Por eso, digo yo, si alguien quiere participar con nosotros para que lo compartamos en las redes sociales, que levante la mano y con gusto le enviamos sus dos preguntitas y anotamos su participación en nuestra lista de difusión.
¡Juguemos! El juego, dijo Mario Vargas Llosa, que dijo Johan Huizinga, en el libro “Homo Ludens”, es la columna vertebral de la civilización. ¿Mirás? ¡La columna vertebral de la civilización! Así pues, para que nuestra columna no esté inclinada, como la Torre de Pisa, ¡juguemos! En tiempos que los patios escolares, por la contingencia sanitaria, han quedado vacíos, juguemos en los patios particulares y los convirtamos en espacios comunes, de todos, para todos.