miércoles, 30 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO SUBLIME
Querida Mariana: en estos tiempos de pandemia recordamos los tiempos anteriores. Se ha vuelto un lugar común decir: ¡éramos felices y no lo sabíamos! Bueno, sí sabíamos que éramos felices, porque cada día es un don para gozar.
Pero, lo que ahora hacemos, con frecuencia, es volver la mirada y, con nostalgia, advertir que los tiempos anteriores a esta pandemia, nos permitían la interacción libre, sin restricción. Ahora todos los encuentros deben ser con medidas restrictivas. Nada de andarse dando besitos ni abrazos.
Hay intentos por regresar a los tiempos anteriores, en la medida de lo posible. Las autoridades han llamado a este regreso: una nueva normalidad; pero, como no se sabe bien a bien el comportamiento de este virus, el intento de volver a caminar en forma libre se topa con un muro. Has visto cómo en escuelas donde regresaron a clases presenciales volvieron a cerrar sus puertas debido a contagios. ¡La realidad es tremenda! Los niños, como si jugaran el estúpido juego de la Ruleta Rusa, salen y no saben si a ellos les tocará el contagio. Ahora, el mundo advierte el posible advenimiento de una tercera ola y hablan de una nueva variante, de nombre Delta. Uf, el nombre es para impresionar a cualquiera.
Los tiempos actuales son tiempos difíciles. Pero, dentro de esta aflicción, buscamos el modo de ser felices, porque la vida es el instante que apreciamos, el don que nos es concedido. Por eso, muchas personas, como si abrieran álbumes, revisan sus archivos digitales y comparten en redes sociales los viajes que realizaron antes de la pandemia. Veo a mis amigos posando al lado de dromedarios y al fondo las pirámides de Egipto, o en el interior del Museo del Louvre, o fingiendo que detienen la caída de la Torre de Pisa, o navegando por el impresionante Cañón del Sumidero o comiendo una paleta de chimbo en el parque de San Sebastián, del pueblo. Lo hacían sin restricción alguna. Los movimientos eran despreocupados, claro, con los cuidados de no resbalar al bajar por la soberbia escalinata de la Pirámide de La Luna, en Teotihuacán, o en las piedras resbalosas de Uninajab o con una cáscara de plátano en las banquetas de Comitán.
Ayer me topé en mi archivo digital con esta fotografía y sentí un aletazo de aire fresco en mi corazón. Sí, fue antes de la pandemia. Estoy con cinco niños de la Escuela Benito Juárez, de Comitán. Un día recibí una llamada telefónica, era un amigo que me dijo que su hijo, con más compañeritas tenían la encomienda de reunirse con una persona mayor que les contara algo de las tradiciones antiguas del pueblo. Y yo, que soy un viejo que le encanta compartir sus vivencias infantiles, acepté de inmediato y acudí a la Biblioteca Pública Regional Rosario Castellanos, lugar de la cita. ¡Claro! ¿Dónde más podíamos reunirnos para hablar de la cultura de este pueblo? Aunque, vos sabés que el conocimiento está en todas partes, en la biblioteca, en el aula, en el mercado, en el estadio, en la fonda, en el parque, en el campo, en el callejón, en todos lados. Hoy, por fortuna, las restricciones de silencio total ya no existen en las bibliotecas públicas. Con moderación, uno puede dialogar en voz baja. Además, como mirás, la reunión fue a una hora en que la biblioteca estaba casi vacía.
Vi la fotografía y mi corazón caminó contento y silbó una canción alegre. ¡Ah, qué momento tan sublime! Me he convertido en un viejo sensiblero. Al ver la fotografía supe que ese momento fue un momento feliz, pero, qué bendición, al rememorarlo volví a ser feliz. Sí, gracias a Dios, he sido un hombre feliz desde siempre. Lo fui en mi infancia, a la edad de estos chiquitíos y soy feliz en mi vejez. Fui feliz en los tiempos antes de la pandemia y ahora soy feliz en medio de esta burbuja llena de púas. Sé que la felicidad no es continua, se da por ratitos sublimes. El ser humano que es feliz procura acumular esos instantes luminosos y reunirlos, como canicas, adentro de una bolsita tejida con hilos de colores.
Posdata: Sí, la fotografía tiene más de tres años, no sé bien a bien cuándo fue, pero sé que ahora estos niños ya cursan la educación secundaria. Ese día fui feliz. Ellos también estuvieron contentos. Les conté de los juegos de mi infancia y ellos me compartieron los juegos que ahora juegan. En la fotografía juego con los lentes en mis manos y ellos juegan el maravilloso juego de la palabra, de la convivencia, de estar sentados frente a un viejo que cuenta. Ahora, estos niños, igual que todo el mundo, viven la experiencia del confinamiento, de las clases virtuales, de la imposibilidad de reunirse con total libertad, como lo hicimos ese día. Estos niños aún son jóvenes, pero dentro de treinta o cuarenta o cincuenta años abrirán el archivo digital y al mirar esta fotografía algo como una cinta de luz iluminará su corazón, como ahora ilumina el mío.
martes, 29 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON LIBRO
Querida Mariana: la aparición de un libro es un acto emotivo, es un acto que siempre celebro. Tal vez lo celebro con la misma emoción con que mi mamá festeja la aparición de una flor en el jardín que ha formado en el patio pequeñísimo de la casa. A veces, en las mañanas, escucho que mi mamá llama a mi Paty, ésta sale y las dos ven la flor que muestra su carita. Apenas un día antes estaba como enconchada, como gusano en su capullo, y, de pronto, aparece como soberbia mariposa con bellas alas.
La aparición de un libro es como una flor que se abre, que vuela sobre rostros de lectores. Ah, es como una lluvia de confeti, como lluvia de palabras.
Damaris Disner presenta su libro más reciente. Es un libro para niños; es un álbum ilustrado. ¡Genial! A mí me encantan los álbumes ilustrados. Las palabras se complementan con dibujos. El libro de Damaris, que se llama “Las cuentas de Mara”, está ilustrado por la mano de Paola Uchello y fue impreso en los talleres de Segunda Vuelta Editorial.
Digo que a mí me encantan los álbumes ilustrados, porque a mí, lo sabés, igual que a vos, igual que a Damaris, igual que a Paola, me fascinan las palabras y los dibujos. Sí. Las palabras y los dibujos son como papalotes que, en muchas ocasiones, vuelan muy alto y provocan que los lectores vuelen también.
Hay, incluso, álbumes ilustrados donde la palabra desaparece y la historia se cuenta únicamente con el recurso de los dibujos. Claro, para que la historia exista es necesario que exista un guion, que fue hecho con palabras.
El libro de Damaris tiene sus palabras, que son complementadas con las ilustraciones de Paola.
Sí, hay que celebrar la aparición de “Las cuentas de Mara”. En el porvenir se dirá que este librincillo apareció en tiempo de pandemia; se dirá que abrió ventanas en medio del confinamiento; se dirá que un aire renovado entró por esas ventanas sin postigos. Porque los álbumes ilustrados renuevan el aire, fortalecen los renuevos de los árboles, ponen alas en las sonrisas mariposas de los niños.
¿Qué cuenta el libro “Las cuentas de Mara”? Eso, el título es muy claro. Mara es una niña que tiene nueve años. Este libro cuenta sus cuentas. ¡Ah, qué bonito juego de palabras! Como es un álbum ilustrado lo ideal es tenerlo entre las manos y, poco a poco, como se disfruta una paleta de chimbo, leer los textos brevísimos que cuentan las cuentas de Mara, y apreciar los dibujos que acompañan a estas palabras. Es necesario paladear cada sonido y cada imagen, la relación unívoca entre imagen y texto hacen la pareja perfecta, el encuache buscado.
Las fichas de la escritora y de la ilustradora son puntuales. Muy formalitas dicen algo de sus trayectorias. Paola Uchello es tuxtleca de nacimiento; Damaris Disner nació en Tonalá. Por lo que, bendita luz, ambas son chiapanecas. La ficha de Paola indica que ella, en 2015, fundó la marca “Mujer Lobo”, dedicada a las ilustraciones; la ficha de Damaris indica que ella fundó y coordinó el suplemento infantil “Pingoletras”, del periódico El Heraldo de Chiapas. Una es licenciada en Artes Visuales y otra es licenciada en Ciencias de la Comunicación. A ver si adivinás, quién estudió Comunicación y quién Artes Visuales. Ah, qué fácil te la pongo.
Una coordina la Sala de Lectura para la Niñez “Cáscara de Mar”, y a la otra le encanta dibujar niños y animales y leer libros de literatura infantil. Ambas sueñan sueños con sabor a chocolate, con vuelo de colibrí, con aromas de néctar, donde no todos los ríos van a dar a la mar; muchos de esos ríos de palabras, de líneas; de sonidos, de colores; de aromas, de formas, van a dar al cielo y más allá.
Posdata: siempre celebro la aparición de un libro. A veces imagino que estoy en casa y escucho picoteos sobre el cristal de la ventana y veo que es un colibrí o un pájaro carpintero o un libro que abre sus hojas como alas y pide entrar a la sala. Me levanto de mi mesa de trabajo y abro la ventana y escucho el aleteo del libro, un aleteo que viene de la tradición, de la cascada de los siglos.
lunes, 28 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, EN UNIDAD
Querida Mariana: en tiempo de pandemia muchas empresas cerraron, pero, de igual forma, muchas personas en todo el mundo abrieron diversos negocios. En tiempos futuros se hablará de estos tiempos donde el espíritu humano se sublimó. Ante la máscara de la desgracia, apareció el rostro de la esperanza. En Comitán, por fortuna, hay más ejemplos de lo segundo que de lo primero. Muchos paisanos emprendieron acciones laborales para activar el mercado local. No se quedaron con los brazos cruzados, ante la emergencia activaron iniciativas para fortalecer el patrimonio familiar. Siguieron el precepto que indica que en situaciones de riesgo extremo aparece la fortaleza humana.
Mi amiga Candy me platicó el otro día que ella es integrante de un Colectivo de Emprendedoras que se llama Emprendedoras Comitán. En tiempo de pandemia se unieron y realizan bazares y tienen tienditas en línea. ¡Pucha, qué bonito! Las tradicionales tienditas de la esquina, ahora abren ventanas y puertas en todo el mundo. El colectivo inició con treinta chicas y ahora ya son cincuenta. ¿Mirás? Chicas. Las mujeres comitecas siempre han dado muestras de gran fortaleza. Las comitecas de estos tiempos siguen sembrando esperanza.
El pasado 19 de junio realizaron el tercer bazar presencial. Dichos bazares han sido exitosos. Las cincuenta chicas exhiben las mercancías que ofrecen y los amigos y clientes acuden a comprar objetos que necesitan. Esto permite que el flujo económico se active en nuestro pueblo.
Sí, querida mía, muchas personas realizan iniciativas en todo el mundo, motivadas por la emergencia sanitaria y económica. ¿Cómo llevar el sustento diario para la familia en tiempos tan aciagos? ¡Acá está la muestra! ¡Chicas comitecas se unieron y activaron este colectivo! ¡Ya realizaron su tercer gran bazar y van por más! Por mucho más.
El tercer bazar fue incluyente, al colectivo de cincuenta chicas se unieron chicos. El pasado 19 de junio, las Emprendedoras Comitán, de diez de la mañana a seis de la tarde, ofrecieron diversos objetos a una cantidad de clientes que asistieron al Salón La Reja. ¿Qué venden? Muchos artículos: ropa de segunda, ropa nueva, artesanías, accesorios, maquillaje, muñecos, productos de salud y más, mucho más. Por supuesto, ya hay un puesto donde se ofrece gel antibacterial y cubrebocas.
Dos conceptos llaman mi atención, el primero que refiere a un grupo y el segundo que habla de emprendedoras. ¡Estos dos conceptos apuntalan puentes, unen orillas! Sí, este colectivo es muestra de que, como es el grito en el estadio cuando juega la selección de México, ¡sí se puede! En unión y con ideas comunes. En Comitán, hay que decirlo, no tenemos la sana costumbre de unirnos a causas, somos de espíritu individualista, pero acá se demuestra que es posible formar grupos con causa, que beneficien a todos. Este colectivo es muestra de que no debemos quedarnos con los brazos cruzados. ¿Hay una situación de emergencia? Nos unamos y salgamos adelante.
Me dio gusto ver unas fotografías que Candy me envió. Ahí vi la afluencia de compradores al tercer bazar. ¡Qué bueno! Con sana distancia, con cubrebocas, respetando las medidas sanitarias, ¡la vida sigue! El comercio se fortalece y estas chicas ofrecen productos necesarios para el hogar.
Pienso que la idea da para más, dará para más. Por el momento ya lograron unirse, es preciso que así continúen; por el momento, ya no sólo son ellas, también ya se integraron ellos; por el momento, el mercado es local. Pero, pienso, esta idea puede dar para más. ¿Qué puede ofrecer este grupo de chicas al mundo, a través de las tienditas virtuales? El mundo las está esperando. En este maravilloso pueblo tenemos mucho para ofrecer. Sólo falta que aparezcan chicas emprendedoras, unidas, que se atrevan a abrir puertas novedosas. Acá ya está un colectivo que, en unidad, ofrecen sus productos en los bazares que promueven.
Posdata: la vida sigue, sigue plena. En Comitán, querida mía, seguimos abonando a la esperanza. El viento dobla nuestras ramas, porque nos mecemos al ritmo que la vida impone, pero, como dice el dicho, no nos rajamos. ¡Jamás!
sábado, 26 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON VARIAS SOMBRAS
Querida Mariana: ¿mirás tu sombra de vez en cuando? Ayer encontré esta foto, donde la fotógrafa privilegió la sombra. Tal vez le llamó la atención ver cómo la sombra estaba tirada sobre un terreno polvoriento.
Siempre que hay sol aparece la sombra; siempre que hay luz aparece la sombra. Las sombras son fijas, mientras el dueño de la sombra no se mueva o la sombra sea producto de una flama. Sí, las mejores sombras son las que se mueven aunque el dueño de la sombra esté estático.
¿Vos, de niña, jugaste alguna vez con sombras sobre la pared? ¿Tu papá aprovechó la luz de la lámpara del buró y, con sus manos, hizo la figura de un conejo o de un borreguito? Mi tío Armando era muy hábil con las manos, para hacer figuras con papel, para modelar plastilina o barro, para hacer figuras sobre la pared y para atrapar a las muchachas.
Yo le pedía a mi tío Armando que hiciera figuras sobre la pared. Él le quitaba la pantalla a la lámpara de mi buró y, con sus manos proyectando sombras, hacía un conejo y lo hacía con tal destreza que comenzaba a contarme un cuento donde el conejo saltaba y yo veía que el conejo saltaba y comía un pedazo de zanahoria. ¡Era sensacional!
Pero digo que esas sombras tenían movimiento por el movimiento de las manos del tío. Cuando el tío dejaba de mover las manos, el conejo quedaba detenido, en suspenso. ¿Se había terminado la zanahoria? ¿Estaba cansado de tanto saltar? Tal vez no sabía el cuento donde una tortuga le ganó la carrera. Mi mamá me contó la historia donde el conejo, sobrado, dijo que descansaría un rato, porque él era más veloz que la tortuga, quien, con paso lento, pero constante avanzaba en la carrera. Ya sabés en qué terminó el cuento. El conejo se durmió y cuando quiso alcanzar a la tortuga ya era demasiado tarde. Mi mamá cerraba el libro y daba la moraleja como corolario: nunca hay que ignorar la fuerza del contrario ni vanagloriarse de la nuestra. Bueno, era un cuentito infantil, pero que bien se aplica en comportamientos adultos a todas horas y en todos los entornos. Hemos visto muchos casos de deportistas que se han burlado de la capacidad de sus contrarios y han terminado mordiendo el césped o la duela de la cancha. Y ya no te digo de otros entornos, porque entraríamos en terrenos resbalosos.
El otro día, mi sobrina Pau (como siempre) me sorprendió con una pregunta: ¿Las ciudades tienen sombra? Se me hizo una pregunta genial, pero, a medida que avanzamos en la plática comencé a tener un escozor en mi alma que me congeló.
Sí, le dije, como todas las cosas en el mundo, las ciudades también tienen sombra. Como la plática era en video llamada busqué en mi archivo una foto del parque central de Comitán, como a las tres de la tarde y se la mostré. Sí, dijo ella, y la sombra de Comitán nunca es la misma. No, le dije, como todas las demás sombras de objetos, va cambiando conforme avanza el sol. Sí, dijo, Pau, pero en la noche sí es la misma durante varias horas. Dije que sí, que tenía razón, y pensé en el edificio del templo de Santo Domingo e imaginé a las diez de la mañana, impresa y caminando como la tortuga del cuento sobre la calle. Como el sol viene de la Ciénega, temprano pega en la espalda del templo; a las doce del día, la sombra desaparece en la base de su fachada y desaparece, se fracciona en los remetidos y en la parte posterior, hasta que el sol se oculta y las lámparas se prenden y una sombra diferente aparece.
Como Pau dijo, la sombra provocada por el sol camina, se mueve, la de la luz artificial es estática. Se hace más intensa conforme la tarde desaparece y la plenitud de la noche se manifiesta y así se está hasta que, de nuevo, el sol aparece. Este ciclo hace que la sombra provocada por la luz artificial desaparezca y aparezca la de la luz natural.
Cuando dije esto, Pau comentó que las sombras de las ciudades también caminan en la noche. ¡No! dije. Sí, insistió ella. Y me dijo que esperara tantito, que me compartiría un documental, y yo esperé. Mientras esperaba pensé en las sombras de las ciudades. La sombra discreta de la ciudad que tiene edificios de no más de dos o tres plantas y la sombra de una ciudad como Nueva York, donde los edificios son altísimos. Pensé en el Empire State. Edificio altísimo. Hay momentos en que la sombra del Empire es más “alta” que el propio edificio; hay una hora en que la sombra se alarga con gran generosidad. Claro, el alargamiento es inversamente proporcional a la rotundez de la sombra (pucha, me aventé algo como un principio físico, expresado en término mamilón). Digo que la sombra alargada es difusa y la sombra pequeña es condensada. En la noche, la sombra depende también de la intensidad de la fuente, una lámpara con luz penetrante forma sombras nítidas; al contrario, una lámpara con foco pishcul provoca sombras diluidas.
Y mi espera terminó, Pau asomó de nuevo en la pantalla y me presentó un cachito de un documental donde se ve Roma envuelta en llamas. ¿Viste?, me preguntó. Y yo dije que sí, que había visto, pero, lo cierto, es que había cerrado mis ojos. Sí, Pau tiene razón, la sombra de la ciudad se modifica y adquiere movimiento terrible ante el abrazo del fuego. El fuego provoca sombras devoradoras, todo lo convierten en ceniza.
La sombra es etérea, no es permanente. Aparece con la luz y se desvanecen en la oscuridad. Qué imagen tan extraña: se vuelve sombra en la panza de la sombra. Porque, la oscuridad no es más que la sombra de la luz, la sombra que traga todo resquicio luminoso.
Los mayores dicen: no te fíes, ni de tu sombra. ¿Qué quiere decir esto? El agregado es: hasta ella te abandona en la oscuridad. Si lo llevamos al terreno práctico nos quieren decir que cuando no hay luz (en todos los sentidos) los supuestos amigos nos abandonan. Pero, ¡Dios mío!, ¿también la propia sombra? Ah, qué sentencia tan miserable. Si la sombra es nuestra, quiere decir que ni siquiera algo íntimo de nuestro ser nos es fiel. Entonces, ¿en quién confiar? ¡Ni en nuestra sombra! ¿Ni en nosotros mismos? ¿Nos traicionamos? ¿Ni siquiera nosotros nos somos fieles?
Le di la razón a Pau, le dije que tenía razón. Ella, tal vez notó algo en mi voz y me dijo: A mí tampoco me gusta el fuego, tío. A mí también me dan miedo las sombras de las velas, en los templos. Y recordé que a mí me gustaban las sombras que aparecían en el oratorio de mi casa de infancia, cuando mi abuela Esperanza prendía las velas. El aire hacía que las flamas se movieran, como en una danza sublime, y las sombras de los santos, San Martín de Porres en un nicho, un crucifijo colgado al centro, y una virgen a la derecha, se movían discretamente, como si lo hicieran en silencio. Se movían poco, pero sí lo hacían, a veces, cuando el aire se intensificaba, las sombras se movían rápido y las imágenes parecían tomar vida, porque sus rostros también hacían muecas. Esas sombras llamaban mi atención. Debo decir que las sombras siempre han hecho que voltee a verlas. A veces, algún amigo (antes de la pandemia), pensaba que lo ignoraba porque no lo veía directamente a los ojos, cuando me hablaba. ¡No! Era que, un instante, había dejado de verlo porque su sombra había llamado mi atención. La sombra de las doce del día, casi es inexistente, es como si estuviera adentro de nuestro cuerpo, pero a medida que el sol “camina”, la sombra lo hace también, se va desprendiendo del cuerpo y se va estirando sobre el piso o sobre la pared. Es hermoso ver cómo la sombra se desdobla y tiene las piernas en el piso y el tronco sobre la pared. La sombra, a diferencia de los dueños de esas geniales formas oscuras, tiene la capacidad de torcerse, como si fuera uno de esos maravillosos contorsionistas de los circos. ¿Has visto la flexibilidad que tiene la cantante Thalía? Bueno, la pongo a ella como ejemplo, porque es muy conocida, pero, de igual manera, podría mencionar a varias amigas que han subido fotografías en el Facebook, donde estiran sus brazos hacia atrás y logran tocar el piso, forman un arco sublime, dejan la pelvis viendo hacia el cielo. No sé si las sombras de estas amigas contorsionistas, adoradoras de la meditación trascendental, se sienten cohibidas ante la maravilla de esos cuerpos flexibles.
Posdata: hallé esta fotografía que me tomó una amiga. No tomó mi cuerpo, sino la sombra que proyectaba mi cuerpo. Mi sombra está completa. Se desprende de mis pies (ocultos por mis zapatos). La sombra siempre está con los pies en la tierra, a menos que el cuerpo que la proyecte esté sentado sobre un pretil o sobre una barda o sobre un árbol o esté volando. El avión también proyecta sombras, proyecta sombra cuando está en la pista y cuando se despega de la tierra y, también, cuando vuela por encima de las nubes. Hay instantes donde el avión proyecta su sombra sobre la nube que tiene debajo. Nosotros, los simples mortales, los que no gozamos del vuelo, proyectamos nuestras sombras sobre las nubes donde caminamos. Nuestras nubes están hechas de tierra y de polvo.
Yo, a diferencia de muchos, sí confío en mi propia sombra. Es parte de mí. Vino con el paquete. Desde que el mundo es mundo todos los seres humanos han tenido sombra. Mi sombra ha sido mi fiel acompañante. Confío en mi propia sombra, ¡faltaba más!
viernes, 25 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 7)
Querida Mariana: sí, tenés razón, es de gran interés lo que comparto con vos en esta serie de cartas. Sí, todo lo que contó doña Lolita Albores tiene gran significación para el pueblo comiteco, pero, sin duda, la crónica que ahora desmenuzamos posee un especial encanto, ella tuvo relación cercana con Rosario Castellanos, la gran escritora mexicana del siglo XX.
Ya dije que doña Lolita Albores vivió en casa de la familia Castellanos Figueroa, en la Ciudad de México, y le tocó (uf, qué momento tan intenso) estar ahí (en 1948) cuando fallecen los papás de Rosario. Doña Lolita, con la tradicional solidaridad comiteca, se queda a acompañar a Rosario en ese tiempo de luto. No debió ser fácil para Rosario asimilar la pérdida de sus padres y hacerse cargo de todo lo que don César comandaba.
Pero luego, en una entrevista que doña Lolita concedió a Luis Armando Suárez Argüello, en 1998, cuenta cómo cambió el trato que había recibido en casa de doña Adriana y de don César. Como no queriendo deslizó parte del carácter que en ese momento tenía Rosario. Una tarde, doña Lolita llega a la casa y encuentra que ya no está el ropero donde colgaba su ropa, Rosario lo había vendido; tiempo después, Rosario vende la cama donde dormía doña Lolita. Bueno, parece que las señales eran muy obvias, Rosario ya podía (ya quería) quedarse sin la compañía de doña Lolita.
Por eso, doña Lolita, en su crónica manifiesta que, por el año 1949 deja de ver a Rosario, Chayito, dice. Doña Lolita siempre le dispensó un trato afectuoso a la famosa escritora. Muchos comitecos que la conocieron y que le tuvieron estimación la trataron con el nombre de Chayito, así, en forma cariñosa.
Doña Lolita comenta que vuelve a ver a Rosario dos o tres años después. Mirá cómo lo contó: “Por el año de 1949 dejé de ver a Chayito. Volví a visitarla en casa de su prima Lucita Lara Castellanos de Ruiz en 1951 o 52. La saludé ya casada en compañía del doctor Ricardo Guerra su esposo; supe cuando perdió a su primer niño y la segunda niña. Después vino la alegría del nacimiento de Gabriel…”
Recordá que, en 1950, Rosario obtiene el título de Maestría en Filosofía, por la UNAM, con la tesis: “Sobre cultura femenina”. Traigo la fecha a colación para decir que cuando doña Lolita saluda a Rosario en casa de su prima Lucita, ella ya tiene un alto grado de estudio a escasos veinticinco años de edad. Y digo escasos, porque ahora es común que las chicas obtengan sus grados de maestría y doctorado siendo jóvenes, pero a mediados del siglo XX no era común. Rosario ya es una comiteca destacada. Muchas de sus amigas comitecas no alcanzaron la estatura intelectual de ella; la mayoría se quedó en el pueblo y vivió tranquila, pero en forma discreta, modesta.
Luego, doña Lolita no especifica el año, pero consigna que cuando vuelve a saludar a Rosario, ésta ya se casó con el filósofo Ricardo Guerra; es decir, doña Lolita saluda a la escritora comiteca después del año 1958, que es el año del matrimonio de Ricardo y Rosario.
Luego, doña Lolita deja constancia que Rosario perdió a sus dos primeros hijos, un niño y una niña, y el único que sobrevivió fue el tercero: Gabriel, quien vive en la Ciudad de México y está considerado por el prestigioso grupo Líderes Mexicanos como una de las trescientas personas más relevantes del país. ¡Nadita! Hijo de tigres: rayado sublime.
En un árbol genealógico que aparece en la sala principal del Museo Rosario Castellanos, que existe en la ciudad de Comitán, aparece el nombre de la hija que Rosario tuvo. La pichita malograda de Rosario llevó el nombre de su mamá: Adriana. La niña Adriana Guerra Castellanos nació el 12 de noviembre de 1959 y falleció el 15 de noviembre de 1959. ¡Ah, cutushita! Sólo vivió tres días. El nombre del otro difuntito no está consignado en ese árbol genealógico. ¡Ah, cutushito! No alcanzó ni siquiera la gracia del nombre.
En ese árbol genealógico, cuyo título alude a un dicho muy popular en Comitán: ¿Hijito de quién sos vos?, aparece la fecha 7 de octubre de 1961, como fecha de nacimiento de Gabriel.
Algunos paisanos han criticado el título del árbol genealógico que está en el museo dedicado a Rosario, dicen que tratándose de la escritora debieron haber hecho la pregunta en femenino: ¿Hijita de quién sos vos? Pero lo dejemos ahí, a menos que alguien haga justicia a Rosario y a su pensamiento feminista y corrijan el género de la pregunta.
Posdata: al recordar la crónica escrita por doña Lolita no sólo rescatamos datos importantes de la vida de Rosario, también honramos la memoria de doña Lolita, honramos su trabajo de hormiguita paciente y disciplinada, en favor de la historia común de nuestro pueblo. ¡Que viva Rosario!, por supuesto que sí, pero también ¡que viva doña Lolita Albores!, por siempre, para siempre.
jueves, 24 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: el 24 de junio de 2020, Comitán recibió la infausta noticia del fallecimiento de Víctor Manuel Albores Guillén. Él falleció en la Ciudad de México, ciudad donde lo llevaron para atenderlo por contagio del Covid-19. No logró vencer la enfermedad. Dos días después, el edificio terminó de derrumbarse, el 26 de junio de 2020 falleció el doctor Newlson Briones, su compañero de vida durante muchos años. Alguien comentó: qué bueno que se fueron juntos, no hubiesen resistido la ausencia del otro.
Comitán, sus amigos y sus familiares nos quedamos con sus ausencias. No hay forma de pegar las piezas desunidas. Sus vidas formaban un solo jarrón, hecho de la más exquisita porcelana. Así la modelaron.
Ambos fueron exitosos empresarios, lograron construir un fastuoso corporativo que sigue presente, con el cuidado y atención de sus herederos. Pero, su edificio moral estuvo sustentado no sólo en lo empresarial, también en lo espiritual. Cada vez que colocaron una primera piedra y los demás ladrillos para un edificio material, un sembradío de nubes llovió buenas acciones para beneficio de la sociedad. Una vez, Víctor me dijo que yo no tenía idea de cuántas personas metían sus manos en ese morral. Fue una metáfora para decir que muchas personas recibían generosa ayuda de sus empresas. Sí, de las buenas acciones que hicieron sus manos derechas nunca se enteraron las manos izquierdas. Su andar por esta vida fue sencillo, modesto, sublime, lleno de cosas buenas, de sustancias nobles. Ellos viajaron por todo el mundo y en todo el mundo tomaron frutos de ese árbol inmenso que se llama arte. Su entorno comiteco siempre estuvo rodeado de grandes obras artísticas.
Yo tuve la fortuna, una tarde gloriosa, de estar con el doctor Newlson en su casa y él tuvo la gentileza de darme un tour por las salas y corredores, repletos de obras de arte. Mi mirada se llenó de luz y mi espíritu se complació con el bálsamo de su plática.
Tuve la fortuna, muchas tardes gloriosas, de estar en la oficina de Víctor, donde gocé del conocimiento supremo que tenía de esquinas del mundo. En más de dos ocasiones me enseñó los libros que leía en ese momento, recuerdo con emoción un libro, impecable, bello, que contenía información acerca de los Pueblos Mágicos de México. En esa ocasión me dijo que Comitán tenía potencial para ser más, mucho más de lo que es. Pienso igual que él.
Muchos estudiantes universitarios deben recordar la plática que impartió en el auditorio Belisario Domínguez, al lado de connotados empresarios comitecos. Víctor habló del esfuerzo y del talento que cada ser humano posee. Su mensaje fue que cualquier persona, incluso la que tiene entornos adversos, puede convertirse en un ser exitoso si es constante en el trabajo y apuntala bien su sueño.
Hoy se cumple un año del fallecimiento de Víctor, pasado mañana se conmemora el primer aniversario del fallecimiento del doctor Newlson. Sin duda que sus amigos y familiares y los empleados de las múltiples empresas que formaron los recordarán.
Yo prendo una velita en memoria de ellos. Lamenté mucho la noticia de sus muertes. Lo sigo lamentando. Lamento que sus vidas hermosas poco a poco se contaminen con el polvo del olvido y de la indiferencia. Comitán debe reconocerlos, Comitán debe preservar sus nombres más allá del éxito económico de sus empresas comerciales y hoteleras.
Ayer recordé a un gran empresario alemán que llegó a vivir a México y que acá se enriqueció con las minas de plata y formó una soberbia colección de arte, porque era hombre de un gusto exquisito. Sí, mi niña, hablo de Franz Mayer. Y hoy, todo mundo recuerda a don Franz, porque él donó su colección de arte al pueblo de México, obra que hoy puede apreciarse en el museo que lleva su nombre. El nombre de Franz Mayer sigue iluminando los valles y montañas de este México. Víctor y el doctor Newlson, igual que Mayer, fueron empresarios exitosos, visionarios y coleccionistas de arte, porque eran seres exquisitos. El dinero les sirvió para ayudar a muchas personas y a organizaciones. Espero que esa cuerda luminosa siga extendiéndose aún hoy en medio de sus ausencias. Que ese hilo generoso sea la forma de honrar sus nombres y sus actos.
Vos sabés que cuando el licenciado Luis Ignacio Avendaño Bermúdez fue electo como presidente municipal de Comitán él me honró con el nombramiento de director de cultura municipal. Al día siguiente de mi nombramiento visité a Víctor y le pedí, en nombre propio y del pueblo, que me apoyara para la edición de la gaceta Kujchil. No dudó, se paró, dio la vuelta a su escritorio y me dio un abrazo, dijo que sí, que me apoyaría. Así comenzó la gaceta. Cuando el presidente municipal vio la importancia de la gaceta determinó que no sólo se publicaran dos mil ejemplares mensuales, de distribución gratuita, sino que fueran diez mil, y ya el costo de la impresión corrió a cargo del ayuntamiento. Pero, el inicio fue obra y gracia de Víctor. Sin su apoyo Comitán no habría disfrutado de esa publicación que es parte importante de la historia de nuestro pueblo.
Posdata: Sí, nunca tuve idea de cuántos metían sus manos en ese morral, cuántos se beneficiaron directamente del apoyo generoso de Víctor y del doctor Newlson.
Yo sí tuve el privilegio de contar con el afecto de ambos. Más de Víctor, porque él me dispensó su amistad ya que, en sus inicios laborales, muy joven, trabajó con mi papá, en la corresponsalía del Banco de México, y Víctor, como ser noble, extendió su afecto al hijo del antiguo jefe.
Víctor y Newlson fueron empresarios exitosos, la diosa fortuna los tocó en la frente, pero ellos, no sólo prendieron veladoras a esa diosa, ¡no!, también prendieron veladoras a la diosa de la solidaridad y a la diosa del arte y esto los hizo grandes. Sus nombres no deben ser olvidados, deben limpiarse todos los días para gloria de este pueblo.
miércoles, 23 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN PAJARITO
Querida Mariana: comparto con vos la fotografía que me envió Ricardo. Ricardo, lo he dicho varias veces, es uno de los mejores fotógrafos de aves. Digo pues que te mando un pajarito. Los fotógrafos del siglo pasado llamaban la atención de sus retratados diciendo: “Miren el pajarito”. ¿Qué dicen los fotógrafos cuando retratan pajaritos? He visto algunos retratos de fotógrafos que tenían colocado un pajarito al lado de la cámara, de ahí, deduzco, quedó la costumbre de decir: ¡miren el pajarito! Claro, ya luego, algún ingenioso perverso, nunca falta, le halló el doble sentido, porque vos sabés que, en México, el pajarito también alude al órgano masculino. ¡Qué bobera! Pero el idioma es rico en expresiones y tiene múltiples senderos.
Pero, no quiero comentar esto. Aunque luego regresaré con el tema. Por ahora, lo que quiero decir es que este pajarito que retrató el genial Ricardo Castro es un tzulío. ¿Mirás qué nombre más hermoso? Tzulío. El nombre es tan simpático que, al menos en nuestro pueblo, ha servido como apodo. Pienso que quien tiene este apodo debe sentirse orgulloso, porque alude a un ejemplar bellísimo. ¿Ya miraste la gallardía de este pájaro? Se ve que no es grande, que nada tiene que ver con el águila real, por ejemplo, pero en su apostura y en el color de su plumaje muestra una real impostura. Qué ave más bella. Los compas que acostumbran admirar la naturaleza deben haber sido privilegiados con el canto de estos pajaritos.
Ricardo, como siempre, me envía el nombre científico de los pajaritos que retrata. El tzulío es un sporophila morelleti. Genial, todo genial. No sé en cuántas regiones del mundo el sporophila se llama tzulío. Pienso que en pocos lugares privilegiados y uno de ellos es Comitán. En otras partes del mundo deben tener otro nombre. No sé si tan bonito como el nombre que usamos nosotros. Busqué en Internet si había mención del tzulío y hallé, ¡qué bonito!, que un local donde venden micheladas lo bautizaron con el nombre de Tzulío. Ya te conté que en los años setenta, con mi palomilla iba a la cantina “La Jungla”, ahí, don Óscar, el dueño, tenía un loro, así que a la hora de decir ¡salud! no faltaba el argüende de ese pájaro; pero, como en La Jungla había árboles también teníamos la compañía de muchos pájaros que llegaban a piar por ahí. Tal vez en algún momento tuvimos un tzulío como acompañante, pero como ya estábamos bolos no escuchamos su canto prodigioso.
¡Elegante! Es el término que debe aplicarse a este pajarito que parece estar vestido de frac, con una altiva pechera negra. Ricardo lo captó trepado en lo alto de una ramita, como si fuera el vigilante de un torreón o tuviera el espíritu de Rodrigo de Triana y estuviera a punto de piar: ¡Tierra, tierra!, después de meses de navegación.
Tzulío, qué bonita palabra, qué ave tan bonita, tan digna, tan soberbia.
Posdata: dije, querida mía, que volvería con el tema juguetón que propicia la palabra pajarito. En dos ocasiones tuve la oportunidad de estar con el gran cronista de San Cristóbal de Las Casas, don Prudencio Moscoso Pastrana, intelectual de excepción. Una vez estuve en su biblioteca particular y la otra en el panteón municipal de San Cristóbal. En esta ocasión, mi papá y yo acudimos al entierro de un pariente y, después de la inhumación, mi papá se acercó a saludar a don Prudencio, eran amigos desde jóvenes. Mi papá me llamó para presentarme con él y su presentación fue: “Don Prudencio, el cronista de acá, que se dedica a revisar pajaritos”, y don Prudencio pasó un brazo por encima del hombro de mi papá y ambos rieron, ante esa afirmación que mi papá dijo con doble intención. Yo también reí, sin saber bien a qué se refería mi papá. Ya en el vochito, de regreso a Comitán, me contó, mientras se botaba de la risa. Entendí y me boté de la risa. Mi papá había bromeado con lo de pajarito. Y es que don Prudencio era experto en el suceso histórico de la sublevación indígena que fue comandada por Jacinto Pérez, a quien le decían “Pajarito”, por extensión, los miles de indígenas sublevados fueron llamados “pajaritos”. Nunca hubiera pensado que mi papá bromeara así con el gran intelectual chiapaneco, pero eran conocidos y se lo permitían.
martes, 22 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN HILO DILUIDO
Querida Mariana: no todos los hilos son alegres, hay unos que imitan la niebla. Ayer, Comitán despertó con una mala noticia: falleció don Francisco Javier Cruz Domínguez, don Panchito, un locutor de prestigio en la radio comiteca. Su amigo Juan Carlos López Pinto dio la noticia en redes sociales, él, en días anteriores, había comentado que don Panchito no estaba bien de salud. Ah, el pronóstico no era halagüeño. ¡No lo fue! Don Panchito abandonó esta cancha, casi al medio tiempo, era jovenazo (¿cincuenta años, más o menos?); pero (así lo dicen los sabios) cuando el árbitro mayor decreta el término del partido individual, el jugador se va para siempre del terreno de juego.
Don Panchito es parte de la riquísima historia de la radio comiteca. ¿Cuántos años trabajó enfrente del micrófono? No lo sé, pero fueron muchos. Lo recuerdo en el programa del que fue iniciador: “Más deporte”. Nunca he sido muy aficionado al deporte, pero me gustaba, el día sábado, sintonizar radio IMER, para escuchar el instante en que ponían la entrada del programa ¡Más deporte! En esa entrada, la a se extendía, para que el “más” realmente se escuchara ¡más! Imaginá ahora, mi niña, que a la hora de escribir extendemos la a para que suene como sonaba en el programa radiofónico: Maaaaaaás deporte.
Sé que la importancia de su programa estaba sustentada en el deporte, pero a mí, escucha radiofónico, me atraía la palabra “más” y dejaba en segundo plano la palabra “deporte”. ¡Ah, qué enjundia para pronunciar el más! Pienso que al final, qué pena, a don Panchito le faltó repetir a cada rato las palabras con esa intensidad; con la voz privilegiada que tuvo debió decir: ¡Maaaaaás vida! Pero la vida no alcanza más que para lo que el árbitro esencial determina.
Digo que nunca me ha interesado mucho el deporte, pero a veces me quedaba escuchando su programa, porque era sensacional la convivencia que don Panchito tenía con sus compañeros de transmisión; eran convivencias únicas, exquisitas, pocas veces escuchadas en la radio. El programa era fantástico. A veces, tengo entendido, los invitados sacaban los taquitos para convivir en la cabina. Como el programa era matutino se antojaban los paquitos de frijol con chorizo y salsita molcajeteada. A los radioescuchas se nos hacía agua la boca, mientras nos enterábamos que en la cancha de La Pilita Seca, en la mañana de domingo, habría tal y tal partido.
Sí, escuchaba el programa desde mi casa y gozaba, como pocas veces, la algarabía de esa tribuna en el estadio que don Panchito había diseñado. Escuchaba con emoción, una y otra vez, el ¡Maaaaás deporte!, y la risa de don Panchito. No sé si por ahí los cronistas deportivos y los historiadores de la radio tienen registrada la risa más agradable, de los conductores de la radio comiteca, pero si no es así, por favor, cuando lo realicen, coloquen en primerísimo lugar a don Panchito Cruz. ¡Qué risa más contagiosa, risa de patio limpio, de nube altísima!
Ah, querida niña, tendrás que escuchar un audio de archivo para disfrutar esa risa. He conocido a varios locutores que a base de mucho entusiasmo hacen lo que pueden frente al micrófono; pero también he tenido la fortuna de conocer a algunos conductores que fueron tocados con la gracia de la locución. ¡Ah, qué voces tan agradables, tan de lámpara de buró, con luz tenue, acogedora! Don Panchito nació con el don. En este momento, cuando cientos de radioescuchas, familiares y amigos lamentan su fallecimiento, un rayito de luz se cuela en medio de la niebla. Ese rayito de luz es como un agradecimiento por el instante en que su voz iluminaba cientos de estancias.
Lamento su ausencia. De vez en vez coincidíamos en algún acto público donde él era maestro de ceremonias y siempre nos demostramos un afecto común. Sí, a mí me encantaba escucharlo platicar, en lo íntimo pedía que, en la charla se deslizara algo simpático y él riera. Tuve la oportunidad de verlo reír y de escucharlo. ¡Ah, verlo reír era un deleite, pero escucharlo reír era un privilegio divino! Con qué generosidad regaba luz a través de su risa espontánea. Casi puedo decir que su risa tenía la modulación de su voz educada. Muchas personas se ríen en forma descarada, rebosante, su risa se convierte en un desagradable concierto de chachalacas. La risa de don Panchito era como un vuelo de quetzal, armonioso, disfrutable.
Posdata: ayer fue día triste para Comitán. La voz de don Panchito calló para siempre. Será preciso acudir a los archivos sonoros para volver a oírlo reír, con la risa más armoniosa de la radio comiteca, y para volver a escucharlo decir: ¡Maaaaaás deporte! Que descanse en paz.
Quique Guzmán y Marco Guillén, en un homenaje que le brindaron la tarde de ayer, en radio IMER, comentaron su programa “Canciones de mi tierra” y dijeron que don Panchito se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada, de la madrugaaaaaada.
lunes, 21 de junio de 2021
LLUVIA DE MADRUGADA
A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que suben escaleras como cabras, y mujeres que pintan sueños.
La mujer que pinta sueños sabe que hay mil colores y millones de combinaciones cromáticas; sabe que cada ser humano tiene un color especial para pintar sus huellas en la arena, en la grava, en la piedra, en el musgo, en la banqueta de laja, en la tierra, en la alfombra y en la carretera a la hora que emprende el viaje.
La mujer que pinta sueños sabe que cada noche hay cien mil posibilidades para formular sueños, que son bocetos para el cuadro que pintará al día siguiente.
La pinta sueños tiene caparazón de tortuga, para evitar el óxido de la realidad; tiene la velocidad del gamo, para evitar el fastidio de la repetición; tiene la sonrisa de la cuerda a la hora que sirve, no para ahorcar, sino para que las niñas brinquen en el parque.
La pinta sueños acumula, en su espíritu, hojas, insectos, tzisimes, cuches, golondrinas, chuchos, gatos, mariposas, cargapalos, rodacacas y colibríes. Su memoria es un reservorio de esencias que son como hojas de albahaca para la hora en que duerme.
El sueño que elige a la hora de pintar es el que más se acomoda a la música del día, el ritmo de la mañana. Aparece, como fantasma, en el instante que asoma el vaho del café de la mañana, en la mano de la brisa, en el beso de la niebla. El sueño, que, por definición, es dúctil y maleable, pero vaporoso, debe ser retenido, no con cadenas ni con cerrada de ojos; debe ser retenido en la piel del amado, en el vuelo del águila, en el salto del pez y en la nariz fría de los perros.
El sueño es una ardilla que salta de rama en rama, un polluelo que abre el pico para recibir la comida; el sueño es una cordillera, un letrero de stop en la carretera; un islote a mitad del lago, una flor para el deseo de la abeja.
La pinta sueños tiene alas, como si fuese un hada de cuento infantil; tiene branquias, porque es sirena de mares secos, mujer pez de desierto.
La pinta sueños no usa brochas ni pinceles para realizar su obra, todo lo pinta con las manos, con los pies, con las rodillas, con sus tetas, hermosos pechos que son brotes de espiga para el trigo que alimenta a los pichitos mamones.
La pinta sueños no pinta en las paredes o sobre telas ni tatúa las pieles de los dromedarios que la buscan y la acosan como hermosos faunos.
Ella elige el agua limpia para bordar sus muros de agua; elige la madrugada para calentar la brasa de sus mañanas; elige el compás para trazar los círculos de la noche, y para iluminar el ojo sol del tedio.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como piedras para mausoleos y mujeres que son como brizna en los humedales.
sábado, 19 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 6)
Querida Mariana: en carta anterior comenté que doña Lolita Albores viajó a México en 1944 y vivió en casa de Rosario Castellanos (bueno, de sus papás) durante cuatro meses. En 1948, ya con el camino conocido, regresa a la capital de la república mexicana, lo hace para estudiar enfermería y declamación. Pero, ¡bendito Dios!, le toca vivir una experiencia que, sin duda, la conmueve hasta la raíz, porque ese año fallece la mamá de Rosario, doña Adriana Figueroa, y diecinueve días más tarde su papá, don César Castellanos. ¡Dios mío! Qué tremendo. Ambos murieron con pocos días de separación. En Comitán habrían dicho que doña Adriana se llevó a don César. Pues sí, ambos dejaron en la orfandad a Rosario Castellanos, quien estaba a punto de cumplir 23 años, porque doña Adriana falleció el 2 de enero, don César el 21 de enero, y el cumpleaños 23 de Rosario fue el 25 de mayo.
Se puede especular acerca del impacto que para Rosario significó la muerte de sus padres, pero no es correcto. Para acercarse a la vida de Rosario hay que pepenar certezas. Acá, la única certeza es la causa del fallecimiento de la mamá, padecía cáncer; del fallecimiento del papá hay versiones encontradas. Yo, perdón, mi niña, siempre me inclino por los testimonios de las personas que están más cerca del suceso. Cuando fallece don César, Lolita Albores vive en casa de ellos, por lo que su testimonio es de espectador de primera fila. Claro, su versión está lejos del dramatismo que le agregan otras personas. A mí me gusta ver un documental donde la China Mendoza, escritora mexicana, amiga de Rosario, da su versión. La China dice que Rosario le contó lo siguiente: “…ella fue con su papá, al centro, iba manejando su papá el coche, y de pronto le dio un ataque al corazón y se murió; entonces, aquella niña, que era tan temeraria y tan valiente, no sé cómo, hizo a un lado a su papá y tomó el volante y de lo que ella había observado cómo manejaba el papá, regresó a su casa en el automóvil. Eso sólo lo hace un ser sobrenatural, como fue Rosario Castellanos…” Ah, genial. La versión de doña Lolita es más moderada, mirá cómo lo dijo: “…don César muere de un infarto caminando con Rosario, por las calles de República del Brasil”.
Va, pues. Nos concretemos a los hechos. Ambas versiones coinciden en que el fallecimiento ocurre por infarto, en el centro de la ciudad capital. Doña Lolita aporta un dato importante, el deceso ocurre en la calle de República del Brasil.
Para trama de telenovela, la versión de La China Mendoza es más atractiva, porque incluye un automóvil, don César maneja, de pronto suelta el volante, se lleva las manos al pecho, porque un dolor agudo lo agobia, el auto se para, los automovilistas que conducen detrás comienzan a tocar claxon, Rosario baja, varios peatones se detienen y ven que el chofer está de bruces sobre el volante. Alguien grita: ¡un médico, un médico! Los automovilistas de atrás se bajan y, por encima de la puerta, ven hacia el auto donde Rosario empuja a su papá al lugar del copiloto y se sienta frente al volante, prende el auto y “de lo que había observado cómo manejaba el papá”, conduce hasta su casa.
La China dice que eso sólo pudo hacerlo un ser sobrenatural. Pues sí. Porque la versión de La China (que dijo era la versión que le contó Rosario) da a entender que nuestra paisana no sabía manejar y que en ese instante de urgencia condujo el auto de su papá.
Por eso, digo, yo me quedo con la versión de doña Lolita, la que no incluye auto. Don César y su hija caminan en una banqueta de la calle República del Brasil cuando el corazón de su padre se detiene. Raúl, medio hermano de Rosario, le contó a Andrea Reyes que, cuando se enteró del fallecimiento de su papá y de doña Adriana, viajó desde Nuevo Laredo y comentó que su papá “cayó en las calles de México, por lo que él padecía…”; es decir, según don Raúl, don César tenía padecimientos del corazón. Los detalles siguientes no podemos saberlos.
Lo que sabemos es lo que doña Lolita comenta: “Entonces me quedé acompañándola; ella vino luego a Comitán para ver lo de sus fincas y regresó a seguir sus estudios; para entonces su mejor amiga era Lolita Castro. La visitaban Fedro Guillén, Jaime Sabines, Javier Peñaloza con quien se casó Lolita Castro, y muchos otros escritores y poetas con quien se reunía”.
Doña Lolita se quedó a acompañar a Rosario después del fallecimiento de sus padres. Aparte de quienes la acompañaban en los servicios, doña Lolita fue quien estuvo más cerca de Rosario, en casa. Cuando mueren sus papás, Rosario ya estudia en la universidad. Tiene necesidad de hacer las veces del papá, en lo que se refiere a la entrada de recursos económicos, por eso, doña Lolita comenta que viajó a Comitán para ver lo de sus fincas.
Acá también hay cierto desfase en la información, el medio hermano de Rosario contó que su papá vendió El Rosario, desde la Ciudad de México, a un señor de apellido Solórzano, quien, al final no se quedó con la propiedad, porque los indígenas no le permitieron tomar posesión de la hacienda, por lo que el señor Solórzano la vendió al gobierno, “que en su momento lo donó a los campesinos, a los invasores, como parte de la Reforma Agraria”.
Así pues, tal vez Rosario viajó para ver la situación de la otra finca, Chapatengo, que era, por supuesto, de menor extensión que El Rosario. Don Raúl se hizo cargo de la administración de Chapatengo y fue quien le entregaba cuentas a la escritora. Raúl y Rosario hicieron un trato de beneficio para ambos: se repartirían las ganancias mitad y mitad. A Rosario le convino porque, a pesar de ser la propietaria, permanecía en la Ciudad de México, donde, como lo dice doña Lolita, continúo con sus estudios, por fortuna para gloria y lustre de las letras nacionales; a Raúl le convino porque, sin ser propietario, tuvo un modo de vivir de manera digna. Raúl permaneció como administrador de Chapatengo, hasta que, por chismes (dice él), Rosario decidió vender la propiedad, acto que sucedió en 1956. Rosario y Raúl repartieron el producto de la venta en la misma proporción: mitad y mitad.
1956, entonces es fecha importante, porque es el año en que Rosario pone el punto final al patrimonio heredado. Como ya quedó dicho, don César no tuvo casa propia en Comitán, siempre alquiló, por lo que sus propiedades eran las dos fincas: El Rosario y Chapatengo. La primera finca la vendió don César y Rosario vendió la otra. El patrimonio familiar de los Castellanos Figueroa en Comitán quedó extinguido. Rosario ya no tuvo esa entrada económica que había sido parte de la herencia. Se quedó con la casa que sus papás habían comprado en la Ciudad de México y que ahora ya no existe más, porque como lo platicamos, Gabriel, hijo de Rosario y Ricardo, la vendió y los nuevos propietarios la derruyeron. El legado que subsiste es la obra literaria de Rosario Castellanos. De ahí podríamos bordar una conclusión: las obras materiales desaparecen, la obra intelectual es perenne. Pero, bueno, eso, diría Nana Goya, ya es otra historia.
Doña Lolita comentó que la mejor amiga de Rosario era Dolores Castro y mencionó a amigos escritores y poetas con quienes se reunía en la Ciudad de México. De lo que doña Lolita menciona podemos ahora decir que algunos de los nombrados eran parte del famoso Grupo de Los Ocho, al que Rosario perteneció. ¿Quiénes eran los ocho? Bueno, estaba Dolores Castro, Javier Peñaloza (quien se casó con Dolores Castro), Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Efrén Hernández, Honorato Ignacio Magaloni, Octavio Novaro y, por supuesto, Rosario. El grupo tuvo tal nombre, porque en 1955 publicaron una antología que tuvo como título: Ocho poetas mexicanos.
Mirá lo que es la vida. Ahora todo mundo escucha hablar del Grupo de Los Ocho (G8), pero es un grupo que refiere a las ocho grandes potencias mundiales: Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Francia, Alemania, Japón, Canadá y Rusia.
Ah, Rosario se habría botado de la risa al saber que el mundo no hablaría del G8 del que ella formó parte, sino del G8 geopolítico. Ella formó parte de un grupo de poetas, poetas hoy reconocidos. Hay que decirlo, de los ocho integrantes del grupo de poetas, quien alcanzó el peldaño más alto, en la escala de la gloria, fue nuestra paisana, la amiga de Dolores Castro y de Dolores Albores, nuestra querida doña Lolita, gran cronista de Comitán.
Posdata: Pero, así como decimos que Rosario Castellanos es la más reconocida del grupo de Los ocho, hay que comentar que la única sobreviviente del grupo es Dolores Castro, otra Lolita muy querida en Comitán, en Chiapas, en los círculos literarios.
No me estás preguntando, pero una vez estuve sentado al lado de Dolores Castro, en un salón de un hotel en la Ciudad de México, y platiqué un rato con ella. Ah, mujer accesible, buena gente, simpática, sencilla, inteligente. Ella fue comentarista en la presentación del primer libro de poesía del comiteco Adolfo Gómez Vives. ¡Ah, la vida, cuántas vueltas, hermosas, divinas, como de rueda de la fortuna de feria de San Caralampio!
viernes, 18 de junio de 2021
MADRIGUERAS ESPIRITUALES
A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como anguilas en el aire, y mujeres que son como una tierra fértil para el sueño.
La mujer tierra fértil para el sueño es como un vaso de agua limpia, como una cima de montaña alta, como nube para llover sobre el espíritu.
No se piense que es una mujer que vive en ensoñación, ¡no!, ella, igual que las demás mujeres del mundo, coloca adobes todos los días, para construir una casa con altos ventanales, bien iluminada, con jardines llenos de flores, con espacios para la intimidad y para el sosiego.
Sí, no es una mujer que guste de la violencia o que coloque cardos en los floreros. No, ella tiene una rama injertada en el árbol de Mahatma Gandhi. Sus matraces no están llenos de aires enrarecidos ni de sulfato de sodio, sino del vaho de mujeres como Sor Juana y de Victoria, la mujer de Quijá, que todas las mañanas cocina chinculguajes.
Ella parece tener una lámpara de cazador sobre la frente, pero no tiene lámpara alguna, es la luz que siempre emana de su tercer ojo, es el camino que traza todas las noches en el bosque donde, como venados, corren todos los sueños del mundo. Ella siembra mil sueños, sus amados, si son listos, pueden descolgar los frutos. Ella hace realidad el deseo, lo que el hombre sueña.
Mil sueños no alcanzan a definirla, ella posee la magia para sacar todos los sueños como conejos de su chistera.
¿Qué sueñan sus amados? Los sueños de sus amados los coloca sobre la bandeja como si fueran uvas, o adentro de una copa como si fuesen gotas de vino, o sobre estantes como si fueran libros que cuentan los mil y un sueños posibles.
Nada hay irrealizable. En sus manos cuelgan todos los hilos de oro para bordar chales, para tejer chambritas de seda, para construir puentes colgantes que unen orillas distantes. ¡Nada le está negado! Su savia se alimenta del pensamiento de mujeres que han sido ríos de menta, mares de hierbabuena.
No le gustan los laureles ni los reflectores, porque ella es la gloria infinita y la luz perenne. Ella es un ser de luz y la luz no necesita velas a su alrededor, ni diademas de flores, ni cajitas con tímidas joyas.
Pero tampoco es una mujer que aniquile la personalidad de su amado. Ella, a pesar de ser una mujer brillante, mujer zafiro, sabe caminar sobre la arena con el pie desnudo, sabe trepar al árbol para dar de comer al ave hambrienta, sabe abrir sus brazos como si fuera un águila y recibir la bendición de la lluvia, del sol y del aire. Ella camina por la playa, donde las olas deshacen sus huellas. Su mensaje es ese: cuando camines siembra mil sueños en la arena, pero borra tus huellas, que nadie sepa de tu paso, para que vivas con la plenitud del río que fluye eterno por los siglos de los siglos.
La mujer tierra fértil para el sueño no necesita ser abonada, es independiente como la orquídea, cuya belleza no depende de la mirada del otro, ni requiere rueda de la fortuna para hacer feria cada día de vida.
Jamás endereza sus ramas. Sabe que no hay sueños lineales. Todos los sueños nacen de la torcedura, de la grieta luminosa. El sueño no camina ni vuela, se desliza sobre la arena del desierto como lo hacen las serpientes.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que tienen aletas para cortar el deseo, y mujeres que son nómadas conventuales.
jueves, 17 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 5)
Querida Mariana: doña Lolita viajó a la Ciudad de México en 1944, para ese año, ella tenía 26 años de edad y Rosario era una jovencita que tenía 19 años. La familia Castellanos Figueroa vivía en la casa de Madereros, hoy Constituyentes.
En algunos documentales se ven algunas escenas filmadas en esa casa. Se ve que era una casa luminosa. Don César, de acuerdo con los testimonios, no tuvo casa propia en Comitán, pero en la Ciudad de México compró una casa de dos plantas. Lejos quedaron los corredores con ladrillos y los balcones, de Comitán. La casa de la Ciudad de México estaba frente al Bosque de Chapultepec. Nadita. Para no extrañar mucho los árboles de las haciendas, estos comitecos tenían frente a su mirada uno de los pulmones más bellos de la ciudad capital. Les bastaba cruzar la amplia avenida para entrar al bosque y sentirse ardillitas.
Digo que, en algunas de esas imágenes filmadas en esa casa, se ve cómo Rosario sale a una terraza, se acoda y ve el bosque. Quién sabe cuántas tardes salió a esa terraza para pepenar algunas palabras o ideas que como papagayos aleteaban después de salir de sus nidos. Rosario tuvo una vista privilegiada.
¿Cómo lo cuenta doña Lolita? Lo cuenta así: “En el año de 1944, por primera vez, fui y estuve viviendo con ellos cuatro meses…”
¿Mirás? Cuatro meses estuvo doña Lolita conviviendo con Rosario y con sus papás. Doña Lolita dice que es la primera vez que estuvo con ellos. No especifica cuál fue el motivo del viaje. Porque, es en el segundo viaje cuando estudia enfermería y declamación.
Sin duda que la convivencia fue mayor con los papás que con la hija, quien, en ese momento, no es más que una estudiante de bachillerato. Doña Lolita dice que Rosario “iba al Colegio Luis G. de León”, institución donde conoció a Dolores Castro, quien sería la amiga más íntima, la más cercana, con quien viajó a España y quien hoy, a sus noventa y ocho años de edad, recibe reconocimientos por la obra poética que ha escrito. Dolores Castro acompañó a Rosario en un viaje a la finca Chapatengo y, ya muerta su amiga, ha estado en Comitán, en homenajes que acá se han desarrollado en memoria de Rosario. Lolita Castro se prepara para recibir las muestras de cariño de todos sus amigos y lectores que, en 2023, celebrarán su cumpleaños número cien.
A continuación, en la crónica de doña Lolita, cuenta qué sucedía cuando Rosario viajaba sola a Comitán y qué sucedía cuando venía en compañía de su mamá. Leamos: “Cuando Chayito venía de vacaciones, se quedaba en mi casa y teníamos una alegre palomilla de amigos con quienes gozaba de nuestras reuniones. Jorge Pinto, su primo y amigo, le llevaba serenata de marimba para que se sintiera más contenta. Cuando venía con su mamá, doña Adriana, nos encargaba con tiempo le alquiláramos una casita y le buscáramos a sus antiguas sirvientas para que estuvieran a su servicio en los dos meses de vacaciones. Entonces, don César quedaba en México. Amueblábamos la casa y las esperábamos con alegría; las amistades las visitaban y ellas se sentían muy a gusto en Comitán”.
Acá hay datos muy importantes. Nos enteramos de sus preferencias. Ya sabemos que cuando don César venía a Comitán iba “a dar” a la casa de doña Lolita; cuando Rosario venía de vacaciones, también llegaba a casa de doña Lolita; pero, cuando venía Rosario con su mamá, doña Adriana pedía a la mamá de doña Lolita que alquilara una casa para la temporada.
Y digo que son datos importantes, porque dan idea de comportamientos. En primer lugar, los familiares no cuentan, ni del lado de Castellanos ni del lado de Figueroa. ¿Por qué doña Adriana no llegaba a casa de sus familiares? ¡Saber! Tampoco quedaba en casa de doña Lolita, casa donde, sin duda, habría sido recibida con afecto. Doña Adriana prefería pagar el alquiler de una casa y contratar los servicios de su antigua servidumbre para ser atendida. Puede decirse que en este comportamiento hay una señal de distinción. Doña Adriana no dio pie para que los paisanos (siendo como son) dijeran que había llegado de arrimada. ¡No! Ahora vemos lo que esto significaba, doña Adriana llegaba a Comitán como toda una gran señora, alquilaba una casa y era atendida por su antigua servidumbre. ¡A nadie le quedaré debiendo favores!, tal vez pensaba.
Posdata: de la palomilla, doña Lolita menciona a alguien en especial, su primo y amigo Jorge Pinto, quien fue un personaje importante en el pueblo. Por ahí debe haber el registro sonoro que don Jorge realizó durante muchos años. Con una grabadora de carrete al hombro se dio a la tarea de grabar audios de actos importantes de Comitán. ¡Ah, qué labor tan generosa! Sería maravilloso que alguien pudiera rescatar ese tesoro sonoro.
miércoles, 16 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON OFICIO GENIAL
Querida Mariana: mi compadre Miguel era un encuadernador sensacional. A mí siempre me sorprendió la habilidad que tenía para este oficio. Con él conocí algunas palabras que designaban a objetos necesarios en dicha labor. Todos los oficios tienen objetos especiales. A mí, lo sabés, más que el chunche me seduce el nombre que lo nombra.
Gabriel, hijo de Miguel, hizo favor de enviarme esta fotografía, donde está la colección de fascículos de “Cantinflas Show” que Miguel encuadernó. Su trabajo era impecable y, de mojol, le colocaba en el lomo del libro y en la portada, el título del contenido.
El primer chunche que conocí fue la prensa, una prensa preciosa donde colocaba el legajo de hojas y realizaba el corte del lomo y costuraba. ¡Ah, genial! Nunca había visto que alguien, aparte de mi abuela, costurara. Miguel no costuraba tela, costuraba legajos de papel.
En cartas anteriores he contado que, en los años sesenta, compraba los libros de la Colección Básica Salvat, eran títulos sensacionales a un precio accesible. El precio era reducido porque eran libros pegados, no costurados. Por eso, después de una relectura, las hojas comenzaban a despegarse. Los libros que encuadernaba mi compadre siguen impecables. Mi mamá le daba fascículos de tejido o de cocina y esos libros siguen en casa. Mi mamá los abre a la mitad y las revistas siguen unidas mediante el cáñamo que Miguel usó. Tengo sólo un ejemplar de aquellos libros de la Biblioteca Básica Salvat. ¡Ay, señor de las catorce potencias! Cuando lo abro las hojas se caen y para releerlo se hace de hoja en hoja. La portada sólo sirve como folder.
Inicialmente, el Cantinflas Show fue un programa de monitos, transmitidos en televisión. Después del éxito de la serie los productores lanzaron una revista. Mi compadre compró todos los fascículos y los encuadernó. Él era un gran amante del cine y gran lector. Esta colección, sin duda, hará la delicia de sus bisnietos, quienes, sin duda, apreciarán que su bisabuelo haya coleccionado estas revistas y las haya encuadernado con delicadeza.
Mi compadre falleció hace poco y lo único que hacemos sus amigos es conservar los instantes vividos; los escribimos en el aire e invocamos su presencia. No podemos hacer más. Ah, si yo hubiese aprendido bien el secreto de la encuadernación, podría hacer un libro con las nubes que compartimos en tantas lluvias. Pero no lo aprendí. Lo que sí hice fue admirar su oficio, uno de los muchos que tuvo en la vida.
Pienso que este oficio es uno de los que están en proceso de extinción. Las bibliotecas del futuro ya no serán como fueron antes. La tendencia actual es lo digital. Los grandes bibliófilos mandaban a encuadernar, con portadas en piel, todos los libros que adquirían, eso los salvaguardaba del deterioro del tiempo y los dotaba de una armonía visual. Esos libros son exquisitos al tacto, agradables a la vista.
Deberías hacer un taller de encuadernación, para que las nuevas generaciones aprendan este oficio, le decía a Miguel, él sonreía y, con la cabeza, negaba. Sí, él, siempre sabio, sabía que hay oficios que ya nadie admira. ¿Para qué necesita aprender a encuadernar un joven que todo el día se comunica con el mundo a través del teléfono celular? Ya Bill Gates nos lo advirtió: en los próximos años todo se hará con el celular. O tal vez era su forma de decirme que conmigo había perdido su tiempo, porque en dos ocasiones intentó darme el conocimiento de la encuadernación y yo ¡nada más no!
Yo lo veía hacer, me sentaba en una silla cerca del banco donde tenía los instrumentos para el oficio y escuchaba sus historias. ¿Cómo aprendiste?, le pregunté un día. Dijo que lo había hecho en forma autodidacta, una tarde deshizo un libro encuadernado y, como viejo minero, vio cuál era el secreto que siempre está oculto para los lectores que no son curiosos. Así aprendió, desarmando un libro costurado. Así aprendió muchas cosas. Desarmó radios y se convirtió en un experto “componedor” de radios. Tal vez el aprendizaje de la vida no es más que eso; tal vez el secreto está en desarmar la vida para luego armarla con precisión.
Posdata: Miguel me regaló, cuando menos, dos palabras: percalina y keratol. Son dos palabras luminosas, traviesas. Alguna vez pensé que un encuadernador amante de los gatos bien pudo bautizar a sus mascotas con esos nombres: la gatita blanca se llamaría Percalina y el gato atigrado se llamaría Keratol.
¿Qué es la percalina y qué el keratol? Son los nombres de las telas con las que los encuadernadores forran el cartón usado para las guardas. Debe ser común que un encuadernador pregunte al cliente cómo quiere que forre su libro, ¿con percalina o con keratol? De qué color. A veces jugábamos y yo le decía que una tercera posibilidad de forro era la keratina. Él reía y comentaba: o percatol, y ya lo volvíamos un desmadrito cuando se nos ocurría decir percal lleno de atol.
martes, 15 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON MENTIRAS FALSAS
Querida Mariana: no hay verdades verdaderas. Cada vez que hablamos, un hilo de falsedad se desliza. Hay personas que propenden a ser muy fantasiosas y agregan muchos brillos de lentejuela a su plática.
Por eso, los novios discuten, porque, al principio de la relación juran ser leales y honestos, juran que se contarán todo. ¡Ay, por favor! Todos los seres humanos, desde que aparecieron sobre la faz de la tierra, han mantenido secretos. Se sabe que un grupo de cazadores no contó jamás que había matado un mamut, escondieron la carne en una cueva, y todas las mañanas se despedían, con pretexto de ir a buscar alguna presa, para compartir con los de la aldea. Pero, ya lo intuiste, ellos iban a darse un buen atracón con la carne guardada. La historia no terminó bien, ya que un buen día se enfermaron, porque la carne estaba podrida. Y así, los de la aldea supieron la verdad de la mentira.
Digo esto, porque Mateo me dijo que era mentira mi dicho, mientras yo insistía en decir que Tomás Pérez Turrent publicaba sus críticas cinematográficas en el periódico ESTO, un periódico especializado en deportes, que yo leía en los años setenta.
Y yo compraba el ESTO, no por el deporte, sino porque traía una sección de espectáculos donde Pérez Turrent publicaba reseñas y críticas cinematográficas.
Cuando estudié en la Ciudad de México, más o menos de 1975 a 1980, la guía de don Tomás fue el faro para acudir a las salas cinematográficas. Si don Tomás decía que la película valía la pena yo iba al cine donde exhibieran esa cinta, aunque estuviera lejos de la colonia Del Valle, que era donde vivía; si don Tomás hacía trizas a una película, la ignoraba. Mi gusto cinematográfico se decantó, gracias a la compañía de don Tomás.
Juro que en el ESTO conocí a don Tomás. Mateo me dijo que yo era un mentiroso y exigió que le demostrara mi dicho. ¡Imposible! ¡Pucha! Debería ir a las hemerotecas para buscar un ejemplar del ESTO, de esos tiempos. Busqué en el Internet la biografía de don Tomás, con la ilusión de hallar información acerca de lo que digo, pero me pasé más de media hora en la búsqueda y nada hallé. En las fichas biográficas de don Tomás existe registro de las revistas donde publicó su crítica. Pura revista fifí: revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, una del CONACYT y suplementos culturales de periódicos importantes. ¡Suplementos culturales! ¡No la sección de espectáculos de un periódico especializado en deportes!
No le pude demostrar a Mateo que mi aparente mentira era verdadera. Terminó diciéndome que confundo la realidad con la fantasía: “Sos pues escritor de cuentos”, me soltó, y nada pude decir en contra, porque lo que él decía sí tenía forma de comprobarlo.
No tengo forma de demostrar lo que digo, pero yo estoy seguro que en el ESTO conocí a don Tomás.
En los años sesenta y principios de los setenta ignoraba la existencia de personas que se dedican a hacer crítica cinematográfica. Iba mucho al Cine Comitán y al Cine Montebello, en mi pueblo, pero ahí no precisábamos de críticos, porque no había más sopa que la sopa que exhibían. Cuando llegué a la Ciudad de México la oferta cambió. Había decenas de salas con propuestas diversas. Ahí fue donde la presencia de don Tomás se volvió fundamental. En la Ciudad de México había la posibilidad de elección, entonces tomé la mano de don Tomás y él guio mis gustos de cinéfilo de hueso colorado. Su guía fue fundamental para ver buen cine, un cine inteligente, con estéticas fabulosas. Fue cuando pensé que sería maravilloso tener el oficio que él tenía: ir todos los días al cine para escribir reseñas y vivir de eso; con el agregado de entrevistar a artistas y directores y asistir a todas las muestras de cine en el mundo entero, con gastos pagados.
En Comitán llegaba el ESTO, tal vez algún paisano recuerde esta sección de espectáculos, tal vez por ahí se topó con el nombre de Tomás Pérez Turrent. Actualmente, el ESTO ya no se publica con su color sepia tradicional. Sé que, en los últimos tiempos de su vida impresa, el ESTO tenía una sección estatal y ahí Ari Peralta, Alex Hiram Morales y Ricardo Aguilar publicaron notas deportivas. Para ellos, estoy seguro, fue un hecho relevante publicar en uno de los periódicos deportivos más importantes del país (el otro periódico deportivo era el OVACIONES); faltó el crítico cinematográfico comiteco que publicara sus reseñas.
Posdata: el otro día encontré a don Tomás en la televisión, en un programa dedicado al cine nacional. Recordé entonces que él fue mi cayado en el camino del cine internacional. Le conté a Mateo lo que ahora te conté y él me pidió pruebas de lo que decía y yo no tuve más que mi palabra, mi recuerdo, mi memoria. ¿Por qué en ninguna de sus biografías aparece el dato que sus críticas aparecían en la sección de espectáculos del ESTO? Internet bobo, me hace pasar por un mentiroso. Ahora que escribí la palabra mentiroso, ya comencé a dudar. Tal vez don Tomás no publicó crítica cinematográfica en ese periódico; tal vez todo lo invento; tal vez Mateo tiene razón, como soy un escritor de cuentos; tal vez todo lo invento; tal vez no soy real y soy un personaje que me inventé.
lunes, 14 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON LA LUZ DE LA TRADICIÓN
Querida Mariana: Lety, Juan Carlos y Rosario son comitecos. Rosario Castellanos no vio la luz primera en el pueblo, pero vivió en Comitán toda su infancia (desde la edad de tres meses, según el decir del poeta Enoch Cancino Casahonda) y parte de su adolescencia (hasta los quince años, más o menos). Leticia Bonifaz Alfonzo y Juan Carlos Gómez Aranda sí enterraron su mushuc (ombligo) en la tierra donde San Caralampio es el santo favorito de los católicos, aunque él sea un santo ortodoxo, que saber qué quiere decir eso, pero indica que no está registrado en el santoral católico.
¿Por qué, en esta carta, uno los nombres de Rosario Castellanos, Leticia Bonifaz Alfonzo y Juan Carlos Gómez Aranda? Porque estos tres comitecos relevantes están unidos por la cuerda luminosa de la palabra. Ellos son parte de lo bueno de este pueblo, son gemas de nuestra corona.
Vos sabés, por supuesto, que nuestra Rosario Castellanos escribió ensayos en el periódico “Excélsior”, de distribución nacional. La investigadora Andrea Reyes se dio a la tarea de buscar en hemerotecas y bibliotecas los artículos periodísticos de Rosario y nos los entregó, ¡labor genial!, en tres libros que publicó la extinta CONACULTA.
Cientos de lectores, en los años sesenta y setenta, esperaban con ansia la colaboración de Rosario, quien, en forma sencilla abordaba diversos temas con gran lucidez.
Pues, bueno, en este siglo XXI, Lety y Juan Carlos han continuado la tradición y publican ensayos en dos importantes diarios nacionales. Lety publica su columna en el periódico El Universal; y Juan Carlos publica su columna en el periódico Excélsior. Sí, el mismo donde publicó Rosario Castellanos.
Hablar de lo bueno de los comitecos buenos es hablar de lo bueno de Comitán. Lety y Juan Carlos no radican en el pueblo, pero siempre que tienen un tiempito trepan a un avión, llegan a Tuxtla y viajan a su tierra.
Los comitecos acostumbramos usar el posesivo a cada rato, cuando vamos al restaurante decimos: “Por favor, tráigame una mi cerveza bien fría”. Por eso decimos que Rosario es nuestra, nuestra escritora admirada; bueno, de igual forma nos referimos a Lety y a Juan Carlos, ambos son nuestros, así como ellos, cuando hablan de Comitán, hablan de su pueblo.
Rosario, Juan Carlos y Lety son espléndidos árboles de esta tierra, son árboles endémicos, que provocan buena sombra, que permiten nidos en su fronda y que, a través de su palabra, incentivan la reflexión acerca de temas importantes para nuestra patria. El otro día, en una llamada telefónica, el licenciado Jorge De La Vega Domínguez, otro comiteco de excelencia, me dijo que yo debería estar pendiente de lo que Lety escribe en El Universal. Por supuesto que sí. Como los lectores de Rosario estuvieron atentos a sus escritos en el Excélsior, los lectores de estos tiempos estamos pendientes de los escritos de Lety en El Universal, y de los escritos de Juan Carlos en el Excélsior. A los tres les corresponden ambos términos: son universales, porque son grandes, excelsos.
¡Ah, qué orgullo ser paisanos de estos talentos! ¡Qué grandeza de pueblo al tener a hijos nobles e inteligentes!
La palabra, debemos decirlo, se pasea oronda en las anécdotas, en las picardías, a la hora de poner el apodo lapidario y en el instante de la ofensa; en las plumas de Lety y de Juan Carlos vuela alto en las hojas de los periódicos nacionales.
Comitán, debemos decirlo, se caracterizó por el envío de anónimos. En la actualidad todavía existe esta costumbre y existen anonimeros virtuales en las redes sociales, quienes se escudan en perfiles falsos para aventar lodo. Pero, también, esto debemos reafirmarlo y bulbuluquearlo, también hay comitecos que, con su nombre y apellidos, contribuyen a la reflexión colectiva, al análisis profundo, al pensamiento lúcido y crítico.
Sí, Lety y Juan Carlos son continuadores de la tradición. La literatura está sostenida en el desarrollo intelectual de los grandes escritores precedentes. La línea de luz que Rosario regó sigue brillando en el aporte de Lety y de Juan Carlos, plumas sutiles en el panorama nacional.
Posdata: en el tiempo que Rosario escribía en el periódico Excélsior, éste llegaba a Comitán uno o dos días después. Hoy, en el 2021, el periódico impreso sigue llegando con un día de diferencia, pero ¡la diferencia! está en la posibilidad de leer la versión digital, al instante. La línea de luz de Juan Carlos y de Lety iluminan instantáneamente las estancias de su pueblo. Los comitecos recibimos el aire fresco de nuestros paisanos que brillan a nivel nacional. ¡Ah, qué posesivos tan geniales somos los comitecos!
sábado, 12 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 4)
Querida Mariana: en mis cartas te cuento de todo. A veces son intrascendencias, pero a veces tratan de vidas importantes para nuestro pueblo. En esta serie hablo, sobre todo, de dos grandes mujeres, una muy famosa a nivel internacional, Rosario Castellanos, y otra más modesta, Lolita Albores, quien realizó un trabajo sin los grandes reflectores, pero relevante para Comitán.
Ambas mujeres tuvieron a la escritura como su principal aliada. Ah, cuántos cuentos, novelas, poemas, obras teatrales y ensayos redactó Rosario. Esa disciplina la hizo famosa en muchas regiones del mundo. Su obra sigue siendo leída, apreciada y estudiada. ¿Y doña Lolita? Nos dejó discos geniales con picardías de este pueblo, nos regaló cuentitos y deliciosas crónicas. Doña Lolita le cumplió a su pueblo.
Por eso, ahora me da gusto hablar de ella y de esta crónica especial, que ella tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos”, por si alguna persona dudó, ella confirma en esta crónica la relación que tuvo con la famosísima Rosario, y este testimonio permite que encontremos huellas de la personalidad de Rosario. Por supuesto, debemos comprender que es su mirada muy personal, ella así lo vivió y así lo contó.
¿Seguimos? Bueno, después que nos habló tantito del primer novio que tuvo Rosario Castellanos, en Comitán, contó que cuando don César, doña Adriana y Rosario cambiaron su residencia a la Ciudad de México, el papá de Rosario regresaba a Comitán para ir a sus dos ranchos, mirá, acá están las palabras de doña Lolita: “…sus ranchos: “Chapatengo”, en la tierra caliente, y “El Rosario”, por la zona de Ocosingo. Entonces dejó en mi casa una hermosa cama de latón, de grandes cabeceras doradas y llenas de bolitas y ropa de cama, para cuando viniera de visita”.
Esto da la idea de la relación amistosa que conservaban ambas familias y el nivel de confianza. Casi casi podemos decir que el cuarto donde quedó la cama era especial para don César. La casa de la mamá de doña Lolita era una casa grande, con cuartos de más. Ya dijimos que el papá de Rosario rentó la mitad de la casa para que ahí funcionara la Escuela Secundaria de Comitán. En la actualidad, aún se puede apreciar la belleza de la casa, con un generoso zaguán, tres corredores, varias habitaciones y un sitio. Sin duda que en los años cincuenta del siglo pasado era aún más señorial. Lo que diré a continuación sólo es producto de mi imaginación: una mañana, antes de que la familia Castellanos Figueroa partiera a la capital de México, unos sirvientes cargaron la cama de latón, desde la casa que está frente al Pasaje Morales hasta la casa de doña Lolita. Ah, fue emocionante ver cómo los dos hombres pasaban frente al templo de El Calvario, frente al actual Hotel Tenam, dieron vuelta la izquierda y pasaron frente al actual Hotel Hacienda de Los Ángeles y llegaron a la esquina, donde ahora está la pastelería de Lulú Díaz Carreón. Ahí se detuvieron tantito, bajaron la cama a mitad de la calle empedrada, se limpiaron el sudor de las frentes y volvieron a cargar la cama, contentos, porque ya habían llegado, ahí estaba el zaguán con las puertas abiertas. La mamá de doña Lolita los guio hasta el cuarto donde quedaría la cama de don César. Cuando el papá de Rosario viajaba a Comitán llegaba a esta casa y ahí estaba su cama, con ropa limpia.
Por supuesto que era importante que doña Lolita contara esto. ¡Claro! El gran personaje comiteco, don César, eligió a la casa de la mamá de doña Lolita como su casa cuando regresaba a Comitán. ¿Y los familiares? ¿Y los otros amigos? Se descarta la idea de una posada. ¡No, ni pensarlo! Alguien de la categoría de don César Castellanos no podía ir a hospedarse. Las personas de paga o regresaban a sus residencias o eran recibidos en casas familiares o de amigos. Bueno, parece que don César, ya en tiempos que radicaba en la Ciudad de México no tenía una casa propia en el pueblo y tampoco había decidido acudir a casa de un familiar. ¡No! Ya se dijo, su casa era la casa de su amiga, la mamá de doña Lolita.
Y doña Lolita aporta datos de los días que don César estaba en Comitán, porque, como ya se anotó, don César llegaba al pueblo para visitar sus dos ranchos, donde, se deduce, permanecía algunos días, recibiendo noticias de lo ocurrido en su ausencia. Sin duda que en ambos ranchos había gente que se encargaba de cuidar los intereses de don César: siembras y cosechas y el nacimiento de toretes y andá a saber qué más.
En Comitán están identificadas dos casas donde vivió Rosario. Niña vivió en la casa donde ahora está el Restaurante Ta’Bonitío, ahí hay una placa; y adolescente vivió en la casa que está frente a la entrada al Pasaje Morales, también existe una placa. Pero, y acá aparece una duda que, hasta la fecha, nadie ha podido despejar. En el libro “Te pateó la musa, chiquita, ¿verdad?”, donde la autora, la investigadora Andrea Reyes, publica una entrevista que le concedió Raúl Castellanos, medio hermano de Rosario, Raúl dice que la familia vivió en varias casas. Oigamos lo que don Raúl le dijo a Andrea: “… mi padre nunca quiso comprar, tenía para comprar las tres, podía hacerlo, pero no, porque le caía mal ya el vecindario, dijo, mejor voy a rentar…”
¿Mirás? De acuerdo al testimonio del medio hermano de Rosario vivieron en tres casas. La entrevista la realiza Andrea en el año 2014, don Raúl tenía en ese momento 95 años, pero sus declaraciones son lúcidas; es decir, don Raúl tuvo el registro de tres casas. Si esto es así, ¿cuál es la otra casa? Va. Más dudas para investigadores.
El testimonio de don Raúl también es interesantísimo. Recordá que él fue aceptado a vivir con la familia, doña Adriana lo aceptó y le dio trato de hijo, según el decir del propio Raúl. Vivió con ellos mucho tiempo y luego, a la muerte de don César y de doña Adriana, se volvió administrador del rancho Chapatengo, que era el único que seguía siendo propiedad de la familia.
Pucha, lo que don Raúl contó a Andrea también es digno de darle más de dos vueltas. Tal vez algún día lo vamos desmenuzando, así como estamos desmenuzando lo que doña Lolita contó.
Gracias a la información de don Raúl sabemos, entonces, que don César jamás compró casa en Comitán, siempre rentó. Claro, las dos casas que están identificadas están en el centro de la ciudad, que era el lugar donde vivían los potentados comitecos, en casas amplísimas.
Así pues, don César consideró la casa de doña Lolita como su casa, por eso, como dice el maestro Hugo, mi jefe en el Colegio Mariano N. Ruiz: dan darán, dicen las campanas; cuando doña Lolita fue a estudiar a la Ciudad de México, de inmediato don César y doña Adriana le dijeron ¡acá está tu casa, Lolita!, y Lolita fue a vivir a casa de ellos y ahí convivió con Rosario. Claro, cuando los papás de Rosario murieron la actitud cambió, pero eso, como dice Nana Goya, es otra historia.
¿Qué hacía don César mientras permanecía en la casa de doña Lolita? Acá va el testimonio, importantísimo, porque nadie más pudo dar constancia de ese tiempo, salvo la mamá de la cronista, pero la mamá nada dejó escrito. Acá está la mirada de doña Lolita: “Mi mamá le hacía sus antojitos y allí lo visitaban sus amigos, y platicábamos con él de muchas cosas; era un hombre muy culto, y siempre nos invitaba a que fuéramos a México, a su casa, en la calle de Madereros, hoy Constituyentes”.
Acá, de nuevo, hay preguntas: ¿cuáles eran los antojitos de preferencia de don César? Uf. Hay muchas dudas que jamás, parece, serán resueltas. La casa de Constituyentes ya no existe. ¡Pucha! Hasta hace poco, la casa aún existía. Gabriel, el hijo de Ricardo y Rosario, tenía ahí su despacho, pero luego la vendió y un buen día la derrumbaron y ahora existe otra construcción. Falta que la comunidad chiapaneca haga un acto de congruencia y realice los trámites legales para que, cuando menos, se coloque una placa que anuncie que ahí fue la casa de la gran escritora. Cuando menos en Comitán, las dos casas identificadas donde vivió Rosario tienen placas informativas y en la fachada de la casa de doña Lolita también hay una placa que consigna que ahí vivió la gran cronista comiteca.
Posdata: Andrea Reyes, investigadora que hizo una búsqueda exhaustiva de los artículos periodísticos de Rosario y nos entregó tres libros que son fundamentales para conocer el pensamiento de Rosario, sabe la importancia de los testimonios de las personas que estuvieron cerca de Rosario. La vida se está yendo y cada vez hay menos informantes presenciales. Ahora, que Comitán se prepara para celebrar, en 2025, ¡el cumpleaños cien de Rosario!, se antoja ir colocando piezas faltantes en la vida de la escritora. Se han escrito muchos libros acerca de su vida y de su obra, pero, la verdad, todos tienen imprecisiones, inexactitudes. Por esto, ahora revalorizamos el legado de doña Lolita y damos gracias por regalarnos la crónica donde vemos que sí, sí conoció a Rosario Castellanos.
viernes, 11 de junio de 2021
CARTA A MARIANA, CON UNA MAÑANA DESMAÑANADA
Querida Mariana: hago una pregunta boba: vos ¿despertás en la mañana? Pregunto esta bobera porque Amado siempre está en desacuerdo con la palabra mañana. Dice que esta palabra no debería usarse para designar la primera parte del día y, a la vez, para referirse al día siguiente. Según lo que dice Amado los seres humanos podemos despertar en la mañana o despertar mañana.
Le dije a Amado que el uso de la palabra depende del contexto, pero él insistió en que los hablantes del idioma español deberíamos buscar otra palabra para designar la primera parte del día.
Good morning, dicen los hablantes del inglés. Buena mañana, traducimos los hablantes del español.
Amado dice que si en lugar de usar buena usamos buen, como para hacer inclusivo el lenguaje, podemos desear buen mañana; es decir, un buen día posterior.
Cuando lo dijo, le comenté que me parecía una genialidad de nuestro idioma, apenas un ligero cambio permite la posibilidad de desear no sólo una buena mañana sino, también, un buen mañana. Cuando lo dijo pensé que bien podía ser el saludo permanente de los comitecos: que tengás buena mañana y buen mañana. Oh, genial.
Pero, Amado dijo que esa supuesta genialidad era un absurdo idiomático, demuestra la pobreza de nuestra capacidad de imaginación, nuestra reducida capacidad inventiva.
Si ya tenemos la mañana, la tarde y la noche, bien podríamos inventar una palabra para designar al día siguiente, porque, dijo Amado, ya un poco molesto, al desear un buen mañana parecería que reducimos el buen deseo a una fracción del día. Porque el buen decir español permite desear una buena tarde y una buena noche, pero no permite desear un “buen tarde” o un “buen noche”, para referirse al día siguiente, como sí lo permite en el uso de la palabra mañana.
Y, ya colorado del coraje, me dijo que ese absurdo se da porque la palabra mañana es “bisexual” (así me lo dijo y sonrió). Acepta el y la. Bien podemos decir la mañana y el mañana. El femenino es para el día presente y el masculino para el día siguiente.
Entonces ya fue más allá, en un análisis discriminatorio: desear buena mañana es un deseo feminista; y desear buen mañana es un deseo machista.
No, le dije, eso sí es un absurdo. Dijo que él no usa la palabra mañana, porque es una palabra limitante. Él, siempre que saluda a alguien, le desea buen día. Este saludo es lo que usa al saludar a alguien. ¿Y para el día siguiente? ¿Qué hace cuando quiere desear un buen mañana? Rio, dijo que casi nadie desea un buen mañana.
Entonces, le dije, ¿cuál es el problema? El problema, insistió, es en la dualidad conceptual. ¿Por qué el español es tan limitado? Tenemos miles de palabras que, en diversos contextos, tienen significados diversos.
Le choca la palabra amante. ¿A qué sociedad se le ocurrió designar con esta palabra a la manceba, a la querida? ¿A qué sociedad se le ocurrió nombrar querida a la concubina? ¡No!, dice Amado, se denigra la palabra querida cuando se le aplica a una concubina, lo mismo sucede, multiplicado a la ene potencia, cuando la palabra amante se le aplica a una concubina. ¿Por qué no les bastó con la palabra concubina para designar a tal mujer?
Ahí sí me convenció. Amado tiene razón en esto último. A mí también me molesta esa serie de eufemismos para designar a una persona vieja. El término viejo me encanta y debería ser exclusivo para nombrar a las personas mayores. Lo viejo no debería aplicarse a los objetos, no, para los objetos deteriorados por el tiempo debería usarse otro término.
Tal vez, digo sólo que tal vez, Amado tenga razón. Los hablantes del español deberíamos inventar palabras para nombrar cosas que están definidas por palabras que se aplican en otro contexto.
Posdata: no le pregunté a Amado por su nombre. ¿Qué sucede cuando alguien que se llama Amado, en realidad es repudiado? Hay casos en que los nombres propios no corresponden a la personalidad de los nombrados. Tengo una amiga que se llama Blanca y es de piel color azabache; tengo otro amigo que se llama Plácido y vive en un estado permanente de confusión. Y acá le paro, porque hay mujeres que se llaman Caridad y son marras como ellas solas, y mujeres que se llaman Soledad y viven rodeadas de multitudes.
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