viernes, 29 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON EXTENSIONES

Querida Mariana: ¿todo tiene límites? Sí. En la creación existen límites, en la naturaleza también. Los urbanistas usan el término “conurbación”, que es cuando una ciudad se fusiona con otra, por el crecimiento desmedido. Algunos visionarios locales dicen que eso sucederá, en un tiempo futuro, con Comitán y La Trinitaria. Como mi imaginación es limitada no alcanzo a ver esa conurbación, pero ¿vos sí podés imaginarlo? En las megas ciudades sí se da el fenómeno. Basta ver la Ciudad de México: lo que eran pueblos aledaños ahora forman parte de la gran ciudad. ¿Existen límites? Sí. Todo está limitado. La chica pregunta: ¿me querés en forma ilimitada?, y el novio, con ojos de tiuca en estado de levitación, dice que sí, que su amor no tiene límites. Todos sabemos que es una gran mentira, bueno, no todos, la chica lo cree y pone también ojos de chivo en precipicio, pero iluminada, y el joven lo cree. Falso, todo tiene límites. Los científicos dicen que el universo está en expansión, desde el instante del Big Bang no ha dejado de expandirse. Pucha, millones de años inflándose. Pero, los mismos científicos aseguran que llegará un momento (ni vos ni yo lo veremos) en que el universo llegará a su límite y se contraerá como globo desinflándose y todo volverá a la oscuridad original. Claro, ese instante llegará dentro de millones de años, pero deja constancia que hasta el universo tiene un límite. Tiene límite el universo que no tenga límite el amor. Bueno, basta ver la vida, la mía, la tuya, la de todos. ¿Nada hay ilimitado? Bueno, los creyentes dicen que Dios sí es infinito. No me gusta meterme en terrenos fangosos, pero Juan se pregunta qué sucederá con Dios cuando el universo desaparezca. Liliana dice que Dios es infinito, que este universo, nuestro universo, es apenas como un pelo en el cuerpo de un enormísimo tigre; y Pancho le dice que no gaste su tiempo en esas preguntas tontas, extiende el brazo y dice: “gracias a Dios, ahora tenemos harta cerveza para ser felices”, dice ¡salud! y bebe su caguama. Juan hace lo mismo, bebe, sube la cara al cielo y da gracias a Dios por las bendiciones de la cerveza, con el agregado de botana de chicharrón de hebra con salsa de pico de gallo. Los que saben dicen que son felices las personas que reconocen sus límites, que no van más allá de lo que les corresponde; por el contrario, los que promueven la teoría del éxito, siempre sostienen que la mente humana es ilimitada y los practicantes del deporte extremo dicen que ni siquiera el cuerpo tiene límites, pero a cada rato vemos que un escalador de montañas se dobla el pie y ya no llega a la cima; a cada rato vemos que el pensamiento también llega a un tope y de ahí no pasa. ¿Cuándo el ser humano logrará el movimiento continuo? Hay un límite en la ciencia. No hay cura para el cáncer (todavía), tal vez en algún momento; no hay defensa contra el coronavirus. ¿En qué momento la ciencia logrará vencer a esos microscópicos atacantes que ponen en riesgo millones de vidas humanas? Estamos limitados. Así nacimos. Nuestra consistencia física no permite el vuelo, como sí lo hacen los pájaros. Ahora, la ciencia ya tiene chunches electrónicos que permiten que una persona vuele, pero aún no logra el vuelo autónomo permanente, porque, ya lo dijimos, todo tiene un límite. La tía Francisca a cada rato le dice a su hijo que su tolerancia tiene un límite, que no se pase de listo. ¡Mirá! La tía es como el universo, su coraje se expande y le pinta brasas en los ojos. Ah, que no llegue al límite porque, en lugar de contraerse, ¡estalla! El tío Abraham aseguraba que su cuerpo no tenía límite y bebía con placer y generosidad, hasta que su hígado lo contradijo, se enfermó y murió de cirrosis. Todo tiene un límite. Es condición de este camino llamado vida. Tiene límite la paciencia de la tía Francisca; tiene límite la carretera que pasa por Comitán y llega a la Tierra del Fuego; tiene límite el universo; tiene límite la resistencia de un corredor, de una nadadora; tiene límite una llanta de auto, la extensión de un acordeón, el aire de un trompetista. Posdata: es triste aceptarlo, pero todo tiene un límite. Sí, tal vez sólo Dios es infinito y cuando este universo se contraiga y se embeba en sí mismo, Él siga orondo en los demás universos que creó, tantos como sus sueños, como su creación juguetona. Pero, salvo la bendición divina, todo lo demás, lo mortal, tiene límites. El que da el siguiente paso en el límite del vacío ¡cae!, y comprueba que su vida era limitada.