jueves, 28 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON LA PALABRA CALASH

Querida Mariana: ¿Has oído la palabra calash? Se aplica cuando algo está mal hecho; es decir, que no está hecho a la comiteca, porque hacer las cosas a la comiteca es ¡hacerlas bien! Cuando vos decís que sos comiteca, lo único que reafirmás es que sos de Comitán y estás bien hecha, más que bien. De niño escuché que alguien decía que fulano de tal vestía muy calash, ¿mirás? El término también se aplica a todo aquello que no es armonioso. ¿De dónde proviene la palabra? No lo sé, pero de niño la escuché con mucha frecuencia, gracias a Dios no me la aplicaron a mí. ¿Cuál es el antónimo de calash? Lo bien hecho. Tal vez, en nuestro pueblo se podría aplicar Lek, que se usa para decir que algo está bien. Ya el colmo de la virtud; es decir: ¡mero lek!, que está muy bien, galán. Hacer las cosas a la comiteca es hacerlas ¡mero lek! Nuestro destino es Lek y no Calash. No obstante, si digo que la palabra calash la escuché con frecuencia es porque hubo muchos paisanos que, en mi infancia, no hacían bien las cosas. En estos tiempos la palabra ya no la escucho con la frecuencia de antes, esto no significa que ahora todo esté lek, ¡no!, lo que significa es que ahora, la palabra está ya en desuso. En pocas partes del mundo usan las palabras calash y lek, pero en todas partes se hacen cosas mediocres y cosas maravillosas. En Comitán también hay actos mero calash y actos mero lek. He hecho la prueba, a varios amigos les he preguntado qué prefieren. ¿Sabés el resultado? ¡Claro que sí! Todos, ¡todos!, han respondido que les gusta lo lek y no lo calash. Y si esto lo aplicáramos a nivel mundial hallaríamos que, tal vez no por unanimidad, pero sí un altísimo porcentaje diría que prefiere las cosas bien hechas y no las malas; pero esto es como algo teórico, porque en la práctica la realidad es apabullante, muchas personas hacen mal las cosas, se ha extraviado el espíritu de la búsqueda de lo perfecto. Te he contado que siendo estudiante universitario en la Facultad de Ingeniería, de la UNAM, obtuve resultados malos, porque fui un estudiante calash (he contado que fui un asiduo visitante de la Biblioteca Central, porque me encantaba leer, así me volví un lector mero lek). En varias materias que cursé obtuve NA (no acreditada), en otras la S de panzazo (suficiente), una o dos con R (regular), una con B (bien) y ninguna con MB (muy bien). En estos tiempos veo muchas acciones que tienen una S de calificación, la suficiencia es insuficiente para ser el país que nos merecemos. México, así lo consigna la historia, tiene el destino para obtener MB en todos los actos cotidianos, y, sin embargo, vos mirás que hay muchos actos calashes. Es una pena. Y lo más frustrante es que todos los actos mero lek terminan siendo apabullados por la enorme piedra de lo calash. México extravió el rumbo hacia la excelencia y se quedó instalado en la mediocridad, por eso nos va como nos va. México era un país destinado a la grandeza, hay innumerables muestras históricas de ello, hay testimonios de vidas supremas, de personas mexicanas de excelencia, pero en algún momento (aún no bien determinado) hubo una gran torcedura y el México Lek se volvió un México Calash. ¡Qué pena! Posdata: de niño escuché la palabra calash con profusión; juro, querida mía, que la escuché más que la palabra lek. ¿Ganaba lo calash en el Comitán de aquellos años? No, no lo creo. Comitán era mero lek, era un pueblo calmado, maravilloso, tranquilo, soberbio. ¿Entonces? No sé. Tal vez me movía en espacios donde había dos o tres personas calashes. Fulano de tal vestía calash; sutana era calash para hacer sus trabajos escolares. Pero, si hago un ejercicio de memoria, recuerdo a muchísimas personas que todo lo hacían a la comiteca: bien hecho. Si hago un ejercicio de comparación, debo concluir, ¡qué pena!, que el Comitán de ahora es más calash.